04/08/2021 La liturgia de hoy resalta la universalidad del mensaje de Jesús

 

¡BUENOS DÍAS NOS DÉ DIOS! 04 AGOSTO 2021
La liturgia de hoy resalta la universalidad del mensaje de Jesús

El relato de los Números combina tradiciones primitas con elementos de origen sacerdotal. Se repite la secuencia pecado-castigo: el pueblo desconfía del Señor, quebranta la alianza, por lo que Dios lo condena a consumirse en el desierto sin entrar en la tierra prometida. Pero, ¿realmente es un castigo de Dios o es una consecuencia del uso de la libertad humana? Números pretende explicar los cuarenta años de peregrinación por el desierto según la tradición del pueblo hebreo.
¡DIOS NO CASTIGA! Me gustaría que estas palabras nos las pudiéramos grabar a fuego en el fondo de nuestro corazón. En el caso de que Dios castigara, al punto estaría su misericordia, mayor en todo. Dios nos crea por amor y nos corrige (NO castiga) por amor, como el padre al hijo.
Primera lectura Nm 13, 1 – 2. 25; 14, 1. 26 – 30. 34 – 35
¡Qué ancha tiene Dios la espalda para aguantar todo lo que le echamos encima!
Despreciaron una tierra envidiable
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés en el desierto de Farán: "Envía gente a explorar el país de Canaán, que yo voy a entregar a los israelitas: envía uno de cada tribu, y que todos sean jefes." Al cabo de cuarenta días volvieron de explorar el país; y se presentaron a Moisés, a Aarón y a toda la comunidad israelita, en el desierto de Farán, en Cadés. Presentaron su informe a toda la comunidad y les enseñaron los frutos del país. Y les contaron: "Hemos entrado en el país adonde nos enviaste; es una tierra que mana leche y miel; aquí tenéis sus frutos. Pero el pueblo que habita el país es poderoso, tienen grandes ciudades fortificadas (hemos visto allí hijos de Anac). Amalec vive en la región del desierto, los hititas, jebuseos y amorreos viven en la montaña, los cananeos junto al mar y junto al Jordán." Caleb hizo callar al pueblo ante Moisés y dijo: "Tenemos que subir y apoderarnos de esa tierra, porque podemos con ella." Pero los que habían subido con él replicaron: "No podemos atacar al pueblo, porque es más fuerte que nosotros." Y desacreditaban la tierra que habían explorado delante de los israelitas: "La tierra que hemos cruzado y explorado es una tierra que devora a sus habitantes; el pueblo que hemos visto en ella es de gran estatura. Hemos visto allí gigantes, hijos de Anac: parecíamos saltamontes a su lado, y así nos veían ellos." Entonces toda la comunidad empezó a dar gritos, y el pueblo lloró toda la noche. El Señor dijo a Moisés y Aarón: "¿Hasta cuándo seguirá esta comunidad malvada protestando contra mí? He oído a los israelitas protestar de mí. Pues diles: "Por mi vida -oráculo del Señor-, que os haré lo que me habéis dicho en la cara; en este desierto caerán vuestros cadáveres, y de todo vuestro censo, contando de veinte años para arriba, los que protestasteis contra mí no entraréis en la tierra donde juré que os establecería. Sólo exceptúo a Josué, hijo de Nun, y a Caleb, hijo de Jefoné. Contando los días que explorasteis la tierra, cuarenta días, cargaréis con vuestra culpa un año por cada día, cuarenta años. Para que sepáis lo que es desobedecerme. Yo, el Señor, juro que trataré así a esta comunidad perversa que se ha amotinado contra mí: en este desierto se consumirán y en él morirán."
1 La lectura de hoy nos pone de manifiesto la falta de fe en la fidelidad del Señor, en su Alianza, la especie de ruptura con la fe del patriarca Abraham, en un Dios que había sacado al pueblo de la esclavitud de Egipto, con la promesa de una tierra “que mana leche y miel”.
2 Es también la conversión, el nuevo estado del cristiano que tiene experiencia de fe; ¿hay que esperar una nueva generación?
3 En esta manera de redactar, el autor trata de explicar ese andar por el desierto durante cuarenta años, cifra, por supuesto, que aparece con frecuencia en la Escritura.
4 Sólo un pueblo "nuevo" podrá entrar en la Tierra prometida.
5 El evangelio nos repetirá también las exigencias de renovación necesarias para entrar en la alegría de Dios: el vestido nupcial para entrar en el festín (Mt 22, 11), el nuevo nacimiento para participar en el Reino (Jn 3, 3), el vino nuevo no puede mezclarse con el vino añejo (Lc 5, 37)...

