20/09/2020 Dominical. Hoy tenemos un magnífico mensaje de Pablo, especial para nosotros, que vemos generalmente la muerte más como algo temible que como un encuentro definitivo y feliz con Dios.

 

Dominical: El punto de vista de un laico
Escuchar LA PALABRA; meditar LA PALABRA; actuar según LA PALABRA)
V e r ; j u z g a r ; a c t u a r

DOMINGO VIGÉSIMO QUINTO DEL TIEMPO ORDINARIO (ciclo A) (20 Septiembre)
(Is 55, 6 - 9; Sal 145, 2 –3. 8 – 9. 17 - 18; Flp 1, 20 c – 24. 27 a; Mt 20, 1 – 16)

Hoy tenemos un magnífico mensaje de Pablo, especial para nosotros, que vemos generalmente la muerte más como algo temible que como un encuentro definitivo y feliz con Dios.

Esta lectura pertenece al «Deuteroisaías», un profeta anónimo del destierro que interpreta con mucho acierto la acción de Dios en la historia del pueblo y de los hombres. Probablemente el texto de la liturgia de hoy sea uno de los más bellos, asombrosos y conocidos, por aquello de «mis caminos no son vuestros caminos...». Es, en cierta manera, el resumen final de los cc. 40-55 en que se recogen los oráculos y exhortaciones de ese profeta anónimo del destierro que tiene que levantar el ánimo del pueblo.
Estamos ante una llamada verdaderamente materna para buscar a Dios en nuestra vida, porque Él no es como lo imaginamos; actúa ciertamente con misericordia. Es verdad que no siempre se ha presentado así a Dios en la teología del Antiguo Testamento, sino más bien, negativamente. Pero este texto profético debe poner en evidencia ese tipo de teología. En este caso, el profeta quiere ser escandaloso para sus contemporáneos que piensan que Dios es terrible, alejado y justiciero. Los caminos del Señor, es verdad, no son los de los hombres; ni sus planes son como los nuestros. De ahí que el profeta exhorte a buscar al Señor para salir de la situación de opresión en el destierro. Un nuevo "éxodo" está por llegar, es decir, un nuevo camino de liberación.
El Deuteroisaías es el que mejor ha formulado este carácter específico del Dios de la Alianza, del que nos hablará Jesús en su evangelio y en la parábola de hoy. Se trata, pues, de poner de manifiesto el proyecto salvífico de Dios por el que nunca se han fascinado verdaderamente los hombres. Es como si desearan, algunos, que Dios siguiera siendo duro e imposible de comprender. Pero el profeta expresa todo lo contrario y todos estamos llamados a buscarlo y a convertirnos a Él, porque está cercano y, sin duda, se deja encontrar. Dios no huye, ni se esconde, ni "pasa" de su pueblo o de cada uno de nosotros. Porque usa la raham, la compasión. Por eso merece la pena buscar al Señor.
Primera lectura Is 55,6-9
Nuestro examen de conciencia debería, esencialmente, ver si nuestro plan de vida está guiado por el Señor
Mis planes no son vuestros planes.
Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes.
1 Estos versículos están incluidos en el capítulo que puede titularse “Invitación para volver a Yahvé”, al final del Libro de la Consolación (segundo Isaías) próximo el regreso del pueblo de Israel de su exilio en Babilonia
2 La invitación a buscar al Señor es permanente y Él está siempre “a mano”.
3 Buscar la misericordia de Dios y con ella la justicia, aproximará nuestro camino al camino del Señor, juntando la actuación de Dios con nuestra cooperación.
4 Porque esta magnanimidad divina radica en que sus pensamientos y caminos son de todo punto diferentes de los cálculos y módulos de los hombres.
5 Dios planea con su inteligencia sobre la historia, y sus designios misteriosos están fuera de todo cálculo estrecho humano. Y su misericordia, se extiende a todos los seres humanos que de buena voluntad quieran acercarse a El, aunque los designios de redención estén fuera de toda comprensión humana.
¿Necesitamos un profundo cambio en nuestras concepciones religiosas clásicas? ¿Nuestras liturgias, nuestras misas, nos producen alegría, acercamiento al necesitado... o sea al Señor? O bien ¿nos producen desazón, indiferencia, incredulidad... en vez de liberarnos y de ofrecernos fortaleza y vida?

