21/02/2020 Ser cristiano incluye arriesgarnos por lo que es noble en vez de querer asegurar nuestro porvenir

 

 

 

 

 

¡BUENOS DÍAS NOS DÉ DIOS! 21 FEBRERO 2020

Ser cristiano incluye arriesgarnos por lo que es noble en vez de querer asegurar nuestro porvenir

Las afirmaciones que en esta lectura hace Santiago se han contrapuesto con frecuencia con la afirmación de Pablo de que los cristianos somos salvados (justificados) por la fe.
Esta aparente dicotomía tuvo incidencia en la Reforma, cuando una de las afirmaciones fundamentales de Lutero era que, siguiendo a San Pablo, la fe es suficiente para nuestra justificación.
Claro que en Pablo siempre vemos que esa alusión a la fe siempre va acompañada por la alusión al amor (c.f. 1 Co 13; Ga 5, 6) y ya sabemos aquello de que “obras son amores y no buenas razones”
Primera lectura St 2,14-24.26
La fe se demuestra con las obras
Lo mismo que un cuerpo sin espíritu es un cadáver, también la fe sin obras.
¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, y que uno de vosotros les dice: «Dios os ampare; abrigaos y llenaos el estómago», y no les dais lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve? Esto pasa con la fe: si no tiene obras, por sí sola está muerta. Alguno dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe.» Tú crees que hay un solo Dios; muy bien, pero eso lo creen también los demonios, y los hace temblar. ¿Quieres enterarte, tonto, de que la fe sin obras es inútil? ¿No quedó justificado Abrahán, nuestro padre, por sus obras, por ofrecer a su hijo Isaac en el altar? Ya ves que la fe actuaba en sus obras, y que por las obras la fe llegó a su madurez. Así se cumplió lo que dice aquel pasaje de la Escritura: «Abrahán creyó a Dios, y esto le valió la justificación.» Y en otro pasaje se le llama «amigo de Dios.» Veis que el hombre queda justificado por las obras, y no por la fe sólo. Por lo tanto, lo mismo que un cuerpo sin espíritu es un cadáver, también la fe sin obras es un cadáver.
Aquí nos “topamos” con la fe y las obras. La oración y el compromiso. Marta y María (Lc 10, 41 – 42). El Papa Francisco creo que lo deja muy claro, y es una espléndida explicación del modo de ser cristiano: ¿Qué quiere decir Jesús? ¿Qué es esta sola cosa que necesitamos? Sobre todo, es importante entender que aquí no se trata de la contraposición entre dos comportamientos: la escucha de la palabra del Señor, la contemplación y el servicio concreto al prójimo. No son dos comportamientos contrapuestos, sino, al contrario, son dos aspectos ambos esenciales para nuestra vida cristiana; aspectos que no van nunca separados, sino vividos en profunda unidad y armonía. Pero entonces ¿por qué Marta recibe reproche, aunque sea hecho con dulzura, de Jesús? Porque ha considerado esencial solo lo que estaba haciendo, estaba por tanto demasiado absorbida y preocupada por las cosas que "hacer". En un cristiano, las obras de servicio y de caridad no han sido nunca separadas de la fuente principal de cada una de nuestras acciones: la escucha de la Palabra del Señor, el estar - como María - a los pies de Jesús, en el comportamiento del discípulo. Y por eso Marta es reprendida. También en nuestra vida cristiana, queridos hermanos y hermanas, oración y acción están siempre profundamente unidas. Una oración que no lleva a la acción concreta hacia el hermano pobre, enfermo, necesitado de ayuda, en dificultad, es una oración estéril e incompleta. Pero del mismo modo, cuando en el servicio eclesial se está atento solo al hacer, se da más peso a las cosas, a las funciones, a las estructuras, y se olvida de la centralidad de Cristo, no se reserva tiempo para el diálogo con Él en la oración, se corre el riesgo de servirse a sí mismo y no a Dios presente en el hermano necesitado.”

Temer al Señor y amarlo de corazón no es sentir cosquillas en el pecho; es tenerlo en nuestro corazón como el único Dios, centro de nuestra vida, de nuestras obras, de nuestros pensamientos y palabras. Quien tiene a Dios consigo camina guiado por su Espíritu para vivir siendo justo, clemente, compasivo y honrado. Quien vive sin Dios se convierte en un injusto, en un malvado, en un usurero, en un delincuente, en alguien que aplasta al pobre y lo destruye. Si queremos ser bendecidos por Dios amémoslo de corazón y seamos fieles a sus mandatos y enseñanzas.
Sal 112,1 - 6
Así es el justo
Dichoso quien ama de corazón los mandatos del Señor.
Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.
En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.
Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.
Ojalá fuera un retrato aplicable a nosotros lo que dice el salmo de hoy, que también ha recordado Pablo a los corintios: «dichoso quien teme al Señor... reparte limosna a los pobres, su caridad es constante, sin falta...».
No se trata sólo de dar limosna a los pobres de cerca o a los de lejos. También tenemos que mostrar amabilidad con las personas que conviven con nosotros, y ayudarles en lo económico o en lo cultural o en lo espiritual. No es limosna: es la donación de nuestro tiempo, de nuestro interés, de nosotros mismos. No vaya a ser que protestemos de las injusticias que suceden en África o en otros lugares, y luego pongamos mala cara al que vive con nosotros y no le ayudemos en lo que necesita.
También en el seno de una familia o de una comunidad, se tendría que poder decir que «en las tinieblas brilla como una luz el que es justo, clemente y compasivo». En un mundo que camina entre tinieblas, si somos caritativos, si mostramos interés por los demás y ayudamos al que está en necesidad (a un enfermo, por ejemplo), ya habrá un poco más de luz. Y, además, «por medio de nosotros, se dará gracias a Dios», o sea, seremos ocasión para que otros experimenten la cercanía de Dios y le alaben.
Te alabamos y te bendecimos, Señor, porque esos mandatos tan especiales que conlleva tu Palabra nos encaminan hacia la felicidad y la salvación. Hacia un saber proclamar esa Palabra y, al mismo tiempo, saber atender a nuestro prójimo, brillando con humildad en la luz que Tú eres para todos. Nuestros pasos serán así firmes por la senda que nos lleva hacia Ti caminando, además, a tu lado. Gracias, Señor.

