28/03/2021 La conversión es la actitud protagonista de la vida de Jesús

 

Dominical: El punto de vista de un laico
Escuchar LA PALABRA; meditar LA PALABRA; actuar según LA PALABRA)
V e r ; j u z g a r ; a c t u a r

DOMINGO DE RAMOS (28 Marzo 2021)
(Is 50, 4 – 7; Sal 22, 8 – 9. 17 – 20. 23 - 24; Fil 2, 6 -11; Mc 14,1 – 15, 47)

“Gentío, fiesta, alabanza, bendición, paz. Se respira un clima de alegría. Jesús ha despertado en el corazón tantas esperanzas, sobre todo entre la gente humilde, simple, pobre, olvidada, esa que no cuenta a los ojos del mundo. Él ha sabido comprender las miserias humanas, ha mostrado el rostro de misericordia de Dios, se ha inclinado para curar el cuerpo y el alma. Éste es Jesús. Éste es su corazón que nos mira a todos nosotros, que mira nuestras enfermedades, nuestros pecados. Es grande el amor de Jesús. Y así entra a Jerusalén con este amor y nos mira a todos .Y ahora entra en la Ciudad Santa. Es una bella escena, llena de luz, la luz del amor de Jesús, la de su corazón de alegría, de fiesta.” (Papa Francisco).
Aprovechar bien la oportunidad de la Semana Santa. Si tenemos posibilidad, dedicar esta «vacación» a atender lo que en la agitada vida diaria nos vemos imposibilitados de cuidar suficientemente: nuestra profundidad, oración, paz interior, el respaldo de coherencia interna que queremos dar a nuestro compromiso externo. Es una gran ocasión

La conversión es la actitud protagonista de la vida de Jesús

Esta primera lectura es uno de los cantos del siervo de Yahvé, el tercero. ¿Cuál es su mensaje?: nos abre a la ignominia de este mundo violento, cruel, frente a la fuerza de la mansedumbre del discípulo, del siervo de Dios, porque en su «pasión» Dios siempre estará con él.
Es una lectura muy adecuada de preparación a la proclamación de la pasión del domingo de Ramos, ya que fueron los primeros cristianos los que descubrieron en estos cantos que el Mesías habría de sufrir si quería que su propuesta de salvación tuviera fuerza
Primera lectura Is 50, 4 – 7
Ser discípulo fiel del Señor, formado en la escucha de la Palabra
No me tapé el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado
Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabilaba el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído; y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
1 Tercer canto del siervo, ese siervo que Isaías no identifica, pero cuya profecía se perfecciona en la persona de Jesús.
2 Gracias al Padre, Él es el que tiene la palabra adecuada para el angustiado por dificultades de la vida; sabe escuchar “como los iniciados”, y sabe sufrir esas dificultades en nombre del Padre.
3 Porque la confianza en el Padre es ilimitada. Todo un ejemplo de vida para nosotros; “un mapa de ruta”, como dicen ahora. Y es Él el que pondrá en nosotros esa lengua de iniciado y un oído atento para que sepa escuchar a los necesitados.
4 Escuchar, palabra de esperanza y amor, acoger las dificultades con fe, y todo ello con la oración al Padre como medio de empuje hacia el oprimido.
5 Capacidad de escuchar: Papel del Siervo de Dios... verdadero servicio entre hermanos... Saber reconfortar... Saber consolar... Animar
6 Muchas veces nuestras palabras en lugar de consolar sólo sirven para abatir y herir, y ante la primera dificultad o incomprensión nos revolvemos; nos queda mucho por aprender de esta figura del siervo y de Jesús.
¿Sabemos animar y socorrer cuando lo necesitan a los que nos rodean? ¿Sabemos escuchar a los que nos confían sus angustias? ¿Sentimos la ayuda del Señor en nuestras necesidades?