La liturgia judía reza el salmo 145 dos veces al día: al final de la plegaria litúrgica de la mañana y al inicio de la plegaria litúrgica del mediodía. Hay quien lo ha calificado de «colección de jaculatorias»; de hecho, muchos de sus versículos tienen sentido por sí mismo y podrían ser utilizados como breve oración personal a lo largo de nuestra jornada laboral.
Sal 145, 2-3.8-9.17-18
La oración siempre nos acerca al Señor... con todas sus “ventajas”
Cerca está el Señor de los que lo invocan.
Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.
El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente.
La liturgia judía reza el salmo 145 dos veces al día: al final de la plegaria litúrgica de la mañana y al inicio de la plegaria litúrgica del mediodía. Hay quien lo ha calificado de «colección de jaculatorias»; de hecho muchos de sus versículos tienen sentido por sí mismo y podrían ser utilizados como breve oración personal a lo largo de nuestra jornada laboral.
Claro que, ¡cuántas verdades encierra!, ¡cuánta profundidad tiene!
Sabemos, Señor, de tu clemencia y misericordia, siempre presentes en nuestra vida terrena, siempre en la esperanza de la nueva presencia resucitada
Haznos también a nosotros lentos en nuestra cólera, que seamos capaces de verte en nuestra vida y de ejercer la piedad en vez de la venganza
Y extiende tu bondad y tu cariño a todas nuestras acciones para que sean dignas del mensaje de vida que nos has encomendado
Y, bueno, parece que el salmista se pone manos a la obra en la búsqueda del Señor con la completa confianza de que el Señor lo salvará. La vida es muchas veces dura y la oración (invocación) siempre es necesaria
¿Tratamos de “apuntarnos” a esas virtudes divinas de 'misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad´?

La segunda lectura del día es un pasaje de una gran densidad paulina. Pablo, muy probablemente, está prisionero en Éfeso y se confiesa con su comunidad de Filipos a donde piensa ir. Lo ha pasado muy mal; ha podido estar a las puertas de la muerte, en la cárcel o a causa de una persecución y les habla de lo que significa para él «vivir en Cristo», estar con él, orar con él. Ha sentido su presencia salvífica hasta lo más profundo y no le teme ya a la muerte. Es uno de los puntos álgidos de la "escatología" paulina porque, ante la muerte, todo adquiere una dimensión más personal e inevitable.
Incluso Pablo ya no espera una «parusía» o venida del fin del mundo, como en otros momentos de sus cartas primeras. Sabe que la muerte está ahí al lado, en cualquier momento. Es como si quisiera afirmar, en realidad lo expresa rotundamente, que no le teme a la muerte porque tiene la confianza de Cristo, su Señor. Ha tenido y tiene la experiencia de lo que es "vivir en Cristo", y la muerte le abre una puerta a la vida que nadie le podrá arrebatar.
Solamente desearía quedarse en este mundo, entre los suyos, por servir a las comunidades a las que ha predicado el evangelio. Es uno de los pasajes de Pablo que más importancia tienen para la teología de la muerte y la resurrección. Y especialmente de lo que es Cristo Jesús para Pablo y de lo que significa para la vida y la muerte de todos nosotros
Segunda lectura Flp 1,20c-24.27 a
Profunda reflexión sobre la vida del que cree en Cristo
Para mí, la vida es Cristo.
Hermanos: Cristo será glorificado abiertamente en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Pero, si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger. Me encuentro en ese dilema: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros. Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo.
1 El inicio de esta lectura trae consigo aquello de Santa Teresa de que “muero porque no muero”, o también el de la anécdota de aquella persona que se estaba muriendo y le dicen: “No se preocupe que va a la casa del Señor”, con aquella contestación de “Ay, como en la casa de uno...”.
2 Ambas posturas son válidas, humanas y hasta cristianas, y vemos que Pablo hace unos “pinitos” similares a los dichos expuestos. Hace falta fe para desear la muerte para estar con el Señor. Hace falta valentía, para andar por este mundo proclamando la fe en el Señor.
3 Pero, como Santa Teresa, Pablo pone una premisa: “Para mí la vida es Cristo”, y en esa experiencia de fe es de la que Pablo parte... y es la que debe de acompañarnos en nuestra vida, aplicable a todo cristiano, ya que nuestra vida sobrenatural es vida divina recibida de Cristo, siendo Cristo el móvil de todas nuestras acciones y el término de todas nuestras aspiraciones. De ahí que el "morir sea ganancia," pues es la entrada en el gozo del Señor,
4 Así, en otro lugar (2 Co 5, 7-8), Pablo dice: “... pues caminamos por fe, sin ver todavía. Pero nos sentimos seguros y nos gustaría más salir de este cuerpo para ir a vivir junto al Señor”. Son expresiones que llegan al corazón... de nuestra fe en la resurrección que tiene lugar en el mismo minuto que se retira nuestro cuerpo “animal, que resucita espiritual. Pues habrá un cuerpo espiritual, lo mismo que hay al presente cuerpo animal” (1 Co 15, 44)
5 Y eso entendemos en la unión que el Apóstol establece entre "morir" y "estar con Cristo"; por ninguna parte aparece que haya un tiempo intermedio de espera hasta la parusía y el juicio final.
¿Comprendemos que los cristianos debemos de ser ciudadanos del Reino de Dios? ¿Tenemos una vida espiritual que apoya nuestra vida de amor al prójimo y dedicación a él?

