02/08/2020 Dominical No hemos de olvidar los cristianos que la compasión de Jesús ha de estar siempre en nosotros como principio inspirador de todo lo que hacemos

 

Dominical: El punto de vista de un laico (escuchar LA PALABRA; meditar LA PALABRA; actuar según LA PALABRA)
V e r ; j u z g a r ; a c t u a r
DOMINGO DECIMO OCTAVO DEL TIEMPO ORDINARIO (ciclo A) (2 agosto 2020)
(Is 55, 1 - 3; Sal 145, 8 – 18; Rm 8, 35. 37 – 39; Mt 14, 13 – 21

No hemos de olvidar los cristianos que la compasión de Jesús ha de estar siempre en nosotros como principio inspirador de todo lo que hacemos

La primera lectura, tomada del libro de Isaías nos muestra, con un estilo retórico, cálido y apasionado, las vivencias del profeta del destierro, distinto del de los capítulos 1-39. La situación es inconfundible y la grandeza de lo que se afirma concuerda perfectamente con la situación desastrosa que, el llamado Deuteroisaías, quiere recomponer en nombre del Dios de la historia, cuya palabra es poderosa para recrear nuevas situaciones.
El «venid por agua todos los sedientos» es toda una afirmación teológica que podemos entender fácilmente. El agua es fuente de vida, de fertilidad, de prosperidad, de futuro. Hoy lo estamos valorando más que nunca por los problemas “ecológicos” que sufre la humanidad entera y por la desertización que avanza por culpa del hombre y de su desprecio de la creación.
El profeta, con un sentido populista, ofrece los productos de primera necesidad; no son riquezas propias de la calidad de vida, de la que tanto se habla hoy, y que conduce a tantas perversiones e injusticias; son riquezas de base, de las del Tercer Mundo.
El profeta presenta a Dios mismo, como un vendedor ambulante, como si hubiera salido al desierto -se entiende del desierto de la vida-, a ofrecer «de balde» lo que es necesario para subsistir. Sabemos que esto es simbólico y apunta a la alianza de Dios, a la palabra de Dios que es fuente de vida y trae una alianza nueva.
El pueblo, desconcertado por la ignominia de vivir alejado de Jerusalén y del Templo, busca en los dioses babilónicos una seguridad; entonces el profeta hace aparecer a Dios como “ese ambulante” que lleva lo más necesario a los que viven la experiencia del abandono.
Primera lectura Is 55,1-3
El profeta nos invita a participar en el banquete de la Palabra, fuente de vida, en acudir al Señor
Venid y comed.
Así dice el Señor: «Oíd, sedientos todos, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar vino y leche de balde. ¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta, y el salario en lo que no da hartura? Escuchadme atentos, y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos. Inclinad el oído, venid a mí: escuchadme, y viviréis. Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David.»
1 El Señor nos lanza una llamada entrañable; si le escuchamos nuestra vida cambiará, entraremos en el Reino, alcanzaremos la alianza que nos trae Jesús, alianza eterna, alianza real, de reyes, como David.
2 Es una oferta gratuita: el agua viva que Jesús nos ofrece en el Evangelio y pan, el pan de su Cuerpo: solamente debemos tener hambre y sed de la salvación
3 El dinero que empleamos en cosas superfluas, muchas veces innecesarias, tendríamos que ver antes si no estaría mejor el usarlo para socorrer a gente, que está cerca y a la que le falta lo más imprescindible.
4 Nuestro tiempo libre también puede ser valioso para personas que necesitan una visita, una palabra de ánimo, un empuje en tiempos apurados, incluso de angustia.
¿Por qué nos empeñamos en gastar dinero en lo que no alimenta? El bienestar, el nivel de vida, nuestra posición social... ¿puede calmar nuestra hambre y nuestra sed? Más bien, todo lo contrario: tedio, aburrimiento prematuro, refugio en el alcohol y droga, suicidios... ¿Seremos capaces de emplear bien nuestro salario? ¿”Vemos” al necesitado que tan cerca de nosotros está?

La liturgia judía reza el salmo 145 dos veces al día: al final de la plegaria litúrgica de la mañana y al inicio de la plegaria litúrgica del mediodía. Hay quien lo ha calificado de «colección de jaculatorias»; de hecho, muchos de sus versículos tienen sentido por sí mismo y podrían ser utilizados como breve oración personal a lo largo de nuestra jornada laboral.
Sal 145, 8-9.15-16.17-18
Acción de gracias debemos hacer con constancia, por siempre jamás, día tras día, y con ello nos acercaremos diariamente al Señor, proclamando su Reino, su Buena Nueva.
Abres tú la mano, Señor, y nos sacias de favores.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.
Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano, y sacias de favores a todo viviente.
El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente.
El Salmo nos explica el por qué esta generosa oferta; clemente y misericordioso; ¿podremos imitarlo? Solos, por nuestra cuenta, desde luego que no. Pero ya el profeta nos anticipaba la alianza del Señor; con ella podremos llegar a donde queramos.
Y llegaremos a dar la comida “a su tiempo” a aquellos que pasan necesidad; y podremos favorecer a los que nos necesitan.
Y para ello, lo único que tenemos que hacer es invocar al Señor, pedirle que esté a nuestro lado, y lo veremos, sin esfuerzo, en los acontecimientos de nuestra vida
¿Somos conscientes de la bondad del Señor? ¿Reconocemos todo lo que nos da en esta vida? ¿Apreciamos su misericordia? ¿Colaboramos con Él en esa generosidad? ¿Mostramos solidaridad con los que nos rodean?

