26/07/2020 Dominical. La oración sincera es la que procura un encuentro con Dios en el que se deja transformar el corazón

 

 

 

Dominical: El punto de vista de un laico (escuchar LA PALABRA; meditar LA PALABRA; actuar según LA PALABRA)
V e r ; j u z g a r ; a c t u a r

DOMINGO DECIMO SÉPTIMO DEL TIEMPO ORDINARIO (ciclo A) (26 julio)
(1R3, 5. 7 – 12; Sal 119, 57 – 130; Rm 8, 28 – 30; Mt 13, 44 – 52)

La oración sincera es la que procura un encuentro con Dios en el que se deja transformar el corazón

La petición del Salomón es verdaderamente estimulante: "un corazón que escuche", como escuchan los sabios a Dios, para hacer justicia al pueblo. Recién elegido rey de Judá e Israel, los deuteronomistas han sabido plasmar en la figura de Salomón lo que entonces necesitaba el pueblo y el reino. Después de las guerras y batallas de David, era necesaria un "etapa de sabiduría" para atender al pueblo mismo, a los pequeños, a los huérfanos y a las viudas. Porque un verdadero rey tiene su poder en esta sabiduría, que muchos reyes y magistrados han despreciado.
Un corazón que escuche, es decir, sabio, para poder discernir entre lo malo y lo bueno. El sabio, sin duda, es como el profeta que está abierto a la voz de Dios y a su voluntad. No es profeta el que anuncia el futuro como un adivino que echa las cartas, sino quien sabe escuchar la voz o los silencios de Dios para entregarlo todo después a los hombres. La escuela de la sabiduría es, como muy bien lo expresa nuestro texto, un "corazón escuchante", que quiere aprender a impartir justicia y a conceder lo necesario a los que han sido desposeídos de casi todo.
Primera lectura 1R 3,5.7-12
El discernimiento personal de la voluntad de Dios es la más completa liberación que puede vivir el creyente
Pediste discernimiento.
En aquellos días, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo: «Pídeme lo que quieras.» Respondió Salomón: «Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues, ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?» Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello, y Dios le dijo: «Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti.»
1 Conocer y vivir la voluntad de Dios nos exige un discernimiento previo para conocer los caminos de Dios. Un método práctico es preguntarnos con frecuencia cuál es aquí y ahora la voluntad de Dios para mí, lo que Él quiere y espera de mí en este momento
2 Sabemos que el idílico Salomón aquí presentado y al que el Libro de los Reyes dedica muchos de sus capítulos, dejó históricamente mucho que desear
3 En la lectura de hoy Salomón confiesa al Señor sentirse incapaz de dirigir a su pueblo y por eso le pide el arte de saber gobernar. Y este arte, según sus palabras, consiste en saber escuchar a su gente y en tener sentido o juicio para saber discernir aquello que debe o no debe hacerse
4 Parece como el programa que ofrece un partido político antes de las elecciones... y que luego no cumple; porque Salomón, realmente, no llevará a cabo la acción de gobernar escuchando a su pueblo.
5 Gobernar es un servicio, no un privilegio. Gobernar es sintonizar con los auténticos intereses que el pueblo manifiesta y tratar de darles una verdadera respuesta. Gobernar es aprender a detectar la verdad allí donde pueda detectarse, aunque a veces provenga del adversario político o religioso.
6 ¿Dice usted adversario político? Pero eso no incluye a la oposición; ¿verdad? Y la oposición piensa que ese adversario político no es el que gobierna en esos momentos. O sea, que el egoísmo de unos y otros llevará a no avanzar en el bien del país.
7 Pues sino lo mismo, algo parecido pasará con el Salomón que hoy nos presentan tan juicioso y bien dispuesto
¿Cómo puede y debe un creyente saber lo que tiene que hacer para proceder rectamente?
¿Cómo actuar en las situaciones concretas de la vida?
¿Qué es en concreto la libertad cristiana con respecto a la ley? ¿Libertad de qué ley?