Todas las imágenes usadas en el Salmo sirven también para decir que cuando el hombre se hace brutal y agrede al hermano, algo de animalesco toma la delantera en él, parece perder toda apariencia humana; la violencia siempre tiene en sí algo de bestial y sólo la intervención salvífica de Dios puede restituir al hombre su humanidad.
Ahora, para el salmista, objeto de una agresión tan feroz, parece que ya no hay salvación, y la muerte empieza a posesionarse de él: «Estoy como agua derramada, tengo los huesos descoyuntados [...] mi garganta está seca como una teja, la lengua se me pega al paladar [...] se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica».
Con imágenes dramáticas, que volvemos a encontrar en los relatos de la pasión de Cristo, se describe el desmoronamiento del cuerpo del condenado, la aridez insoportable que atormenta al moribundo y que encuentra eco en la petición de Jesús «Tengo sed» (cf. Jn 19, 28), para llegar al gesto definitivo de los verdugos que, como los soldados al pie de la cruz, se repartían las vestiduras de la víctima, considerada ya muerta
Sal 22, 8 – 9. 17 – 20. 23 – 24
Señor sé que en mi debilidad nada puedo sin tu ayuda
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
“Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre, si tanto le quiere."
Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos.
Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel.
Elegía de un justo que se siente abandonado de su Dios y se queja de su abandono, que considera inmerecido. Rodeado de enemigos, está a punto de morir; por ello implora auxilio a su Dios, que parece ha ocultado su rostro a sus sufrimientos.
Himno eucarístico: lograda la liberación del peligro en que se hallaba, el salmista da gracias a Dios y promete proclamar su salvación solemnemente en la asamblea del pueblo.
Es un salmo muy actual, profundamente humano.
A veces nos sentimos deprimidos, acosados por dificultades físicas o psíquicas, enfermedades o preocupaciones que nos rodean, propias, familiares o de amigos queridos; y como cristianos, de prójimos en necesidad que requieren nuestra atención.
Familias necesitadas cercanas o ese llamado tercer mundo que sufre constantes agresiones por sus mismos gobernantes.
Nuestra oración y nuestra acción, respaldadas siempre por la fe que es la que nos justifica (Rm 1, 17), serán nuestras bases
¿Sabemos acompañarnos del Señor en nuestras angustias? ¿Sabemos compadecer a los que sufren? ¿Sentimos cerca al Señor?

El himno de la carta a los Filipenses pone de manifiesto la fuerza de la fe con que los primeros cristianos cantaban en la liturgia y que Pablo recoge para las generaciones futuras como evangelio vivo del proceso de Dios, de Cristo, el Hijo.
El que quiso compartir con nosotros la vida; es más, que quiso llegar más allá de nuestra propia debilidad, hasta la debilidad de la muerte en cruz (añadiría Pablo), que es la muerte más escandalosa de la historia de la humanidad, para que quedara patente que nuestro Dios, al acompañarnos, no lo hace estéticamente, sino radicalmente. No es hoy el día de profundizar en este texto inaudito de Pablo. La Pasión de Marcos debe servir de referencia de cómo el Hijo llegó hasta el final: la muerte en la cruz.
Segunda lectura Fil 2, 6 -11
Delante de la gloria va la humildad
Se rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de siervo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre"; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
1 San Pablo trata de presentar a Cristo como ejemplo perfecto de humildad y abnegación, y no parece ser ocasión de hacer resaltar sus reivindicaciones, sino sus renuncias a lo que tenía derecho, prerrogativas de Dios.
2 Se trata, pues, de afirmar que renunció al rango o gloria radiante de Dios, que habría podido reivindicar incluso en su existencia humana
3 La humildad es una cualidad necesaria para el cristiano y su acción.
4 Pablo nos pone como ejemplo a Jesús que se sometió a todas las limitaciones humanas: tentaciones, insultos, agresiones, hasta llegar al máximo sacrificio de ser crucificado.
5 Pero pronto celebraremos también la resurrección que nos salva y nos eleva a nosotros también, a la gloria del Padre
Como dice el teólogo Rahner “... el encuentro entre Dios y el hombre se desarrolla también por medio del Hijo, el cual se manifiesta para los seres humanos de una manera singular y concreta. En este contexto, Jesucristo no es un emisario que representa a Dios a manera de una imagen, sino que él es Dios mismo que por medio de su vida y de su entrega amorosa por el hombre manifiesta de una forma histórica concreta que el amor de Dios ha sido entregado para los hombres incondicionalmente”
¿Creemos en ese Jesús que es Dios? ¿Vemos en Él la pedagogía del Padre y su deseo de encuentro con el hombre? ¿Sentimos el amor de Dios que Jesús nos comunica?