El evangelio de Mateo nos ofrece la parábola de los obreros de la viña, una de las más significativas en el ámbito de la exposición que Jesús hacía para exponer el misterio del Reino de Dios, cómo debía hacerse presente, cómo participaba Dios mismo en este acontecimiento que afecta a la historia y a cada una de las personas que acogen su mensaje. Es una parábola que recuerda, en su resultado final, algunos aspectos a la conocida en Lc 15 como la del hijo pródigo. En realidad, se quiere hablar de la misma persona, de Dios, bien como un padre que espera a su hijo y le ofrece misericordia, bien como patrón de una viña que busca obreros durante todo el día. Los elementos intermedios, las horas, no deben distraernos del momento culminante en el que se quiere poner de manifiesto que, precisamente en el Reino de Dios, lo decisivo, como es la salvación de los hombres, no funciona con los criterios de este mundo.
Habría que tener en cuenta las palabras de Is 55 «mis caminos no son vuestros caminos...». No sería lógico que contrastáramos la justicia estricta que usa con los llamados a la primera hora y la misericordia o la generosidad que aplica con los últimos, pero es ahí donde está el centro del escándalo, de lo contracultural: así no se pensaba en tiempos de Jesús, ni ahora tampoco. Se piensa que es una parábola que se pronuncia a causa de las críticas de los fariseos, religiosos de toda la vida, que al final reciben lo mismo que los otros. Podría pensarse que un gran agricultor, en tiempos de cosecha, tenía necesidad de jornaleros hasta última hora para dar salida a la uva y paga bien. Pero no es eso lo que cuenta; lo que se impone es que el dueño de la viña también es generoso con los últimos que ha podido contratar. En realidad, no parece que la narración exija contratar hasta última hora; es un plus que se permite el dueño de la viña, y ahí es donde se cargan las tintas. Así funciona el Reino, no el mundo, y así se hace justicia de una forma absolutamente distinta a la de cualquier otra institución. Por ello, cuando echamos mano de esta parábola para iluminar teológicamente la justicia social y la productividad, no cometemos un error, pero tampoco es lo más acertado en la lectura e interpretación de la misma.
Para entender mejor la parábola, hay que tener en cuenta que el trabajo “de sol a sol” eran doce horas, que se dividían habitualmente de tres en tres. Supongamos que de 6 de la mañana a 6 de la tarde. Los primeros jornaleros fueron contratados a las 6 de la mañana, y los últimos, a las 5 de la tarde, la undécima hora. Por eso a ellos les dice el dueño de la viña: “¿Por qué estáis aquí todo el día parados?”.
Podemos imaginarnos el contexto histórico de esta parábola de Jesús en su actitud de recibir y acoger a los pecadores contra la mentalidad legalista y puritana de los controladores de las leyes de pureza y santidad. Y de la misma manera podemos suponer un contexto eclesial de la comunidad de Mateo, quien quiere explicar a algunos judeo-cristianos, que la llamada de los paganos y su respuesta generosa les ha situado en el mismo plano de la salvación que a ellos.
La parábola quiere enseñar una única cosa, decisiva: «Así es Dios con respecto a la salvación». Todo lo demás no sobra, sino que viene a servir a esta idea que es verdaderamente escandalosa. Este es el Dios de Jesús; este es el mensaje radical del evangelio del reino de los cielos. En la parábola rabínica que se conoce del Talmud, el obrero es uno sólo, que llega a última hora, ha trabajado tanto como los otros que han estado más tiempo empeñados en su quehacer; en la parábola evangélica, los obreros, en plural, que han llegado a última hora, no tienen mérito alguno, pero se les ha dado lo que sin duda necesitaban para su familia y para sus vidas. Es muy posible que no merecieran ese jornal, desde el punto de vista de la justicia simple o productiva, pero desde la bondad de Dios han recibido "gratuitamente" lo que necesitaban. Así es el Dios de Jesús, así es el Dios de la salvación, así es el Dios de «mis planes no son vuestros planes, mis caminos no son vuestros caminos». Todos los jornaleros pudieron llevar a sus casas el pan de cada día, unos por justicia y otros por generosidad. Pero eso no acontece más que en el Reino de Dios, de la vida, de la salvación, del perdón, de la misericordia, de la solidaridad. He aquí lo contracultural del Dios de Jesús.
