16/09/2020 Jesús es un lector de los signos de los tiempos; lo único que tenemos que hacer es ayudarle

 

 

 

¡BUENOS DÍAS NOS DÉ DIOS! 16 SEPTIEMBRE 2020
Jesús es un lector de los signos de los tiempos; lo único que tenemos que hacer es ayudarle

Las lecturas de la liturgia de hoy nos animan a profundizar en nuestra fe, dejando que el Espíritu llene nuestra vida y nuestro actuar. San Pablo, que al iniciar su apostolado en la comunidad de Corinto les habló como a “carnales como a niños en Cristo”, que mimó aquella comunidad como una criatura propia, ahora les trata como a personas adultas en la fe. Personas que han experimentado la riqueza de los dones del Espíritu Santo, y conocen la urgencia de ponerlos a disposición y al servicio de la comunidad creyente. Fieles que han iniciado una fecunda vida espiritual en la confesión del Cristo resucitado y de su mensaje.
San Pablo, en este cántico a la Caridad, les propone y les exhorta a una vida de excelencia en la fe. Una fe que se centra en el mensaje capital del Jesús Resucitado: “Amaos los unos a los otros como Yo os amé”. O como insiste frecuentemente San Pablo, sed fuertes en el amor. Ahora explicita lo que eso significa. Si no tengo caridad, de nada me sirve la fe, de nada renunciar a todos los bienes, ni entregar mi cuerpo al martirio. Ahora queda la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande es el amor. Porque el amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante, no se porta indecorosamente, no busca lo suyo; no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido, no se regocija con la injusticia, sino que se alegra con la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
Todo un mensaje no sólo ético, sino un programa de vida que constituye una profunda filosofía y sentido religioso de lo que el creyente ha de interiorizar en su vida. También el Papa Francisco nos urge en su encíclica Amoris Laetitia, para que sea el amor la esencia de todas las familias cristianas, y sea también la insignia identitaria de nuestras comunidades creyentes. Un amor que refleje la audacia de los primeros cristianos que atraían por el testimonio del amor que se tenían. El común denominador de estos primeros cristianos era la audacia de ser creyentes incluso en medio de las persecuciones. Y todos los admiraban por su fe, por su esperanza en la salvación y por la sencillez de su vida, su trabajo y la solidaridad entre ellos.
Primera lectura 1Co 12,31-13,13
Lectura obligada para los matrimonios... al menos una vez a la semana
Quedan la fe, la esperanza, el amor; la más grande el amor.
Hermanos: Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino mejor. Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden. Ya podría tener el don de predicción y conocer todos los secretos y todo el saber; podría tener fe como para mover montañas, si no tengo amor, no soy nada. Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve. El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca. ¿El don de predicar?, se acabará. ¿El don de lenguas?, enmudecerá. ¿El saber?, se acabará. Porque inmaduro es nuestro saber e inmaduro nuestro predicar; pero cuando venga la madurez, lo inmaduro se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre, acabé con las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo de adivinar; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es por ahora inmaduro, entonces podré conocer como Dios me conoce. En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor.
1 Está de moda ahora decir que algo es “transversal”, queriendo decir que afecta a todas los elementos de un asunto. Pues bien, para el cristiano el amor es transversal para todo lo que haga en la vida.
2 Lo extraordinario del cristianismo no está en los grandes templos, en las vistosas ceremonias, en los ritos y obligaciones, sino en que una persona normal y corriente sea capaz de amar con sencillez, humildad y perseverancia.
3 Un amor nada teórico, que se manifiesta en los más pequeños detalles, en una actitud de servicio a los demás, en el renunciar a veces a derechos adquiridos, y que si tiene algún favoritismo es a favor de los que menos pueden devolver: los más necesitados.
4 Es el amor el que evitaría tantas separaciones matrimoniales, pura muestra de egoísmo incapaz de mantener la unión basada en el servicio mutuo y constante, en el evitar palabras y gestos ofensivos. “El amor a nuestros hermanos es para nosotros el signo de que hemos pasado de la muerte a la vida” (1 Jn 3, 14).
5 Pablo indica las características de la caridad que constituyen su belleza moral (v. 4-7). El Apóstol indica quince de estas propiedades; el amor, dice, es: comprensivo (en trabajos y contratiempos), servicial (atrayente por su suavidad y utilidad), no es envidioso (ante el bien y triunfos del prójimo), no presume (evitando hablar y obrar arrogantemente), no se engría (evitando el orgullo propio), no es mal educado (miramiento con el prójimo), no es egoísta (sin buscar la propia utilidad), no se irrita (si las cosas no salen a su gusto), no lleva cuentas del mal (lo contrario del espíritu de venganza), no se alegra de la injusticia (que otros cometan, aunque ello traiga alguna ventaja momentánea), sino que goza con la verdad (participa de la alegría que siente Dios y todos los hombres buenos cuando las cosas van por el recto camino), disculpa sin límites (tapa cuanto puede de los defectos del prójimo), cree sin límites (tendencia a suponer en todos recta intención), espera sin límites (no desconfía de las cosas y de las promesas que se le hacen), aguanta sin límites (si fallan esas esperanzas y surgen contratiempos, todo lo soporta pacientemente). En verdad, puede muy bien decirse que la caridad resume en sí todas las demás virtudes, que no son sino modalidades diversas de una misma caridad
6 La madurez que describe Pablo, parece referirla a la persona resucitada renacida de Dios, pero en el cristiano la madurez puede verse en la experiencia de fe, una respuesta humana libre y voluntaria, que consiste en realizar una relación de amistad con Jesús que te conducirá al encuentro con Dios y los demás, y que se expresa en la comunidad cristiana, en la oración y celebración y en el estilo de vivir y compromiso;
7 Y en la esperanza, perseverancia en el camino de Jesús. Ambas, fe y esperanza, sustentarán el amor.