Pasión según San Marcos. Hoy la lectura de la Pasión según san Marcos debe ser valorada en su justa medida. La lectura, en sí, debe ser “evangelio” mismo y nosotros, como las primeras comunidades para las que se escribió, debemos poner los cinco sentidos y personalizarla. La pasión según San Marcos es el relato más primitivo que tenemos de los evangelios, aunque no quiere decir que antes no hubiera otras tradiciones de las que él se ha valido. Debemos saber que no podemos explicar el texto de la Pasión en una “homilía”, sino que debemos invitar a todos para que cada uno se sienta protagonista de este hermoso relato y considere dónde podía estar él presente, en qué personaje, cómo hubiera actuado en ese caso. Precisamente porque es un relato que ha nacido, casi con toda seguridad, para la liturgia, es la liturgia el momento adecuado para experimentar su fuerza teológica y espiritual
No es, pues, el momento de entrar en profundidades históricas y exegéticas sobre este relato, sobre el que se podían decir muchas cosas. Desde el primer momento, en los vv. 1-2 nos vamos a encontrar con los personajes protagonistas. El marco es las fiestas de Pascua que se estaban preparando en Jerusalén (faltaban dos días) y los sumos sacerdotes no querían que Jesús muriera durante la “fiesta”, tenía que ser antes; el relato, no obstante, arreglará las cosas para que todo ocurra en la gran fiesta de la Pascua de los judíos ¡nada más y nada menos! Los responsables, dice el texto, “buscaban cómo arrestar a Jesús para darle muerte!. Era lo lógico, porque era un profeta que iba muy por libre. Era un profeta que estaba en las manos de Dios. Esto era lo que no soportaban.
Pero si queremos organizar nuestra preparación, tanto a nivel personal como catequético y pastoral para una lectura previa, pausada y reflexiva del relato de la Pasión de Marcos, aquí van algunas pautas que pueden resultar “orientativas”:

Marcos estructura el relato de la pasión y muerte de Jesús con un tríptico introductorio (14,1-11), seguido de dos relatos en para¬lelo, situados el mismo día (14,12), que le sirven para mostrar la misma realidad bajo dos aspectos diferentes. En el primer relato (14,12-26) se expone en clave teológica la voluntariedad y el sen¬tido de la entrega de Jesús (eucaristía); en el segundo (14,17-15,47) describe su entrega en forma narrativa.
El tríptico introductorio está enmarcardo por la decisión de los dirigentes de dar muerte a Jesús (14,1-2) y la traición de Ju¬das (14,10-11); en medio se encuentra la escena de la unción en Betania (14,3-9). Esta última presenta las dos actitudes dentro de la comunidad de Jesús ante su muerte inminente. La primera, reflejada en la mujer que unge la cabeza de Jesús, corresponde a la de los verdaderos seguidores, a los que están dispuestos, como Jesús, a entregarse por entero a los demás, a aceptar co¬mo rey a Jesús crucificado; la segunda, representada por los que protestan de la acción de la mujer, corresponde a los que ven en la muerte sólo un fracaso, a lo que están dispuestos a dar co¬sas, pero no su persona, a los que no comprenden que la verda¬dera ayuda a los pobres está en la entrega por ellos hasta el fin.
El primer relato de la pasión (14,12-26), en clave teológica, forma también un tríptico, enmarcado por la preparación de la última cena (14,12-16) y la eucaristía (14,22-26); en el centro, la denuncia del traidor (14,17-21), en contraste con la figura de la mujer que unge la cabeza de Jesús (14,3-9). Este primer relato expresa la voluntariedad de la entrega y muerte de Jesús. Al ofre¬cer a los discípulos «su cuerpo» (= su persona), los invita a to¬marlo a él y a su actividad como norma de vida; él mismo les dará la fuerza suficiente para ello (pan/alimento). Al darles a be¬ber «su sangre», expresión de su entrega total, los invita a com-prometerse, como él, en la salvación y liberación de los hombres, sin regateos y sin miedo a la muerte. El relato termina encami¬nándose todos hacia el Monte de los Olivos, símbolo del estado glorioso (cfr. 11,1; 13,3) que constituye la meta de Jesús y de to¬dos cuantos lo sigan en el compromiso.
El segundo relato de la pasión (14,27-15,47), en forma narra¬tiva, se compone de un tríptico inicial (14,27-52) y tres secciones: el juicio ante el Consejo Judío (14,53-72), el juicio ante Pilato (15,1-21), y la ejecución de la sentencia (15,22-47).

