15/02/2020 La verdadera felicidad es darnos cuenta de que estamos en manos del Señor

 

 

 

 

 

¡BUENOS DÍAS NOS DÉ DIOS! 15 FEBRERO 2020
La verdadera felicidad es darnos cuenta de que estamos en manos del Señor

El Señor, en la primera lectura, personaliza un punto clave de nuestra existencia: “hoy pongo delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal... elige la vida y vivirás”. Así es nuestra condición humana. No somos seres programados para que mecánicamente repitamos siempre lo mismo y no tengamos la posibilidad de elección. En nuestro ADN está bien inscrita la libertad. Tenemos la capacidad de elegir, de elegir, como nos recuerda hoy el Señor, entre la vida y el bien, la muerte y el mal.
Fundamentalmente de nosotros depende lo que elijamos. Aunque todo lo que elegimos lo hacemos bajo la razón de bien, de algo bueno para nosotros, nos podemos equivocar y elegir el mal pensando que es un bien. Es la parte débil de nuestra libertad humana. Para ayudarnos y no cometer este terrible fallo, el Señor viene en nuestra ayuda y a través de sus “preceptos, mandatos y decretos” nos señala donde está el bien, la vida, para que no nos equivoquemos.
Eso mismo hace Jesús el Hijo de Dios, con nosotros sus seguidores. Nos señala el camino de la verdad, el que lleva al bien, a la vida y no a la muerte y tristeza. Y no solamente nos señala el camino de la vida... nos promete que si acudimos a él nos dará fuerza para elegir y vivir siempre lo que nos conduce a la vida.
Primera lectura Dt 30,15-20
Amar al Señor y mantenerlo en nuestro corazón es tener vida asegurada
Hoy te pongo delante bendición y maldición.
Moisés habló al pueblo, diciendo: «Mira: hoy te pongo delante la vida y el bien, la muerte y el mal. Si obedeces los mandatos del Señor, tu Dios, que yo te promulgo hoy, amando al Señor, tu Dios, siguiendo sus caminos, guardando sus preceptos, mandatos y decretos, vivirás y crecerás; el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde vas a entrar para conquistarla. Pero, si tu corazón se aparta y no obedeces, si te dejas arrastrar y te prosternas dando culto a dioses extranjeros, yo te anuncio hoy que morirás sin remedio, que, después de pasar el Jordán y de entrar en la tierra para tomarla en posesión, no vivirás muchos años en ella. Hoy cito como testigos contra vosotros al cielo y a la tierra; te pongo delante vida y muerte, bendición y maldición. Elige la vida, y viviréis tú y tu descendencia, amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz, pegándote a él, pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra que había prometido dar a tus padres Abrahán, Isaac y Jacob.»
Lectura hacia el final del Deuteronomio (“segunda ley”). Moisés da sus últimos consejos antes de su muerte. Quiere dirigir a su pueblo hacia el bien para que navegue, diríamos hoy, en el Reino de Dios y le indica las ventajas y desventajas de elegir uno u otro camino.
En la tierra en la que va a entrar, Canaán, se va a encontrar con un ambiente religioso lleno de dioses y templos de diversos orígenes; con unos habitantes que viven alejados del Dios verdadero en una religión orientada a su comodidad.
Moisés destaca la importancia de nuestras libres decisiones y el respeto de Dios por la libertad humana. Sabe que los pueblos que han rechazado la justicia y la fidelidad lo pagan con la decadencia y la muerte.
Los dos caminos se ponen de manifiesto en la liturgia de hoy. La elección parece sencilla: el camino del bien es todo ventajas.
Pero la búsqueda de la felicidad que el hombre persigue siempre, puede engañarnos. El placer inmediato, el prestigio presuntuoso, el placer que proporciona el ejercicio del poder, el poder que da un dominio económico, nos dirigen con facilidad por caminos que, a la postre, no se acercan a Dios.
Y Dios es la verdadera felicidad. Y Dios se refleja en nuestro prójimo. Y atender, tener en cuenta a nuestro prójimo es lo que realmente nos llenará de felicidad, de una felicidad, no temporal, definitiva.
Ahí aparece nuestra conciencia, una conciencia que debe saber distinguir al vida y el bien, la muerte y el mal, vida y muerte, bendición y maldición. Una vida que, empezando aquí en la Tierra Prometida, culminará en la presencia y compañía del Señor.

Lo que uno siembra en su vida, le dará una cosecha. Los que escuchan la Palabra de Dios tendrán la felicidad en esta vida y en la otra. Los que la rechazan no prosperarán.
Este primer salmo nos habla de la felicidad, al igual que el primer discurso de Jesús que comienza con la palabra: ¡Dichosos!
Sal 1,1-2.3.4.6
El Señor marca el camino justo del ser humano
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos;
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos,
sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche.
Será como un árbol plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón, y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.
No así los impíos, no así:
serán paja que arrebata el viento,
porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.
El precioso salmo insiste en lo que Moisés decía en la lectura anterior. Y es, ciertamente, actual; está pasando en la vida actual.
Las personas nos acomodamos a una vida lo más cerca de nuestras necesidades y creando más necesidades, sin tener en cuenta a los hermanos más humildes, incluso explotándolos para obtener mayores beneficios, disminuyendo su salario y los puestos de trabajo para mejorar “nuestra cartera”.
Observar la ley de Dios que es puro amor, nos llevará a tratar de implantar la justicia y con ella llegará la paz y la felicidad. Mientras reine una justicia basada en el beneficio a ultranza, seguirán las guerras y las hambrunas.
Una versión moderna podría ser:
Feliz la persona que no apoya a los explotadores,
aun a costa de su mejor vivir;
que en el mundo profesional sabe reclamar la justicia,
y que encuentra su paz en el Espíritu del Señor,
proclamando siempre el amor al prójimo
y buscando en la Palabra su fuerza y su refugio.
Será como profeta santo,
oportuna en su actitud y en su palabra
cuya verdad siempre encontrará una buena tierra.
Nunca podrá compararse con aquella otra persona
que busca el enriquecimiento por encima de todo
y que menosprecia la Palabra del Señor.
No andarán juntos por el mismo camino,
pero el justo siempre tratará de atraer al impío a su sendero,
procurando ensanchar el ojo de la aguja
que la misericordia de Dios nunca estrecha.