Este salmo es una larga meditación sobre la Ley. Esta ley, en realidad, designa de manera más amplia todo el texto sagrado del Antiguo Testamento, y nos invita a preguntarnos en qué medida, en la práctica, nos tomamos el tiempo para meditar la Palabra, en qué medida recibimos la Palabra de Dios.
Sal 119,57.72.76-77.127 - 130
La ley del Señor debe llevarnos a la fe y a las obras
¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!
Mi porción es el Señor;
he resuelto guardar tus palabras.
Más estimo yo los preceptos de tu boca
que miles de monedas de oro y plata.
Que tu bondad me consuele,
según la promesa hecha a tu siervo;
cuando me alcance tu compasión,
viviré, y mis delicias serán tu voluntad.
Yo amo tus mandatos más que el oro purísimo;
por eso aprecio tus decretos
y detesto el camino de la mentira.
Tus preceptos son admirables,
por eso los guarda mi alma;
la explicación de tus palabras ilumina,
da inteligencia a los ignorantes.
Tu Ley, Señor, es la base de nuestras vidas, siempre y cuando no sean su fin sino el medio para afianzar nuestro ser cristiano.
Y tu Ley, Señor, está contenida en tu Palabra; una Palabra de debemos escuchar y meditar y a la que tenemos que responder con nuestra palabra de diálogo, y nuestro testimonio de acción.
Y todo ello será facilitado cuando sepa apreciar tu bondad y tu compasión, cuando mi experiencia de fe sea vehículo de verte en los acaecimientos de nuestra vida.
Por eso, quien acepta al que el Padre Dios envió como salvación y camino que nos lleva a la unión con Él, debe estar dispuesto, a escuchar la Palabra de Dios y a ponerla en práctica.
Y para que esto se haga realidad en nosotros, hemos de escuchar al Señor, meditar profundamente su Palabra, dejarnos instruir por su Espíritu para que vivamos esa Palabra hasta sus últimas consecuencias.
Entonces podremos proclamar a los demás la Palabra que nos salva siendo, nosotros mismos, un reflejo de la sabiduría de Dios en el mundo, y colaborando para que todos lleguen a alabar y a glorificar el Nombre de Dios.
Amor y Ley, Ley y Amor, ¿tenemos ambas cosas equilibradas en nuestro ser cristiano?
¿Nos priva la facilidad de interpretación del mandamiento y el rito?, o bien
¿El sentimiento y la solidaridad se superponen al “frío” mandato?
¿Quiere Jesús nuestra atención sobre un peligro inherente del cristianismo: el peligro del formalismo y del legalismo?

Pablo destaca la atención permanente del Padre a cada uno de nosotros
Segunda lectura Rm 8,28-30
El esfuerzo del hombre consiste en mejorar el mundo; por eso aquellos que aman a Dios colaboran en ello activamente.
Nos predestinó a ser imagen de su Hijo.
Hermanos: Sabemos que Dios dispone todas las cosas para bien de los que lo aman, a quienes él ha escogido y llamado. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.
1 Hace unos días, después de un grave accidente, un querido amigo, grave, pronunciaba la frase inicial de esta lectura, con una fe admirable. Mucho hemos rezado y rezamos por él
2 Es, en verdad, ponernos en manos del Señor, y, de esta forma, seguiremos el camino que indica la segunda parte de la lectura. Camino feliz en libertad
3 Todo lo que puedo hacer de bueno se halla recogido por algo de sí mismo en la realidad de Cristo consumado. Todo lo que soporto, con fe y con amor, de disminución y de muerte, me hace un poco más íntimamente parcela integrante de ese Jesús que vino a darnos la salvación
4 Mediante nuestra colaboración, que El mismo suscita, Cristo se consuma, alcanza su plenitud, a partir de toda criatura. Tal vez imaginábamos que la Creación acabó hace mucho tiempo. Es un error, porque continúa perfeccionándose y en las zonas más elevadas del Mundo. Y nosotros servimos para terminar, incluso mediante el más humilde trabajo de nuestras manos. Tal es el sentido y el valor de nuestros actos. Con cada una de nuestras obras -por más sencillas y monótonas que sean- trabajamos, atómica pero realmente, en llevar a Cristo un poco de acabamiento. (Pierre Teilhard de Chardin)
5 “Dios, con tal que nos entreguemos a Él amorosamente, sin alejar de nosotros las muertes parciales (los problemas), ni la muerte final, que esencialmente forman parte de nuestra vida, las transfigura al integrarlas en un plano mejor. Y a esta transformación están no sólo admitidos nuestros males inevitables sino también nuestras faltas, incluso las más voluntarias, con tal de que las lloremos. Para quienes buscan a Dios, no todo es inmediatamente bueno, pero sí es susceptible todo de llegar a serlo” (El medio divino, Teilhard de Chardin)
¿Reconocemos a Dios “trabajando” en nuestra vida? ¿Somos conscientes de que el proyecto de Dios es que los humanos seamos hijos a la imagen de su Hijo Jesús? ¿Nos damos cuenta de que la “predestinación” significa “llamada”, que Dios cuenta con nosotros para la instauración del Reino?

