15/04/2021 Hoy, la Iglesia sigue también estando expuesta al «juicio» del mundo.

 

 

 

 

 

 

 

 

¡BUENOS DÍAS NOS DÉ DIOS! 15 ABRIL 2021
Hoy, la Iglesia sigue también estando expuesta al «juicio» del mundo.

En el relato de los Hechos de los Apóstoles, se nos cuenta cómo los doce, que, tras Pentecostés, habían perdido el miedo y se habían lanzado a la calle a predicar la doctrina de Jesús, y no se escondían para acusar a los judíos de la muerte del Maestro; son llevados ante el Consejo que, con anterioridad, les prohibió enseñar en nombre de Jesús, para ser juzgados o, por lo menos, amonestados por su actitud.
Ellos replicaron: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres", y aun más, insistieron en que "ellos" habían matado a Jesús, colgándolo de un madero, y que Dios lo resucitó y lo exaltó para otorgar a Israel la conversión, con el perdón de los pecados.
Esta respuesta exasperó a los judíos y decidieron acabar con ellos, pero no fue así.
Llama la atención como, tras recibir el Espíritu Santo, los Apóstoles, hombres temerosos, que se encontraban recluidos por miedo a los judíos, son capaces de olvidarse de todo y salir a pregonar a los cuatro vientos las maravillas del Reino de Dios, y la obra tan impresionante del que fue su enviado, Jesús.
En este relato no se quiere hacer una llamada a la desobediencia de las leyes humanas, pero sí que tengamos una serie de prioridades y, por lo tanto, la obediencia a Dios, en alguna ocasión, puede estar por encima de la obediencia a los poderes terrenos.
Al igual que los Apóstoles, tras Pentecostés, no debemos tener miedo y ser fieles a Dios, siguiendo los ejemplos de Jesús, como insistía San Juan Pablo II: "No tengáis miedo de optar por Jesús".
Como dice el salmista en el salmo 34: "Gustad y ved que bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él".
Primera lectura Hch 5,27-33
El Espíritu del Señor debe impulsar nuestros actos como cristianos
Testigo de esto somos nosotros y el Espíritu Santo.
En aquellos días, los guardias condujeron a los apóstoles a presencia del Sanedrín, y el sumo sacerdote les interrogó: «¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.» Pedro y los apóstoles replicaron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.» Esta respuesta los exasperó, y decidieron acabar con ellos.
1 En el tiempo de Pascua que llevamos hemos ido leyendo la secuencia de hechos protagonizados por los Apóstoles:
- Tras el sermón de Pedro en Pentecostés empieza a producirse un movimiento de conversiones.
• Pedro y Juan en el templo curan a un inválido y Pedro aprovecha el momento para predicar de nuevo a Jesús. Se producen nuevas conversiones.
• Aparecen los sacerdotes, los detienen, les hacen un juicio y los sueltan, conminándoles a no predicar en el nombre de Jesús.
• Los apóstoles siguen predicando y curando en nombre de Jesús.
• Los vuelven a detener, pero son milagrosamente liberados durante la noche. Y van a predicar al templo.
• Entonces los vuelven a detener. La narración es así: "Se presentó uno y anunció: 'los hombres que habíais encarcelado están en el templo instruyendo al pueblo”.
2 Los textos presentan un fuerte carácter histórico, reflejando, sin duda, la situación de la primera comunidad de Jerusalén.
3 Se presenta la situación de un modo muy "misionero". La fervorosa comunidad, la aceptación general del pueblo, la obstinación de los jefes, la ayuda milagrosa que reciben los apóstoles, el contenido de los sermones y declaraciones que son profesiones de fe de la primera comunidad.
4 Es importante el concepto que expresa Pedro: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. En nuestra vida diaria hay veces que se nos plantean conflictos en los que tenemos dudas de cómo actuar. Una norma de actuación puede ser la aquí expresada.
5 Al igual que pensaron en acabar con Jesús, cuando su actuación o sus palabras empezaron a molestarles, así aquí también los componentes del Sanedrín empiezan a sentirse molestos con los actos, testimonios y palabras de los apóstoles y su solución es radical: “decidieron acabar con ellos”.
6 Quizá no sea éste nuestro caso, aunque actualmente hay cristianos que son asesinados por proclamar a Dios, pero en ocasiones podemos vernos involucrados en temas en los que nuestra postura cristiana puede molestar a los “jefes” y entonces debemos tener muy presente la frase inicial de este comentario.
7 El conjunto de la profesión de fe de Pedro puede, perfectamente, ser nuestro credo cristiano, sencillo y significativo.