La Providencia de Dios cuida el mundo. Dichoso el pueblo que tiene al Señor por Dios. El tiene los ojos puestos en los que le respetan y aman
Sal 33,2-3.4-5.12.22
La misericordia del Señor puede llenar nuestras vidas... si la aceptamos
Dichoso el pueblo que el Señor escogió como heredad.
Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo,
acompañando los vítores con bordones.
La palabra del Señor es sincera
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
¡Ah, Señor!, parecíamos pueblo sino elegido, que, al menos iba hacia Ti
Pero quizá el camino de obligaciones y ritos no era el más adecuado, y ahora la reacción nos va alejando de la senda que Jesús, el Cristo, marcó con su vida entregada en ese afán.
¡Qué difícil es la libertad! Necesitamos de tu misericordia, Señor, que llene nuestra tierra, que inunde a nuestras gentes, que venza el egoísmo reinante.
Que sepa acoger tu Palabra con la misma sinceridad con la que Tú nos la entregas, y con la capacidad de catapultarla hacia todos los que nos rodean
Volveremos, así, a ser tu pueblo, Señor, capaz de proclamar tu Reino a todas las naciones... empezando por nuestra comunidad, Parroquia, pueblo...

Como Jesús, amigo de recaudadores y pecadores, aprendamos a vivir el amor en los desclasados del mundo
Una vida vivida conforme al modelo del evangelio de Jesús. Nos cuenta el evangelio de hoy la incomprensión del pueblo ante la vida de Jesús. Ni la austeridad de Juan, ni la forma misericordiosa de vivir de Jesús, son motivo de conversión para el pueblo. Juan ni comía ni bebía, y le acusaban de estar endemoniado. El Hijo del Hombre, que come y bebe, es motivo de escándalo y persecución hasta la muerte. Pero la enseñanza de Jesús es incuestionable. Dios es amor, y sólo viviendo en, desde y por el amor entramos en la vida de Dios. Así se cumple lo que Pablo nos dice. Ni el conocimiento perdurará, ni la profecía, sino sólo el amor será eterno, porque está en la misma esencia de Dios. Cuando todo quede al descubierto, permanecerá sólo el amor.
Como cristianos, seguidores de Jesús, que llevan el evangelio y el Espíritu de Cristo en su vida, tenemos que aprender e interiorizar esta verdad. En las personas que Dios quiere, en los más pequeños, en el servicio y la donación de la propia vida, se cumple el amor incondicional de Dios que ha de relumbrar en nuestras vidas.
Que seamos generosos y misericordiosos, que sepamos convertir esas cualidades del amor que nos dice San Pablo, en realidades cotidianas de nuestro actuar. Que dejemos que el Espíritu ilumine toda nuestra existencia y pongámonos cada día en sus manos.
Evangelio Lc 7,31-35
La felicidad del quehacer diario en compañía de los demás es lo más importante de nuestra vida
Tocamos y no bailáis, cantamos lamentaciones y nos lloráis.
En aquel tiempo, dijo el Señor: ¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararemos? Se parecen a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros: «Tocamos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis.» Vino Juan el Bautista, que ni comía ni bebía, y dijisteis que tenía un demonio; viene el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: «Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de recaudadores y pecadores». Sin embargo, los discípulos de la Sabiduría le han dado la razón.