La carta a los Romanos sigue siendo el apoyo determinante de la segunda Lectura de estos domingos. Ya sabemos que el capítulo 8 es una joya teológica, como un diamante, cuyos resplandores teológicos se muestran según hacemos girar esa piedra preciosa. Es un himno con el que se pretende crear esperanza ante las situaciones adversas que siempre acontecen en la historia humana. En este “himno al amor de Dios y de Cristo”, se puede hablar de dos partes que tienen su significación precisa:
1ª) no hay condena para los que creen; ¿por qué? nos preguntamos;
2ª) a causa del amor de Dios y de Cristo.
Como se ha dicho, este es uno de los textos más poderosos de Pablo, porque nos muestra la decisión irrenunciable del amor de Dios, que lo ha mostrado, que no es solamente promesa de futuro, aunque siempre tiene esa tensión de futuro. Ese amor se ha mostrado en Cristo Jesús y nadie podrá negarlo. La "lista de calamidades" que se anteponen a ese final glorioso, son expresión de calamidades verdaderas y existenciales que padecemos y padecerá siempre la humanidad; lo vemos cada día. Pero este es un himno contra toda calamidad, porque es un himno del amor que Dios nos tiene. El Dios del apóstol no puede ser de otra manera que como a él se le ha revelado en Cristo,
El hombre siempre ha buscado en los astros, en la magia y en los cultos mistéricos, explicaciones a todo lo que le rodea. Pero las respuestas siempre dependen de afanes e intereses determinados. Podemos ahora también preguntar por acontecimientos últimos y penúltimos que no nos explicamos. Nadie, sin embargo, puede apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. Pablo quiere llevar a los cristianos ese convencimiento de la fe, en que incluso, en la muerte, que es lo último que podemos vivir aquí las criaturas, Dios estará con nosotros, nunca contra nosotros.
Segunda lectura Rm 8,35.37-39
Pablo expresa la esperanza cristiana y la confianza inquebrantable en el amor que Dios nos tiene
Ninguna criatura podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo.
¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? En todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.
1 Este trozo de hoy de la carta de Pablo, yo creo que admite poco comentario; es para meditar, para sentir en lo más íntimo; un sentir místico que puede, incluso, iniciarnos en la contemplación.
2 Podríamos sentir algo parecido a aquello que decían los discípulos de Emaús: “No sentías como ardía nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras”
3 Es una hermosa descripción del amor que Dios nos tiene, que expresa al mismo tiempo la esperanza cristiana y la confianza en el Señor
4 Los peligros que expone expresan con realismo las preocupaciones que el ser humano tiene, aquellas cosas que pueden hacernos decir eso tan manido de “¿por qué me manda Dios esto?”
5 Y la respuesta va contenida en la lectura; Dios no nos manda males, sufrimos males que provienen del mundo, pero ahí está el amor del Señor para vencerlos. ¡Así de fácil! Es nuestra experiencia de fe, la experiencia de sabernos rodeados por el amor de Dios.
¿Estamos convencidos de que el amor de Dios es una fuerza victoriosa que nos libera de la muerte y de cualquier amenaza? ¿Comprendemos que el amor que Dios nos ha manifestado en Jesucristo es el origen de la esperanza, que hace vivir en la libertad?