Salmo 34,2.9.17 – 20
Siempre encontraremos paternal acogida en el Señor
Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha.
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él.
El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias.
El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor.
Te bendecimos y te alabamos, Señor, porque Tú siempre nos muestras tu misericordia, nos hace participes de tu bondad, y nos enseñas el camino de la vida
Tu gloria y tu grandeza son intangibles, pero nos cubren con su manto de fidelidad y, en nuestra humildad, nos llenan de alegría y deseos de vivir y proclamar ese reinado tuyo que trata siempre de llevar justicia y paz a todo el universo.
Dejamos que las palabras resuenen en nuestros oídos: «Gustad y ved qué bueno es el Señor». Gustad y ved.
Es la invitación más seria y más íntima que hemos recibido en nuestra vida: invitación a gustar y ver la bondad del Señor.
Va más allá del estudio y el saber, más allá de razones y argumentos, más allá de libros doctos y escrituras santas.
Es invitación personal y directa, concreta y urgente. Habla de contacto, presencia, experiencia.
No dice «leed y reflexionad», o «escuchad y entended», o «meditad y contemplad», sino «gustad y ved».
Abrid los ojos y alargad la mano, despertad vuestros sentidos y agudizad vuestros sentimientos.
Poned en juego el poder más íntimo del alma en reacción espontánea y profundidad total, el poder de sentir, de palpar, de «gustar» la bondad, la belleza y la verdad.
«Gustar» es palabra mística. Y desde ahora tengo derecho a usarla. Estoy llamado a gustar y ver. No hay ya timidez que me detenga ni falsa humildad que me haga dudar.
Me siento agradecido y valiente, y quiero responder a la invitación de Dios con toda mi alma y alegría.
Y que esa facultad se ejerza con amor y alegría en disfrutar radicalmente la definitiva bondad, belleza y verdad que es Dios mismo.
Para tener esos conceptos claros, te rogamos Señor, que sepamos ver siempre en Ti el refugio de todas nuestras angustias, que sepamos gustar y ver tu bondad y tu misericordia, con la eterna seguridad de que nuestra dicha está en acogernos en Ti, porque sabemos que nos librarás de todos nuestros males, que en el camino encontraremos siempre, y nos darás tu mano para llevarnos contigo en esta vida terrena y después resucitados.