El tríptico inicial consta: a) 14,27-31: predicción de la huida de los discípulos y anuncio de la negación de Pedro, b) 14,32-42: llegada a Getsemaní; oración de Jesús e insolidaridad y distanciamiento de los dis¬cípulos; Jesús desea un final diferente, pero acepta desde el prin¬cipio lo que el Padre decida; el Padre no puede impedir su final porque su amor al hombre no fuerza la libertad humana, c) 14,43-50: prendimiento de Jesús y defección de todos los dis¬cípulos; hay un intento de defender a Jesús con la violencia, que él rechaza tajantemente; la detención de Jesús muestra la mala conciencia de las autoridades judías, que no se han atrevido a apresarlo en público. El tríptico termina con un colofón (14,51-52), mediante el cual, en el momento de comenzar la pasión, Mc se¬ñala simbólicamente su desenlace; el joven, en paralelo con el que aparece en el sepulcro (16,5), es figura de Jesús mismo: he¬cho prisionero, deja en manos de sus enemigos su vida mortal («la sábana», cfr. 15,46), pero sigue vivo y libre («huyó desnudo»).

La primera sección (14,50-72) describe el juicio de Jesús an¬te el Consejo judío y consta de las siguientes partes:
1. 14,53: Reunión del Consejo, autoridad suprema del pueblo.
2. 14,54: Pedro sigue «de lejos» a Jesús, mostrando así su adhesión a él, pero no la disposición a hacer suyo el destino de Jesús.
3. 4,55-64: Juicio de Jesús; búsqueda inútil de una acusa¬ción que justifique la condena a muerte preconcebida; silencio de Jesús ante la mala fe; pregunta decisiva del sumo sacerdote, formulada en correspondencia al título del Evangelio (cfr. 1,1: Me¬sías, Hijo de Dios); Jesús declara ser ese Mesías, afirma su rea¬leza y condición divina y anuncia una venida gloriosa suya que sus jueces van a presenciar, en ella quedará patente que Dios está con Jesús y en contra de la institución que ellos represen¬tan; Jesús es acusado de blasfemia y unánimemente condena¬do a muerte.
4. 14,65: Jesús objeto de burla; se desata el odio contra él, se ridiculiza su calidad de profeta y la profecía que acaba de pronunciar.
5. 14,66-72: Triple negación de Pedro.
La segunda sección (15,1-21) describe el juicio de Jesús an¬te Pilato y consta de las siguientes partes:
1. 15,1: Entrega de Jesús al poder pagano.
2. 15,2-5: Interrogatorio de Pilato.
3. 15,6-15: Entre Barrabás, un asesino conocido, y Jesús, la multitud, manipulada por sus dirigentes, pide la condena a muerte de Jesús; debilidad de Pilato que traiciona su propia convicción y acaba condenando a Jesús a la cruz.
4. 15,16-20: La burla de los soldados.
5. 15,21: Simón de Cirene, figura del seguidor de Jesús que ejerce la misión universal, es obligado a cargar con la cruz, cum¬pliendo así la condición del seguimiento (cfr. 8,34).
La tercera sección (15,22-47) describe la crucifixión, muerte y sepultura de Jesús, y consta de las siguientes partes:
1. 15,22-24: Crucifixión; Jesús rechaza el vino drogado; da su vida voluntariamente y con plena conciencia; reparto de sus vestidos.
2. 15,25-32: Las burlas al rey de los judíos; los transeúntes, sumos sacerdotes y compañeros de suplicio se burlan de la rea¬leza de Jesús.
3. 15,33-41: Muerte de Jesús; su grito expresa su confianza plena de Dios en medio de su fracaso; los presentes interpretan mal su grito y uno de ellos le ofrece vinagre, expresión del odio; al morir deja patente al amor de Dios por el hombre («el velo del santuario se rasgó»); el centurión, representante del mundo pa¬gano descubre a Dios en Jesús muerto en la cruz; las mujeres miran «desde lejos» (cfr. 14,54), sin identificarse, por falta de com¬prensión, con la muerte de Jesús.