La pedagogía del seguimiento a Jesús constituye, desde la perspectiva de Marcos, un triple desafío y una condición radical de humanidad. Negarse a sí mismo, es el primer desafío, y tiene como implicación generar relaciones humanas sanas. Es una invitación a vivir más allá del ego que deshumaniza.
Cargar con la cruz, es el segundo desafío, y supone una invitación a «asumir la densidad de la propia existencia» abocada a encarnarse solidariamente en la vida de los pobres y las víctimas, que lucha porque se haga justicia donde se degrada y mutila la dignidad. Seguirlo, como tercer desafío, es una invitación del Maestro que se propone como vocación y horizonte de liberación.
Por último, la condición existencial de humanidad es la de asumir el discipulado en libertad, renunciando a una salvación que no sea capaz de humanizar. «Una Cruz que ya no intranquiliza a nadie, no tiene ningún aguijón: ha perdido la tensión del seguimiento a Jesús» (Metz). (Koinonia)
Evangelio Mc 8,34-9,1
Seguir a Jesús es buscar un estilo de vida que nos lleve a superarnos en el camino del amor.
El que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará.
En aquel tiempo, Jesús llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi y por el Evangelio la salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿0 qué podrá dar uno para recobrarla? Quien se avergüence de mi y de mis palabras, en esta generación descreída y malvada, también el Hijo del hombre se avergonzará de él, cuando venga con la gloria de su Padre entre los santos ángeles.» Y añadió: «Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto llegar el reino de Dios en toda su potencia.»
Las obras que la fe en el Señor nos lleva a realizar pueden llevarnos a la necesidad de confrontar situaciones incómodas, incluso angustiosas; en ellas la oración que debe acompañar nuestras acciones será el trampolín que nos impulsará para salir delante de las dificultades. Fe y acción deben de ir, pues, unidas en nuestro quehacer cristiano.
¿Jesús de Nazaret es tu modelo de vida? ¿Estás dispuesto a seguirlo, asumiendo tu cruz?

LA MEDITACIÓN, ¿QUÉ DICE?: Planteada la cuestión fe-obras, nuestra conciencia cristiana debe de estar lo suficientemente madura como para saber congeniar adecuadamente ambas cosas; en todo caso, la comunidad siempre servirá de tamiz y orientación. Pero esta cuestión es algo que tiene una importante incidencia en la vida cristiana.

¿QUÉ NOS DICE?: ¿Nuestra fe nos lleva a la escucha profunda y a la oración en la Palabra del Señor? ¿Nuestra fe nos lleva a sacrificarnos por otras personas que necesitan de nosotros? ¿sabemos de ellas? ¿Nos sentimos caminando en el seno del Reino de Dios?

LA ORACIÓN.- Tú que nos has dado la luz del nuevo día, concédenos también caminar por sendas de vida nueva, ayúdanos a descubrirte presente en todas tus criaturas y haz que, obedeciendo siempre tus mandatos, permanezcamos fieles a esa alianza que tu Hijo ha sellado con su muerte y resurrección. Te lo pedimos, Señor

Exhortación Apostólica “VIVE CRISTO” DEL Papa FRANCISCO a los jóvenes y a todo el Pueblo de Dios
141. Pero en contra de los sueños que movilizan decisiones, siempre «existe la amenaza del lamento, de la resignación. Esto lo dejamos para aquellos que siguen a la “diosa lamentación” [...]. Es un engaño: te hace tomar la senda equivocada. Cuando todo parece paralizado y estancado, cuando los problemas personales nos inquietan, los malestares sociales no encuentran las debidas respuestas, no es bueno darse por vencido. El camino es Jesús: hacerle subir a nuestra barca y remar mar adentro con Él. ¡Él es el Señor! Él cambia la perspectiva de la vida. La fe en Jesús conduce a una esperanza que va más allá, a una certeza fundada no sólo en nuestras cualidades y habilidades, sino en la Palabra de Dios, en la invitación que viene de Él. Sin hacer demasiados cálculos humanos ni preocuparse por verificar si la realidad que los rodea coincide con sus seguridades. Remen mar adentro, salgan de ustedes mismos».


biblialdia anteriores Biblia de dias anteriores