04/12/2021 El anuncio de esperanza del profeta se cumple en Cristo Jesús.

 

¡BUENOS DÍAS NOS DÉ DIOS! 04 DICIEMBRE 2021
El anuncio de esperanza del profeta se cumple en Cristo Jesús.

El profeta mira la situación apretada del pueblo como algo necesario. Lo invita a contentarse con lo suficiente y a vivir rectamente. Se trata de un aprendizaje o discipulado en la austeridad; a nadie agrada esto, y menos aún al sistema de mercado que nos tiene seducidos.
La austeridad no es lo nuestro, en una época en la que los bienes parecen inagotables, el consumismo es la divisa: “Vales lo que consumes”. Sabemos que el consumo consume y que la gente mejor no es la que posee las mejores cosas, sino la que mejor aprecia lo que tiene, y, con todo, hay una fe ciega en el mercado y una resistencia casi invencible a la moderación y a la temperancia.
¿Habrá modo de educarnos en compartir los bienes y vivir austeramente? El profeta habla de lo gratuito: la lluvia. Ella es como la gracia divina que produce resultados inesperados: días luminosos y cosechas abundantes para todos. ¿Tenemos arrestos para promover la austeridad y la gratuidad?
Primera lectura Is 30,19-21.23-26
La austeridad anima a compartir
Se apiadará a la voz de tu gemido.
Así dice el Señor, el Santo de Israel: «Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén, no tendrás que llorar, porque se apiadará a la voz de tu gemido: apenas te oiga, te responderá. Aunque el Señor te dé el pan medido y el agua tasada, ya no se esconderá tu Maestro, tus ojos verán a tu Maestro. Si te desvías a la derecha o a la izquierda, tus oídos oirán una palabra a la espalda: "Éste es el camino, camina por él." Te dará lluvia para la semilla que siembras en el campo, y el grano de la cosecha del campo será rico y sustancioso; aquel día, tus ganados pastarán en anchas praderas; los bueyes y asnos que trabajan en el campo comerán forraje fermentado, aventado con bieldo y horquilla. En todo monte elevado, en toda colina alta, habrá ríos y cauces de agua el día de la gran matanza, cuando caigan las torres. La luz de la Cándida será como la luz del Ardiente, y la luz del Ardiente será siete veces mayor. Cuando el Señor vende la herida de su pueblo y cure la llaga de su golpe.»
1 La misericordia de Dios es descrita como disposición de la voluntad de Dios a ayudar, por su gracia libre, a la criatura que sufre necesidad.
2 Es encontrar al Señor en las lágrimas, descubrir todo lo que el Padre nos dará en los momentos de angustia; en Él encontraremos el consuelo, la compasión y la paz, y, al mismo tiempo, una vida espiritual representada por todos los bienes que en aquellos tiempos del profeta representaban la abundancia.
3 El Señor siempre está a la escucha de nuestra voz, atento a nuestra oración y debemos de saber escuchar e interpretar su respuesta.
4 Isaías lo describe muy bien, de una forma profunda, preciosa, casi poética, evocando una felicidad paradisíaca, un futuro reino mesiánico del que todo mal habrá desaparecido: hambre, enfermedad, violencia, injusticia. ¿Debería ser ésta nuestra meta como cristianos?
5 Porque el mandamiento de la misericordia está presente en ambos Testamentos; aparece como una urgencia por parte de Dios para que el hombre tenga sentimientos de misericordia. El supremo argumento es que Dios es misericordioso.
6 Es la ley de la santidad del Levítico: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso» (Lv 6). La venganza queda proscrita (Si 27,30-28,9) y se recomienda el perdón generoso (Mt 18,23) y el amor a los mismos enemigos (Mt 5,43 ss.; Le 6,27 ss.; 10,30 ss.). La quinta bienaventuranza está dedicada a los misericordiosos (Mt 5,7)
7 Merece la pena meditarlo y orar para llegar a alcanzar esa virtud que tanta incidencia vemos que puede tener en la vida que nos rodea.
8 Es el retorno del hombre a su equilibrio moral que traerá también consigo el retorno de la naturaleza a su armonía y a la fecundidad del «paraíso terrenal». La Biblia cree profundamente en una comunión entre el hombre y su entorno. La naturaleza entera espera su transfiguración.
9 Por todo ello, en Adviento, el cristiano se siente también interpelado a una conversión espiritual que transforme su corazón... y a transformar la naturaleza con los avances de la técnica, el trabajo, el progreso.

