02/12/2022 Los verdaderos milagros no son visibles: están en el interior de cada hombre que cree.

 

¡BUENOS DÍAS NOS DÉ DIOS! 02 DICIEMBRE 2022
Los verdaderos milagros no son visibles: están en el interior de cada hombre que cree.

Los pobres gozarán con el Santo de Israel. Estamos en Adviento, tiempo de espera, y hoy como en todo este ciclo, las lecturas nos anuncian al Santo de Israel que ha de venir, y nos muestra lo que pasará cuando venga: el Líbano se convertirá en vergel, oirán los sordos las palabras del libro, no habrá tinieblas, los oprimidos se alegrarán con el Señor..., y Jacob no sonrojará su cara y santificará el nombre del Santo de Israel y temerán al Dios de Israel.
Este pasaje nos lleva a preguntarnos si realmente está cambiando algo en nuestras vidas, si la escucha de la Palabra de Dios, los sacramentos, especialmente la Eucaristía, nos renuevan, cambian nuestro día a día, realmente somos transformados...
De nuevo otro Adviento y otra Navidad... otra oportunidad para plantearnos nuestra vida de Fe, para abrir los oídos y liberarnos de tantas cosas que nos impiden poder empaparnos de lo que realmente alimenta nuestro corazón. Debemos abrir los oídos de nuestra alma y dejarnos transformar por la Palabra, y tenemos que liberarnos de todo lo que nos impida esta trasformación, quizá la pereza, quizá la costumbre, la monotonía...
Sintámonos pobres para que podamos gozar del nacimiento de Dios e interioricemos este día las palabas del salmista: El Señor es mi luz y mi salvación
Primera lectura Is 29,17-24
La conversión será un vuelco total que sufrirá la creación entera y nuestro propio corazón
Aquel día verán los ojos de los ciegos.
Así dice el Señor: «Pronto, muy pronto, el Líbano se convertirá en vergel, el vergel parecerá un bosque; aquel día, oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos. Los oprimidos volverán a alegrarse con el Señor, y los pobres gozarán con el Santo de Israel; porque se acabó el opresor, terminó el cínico; y serán aniquilados los despiertos para el mal, los que van a coger a otro en el hablar y, con trampas, al que defiende en el tribunal, y por nada hunden al inocente.» Así dice a la casa de Jacob el Señor, que rescató a Abrahán: «Ya no se avergonzará Jacob, ya no se sonrojará su cara, pues, cuando vea mis acciones en medio de él, santificará mi nombre, santificará al Santo de Jacob y temerá al Dios de Israel.» Los que habían perdido la cabeza comprenderán, y los que protestaban aprenderán la enseñanza.
1 Esta selva agresiva el Señor la convertirá en un vergel en el que reinará la paz. Es la gran esperanza de la humanidad, de los seres humanos de buena voluntad, una evolución a la que todos, en especial los cristianos, tenemos la responsabilidad de colaborar.
2 Porque es muy fácil responsabilizar a Dios del sufrimiento de tantas personas; es muy fácil criticar a “los imperios” o a las grandes multinacionales de todo el mal que sufre la humanidad. Pero es más difícil ayudar en la solución de los problemas a personas que tenemos cerca y que necesitan de nuestra colaboración, de nuestro tiempo, de nuestra ayuda económica.
3 En especial los cristianos, las parroquias, tenemos que cuidar de nuestros hermanos, precisamente porque creemos en Aquel que vino a sembrar el amor y la paz, aún a costa de enfrentarse con los que no estaban interesados en ello, por los pingues beneficios que les proporcionaba la situación.
4 Igual que ahora, en este momento de la historia. “A río revuelto, ganancia de pescadores”... de pescadores poco honrados, claro.

Este Salmo consta de dos partes íntimamente relacionadas. En la primera (vs. 1-6), el salmista manifiesta con imágenes muy expresivas su inalterable confianza en el Señor y su anhelo de vivir en constante comunión con él (v. 4). La segunda (vs. 7-14) es una súplica en medio de la persecución, donde vuelve a ponerse de manifiesto ese mismo sentimiento de ilimitada confianza. Así pues, si la liturgia es el clima espiritual en el que se encuentra inmerso el salmo, el hilo conductor de la oración es la confianza en Dios, tanto en el día de la alegría como en el tiempo del miedo.
Salmo 27,1.4.13-14
Gracias, Señor, porque siento tu protección en esta vida cristiana que con frecuencia se encuentra sometida a tensiones y contestaciones
El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?
Una cosa pido al Señor, eso buscaré:
habitar en la casa del Señor por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor contemplando su templo.
Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.
Mi esperanza está en Ti, Señor, ayúdame a irradiar esa luz y esa salvación a todo el mundo que me rodea, sin miedo a aquellos que se creen poderosos y que pueden acallar mi voz, sabiendo que mi vida está en tus manos y que nunca moriré, porque en mi hora tu me llevarás al país de la vida, a la culminación de mi vida a tu lado. ¡Gracias, Señor!
Gracias, Señor, porque iluminas nuestra vida en los momentos de ansiedad y de peligro y nos salvas de las situaciones comprometidas, llevándonos por la senda de la justicia.
Gracias, Señor, porque con la defensa que haces de nuestra vida nos sentimos capaces de llevar a cabo esa misión que nos has encomendado, y de hacerlo de forma discreta y eficaz, sin aspavientos ni gritos, sin imposiciones ni amenazas
Gracias, Señor, porque no permites que las tentaciones, las ofertas de poder o dinero, las lisonjas y alabanzas, nos lleven a equivocar la senda que Tú nos señalas
Gracias, Señor, porque nuestro corazón permanecerá tranquilo, seguros en la esperanza de la intervención divina salvadora.
Gracias, Señor, porque siento tu protección en esta vida cristiana que con frecuencia se encuentra sometida a tensiones y contestaciones; a veces también a un rechazo e incluso a la persecución, porque el comportamiento del justo molesta; los prepotentes y los perversos lo sienten como un reproche. Pero Tu defensa siempre está a nuestro lado.
Gracias, Señor, porque sabes crear en torno a tus fieles un horizonte de paz, que deja fuera el estrépito del mal. La comunión contigo es manantial de serenidad, de alegría, de tranquilidad; es como entrar en un oasis de luz y amor, que culminará en “el país de la vida”.
Gracias, Señor, porque nos das fuerzas, valentía y ánimo, para perseverar en la esperanza de Tu amor, marcados por la experiencia de fe de tu presencia en los acontecimientos de nuestra vida.