San Juan nos relata la conversación entre Jesús y Nicodemo que, entre otras cosas, le insiste que el que viene del cielo está por encima de todo pues es el enviado por Dios, que procede de Él y que, como ha conocido al Padre, da testimonio veraz.
El que Dios envió habla palabras de Dios. Como el Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en sus manos, el que cree en el Hijo alcanza la vida eterna, y el que no crea en el Hijo, no verá la vida, sino la ira de Dios.
La fe pues, el creer en el Hijo de Dios, es un don que se nos otorga, que en muchas ocasiones no procede de una investigación lógica y racional, pues la fe recae en un espíritu abierto a lo, muchas veces, incomprensible y sorprendente.
Dios nos ilumina con la fe, y ésta nos hace creer en Aquel que Él envió, y aceptar que Jesús hace lo que ha visto a su Padre y nos transmite la voluntad de Dios y, nosotros, debemos asumir que es totalmente un reflejo del Padre.
No nos empeñemos en querer racionalizar la fe, muchas cosas pueden tener una explicación lógica, pero otras no la alcanzamos y debemos confiar en los designios de Dios.
¿Nos avergonzamos de confesarnos seguidores de Jesús?
¿Nos asusta lo que piensen de nosotros?
¿Tenemos una fe firme que nos convierte en auténticos testigos de Jesús?
Evangelio Jn 3,31-36
La vida de Jesús es el sello a la fidelidad y al amor de Dios
El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano.
El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica la veracidad de Dios. El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.
1 Esta lectura es parte del último testimonio de Juan el Bautista. En el versículo anterior a los hoy citados Juan dice la frase que seguro recordamos: “Es necesario que él crezca y que yo disminuya”.
2 Sus discípulos le exponen que “aquel que él ha bautizado, está bautizando y todos se van con él”.
3 Es cuando Juan hace una preciosa proclamación de Jesús, al que reconoce como Hijo de Dios, que está por encima de todos y nos invita a aceptar su palabra, veraz y fiel.
4 Es el don de Dios que ha venido a nosotros para salvarnos, para enseñarnos el camino hacia el Padre. Y Juan el Bautista así lo reconoce.
5 El Papa Francisco comenta esta lectura así: ¿Quién nos hace reconocer que Jesús es "la" Palabra de la verdad, el Hijo unigénito de Dios Padre? San Pablo enseña que "nadie puede decir: "Jesús es el Señor", si no está impulsado por el Espíritu Santo". Es solo el Espíritu Santo, el don de Cristo Resucitado, quien nos hace reconocer la verdad. Jesús lo define el "Paráclito", que significa "el que viene en nuestra ayuda", el que está a nuestro lado para sostenernos en este camino de conocimiento; y, en la Última Cena, Jesús asegura a sus discípulos que el Espíritu Santo les enseñará todas las cosas, recordándoles sus palabras.
¿Cuál es entonces la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas y en la vida de la Iglesia para guiarnos a la verdad? En primer lugar, recuerda e imprime en los corazones de los creyentes las palabras que Jesús dijo, y precisamente a través de estas palabras, la ley de Dios -como lo habían anunciado los profetas del Antiguo Testamento-, se inscribe en nuestros corazones y en nosotros se convierte en un principio de valoración de las decisiones y de orientación de las acciones cotidianas; se convierte en un principio de vida. (S.S. Francisco, 15 de mayo de 2013).

LA MEDITACIÓN, ¿QUÉ DICE?: La obediencia a Dios es la pauta que debe dirigir nuestro camino por la vida; una pauta que debemos de tener bien y correctamente asumida en una conciencia bien formada, presidida por la experiencia de fe en el Señor, por la certeza de que Jesús está presente en todos los acaecimientos de nuestra vida. Vemos las certeras palabras del Bautista y su reconocimiento expreso de Jesús Hijo de Dios; es nuestro mismo reconocimiento.

¿QUÉ NOS DICE?: ¿Tenemos presente al Señor en las decisiones importantes de nuestra vida? ¿Sabemos gustar y ver la bondad, misericordia y fidelidad del Señor? ¿Reconocemos en Jesús al Hijo de Dios?

LA ORACIÓN: Te ruego, Señor, que los enfermos, los moribundos y todos los que sufren encuentren luz en tu victoria, y que tu gloriosa resurrección los consuele y los conforte. Te lo pedimos, Señor

CARTA ENCÍCLICA FRATELLI TUTTI DEL SANTO PADRE FRANCISCO SOBRE
LA FRATERNIDAD Y LA AMISTAD SOCIAL
141. La verdadera calidad de los distintos países del mundo se mide por esta capacidad de pensar no sólo como país, sino también como familia humana, y esto se prueba especialmente en las épocas críticas. Los nacionalismos cerrados expresan en definitiva esta incapacidad de gratuidad, el error de creer que pueden desarrollarse al margen de la ruina de los demás y que cerrándose al resto estarán más protegidos. El inmigrante es visto como un usurpador que no ofrece nada. Así, se llega a pensar ingenuamente que los pobres son peligrosos o inútiles y que los poderosos son generosos benefactores. Sólo una cultura social y política que incorpore la acogida gratuita podrá tener futuro.



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