18/02/2020 ¿Sigue Jesús rodeado de incredulidad por parte de los que nos creemos más cercanos a Él?

¡BUENOS DÍAS NOS DÉ DIOS! 18 FEBRERO 2020
¿Sigue Jesús rodeado de incredulidad por parte de los que nos creemos más cercanos a Él?

Las cartas de Santiago son directas y claras. Su mensaje lo entendemos todos. En el texto del día de hoy nos encontramos con una afirmación relevante: Dios no es quien tienta. La tentación, como inclinación al mal la tenemos en nuestro interior, en nuestros “deseos que arrastran y seducen”. Que Dios no tienta no siempre ha estado claro. Pensemos en algunas traducciones del final de “Padre nuestro” que decían literalmente, “no nos induzcas a la tentación”. Esa es la traducción literal del texto latino, “ne nos inducas in tentatione”, que recoge la tal cual la versión italiana, entre otras, del Padre Nuestro. Lo que viene de Dios es el bien, como nos dice Santiago, nunca el mal. Los seres humanos somos las primicias, los primeros, los más relevantes, los más queridos de sus criaturas. Para nosotros quiere el bien. El bien esencial, que no es otro que ser cada vez más y mejor lo que somos: personas humanas creadas “a su imagen y semejanza”. Un bien que hemos de buscar a través de las vicisitudes de la vida, que no son siempre agradables y deseables. Incluso en esas situaciones al mirar a Dios y su proyecto sobre cada uno de nosotros, que es de salvación, hemos de orientar esos aspectos del mal en nuestra vida, de modo que se convierta en prueba superada: “dichoso el hombre que supera la prueba”, dice Santiago.
Primera lectura St 1,12-18
El ser humano es libre de optar por el bien o por el mal, por la vida o por la muerte.
Dios no tienta a nadie.
Queridos hermanos: Dichoso el hombre que soporta la prueba, porque, una vez aquilatado, recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que le aman. Cuando alguien se ve tentado, no diga que Dios lo tienta; Dios no conoce la tentación al mal y él no tienta a nadie. A cada uno le viene la tentación cuando su propio deseo lo arrastra y seduce; el deseo concibe y da a luz el pecado, y el pecado, cuando se comete, engendra muerte. Queridos hermanos, no os engañéis. Todo beneficio y todo don perfecto viene de arriba, del Padre de los Astros, en el cual no hay fases ni períodos de sombra. Por propia iniciativa, con la palabra de la verdad, nos engendró, para que seamos como la primicia de sus criaturas.
El planteamiento del origen del mal, la prueba, surge en Santiago, que concluye que no viene de Dios. La prueba forma parte del designio de Dios, como fase pasajera y misteriosamente útil...
Empero no es directa ni inmediatamente querida por Dios. Dios «no nos afrenta», sólo esparce bondades. Y Santiago continúa argumentando: Dios es santo, inaccesible al mal, no puede querer el mal ni puede proponerlo al hombre. Luego, ¿de dónde viene la tentación? Viene de la naturaleza de las cosas: de la creación, que forzosamente es imperfecta porque no es Dios... y del deseo del hombre, imperfecto también.
Tenemos que darnos cuenta de que estamos en un mundo autónomo y finito, que, por tanto, está sujeto al bien y al mal que sus criaturas realizan. Por supuesto, el Señor está siempre a nuestro lado... siempre que lo queramos ver y escuchar.

La enseñanza que proviene del Señor siempre es excelente. Nos enseña a través de los acontecimientos de cada día, por medio de los silencios del corazón, por medio de los demás, por su presencia, su Palabra y su gracia.
Sal 94,12 - 15. 18 – 19
La Palabra del Señor es pura enseñanza
Dichoso el hombre a quien tú educas, Señor.
Dichoso el hombre a quien tú educas,
al que enseñas tu ley,
dándole descanso tras los años duros.
Porque el Señor no rechaza a su pueblo
ni abandona su heredad:
el justo obtendrá su derecho,
y un porvenir, los rectos de corazón.
Cuando me parece que voy a tropezar,
tu misericordia, Señor, me sostiene;
cuando se multiplican mis preocupaciones,
tus consuelos son mi delicia.
Necesitamos que nos eduques, Señor.
Enséñanos a través de los acontecimientos de cada día. Tú eres quien nos los pones delante, así es que tú sabes el sentido y la importancia que tienen para nosotros.
Enséñanos a entenderlos, a descifrar tus mensajes en un encuentro fortuito, en una noticia fresca, en una alegría súbita, en una preocupación persistente. Tú estás allí, Señor, haz que en ellos seamos capaces de verte.
Enséñanos a través de los demás, enséñanos a través de la experiencia, enséñanos a través de la vida. Y en esa enseñanza muéstranos siempre, Señor, tu misericordia, que me llevará a la salvación y a la felicidad.