4. 15,42-47: Sepultura de Jesús; la losa que tapa su sepul¬cro aparentemente acaba con la esperanza que había suscitado su persona.
El recorrido por los relatos de la pasión del Señor, que Marcos ha preparado con tres anuncios a través de su marcha hacia Jerusalén (8,31; 9,31; 10,33-34), no debería sorprender a sus discípulos, pero, sin embargo, les desconcertará de tal modo, que abandonarán a Jesús, lo negarán, como en el caso de Pedro, y marcharán Galilea. Parece como si la última cena con los suyos no hubiera sido más que un encuentro al que estaban acostumbrados, cuando en ella Jesús les ha adelantado su entrega más radical. A la hora de la verdad, en el Calvario, no estarán a su derecha los hijos del Zebedeo, como arrogantemente le habían pedido al maestro camino de Jerusalén (10,35-40), sino dos malhechores. Esto obliga a Marcos a que el reconocimiento de quién es Jesús, en el momento de su muerte, lo pronuncie un pagano, un ateo, el centurión del pelotón romano de ejecución, quien proclama: «verdaderamente este hombre era el hijo de Dios» (15,39). Como vemos, el relato no queda solamente en lo litúrgico, sino que lo teológica es de mucha más envergadura. ¿Nos hubiéramos nosotros quedado allí, junto al Calvario, o nos habríamos marchado también huyendo a nuestra Galilea?
Todos los aspectos de la lectura de la pasión en Marcos, entre otros muchos posibles, muestran esa teología de gran alcance cristiano, semejante a aquella que encontramos en Pablo, en la carta a los Corintios: «su fuerza se revela en la debilidad». Es lo que se ha llamado, con gran acierto, la sabiduría de la cruz, que es una sabiduría distinta a la que buscaban los griegos y los judíos. El Dios de la cruz, que es el que Marcos quiere presentarnos, no es Dios por ser poderoso, sino por ser débil y crucificado. Es evidente que este es un Dios que escandaliza; por ello se ha permitido que sea un pagano quien al final de la pasión, en el fracaso aparente de la muerte, se atreva a confesar al crucificado como Hijo de Dios. Sin duda que el relato de la pasión de Marcos busca su punto más alto en la muerte de Jesús como una «teofanía», en cuanto revela el poder de Dios que se manifiesta en la debilidad. Marcos pone de manifiesto, pues, que la lógica de Dios es muy distinta de la lógica humana. Pero es innegable que, desde la cruz, el Hijo de Dios confunde la sabiduría humana, la vanagloria, el poderío desbordante, porque frente a tanta miseria, Dios no puede ser un triunfador, sino un apasionado por el misterio de la muerte de Jesús que ha vivido para darnos la libertad.
Evangelio Mc 14,1 – 15, 47
La problemática de la Redención no es del Domingo de Ramos, ni siquiera de la semana santa... sino de todo el cristianismo
Pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte
Ultima Cena y Pasión del Señor (Evangelio de Marcos)
La riqueza enorme de la lectura de la Pasión, viene precedido (Mc 11, 1) por la celebración que da nombre a este Domingo de Ramos: la entrada de Jesús en Jerusalén con las gentes proclamando: “Bendito el que viene en nombre del Señor”.
La semana de la Pasión de nuestro Señor comienza con este día paradójico: el pueblo que unos días más tarde lo condenará, lo aclama como su rey. Es la voluble condición humana, que ensalza y abate a sus ídolos obedeciendo a razones casi nunca claras, casi nunca meditadas, y casi nunca acertadas...