Ante Dios ¿quién está libre de culpa? Tal vez no nos hemos postrado ante ídolos, sin embargo, olvidados de Dios, hemos entregado nuestro corazón a las cosas pasajeras, al poder o al desenfreno de las propias pasiones. Esto ha generado grandes desequilibrios en la relación humana, de tal forma que, levantados unos contra otros, hemos generado guerras, persecuciones injustas, muerte de inocentes, falta de respeto a los derechos fundamentales del hombre, hambres y muerte, desánimo por falta de oportunidades para poder llevar una vida digna.
No olvidemos que somos hijos de Dios y que nuestra vida debe tener como horizonte el amor, que no sólo nos lleve a amar a Dios por encima de todo, sino también a amar a nuestro prójimo como el Señor nos ha amado a nosotros, pues sólo amando a nuestro prójimo estaremos haciendo realidad el amor a Dios.
Pidámosle al Señor que nos ayude para no quedar atrapados por aquello que nos debe poner al servicio de los demás (el poder), por aquello que nos debe llevar a tender la mano a los más desprotegidos (los bienes materiales) o por aquello que nos debe impulsar a trabajar por el bien de todos (nuestras pasiones).
Cuando en lugar de buscar a Dios para servirlo con gran amor en los demás nos buscamos a nosotros mismos, hacemos que, incluso, las cosas santas se conviertan en ocasión de maldad y de pecado, de destrucción y de muerte en nosotros.
Sal 106, 6 – 7. 13 – 14. 21 – 23
Dad gracias al Señor porque es bueno.
Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo.
Hemos pecado con nuestros padres,
hemos cometido maldades e iniquidades.
Nuestros padres en Egipto
no comprendieron tus maravillas.
Bien pronto olvidaron sus obras,
y no se fiaron de sus planes:
ardían de avidez en el desierto
y tentaron a Dios en la estepa.
Se olvidaron de Dios, su salvador,
que había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en el país de Cam,
portentos junto al mar Rojo.
Dios hablaba ya de aniquilarlos;
pero Moisés, su elegido,
se puso en la brecha frente a él,
para apartar su cólera del exterminio.
Es indudable que la bondad y misericordia del Señor debe de llevarnos a darle gracias y alabarlo, rogándole que se muestre siempre en nuestra vida, haciéndola dichosa, viendo y viviendo la salvación.
Bendigamos a su pueblo, y bendigámonos a nosotros mismos, pueblo y gente del Señor, del Padre que se gloría con la alegría del Señor.
Te pedimos, Señor, que seamos siempre humildes ante tu grandeza, pero, al mismo tiempo, sintiendo y confiando en tu misericordia y fidelidad, sin olvidar todos los bienes que continuamente nos das