Que os suceda conforme a vuestra fe. De nuevo esta lectura nos presenta a personas discapacitadas, personas pobres por su dolencia por su dificultad para vivir, pero personas con tal cantidad de Fe que aún con sus problemas van tras el Señor.
¿Que vemos en ellos que nos tiene que alentar en nuestra vida diaria?... su insistencia, su tenacidad; se ponen en camino, y además con la seguridad de que Jesús los puede curar. Y así es cómo la gran Fe que demuestran les cura, “Que os suceda conforme a vuestra FE”.
¡Qué gran lección! ¡Con qué facilidad tiramos la toalla! Sabemos que somos incapaces con tantos problemas y sufrimientos que se, y Jesús nos lo dice bien claro: la Fe es la que nos va a salvar.
Nuestras cegueras más importantes son no ver la presencia de Dios, no verla en los hermanos de comunidad, en los vecinos, en los que nos rodean, creernos capaces de hacerlo todo y dominarlo todo, relegar a un segundo puesto a Dios.
Corramos detrás del Señor con nuestras mochilas cargadas y que nuestra insistencia sea conforme a nuestra Fe en Dios
Evangelio Mt 9,27-31
Dejemos a Dios abrir nuestro corazón, y veremos cómo nuestra vida es un manantial de felicidad
Curación de dos ciegos que creen en Jesús.
En aquel tiempo, dos ciegos seguían a Jesús, gritando: «Ten compasión de nosotros, hijo de David.» Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo: « ¿Creéis que puedo hacerlo?» Contestaron: «Sí, Señor.» Entonces les tocó los ojos, diciendo: «Que os suceda conforme a vuestra fe.» Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente: « ¡Cuidado con que lo sepa alguien!» Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca.
1 La fe y las señales del Señor, dos cosas que van unidas y a las que debemos de estar atentos.
2 “El Señor es nuestro Dios, nuestro Dios único”, es creencia firme muy entablada ya en el Antiguo Testamento; nuestra fe se ve reafirmada con la venida de Jesús, el Hijo, que nos enseña el camino a seguir.
3 ¿Milagros? Los milagros de Jesús son signos del Reino de Dios que se reciben mediante la predicación que los acompaña y que no fuerzan la fe, sino que más bien la piden y la confirman.
4 Milagros tenemos los cristianos con nuestros ojos de la fe, puede que no tan “espectaculares” pero sí palpables con nuestros sentidos. Claro que hay que estar atentos, y hay que situarse en ese Reino que Jesús proclamó con su palabra y su testimonio de vida.
5 Aunque “sólo” sea el hecho de que nosotros veamos a Dios en nuestras vidas ¡ya es un gran milagro!

LA MEDITACIÓN, ¿QUÉ DICE? : La vida está realmente complicada, enmarañada, con multitud de personas recorriendo las calles reclamando derechos, con poca paz en nuestros corazones, incapaces, muchas veces de renunciar a un poco de lo nuestro. Es urgente llevar paz a los corazones de la gente y un poco de mansedumbre. El vergel es mucho más agradable que la selva agresiva. Claro que si tenemos al Señor en nuestras vidas, nuestra fe en el corazón y la esperanza puesta en Él seguro que veremos todo con una excelente claridad. El milagro se habrá llevado a cabo

¿QUÉ NOS DICE? : ¿Defendemos a los más humildes y tratamos de hacerles la vida más feliz? ¿Tenemos al Señor por luz y salvación y la reflejamos a nuestro alrededor? ¿Miramos y vemos, o solamente miramos sin fijarnos y, por tanto, sin ver?

LA ORACIÓN: Te alabamos, Señor, y te bendecimos porque Tú eres nuestra salvación. Trataré siempre de seguir el camino marcado por tu Hijo, Jesús, el Cristo, proclamando tu Reino de justicia y paz. Te lo pedimos, Señor

ENCÍCLICA REDEMPTORIS MISSIO DEL PAPA SAN JUAN PABLO II
Sin embargo, se da el caso de que « los confines de la tierra », a los que debe llegar el Evangelio, se alejan cada vez más, y la sentencia de Tertuliano, según la cual « el Evangelio ha sido anunciado en toda la tierra y a todos los pueblos » 67 está muy lejos de su realización concreta: la misión ad gentes está todavía en los comienzos. Nuevos pueblos comparecen en la escena mundial y también ellos tienen el derecho a recibir el anuncio de la salvación. El crecimiento demográfico del Sur y de Oriente, en países no cristianos, hace aumentar continuamente el número de personas que ignoran la redención de Cristo.



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