23/09/2020 Tenemos que proclamar el reino de Dios con nuestras obras

 

 ¡BUENOS DÍAS NOS DÉ DIOS! 23 SEPTIEMBRE 2020

Tenemos que proclamar el reino de Dios con nuestras obras

Toda palabra de Dios es acrisolada. No tratemos de corregir la Palabra de Dios. Aquí leemos que está ya acrisolada. En el crisol ha sido fundida y purificada y, cuando llega al hombre, a nosotros, ya está perfecta, no en camino.
Tratar de corregir la Palabra la transforma en mentira, en falsedad. Es muy frecuente que nosotros, incluso con la mejor intención, transmitamos nuestras opiniones como si fueran palabras de origen divino. Me gustaría ser lo suficientemente sabio y humilde para, mientras mis dedos recorren el teclado, distinguir mis opiniones, mis deseos, mi necedad, de la palabra que debo predicar y saber borrar lo erróneo, lo mío, para que quede patente y limpio el mensaje que el espíritu, y ojalá sea el Espíritu, quiera que transmita.
El fragmento termina con una hermosa petición: “No me des pobreza ni riqueza; concédeme solamente el pan necesario”.
Primera lectura Pr 30,5-9
¿Qué imagen de Dios estamos mostrando a esos seres humanos que padecen hambre y miseria?
No me des riqueza ni pobreza, concédeme mi ración de pan.
La palabra de Dios es verdadera, él es escudo para los que se refugian en él. No añadas nada a sus palabras, porque te replicará y quedarás por mentiroso. Dos cosas te he pedido; no me las niegues antes de morir: aleja de mí falsedad y mentira; no me des riqueza ni pobreza, concédeme mi ración de pan; no sea que me sacie y reniegue de ti, diciendo: «¿Quién es el Señor?»; no sea que, necesitando, robe y blasfeme el nombre de mi Dios.
1 La escucha de la Palabra guiará adecuadamente nuestra vida cristiana. Y no debemos “inventarnos” nada; tampoco hace falta: su Espíritu nos brindará la comprensión de esa Palabra si la escuchamos con sinceridad y humildad.
2 En cuanto a nuestros bienes parece claro y lo vemos constantemente en el comportamiento humano, que la ambición es mala consejera. “Todos queremos más”, decía una antigua canción, y cuanto más tenemos más distancia ponemos entre nosotros y el Señor.
3 Ya el Libro del Deuteronomio daba el mismo consejo en las dos acepciones. La necesidad de la escucha de la Palabra: “... no sólo de pan vive el hombre, sino que todo lo que sale de la boda de Dios es vida para el hombre”; y también: “... no sea que cuando comas y quedes satisfecho, cuando construyas casas cómodas... y se acrecienten tu bienes de toda clase, tu corazón se ponga orgulloso y olvides a Yahvé” (Dt 8, 3. 12-14)
4 Entonces la expresión de este proverbio es muy acertada. No queremos miseria, indudablemente, pero tampoco riqueza que puede endurecer el corazón. Lo necesario para vivir es a lo que debemos de aspirar.
5 Y vemos, pues, que la austeridad en el estilo de vida es necesaria para el cristiano, para ser conscientes de la Palabra de Dios y para ser capaces de atender a los más necesitados, que, de otra forma, pendientes de nuestros bienes, ni nos daremos cuenta de que están muy cerca de nosotros.
6 De ahí, la expresividad de estos versículos: no quiere riquezas, que, si bien son en sí buenas, llevan consigo serios peligros, entre ellos la soberbia, que puede conducir incluso al desprecio de Dios. Ni tampoco desea la pobreza, que, si es más propicia que las riquezas para poner el corazón en Dios, no es muchas veces buena consejera.

Esta parte del extenso salmo 119 es una muestra de confianza en la Palabra del Señor
Salmo 119,29.72.89.101.104.163
Estable y eterna es la palabra del Señor, estable en la tierra y duradera en el cielo.
Lámpara es tu palabra para mis pasos, Señor.
Apártame del camino falso
y dame la gracia de tu voluntad.
Más estimo yo los preceptos de tu boca,
que miles de monedas de oro y plata.
Tu palabra, Señor, es eterna,
más estable que el cielo.
Aparto mi pie de toda senda mala,
para guardar tu palabra.
Considero tus decretos y
odio el camino de la mentira.
Detesto y aborrezco la mentira
y amo tu voluntad.
Gracias, Señor, por todo lo que nos das. No nos hagas ambicioso, no dejes que pretendamos más y más riquezas, y haz que sepamos compartir lo que Tú nos das con aquellos que lo necesitan. Esa será para nosotros la gracia de tu voluntad, que acataremos con tu Palabra.
No queremos vivir según el camino falso, fuera de la ley divina: deslealtad, avaricia, sino conformarnos en todo a tu voluntad, seguro de que no seremos confundidos ante nuestros adversarios, que celebrarían nuestra derrota como un triunfo propio al ver que Dios no se cuida de los suyos en los momentos de angustia y de peligro
Sabemos que la palabra de Yahvé está por encima de todo cambio y de todas las contingencias; permanece siempre la misma, como los cielos
Hagamos siempre la voluntad del Señor, como le pedimos frecuentemente en la oración que Jesús nos enseñó.