El texto evangélico es una lección con reproche de Jesús a sus apóstoles. Comer hay que comer; pero no sólo eso, lo importante es que el pan que comamos, esté fermentado con levadura auténtica, no con la levadura de los fariseos –la hipocresía, el autoengaño interesado-; o la de Herodes, -la frivolidad, la incapacidad de sacar conclusiones de los hechos, de “entenderlos”-. ¿Sólo tienen un pan para ellos? ¿Qué pasó cuando Jesús mandó poner en común y repartió unos pocos peces y panes? La multitud de seguidores se hartó y sobraron panes. Esa escasez de pan es superable si se sabe poner en común, el pan y la insuficiencia de él, el hambre. Es decir: si no se piensa sólo en uno mismo, en los intereses más inmediatos, si no se cae en la tentación de satisfacer el deseo inmediato y acuciante, y se mira más allá de uno mismo y del momento.
Lo importante es saber con qué fermentamos nuestra vida, que levadura usamos, para que tenga sentido, sea realmente humano nuestro vivir, de acuerdo con la visión del ser humano que Jesús en su evangelio nos presenta. Un ser humano que ha de ser agradecido a los bienes que recibe de Dios, y dispuesto a compartirlos con los demás.
Evangelio Mc 8,14-21
El ejemplo sincero de un cristiano es la mejor evangelización
Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes.
En aquel tiempo, a los discípulos se les olvidó llevar pan, y no tenían más que un pan en la barca. Jesús les recomendó: «Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes.» Ellos comentaban: «Lo dice porque no tenemos pan.» Dándose cuenta, les dijo Jesús: «¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿No acabáis de entender? ¿Tan torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis, y los oídos si no oís? A ver, ¿cuántos cestos de sobras recogisteis cuando repartí cinco panes entre cinco mil? ¿Os acordáis?» Ellos contestaron: «Doce.» «¿Y cuántas canastas de sobras recogisteis cuando repartí siete entre cuatro mil?» Le respondieron: «Siete.» Él les dijo: «¿Y no acabáis de entender?»
En la literatura judeo-helenista la metáfora de la levadura se aplicaba frecuentemente no a cualquier "corrupción" moral, sino muy concretamente al orgullo, a la soberbia, a la hipocresía.
Nuestra levadura cristiana debe hacer crecer el amor a Dios y al prójimo en todos los que nos rodean; no así la levadura de las personas ambiciosas que sólo buscan su propio enriquecimiento sin mirar por el bien de los demás.
Nuestra levadura dará lugar a la solidaridad y con ella a la multiplicación de los bienes de nuestros prójimos, aumentando su alegría, gozando de mejores medios de vida y empezando a creer que ese Dios misericordioso también está con ellos.

LA MEDITACIÓN, ¿QUÉ DICE?: Un mundo finito y autónomo aloja el mal en sí mismo. Por eso no podemos hacer esas exclamaciones de “lo que Dios nos manda”, porque El es el Dios que comprende, que acompaña.

¿QUÉ NOS DICE?: ¿Nos preocupamos de esparcir el bien, y de tratar de “curar” el mal? ¿Nos apoyamos para ello en el Señor? ¿Somos buena levadura?

LA ORACIÓN.- Concédenos, Señor, crecer hoy en tu amor, a fin de que todo sirva para nuestro bien y el de nuestros hermanos y haz, que el ejemplo de nuestra vida resplandezca como una luz ante los hombres, para que todos den gloria al Padre que está en los cielos. Te lo pedimos, Señor

Exhortación Apostólica “VIVE CRISTO” DEL Papa FRANCISCO a los jóvenes y a todo el Pueblo de Dios
138. El amor de Dios y nuestra relación con Cristo vivo no nos privan de soñar, no nos exigen que achiquemos nuestros horizontes. Al contrario, ese amor nos promueve, nos estimula, nos lanza hacia una vida mejor y más bella. La palabra “inquietud” resume muchas de las búsquedas de los corazones de los jóvenes. Como decía san Pablo VI, «precisamente en las insatisfacciones que los atormentan [...] hay un elemento de luz». La inquietud insatisfecha, junto con el asombro por lo nuevo que se presenta en el horizonte, abre paso a la osadía que los mueve a asumirse a sí mismos, a volverse responsables de una misión. Esta sana inquietud que se despierta especialmente en la juventud sigue siendo la característica de cualquier corazón que se mantiene joven, disponible, abierto. La verdadera paz interior convive con esa insatisfacción profunda. San Agustín decía: «Señor, nos creaste para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti».


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