Evangelio Mt 20,1-16
Jesús cuestiona la mentalidad, que tanto mal le ha hecho al pueblo, de centrar la práctica religiosa en el mérito personal. La salvación es don gratuito de Dios.
¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?
Con relación a esto, el Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amane¬cer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: ¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?' Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, -empezando por los úl¬timos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno." Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asun¬tos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»
1 Hay lecturas de este domingo que omiten la frase inicial subrayada, que es realmente importante ya que enlaza con el versículo que precede (Mt 19,30), donde Jesús afirma que “los primeros serán los últimos y los últimos los primeros” con las mismas palabras que repetirá al final de esta parábola.
2 Palabras, por tanto, importantísimas, fundamentales, que quieren indicarme la dirección que hay que tomar. Jesús es el Reino de Dios, el reino de los cielos; Él es el mundo nuevo, al cuál estoy invitado a entrar.
3 Pero el suyo es un mundo al revés, donde nuestra lógica de poder, ganancia, recompensa, habilidad, esfuerzo, no vale y se substituye por otra lógica, la de la gratuidad absoluta, del amor misericordioso y sobreabundante,
4 Justicia humana sobrepasada por la misericordia y el amor de Dios. También puede suceder que entre los que trabajaron todo el día haya algunos que no lo hicieron satisfactoriamente.
5 Aquello que en mi vida militar decíamos del “deber cumplido”, concepto que, de una u otra manera, existe en todas las actividades de la vida, en las más interesantes y en las menos interesantes... que SIEMPRE pueden hacerse interesantes, lo cual, en especial desde el punto de vista cristiano, lleva a la felicidad.
6 Pero, no cabe duda de que el “agravio comparativo” vemos que era determinante en la vida de las personas... y lo sigue siendo. Por eso, no estamos muy bien situados para decir lo que Dios puede hacer con los demás. Dejemos actuar a la gracia del Señor.
7 Porque el Señor Jesús, dueño de la casa y de la viña, sale repetidamente para llamarme y enviar: al alba, a las nueve, a mediodía, a las tres de la tarde, a las cinco, cuando ya la jornada está por finalizar. Él no se cansa; viene a buscarme, para ofrecerme su amor, su presencia
8 Este trozo de evangelio me coloca también frente a mi relación con los otros, los hermanos y hermanas que comparten conmigo el camino del seguimiento a Jesús. Todos estamos llamados a estar con Él, a la tarde, después del trabajo de cada día: Él abre su tesoro de amor y comienza a distribuir, a repartir gracia, misericordia, compasión, amistad, todo Él mismo.
9 Mateo hace notar en este punto, que alguno murmura contra el dueño de la viña, contra el Señor. Nace la indignación, porque Él trata a todos igualmente, con la misma intensidad de amor, con la misma sobreabundancia. Quizás está escrito también de mí estas líneas. Quizás el Señor dirige precisamente a mí aquellas palabras cargadas de tristeza: “¿Acaso tú también eres envidioso?”
¿Comprendemos que Dios es “gratuito”, que es un Dios para todos? ¿Nos damos cuenta de que no es que la forma de actuar del dueño de la viña se oponga a la justicia humana, sino que la trasciende totalmente en el amor? ¿Seremos capaces de seguir esta línea en nuestro trato con los demás?