Nuestro oído puede no ser demasiado bueno; nuestras canciones pueden desentonar algo; pero la alabanza al Señor no debe de separarse nunca de nuestro corazón
Sal 147,1-2.3-4.5-6
Dichosos los que esperan en el Señor.
Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel.
Él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre.
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados.
Nuestra oración que con tanta frecuencia es de petición, debe de dar cauce también a la alabanza a nuestro Padre, que cuida de nosotros, que nos acompaña en nuestro caminar por la vida
El salmo afirma la esperanza de reunión de toda la humanidad, reunión para caminar juntos; juntos en la alegría de saber esa presencia del Señor, juntos en el sufrimiento amortiguando su impacto, juntos en la compasión
Porque el salmo también afirma la esperanza de que el Señor sanará los corazones destrozados, su compasión no tiene límites y su confianza en nuestra acción tampoco.
Y, realmente, es que nos conoce a todos, uno a uno conoce a todo ese rebaño que el pastorea, rebaño en el que la libertad individual es un hecho y la paciencia del Señor el contraste.
Y nuestra libertad debería de orientarse en la línea en la que el Señor está, sosteniendo a los más humildes y tratando de parar la acción de los ambiciosos acaparadores.
Y, además, sabemos que Jesús vino a realizar algunas de las acciones divinas cantadas por este salmo: El reconstruyó la humanidad... El reunió a los que estaban dispersos... El curó y perdonó a los corazones afligidos... El beatificó a los humildes y pequeños... El humilló a los orgullosos.
Te alabamos, Señor y te bendecimos, porque siempre está atento a nuestras desventuras, a nuestras tristezas, y, a poco que te invoquemos, siembras de esperanza nuestra vida, y nos das fuerzas para el camino, enseñándonos con tu sabia Palabra adonde debemos de encaminar nuestros pasos.

Con gran corazón, con inmenso amor hagámonos solidarios de todos los males y sufrimientos de los hombres que nos rodean y de los que viven a mucha distancia de nosotros. Todos son hermanos nuestros y a todos debe llegar nuestra ayuda. «A Ti levanto mi alma». Tal es el clamor que debe brotar de nuestro corazón en este tiempo de Adviento al contemplar tanta miseria moral en nosotros y en todos los hombres. Ningún poder humano puede darnos la redención verdadera, la liberación que en realidad necesitamos todos los hombres. Únicamente Jesucristo, el Hijo de Dios humanado, nos puede salvar. San Buenaventura lo afirma orando:
Evangelio Mt 9,35-10,1.6-8
Todos estamos obligados a difundir el mensaje de salvación, con nuestras oraciones y sacrificios, con nuestra palabra y con nuestro ejemplo.
Al ver a las muchedumbres, se compadeció de ellas.
En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.» Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. A estos doce los envió con estas instrucciones: «Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.»
1 Jesús todavía se ve destinado a llevar la conversión solamente al pueblo de Israel, pero pronto hará universal su llamada a ese nuevo modo de vivir.
2 Aquí nos llama a todos los cristianos para que llevemos su Palabra a todos los que nos rodean humildes y poderosos, ricos y pobres, porque la necesidad de conversión nos alcanza a todos, y nuestra generosidad no debe de tener límites compartiendo lo que tenemos, espiritual y material.
3 Es un hecho innegable que la conciencia misionera de la Iglesia y de los apóstoles se fue ampliando progresivamente. Será precisa la persecución para que los apóstoles salgan de Jerusalén y comiencen a extenderse en la Diáspora.
4 Pero no por eso deja de ser menos cierto que la Iglesia es misionera por esencia y que la relación con el mundo no cristiano es constitutiva de su vocación.
5 La Eucaristía no puede comprenderse sino en la medida en que llama a ese universalismo a los cristianos que reúne.
6 Y ahí debemos de estar nosotros; nuestra Eucaristía tiene que estar revestida de la misericordia que nos transmite Isaías en la primera lectura, y del compartir amor a Dios y al prójimo como Jesús nos enseña. En la fe tendremos el máximo apoyo para hacer las maravillas que Jesús nos dice.

LA MEDITACIÓN, ¿QUÉ DICE?: La “conversación”, lectura de la Palabra, meditación y escucha en la contemplación, es indispensable para el cristiano . Llevar su consuelo y su sentido de la compasión imbuido en nosotros y ser capaces de transmitirlos a los que más sufren es también carisma cristiano.

¿QUÉ NOS DICE?: ¿Tenemos presente al Señor, con humildad, en nuestras penas y angustias, y también en nuestras alegrías? ¿Llevamos dentro “música” de alabanza al Señor? ¿Sabemos de nuestra misión evangelizadora?

LA ORACIÓN: En nuestro corazón de criaturas, no se encendió la luz para esconderla, que poco puede andar quien anda a oscuras por sendas de verdad sin poder verla. Demos gracias a Dios humildemente y al Hijo, su Verdad que a todos guía, dejemos que su Luz, faro esplendente, nos guíe por el mar de nuestra vida. Amén. (de la web El testigo fiel)

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL, QUERIDA AMAZONIA
54. Más allá de todo esto, quiero recordar que cada una de las distintas especies tiene un valor en sí misma, pero «cada año desaparecen miles de especies vegetales y animales que ya no podremos conocer, que nuestros hijos ya no podrán ver, perdidas para siempre. La inmensa mayoría se extinguen por razones que tienen que ver con alguna acción humana. Por nuestra causa, miles de especies ya no darán gloria a Dios con su existencia ni podrán comunicarnos su propio mensaje. No tenemos derecho».



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