No llevéis nada para el camino. Los tres sinópticos narran este suceso. El Maestro decide enviar a los doce en misión de aprendizaje. Da poderes sobre los malos espíritus, capacidad de curación, y un importante mandato: No llevéis nada para el camino.
Jesús envía a sus seguidores a anunciar la Buena Noticia en unas condiciones que hoy nos resultarían casi inadmisibles. ¿Cómo nos pondríamos en camino dejando en casa las tarjetas bancarias, los teléfonos móviles, el portátil, el maletín sin la ropa de repuesto o la bolsa de aseo? No lo entendemos, puede que no lo queramos entender, porque nos hemos creado unas necesidades que no son totalmente reales.
Cuando Santo Domingo, fundador de la Orden de Predicadores o dominicos, se encontró con el fracaso de los legados pontificios en las tierras albigenses, comprendió que no se podía evangelizar a los herejes desde el boato, la riqueza y la prepotencia y puso los cimientos de la que llegaría, en pocos años, a ser la Orden de Predicadores. Domingo entendió que la pobreza, la sencillez y la humildad eran tres columnas sobre las que se debería levantar el edificio de la predicación. Sin estas tres columnas, el edificio terminaría agrietado y viniéndose abajo.
Unos años más tarde, con el disgusto de casi todos los miembros de la orden, decide separarlos y, al igual que hizo Jesús, dispersarlos de dos en dos, sin alforjas, sin dineros en la faja, con un humilde cayado en el que apoyarse cuando faltaran las fuerzas.
Las situaciones en el Pueblo de Dios se siguen reproduciendo. La Iglesia, tal vez solo parte de la Jerarquía a la que identificamos como Iglesia, dice que tiene una opción preferencial por los pobres, pero lo hace desde el poder y la riqueza y el resultado es evidente: los templos se vacían y hombres y mujeres huyen de una organización que debería ser una familia, pero que se ha transformado en un instrumento de poder.
Nos falta hacer caso a Jesús: abandonar todo lo que huela a poder y riqueza y desde la desnudez con la que los apóstoles marchan a la misión encomendada por el Maestro, marchar nosotros, los cristianos, a buscar la conversión de hombres y mujeres que posiblemente estén esperando una predicación coherente con la vida del predicador.
¿Estamos dispuestos a emprender la misión sin equipaje?
Evangelio Lc 9,1-6
Debemos de evangelizar con nuestro propio estilo de vida
Les envió a proclamar el Reino de Dios y a curar a los enfermos.
En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles: No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco llevéis túnica de repuesto. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si alguien no os recibe, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa. Ellos se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes.
1 La misión que Jesús encomienda a sus discípulos es la que también nosotros tenemos encomendada; y el modo de llevarla a cabo debe de ser también nuestro estilo: ir sin nada, hospedarse en la primera casa, curar enfermos y comer lo que el pueblo nos dé.
2 Y debemos de ver cómo aplicamos estas sencillas reglas a nuestro modo actual de realizar nuestra misión. Humildad y generosidad están en la base de estas cuatro líneas generales. Porque con frecuencia acompañar en su casa al necesitado, aceptar una taza de café que nos ofrece y dedicarle nuestro tiempo, son cosas sencillas, pero que hay cristianos a los que les da “cierto reparo”
3 Pues el Reino de Dios que Jesús nos ha revelado no es una doctrina, ni un catecismo, ni una ley.
4 El Reino de Dios acontece y se hace presente cuando las personas, motivadas por su fe en Jesús, deciden convivir en comunidad para así testimoniar y revelar a todos que Dios es Padre y Madre y que, por consiguiente, nosotros, los seres humanos, somos hermanos.
5 Jesús quería que la comunidad local fuera de nueva una expresión de la Alianza, del Reino, del amor de Dios como Padre, que nos hace a todos hermanos.
6 El milagro del ofrecimiento del amor, es siempre posible.

LA MEDITACIÓN, ¿QUÉ DICE?: Dios habla por los acontecimientos, por las personas que me rodean... por las palabras de la Escritura, por la oración, por los sacramentos... No debo de llevar mi alforja muy llena; lo suficiente para la vida y la intención de repartir. La comunidad de hermanos es entidad fundamental en la vivencia del Reino de Dios

¿QUÉ NOS DICE?: ¿Cómo ando de ambición? ¿Me conformo con lo necesario para vivir y trato de compartir lo que no es así? ¿Cómo anda mi escucha de la Palabra? ¿Voy por la vida proclamando el Reino con humildad y largueza? ¿Cómo anda mi comunidad?

LA ORACIÓN.- Señor, Tú que, para que aumente nuestra alegría y se afiance nuestra salvación, nos das este nuevo día, signo de tu amor, renuévanos hoy y siempre para gloria de tu nombre. Haz que sepamos descubrirte a ti en todos nuestros hermanos, sobre todo en los que sufren y en los pobres y que durante este día estemos en paz con todo el mundo, y a nadie devolvamos mal por mal. Te lo pedimos, Señor

Exhortación apostólica postsinodal: querida Amazonia
Capítulo segundo: un sueño cultural
28. El asunto es promover la Amazonia, pero esto no implica colonizarla culturalmente sino ayudar a que ella misma saque lo mejor de sí. Ese es el sentido de la mejor tarea educativa: cultivar sin desarraigar, hacer crecer sin debilitar la identidad, promover sin invadir. Así como hay potencialidades en la naturaleza que podrían perderse para siempre, lo mismo puede ocurrir con culturas que tienen un mensaje todavía no escuchado y que hoy están amenazadas más que nunca.


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