Dentro de la sección del discurso en parábolas de Jesús, se encuentran estas comparaciones del Reino de Dios con cosas tangibles para nosotros; la pretensión de Jesús es, indudablemente, que valoremos lo que el Reino supone y, así, tratemos siempre de ir hacia él, de estar dentro de él.

Evangelio Mt 13,44-52
Lo que Jesús llamó «el Reinado de Dios», nos abre los horizontes hacia una nueva humanidad.
Vende todo lo que tienes y compra el campo.
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría' va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?» Ellos le contestaron: «Sí.» Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»
1 Al hilo de la Palabra de Dios hoy escuchada, podemos deducir que nuestra Iglesia, la vivencia de la fe e, incluso, nuestra propia vida, necesita un cambio de valores, un cambio importante que transmita alegría de vivir, alegría de ser creyente, alegría de entregar tu vida por las personas, por algo que te genere sentido y orientación en tu vida. Y esta es la propuesta del evangelio de hoy (Mt 13,44-52). Jesús nos dice que la verdadera sabiduría es la del que sabe despojarse para adquirir el nuevo modo de ver la realidad que trae el Reino por Él inaugurado. Ese tesoro del Reino está dentro de nosotros mismos, pues llevamos marcada la impronta de Dios y estamos destinados, como dice San Pablo (Rm 8,28-30), a reproducir la imagen de su Hijo, despojándonos del hombre viejo. Tal es el valor del tesoro encontrado que se produce una inmensa alegría y se da uno cuenta de que vale la pena venderlo todo, enamorarse e invertir todo por seguir en esa nueva dirección encontrada. Es tomar una decisión seria en la vida, pero con mucha alegría. Y el que así actúa es el verdadero discípulo del Señor, el que comprende la novedad que Jesús aporta en su vida y el valor del Reino que anuncia.
2 Vemos que el Reino es para aquél que es capaz de “vender todo lo que tiene” por conseguirlo, es decir, que su máxima prioridad es el Reino, lo cual lleva consigo una línea de vida siempre atenta a los demás, porque está claro que uno no se sacrifica por algo intangible, sino por alguien, y eso es lo que nos introduce en el Reino, que, al fin y al cabo, es Dios con nosotros.
3 Las redes recogen toda clase de peces, es decir, aquello de “católicos de toda la vida”, no tiene validez; es nuestra propia vida la que debe confrontar la Palabra, aunque una comunidad viva sirva para guiarnos en nuestras dudas.
4 Jesús aquí habla como los profetas, de forma adaptada a la mentalidad de entonces: buenos y malos; lo único que quiere es que nos demos cuenta de que lejos de Dios nos perdemos.
5 Cosas nuevas y viejas, antiguo y nuevo testamento, conocimiento de la palabra con aplicación del Antiguo Testamento siempre bajo otra luz que proporciona el Evangelio y, en general, el Nuevo Testamento.
¿Comprendemos que las parábolas de hoy nos enseñan que el Reino es la mayor riqueza para el seguidor de Jesús?
¿Nos damos cuenta de que ese Reino es el camino adecuado que se debe seguir con radicalidad y alegría?
¿Somos capaces de capaz de entender el mensaje del Reino que nos llega por medio de la palabra?

ORACIÓN: Te doy gracias, Señor, porque dispones todas las cosas para el bien de los que te aman, de los que están en tu Reino; aumenta nuestra fe para que creamos esto firmemente, y seamos capaces de proclamarlo humildemente pero con seguridad, de manera que siendo luz atraigamos o otros a este Reino de justicia y paz. Te lo pedimos, Señor

Información complementaria.-
Puede ser interesante hacer una referencia a la historicidad de Salomón. La «nueva arqueología bíblica» ha sorprendido al mundo al comprobar que no existe ningún testimonio extrabíblico sobre Salomón... El famosísimo rey, gobernador de un inmenso imperio, al que acudieron a visitarle personajes lejanos debido a la fama que alcanzó su inteligencia –la lectura de hoy tiene mucho que ver con esa inteligencia–, no es citado en ninguna de las fuentes históricas de aquel tiempo; es decir: al margen de la Biblia –que como sabemos no es un documento histórico– no tenemos ninguna noticia de que Salomón haya existido realmente. Lo cual no invalida el mensaje espiritual que estos textos nos dan, pero sí nos exige tomarlos en ese sentido, sin confundirlos con relatos históricos. (Servicios Koinonia)



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