LA ORACIÓN: Señor, estamos a Tú disposición para lo que quieras pedirnos; guíanos para saber buscarte, dirige nuestra permanente conversión, y haz que siempre proclamemos tu Reino con ilusión y dedicación. Concédenos, Señor, que al celebrar la eucaristía de este domingo, tu palabra nos llene de gozo, y que la participación en tu banquete haga crecer nuestra esperanza; que sepamos contemplar las maravillas que tu generosidad nos concede, y vivamos durante todo el día en acción de gracias. Te lo pedimos, Señor

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A veces, las religiones se han movido entre la utilidad y el temor. Es fácil comprenderlo, si tenemos en cuenta que el ser humano se percibe como necesidad y debilidad. Desde la necesidad, Dios es visto como quien puede llenar los propios vacíos: nace así la religión de lo útil. Desde la debilidad, Dios es visto como poder y, fácilmente, nace la religión del temor.
No es difícil constatar que ambas características –necesidad y debilidad- resaltan en la vivencia del niño frente a sus padres. Ambas hacen que el niño sienta un doble impulso: a “tener-que-agradar” para no ser abandonado, y a “utilizarlos” para obtener lo que necesita. El “salto” de esta experiencia infantil a una formulación religiosa que repita aquellos mismos esquemas, fuertemente grabados en el inconsciente del niño, es prácticamente espontáneo.
Si unimos ambas características, el resultado será una religión basada en la idea del mérito, que generará una religiosidad mercantilista: “Te doy para que me des”. Gracias al mérito, el sujeto busca –como el niño ante sus padres- agradar a Dios; pero, al mismo tiempo, se cree con ciertos “derechos” ante él (como los jornaleros de la primera hora).
¿Dónde se esconde la trampa de este planteamiento? En concebir a Dios como un “patrón” separado, que premia o castiga según nuestros méritos o nuestros pecados.
De hecho, esa idea de Dios salta por los aires en el mensaje de Jesús. Lo que este revela de Dios supone un giro de ciento ochenta grados con respecto a lo que enseña la formación “religiosa” habitual. Para Jesús, Dios es Gracia, Amor gratuito que es solo bondad (“¿Vas a tener envidia porque yo soy bueno?”).
Cuando vemos a Dios como un Ente separado, no podemos sino pensarlo como un “señor” que “controla” nuestros actos y que nos recompensará de acuerdo con ellos. Por eso, es normal que la persona religiosa trate de obtener de él un beneficio, aunque sea a costa de un comportamiento alienante. Ello podría explicar que, con frecuencia, cuando la persona crece en autonomía y en seguridad, aquella imagen de Dios se venga abajo. Es decir, cuando la persona se encuentra en profundidad, la religión se pierde.
En realidad, aquel dios nunca había existido sino en la mente de quien así lo proyectaba. Todo ello parece que nos invita a pasar de la “religión” –entendida como una construcción humana- a la “espiritualidad” –en cuanto dimensión básica del ser humano-. Aun asumidas conscientemente la necesidad y la debilidad (fragilidad, vulnerabilidad) del yo, la espiritualidad –la inteligencia espiritual- nos hace caer en la cuenta de que nuestra identidad no es ese yo carenciado, sino la Consciencia plena, el sustrato común y compartido con todo lo que es. La religión había sido un “mapa” que quería traernos hasta aquí; la espiritualidad es el “territorio” en el que siempre –aun sin saberlo- habíamos estado.
En ese Territorio ya no buscamos que nos paguen un “denario” –o algo más, si nos creemos ser de la “primera hora”-, porque hemos descubierto que toda la “viña” es nuestra y que ahí radica precisamente nuestro Gozo. Por ello, lo que estamos deseando es que todos los seres puedan descubrirlo.

Enrique Martínez Lozano



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