¿Quiénes son, según los criterios de nuestra sociedad, los que triunfan en la vida, los que ganan su vida? Los que ocupan los primeros puestos en los diversos campos de la actividad humana y están por encima de los demás. ¿Quiénes son, según Jesús, los que triunfan en la vida, los que ganan su vida? Los que hacen lo mismo que él, los que como él gastan su vida, por amor, a favor de los demás. Los que ponen el amor, entregar la vida, como lo más importante de su existencia. Y viven de esa manera, no reservándose la vida para sí, para su propio interés.
La cruz de Cristo, lo que le llevó a la cruz fue predicar y vivir el amor, el amor a Dios y el amor real a sus hermanos. Por no desdecirse de su entrega, de su amor... la clavaron en la cruz, le mataron. Pero eso fue lo que le llevó a la victoria, a su resurrección, a la verdadera vida. Y es a esto a lo que nos invita Jesús, a que sigamos sus pasos, a que tomemos su misma cruz, a que sigamos entregando nuestra vida por amor, la única manera de triunfar en la vida, la única manera llenar nuestra vida de vida. El que camina por el camino contrario de reservar la vida para sí, pierde su vida, fracasa en la vida. “El que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará”.
Evangelio Lc 9,22-25
El respaldo al amigo es muestra de dignidad; el respaldo al Señor es muestra de sabiduría
El que pierda su vida por mi causa la salvará.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.» Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?»
El dar “un paso al frente” tratando de poner de manifiesto situaciones injustas puede llevarnos a tener dificultades en la vida.
Eso le pasó a Jesús, y le llevó incluso a la muerte; claro que el Padre le resucitó, es decir, se mantuvo siempre a su lado.
Esa es la fe “difícil a veces” que integra nuestra creencia en Dios Padre, nuestra esperanza en su protección y presencia continuas y que nos permite ejercer el amor hacia aquellos que están cerca de nosotros, especialmente los más humildes a los que, con frecuencia, hay que “arrimarse” ya que su situación puede no “permitirles” acercarse a nosotros.
Ya quedaba dicho que el camino del bien no siempre es fácil de seguir. Aquí tenemos a Jesús corroborándolo. Es expuesto. Hay sacrificios que hacer.
Pero ya decíamos en la primera lectura que Dios es la verdadera felicidad, y Jesús nos dice que no nos vale de nada conseguir el mundo entero si nos perdemos lo principal.
En realidad, según Jesús, vivir consiste en ir dando la vida hasta la oblación total en eso que vulgarmente llamamos muerte, pero que, según Jesús, es el acto supremo de la vida (paso de "ésta" a la "otra"); mientras que, según el evangelio, morir es querer vivir mi vida cerrándome a los demás, que es lo que vulgarmente llamamos "aprovechar la vida".
Está claro que el que vive dando la vida, no la pierde, la da. Mientras que el que vive sin querer darla, la pierde con la muerte.
Fijemos estos conceptos en nuestra conciencia de forma que vivamos entregando nuestra vida a los demás, y muramos entregando nuestra vida a Dios, es decir, viviendo en Él eternamente.

LA MEDITACIÓN, ¿QUÉ DICE?: Debemos de tratar de llevar la justicia al ámbito en el que nos movemos, siendo valientes en nuestra conducta, aún a riesgo de no ser comprendidos. El Espíritu del Señor estará siempre a nuestro lado y nos guiará, pero el paso adelante es nuestro.

¿QUÉ NOS DICE?: ¿Comprendemos, asimilamos y aplicamos en nuestra vida los consejos de Moisés? ¿Somos esa persona plantada junto al río, bien regada con la oración y la escucha, que da buenos frutos de amor y justicia? ¿Nos atrevemos a dar ese “paso al frente” cuando es necesario?

LA ORACIÓN.- Padre que amas a todos los hombres, haz que cooperemos al progreso de la comunidad humana y que en todo busquemos tu reino con nuestros esfuerzos. Haz que tengamos hambre y sed de justicia, y acudamos a nuestra fuente que es Cristo, el cual entregó su vida para que fuéramos saciados, perdona, Señor, todos nuestros pecados, y dirige nuestra vida por el camino de la sencillez, la austeridad y la santidad. Te lo pedimos, Señor

Exhortación Apostólica “VIVE CRISTO” DEL Papa FRANCISCO a los jóvenes y a todo el Pueblo de Dios
Tiempo de sueños y de elecciones
136. En la época de Jesús la salida de la niñez era un paso sumamente esperado en la vida, que se celebraba y se disfrutaba mucho. De ahí que Jesús, cuando devolvió la vida a una «niña» (Mc 5,39), le hizo dar un paso más, la promovió y la convirtió en «muchacha» (Mc 5,41). Al decirle «¡muchacha levántate!» (talitá kum) al mismo tiempo la hizo más responsable de su vida abriéndole las puertas a la juventud.


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