En el Antiguo Testamento, los cananeos eran los no judíos por antonomasia. De acuerdo con la orientación general del relato de Mateo, en la curación de la hija de una mujer cananea, no es Jesús quien se adentra en ese territorio extranjero, sino la mujer la que sale al encuentro del Maestro y, frente a las reticencias iniciales de este último, logra con su gran fe que la buena noticia de la llegada del Reino alcance también a quienes no son judíos. Se adelanta así de alguna manera la misión universal que Jesús ordenará a sus discípulos después de Pascua (Mt 28, 19).
Nos sabemos hijos de Dios y, por tanto, nos creemos con el derecho de comer el pan que el Señor nos ofrece. Sin embargo, ¿somos acaso dignos de sentarnos primero a su mesa para, después, poder comer de ese pan? Miras alrededor y ves que hay muchísimas personas hambrientas de Dios. Están buscando en corrientes espiritistas, filosóficas, científicas... algo con lo que dar sentido a su existencia y... ¿qué hacemos nosotros (los hijos)? Ni tan siquiera podemos ofrecerles las migajas porque no partimos el pan que se nos da.
Que importante es que a la luz de este evangelio revisemos nuestras miradas, nuestros prejuicios, nuestras fronteras. Y nos dejemos interpelar, nos sepamos detener ante el diferente y podamos aportar sanación o sea comprensión, misericordia... en definitiva, mostrar actitudes que ayuden, que construyan, que sanen
Evangelio Mt 15, 21 – 28
Como el pueblo hebreo errante por el desierto nos encontramos hoy muchos cristianos
Mujer, qué grande es tu fe
En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: "Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo." Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: "Atiéndela, que viene detrás gritando." Él les contestó: "Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel." Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: "Señor, socórreme." Él le contestó: "No está bien echar a los perros el pan de los hijos." Pero ella repuso: "Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos." Jesús le respondió: "Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas." En aquel momento quedó curada su hija.
1 Nuevamente Jesús valora la fe, presente incluso en los Cananeos, considerados en el Antiguo Testamento como pueblo malo e idolátrico.
2 Manifiesta Jesús, al mismo tiempo, la prioridad de Israel, el pueblo elegido, para acceder a la salvación, pero la mujer supera los obstáculos que Jesús le va poniendo, para sacar a relucir una fe humilde y profunda.
3 Pedagógicamente, la curación nos muestra que la fe en Dios no es exclusiva de nuestra Iglesia, que debe de aceptar su caminar hacia el Señor “de la mano” del resto de la humanidad, al que debe de contagiar con su testimonio de justicia y alegría.

LA MEDITACIÓN, ¿QUÉ DICE?: Muchas veces parece que Dios no nos escucha. Y es ahí cuando Dios está esperando ese último gesto de fe y confianza en su amor de Padre. En nuestras vidas cuántas veces Dios no entra en nuestros cálculos humanos: son nuestras propias fuerzas, son los demás, es la esperanza en el progreso, es el psicólogo, las primeras puertas a las que llamamos. Cómo nos cuesta poder decir que aquella sencillez de Marta y María: "Señor, el que amas, está enfermo" Cómo nos cuesta ser niños ante Dios y decirle con esta mujer: "Ten piedad de mí".

¿QUÉ NOS DICE?: ¿Somos personas de esperanza, abiertos a la alegría que llega? ¿Creemos en profundidad que Dios destina su creación a que encontremos en ella su propia alegría divina, cuyo acceso nos abre? ¿Somos capaces de acoger a todos los hermanos que se acercan a nosotros? ¿Eres consciente de nuestra pobreza y capaces, como la cananea, de confiarnos a la palabra salvadora de Jesús?

LA ORACIÓN: Te rogamos, Señor, que nos ayudes a aceptar valientemente las oportunidades y las aventuras que están a nuestro alcance. Ayúdanos a no renunciar ante las dificultades de nuestras empresas humanas, a saber recurrir a Ti en nuestras penalidades y, al mismo tiempo, haciendo que nuestro testimonio sea siempre de provecho para nuestro prójimo. Te lo pedimos, Señor.

CARTA ENCÍCLICA FRATELLI TUTTI DEL SANTO PADRE FRANCISCO SOBRE LA FRATERNIDAD Y LA AMISTAD SOCIAL 235. Quienes pretenden pacificar a una sociedad no deben olvidar que la inequidad y la falta de un desarrollo humano integral no permiten generar paz. En efecto, «sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión. Cuando la sociedad —local, nacional o mundial— abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad». Si hay que volver a empezar, siempre será desde los últimos.



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