El evangelio de Mateo nos relata la primera multiplicación de los panes, cuya tradición está bien arraigada en los evangelios sinópticos. De alguna manera, en la perspectiva litúrgica de este domingo, la lectura de Is 55 quiere ser como la introducción adecuada que nos conduce a la praxis de la oferta de Dios del agua y el pan, los bienes necesarios para vivir. El relato de Mateo tiene algunas semejanzas con narraciones del Antiguo Testamento (2Re 4,1-7.42-44; Ex 16; Num 11), y el hecho de que sobren doce canastas de pan apuntaría a las doce tribus, a un nuevo pueblo que es alimentado con un pan nuevo, ya que el evangelio de Mateo usa mucho las significaciones bíblicas del pueblo de Israel.
Además, el relato de la multiplicación de los panes se transmite enmarcando palabras «eucarísticas»; por eso vemos a Jesús «bendiciendo y partiendo el pan», porque esto que sucedió con la gente que siguió a Jesús, consideran las primitivas tradiciones cristianas que se realizaba y se actualizaba en la eucaristía de la Iglesia, donde todos son alimentados con el pan de vida. Y es que la eucaristía es el momento adecuado para vivir esta experiencia tan significativa del evangelio.
Dios necesario de Jesús es el que alimenta a su pueblo con la vida. El que viendo a las gentes necesitadas hace ver lo extraordinario del compartir los dones que se poseen. El v.14 es verdaderamente sintomático, porque nos habla de la "compasión" que Jesús siente y que le hace tomar la decisión irresistible de que lo poco que tienen él y los discípulos deben entregarlo a la gente. Esta debe ser la clave interpretativa del texto, más que enviciarse en explicar o dar sentido el aspecto "taumatúrgico" y al poder extraordinario de Jesús. Jesús quiere compartir lo poco que tienen él y los suyos, y esto hace posible el "milagro" de que haya para todos. Estos "milagros" deberían enseñarnos que también hoy esto es posible cuando hay compasión.
Evangelio Mt 14,13-21
En nuestras comunidades cristianas son hoy más necesarios los gestos de solidaridad que las palabras hermosas.
Comieron todos hasta quedar satisfechos.
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, se marchó de allí en barca a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar vio Jesús el gentío, sintió compasión de ellos y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer. Jesús les replicó: No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer. Ellos le replicaron: Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces. Les dijo: Traédmelos. Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños
1 Jesús vuelve aquí a ofrecernos su pan de vida, que alcanza a todos, que Él es capaz de hacer llegar a todos.
2 Nosotros tenemos esa responsabilidad de extender ese pan a todo el que esté pasando hambre: hambre de alimentos, hambre de cariño, hambre de tiempo compartido...
3 Lo que nos pasa es lo mismo que a los apóstoles: no tenemos la fe suficiente como para creer que con la ayuda del Señor todo lo podemos; voluntad es lo que realmente nos falta, egoísmo es lo que nos sobra.
4 De Dios nos viene el pan, pues Él ha puesto en la Tierra lo que la humanidad necesita para su alimento y para su desarrollo.
5 Pero si no sabemos escuchar su Palabra, pasará lo que actualmente pasa: las abismales diferencias existentes entre unos pocos ricos y una muchedumbre que pasa hambre, hambre de alimentos, pero también hambre de un hogar estable y racionalmente cómodo, de una estabilidad y un trabajo que le permita desarrollarse como persona...
6 Y la escucha de la Palabra y su puesta en práctica es, no lo dudemos, el único camino hacia la justicia y la paz
7 Me hace casi sonreír, de tristeza, la última frase del evangelio; ¿Estamos todavía como en aquellos días, en los que mujeres y niños no contaban? Sabemos que hay pueblos en los que es así, pero aún en los “civilizados”, tenemos unas lacras verdaderamente vergonzosas.
¿Cómo entendemos y practicamos la solidaridad? ¿Nos damos cuenta de que cerca de nosotros tenemos familias que pasan hambre? ¿Comprendemos que toda la acción de la parábola nace de la compasión: la conmoción ante el sufrimiento, que se traduce en ayuda eficaz? Entonces, ¿practicamos la compasión?

ORACIÓN: Te rogamos que tu llamada, Señor, a través de Isaías, explicada en el Salmo, elevada a esa intimidad contigo en el amor, que Pablo tan bellamente explica, nos impulse a multiplicar nuestras energías en bien de los que nos necesitan. Te lo pedimos, Señor

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Es una invitación que resuena con fuerza para nosotros hoy: “No es necesario excluir a nadie. No es necesario que nadie se vaya, basta de descartes, denles ustedes de comer”. Jesús nos lo sigue diciendo en esta plaza. Sí, basta de descartes, denles ustedes de comer. La mirada de Jesús no acepta una lógica, una mirada que siempre “corta el hilo” por el más débil, por el más necesitado. Tomando “la posta” Él mismo nos da el ejemplo, nos muestra el camino. Una actitud en tres palabras, toma un poco de pan y unos peces, los bendice, los parte y entrega para que los discípulos lo compartan con los demás. Y este es el camino del milagro. Ciertamente no es magia o idolatría. Jesús, por medio de estas tres acciones, logra transformar una lógica del descarte en una lógica de comunión, en una lógica de comunidad. Quisiera subrayar brevemente cada una de estas acciones. [...] Las manos que Jesús levanta para bendecir al Dios del cielo son las mismas que distribuyen el pan a la multitud que tiene hambre. Y podemos imaginarnos, podemos imaginar ahora cómo iban pasando de mano en mano los panes y los peces hasta llegar a los más alejados. Jesús logra generar una corriente entre los suyos, todos iban compartiendo lo propio, convirtiéndolo en don para los demás y así fue como comieron hasta saciarse, increíblemente sobró: lo recogieron en siete canastas. Una memoria tomada, una memoria bendecida, una memoria entregada siempre sacia al pueblo. (Papa Francisco. Santa Misa en la Plaza de Cristo Redentor, Santa Cruz de la Sierra – Bolivia, 9 de julio de 2015)



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