Jerusalén era, en tiempos de Jesús, una ciudad que para la Pascua se llenaba, literalmente, de peregrinos venidos de todo el mundo judío; no sólo del interior del país, sino también gente piadosa de la diáspora. Según se calcula, la fiesta reunía en torno al templo más de 100.000 personas en apenas unos días. Era ruido, ruido, ruido, gente, gente, gente, hablando con distintos acentos, siguiendo distintas costumbres, pagando tributos a Yahvé y comprando recuerdos de la ciudad. Eran días de fiebre. En medio de ello un profeta "como los de antes", aparece montado en un asno, como se había hecho muy antiguamente en Israel para exhibir al heredero y legitimarlo. Jesús reivindicaba esos reyes "de antes": “Bendito el reino que viene, de nuestro padre David!”, dice en Marcos 11,10, que leímos hoy. Es todo un programa de vuelta a lo esencial, a los humildes orígenes.
Marcos dice: “muchos extendían sus mantos...”. Mateo: “muchísima gente... el gentío...” (21, 8) y Lucas: “La gente tendía sus mantos, arrancaba ramas de olivo y las agitaba...” (19, 36). "La gente" es una especie de comodín, algo universal: se anuncian determinadas leyes porque "la gente" las pide, y luego "la gente" reclama que no se hagan, que se cumplan, que se incumplan, que el gobierno tome tales medidas, que no las tome... "La gente" es un genérico, que sirve para avalar cualquier cosa, todas las posturas y ninguna. "La gente aclamaba a Jesús", y una semana después "la gente gritaba que lo crucifiquen".
Es verdad que compartimos todos una misma naturaleza humana, que somos volubles, y que somos por completo capaces de aclamar hoy lo que derribaremos sin piedad mañana, la historia está llena de ejemplos. Pero también es verdad que el mundo ha sido siempre plural, siempre hubo muchos, y siempre esos muchos han pensado cosas diversas, muchas veces contrarias: unos aclaman hoy a Jesús con ramos, otros mañana pedirán su muerte, unos llorarán y otros se felicitarán de haberlo logrado.
Nuestra fe, la fe que reconoce en Jesús al Ungido, es una fe pequeña en un mundo plural, atravesado de ruido y opiniones diversas que compiten y se contradicen unas con otras. Si no encontramos las palabras para decir al mundo que nos rodea que ése que viene allí montado en el asno es el rey, y no otro.... simplemente no creerán. Si nuestro testimonio va en dirección distinta a lo que expresamos de palabra, tampoco creerán.
La voluble condición humana es cierta, la sentimos dentro de nosotros y la verificamos cada día a nuestro alrededor. Pero puede ser también una excusa para dejar de hacer lo que a cada uno toca, que es intentar que los que somos pocos entre muchísimos lleguemos a ser -no por decreto de ningún superior gobierno sino por la fuerza de la convicción- todas las lenguas reunidas que proclaman "Jesucristo es Señor". (de la web El Testigo Fiel)
Me ha parecido que esta explicación retrata muy bien el día que celebramos, al mismo tiempo que nos hace meditar en nuestro modo de actuar en la vida. Volubles unas veces, fervorosos otras, proclamando una fe firme otras.... Cuando bendigan nuestro ramo de olivo pensemos que es el Señor el que de nuevo viene a nosotros, pensemos en nuestra fe y en nuestro testimonio, y... ¡volvamos a arrancar! (si es que estábamos parados)

LA ORACIÓN: Dios, Padre nuestro, tú enviaste a tu Hijo entre nosotros, para que descubramos todo el amor que nos tienes. Y cuando nosotros respondemos a ese amor con nuestro rechazo, matando a tu hijo, Tú no te echaste atrás sino que seguiste adelante con tu plan de ser nuestro mejor amigo. Ablanda nuestros corazones para que sepamos responder a tu amor con el nuestro. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén



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