1 Este pequeño relato de Lucas parece retratar nuestro mundo actual. La novedad de la Buena Nueva del Evangelio va avanzando de tal modo que las personas agarradas a las formas antiguas de la fe quedan como perdidas sin entender nada de la acción de Dios, y muchas veces, para esconder su falta de apertura y de comprensión buscan pretextos infantiles para justificar su actitud de no aceptación.
2 La madurez que comporta el amor (a pesar de hablar tanto del amor, confundido en la sexualidad) no ha llegado todavía.
3 La falta de seriedad y de coherencia aparece claramente en la opinión que emiten sobre Jesús y Juan. La mala voluntad es tan evidente que no necesitaba de prueba
4 No vemos más allá de nuestro egoísmo, nuestros derechos, nuestros deseos, a pesar de esas manifestaciones callejeras que parecen querer proteger a desahuciados, o a otras personas en situaciones comprometidas, y que, con frecuencia, no son más que deseos de protagonismo personal o partidista.
5 Es fácil, atender a eso, pero ¿y nuestro día a día?, ¿estamos de verdad involucrados en lo que significa el amor? ¿Reconocemos a Jesús en su camino y le acompañamos con perseverancia?

LA MEDITACIÓN, ¿QUÉ DICE?: “Al finalizar nuestra vida nos examinarán del amor”, decía un gran santo; pues hoy San Pablo nos describe muy bien lo que es el amor. Quizá nuestro examen de conciencia diario debería basarse en ver cómo se ha mostrado eficaz nuestro amor a lo largo del día. Nuestra fe nos mantendrá en la esperanza de la misericordia del Señor que es amor desbordante.

¿QUÉ NOS DICE?: ¿Escuchamos la Palabra del Señor que nos lleva al amor? ¿Tenemos fe en su misericordia? ¿Tenemos la esperanza firme en Jesús? ¿Tenemos presente que el amor nos dará la felicidad?

LA ORACIÓN: Te alabamos, Señor, esperamos en ti. Abre nuestros ojos y los de nuestros hermanos, para que podamos contemplar hoy las maravillas de tu amor y proclamarlas a todo el mundo. Te lo pedimos, Señor
Exhortación apostólica postsinodal: querida Amazonia
22. Cristo redimió al ser humano entero y quiere recomponer en cada uno su capacidad de relación con los otros. El Evangelio propone la caridad divina que brota del Corazón de Cristo y que genera una búsqueda de justicia que es inseparablemente un canto de fraternidad y de solidaridad, un estímulo para la cultura del encuentro. La sabiduría de la manera de vivir de los pueblos originarios —aun con todos los límites que pueda tener— nos estimula a profundizar este anhelo. Por esa razón los Obispos del Ecuador reclamaron «un nuevo sistema social y cultural que privilegie las relaciones fraternas, en un marco de reconocimiento y valoración de las diversas culturas y de los ecosistemas, capaz de oponerse a toda forma de discriminación y dominación entre los seres humanos».


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