19/09/2021 Dominical. ¿Cómo nos va lo de servir a los demás?

 

Dominical: El punto de vista de un laico
Escuchar LA PALABRA; meditar LA PALABRA; actuar según LA PALABRA)
V e r ; j u z g a r; a c t u a r

DOMINGO VIGÉSIMO QUINTO DEL TIEMPO ORDINARIO (19 Septiembre 2021)
(Sb 2, 12. 17 - 20; Sal 54, 3 -6. 8; St 3, 16 – 4, 3; Mc 9, 30 – 37)

¿Cómo nos va lo de servir a los demás?

El libro de la Sabiduría fue escrito hacia el año 50 a. C. Su autor pertenecía a la comunidad judía de Alejandría, importante colonia en la ciudad más poblada del mundo grecorromano. No había biblioteca que se igualase a la de Alejandría; según se decía albergaba 700.000 volúmenes. Dos siglos antes, su director había ordenado una traducción griega de la Biblia, la que fue llamada de los "Setenta". El autor, pues, está en el punto en que se entrelazan dos culturas y dos lenguas, el hebreo y el griego. Ahí se enfrentan dos mundos religiosos, el de la Biblia y el de los griegos, con sus dioses, sus poetas y sus filosofías
El justo piensa como vive. La primera lectura se toma concretamente de un pasaje que pone de manifiesto el razonamiento de los impíos, de los que están instalados en la sociedad religiosa y política y que no aceptan que un hombre justo, honrado, simplemente con el testimonio de su vida, pueda ser una contrarréplica de la ética, de la moral y de las tradiciones ancestrales con las que se consagra, muy a menudo, la sociedad injusta y arbitraria de los poderosos. Como el libro de la Sabiduría es propio de la literatura religiosa griega, algunos han pensado que a la base de esta lectura está el razonamiento práctico de una filosofía que se muestra en la ética de los epicúreos, quienes defendían una praxis de justicia y honradez en la sociedad.
En todo caso, la lectura cristiana de este pasaje ha dado como resultado la comparación con los textos del Siervo de Yahvé de Isaías (52-53) y más concretamente, se apunta a la inspiración que ha podido suponer para los cristianos sobre la Pasión del Señor, ya que en ese justo del libro de la Sabiduría se ha visto la actuación de Jesús, tal como podemos colegir de la lectura misma del evangelio de hoy. Los “no sabios” saben muy bien condenar a muerte ignominiosa a los justos. Esa es la única sabiduría que entienden de verdad: el desprecio y la ignominia; es una sabiduría contracultural: ni divina ni humana. Y esta es ya una historia muy larga en la humanidad que tanto se valora a sí misma.
Primera lectura Sb 2, 12. 17-20
Los cristianos sabemos que disponemos de la ayuda del Señor en todo momento
Lo condenaremos a muerte ignominiosa.
Se dijeron los impíos: «Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida. Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él.»
1 ¿Qué le pasó a Jesús? A pesar de la anticipación, el libro de la Sabiduría lo describe aquí muy “al detalle”, como si lo hubiera presenciado.
2 Los fariseos, los saduceos, el poder político (¡Herodes!), todos miraban con recelo a Jesús, su vida intachable y su proclamación de la verdad... la verdad contenida en el Reino de los Cielos, en el Reino de Dios.
3 Y es que una de las características del justo, es que “molesta” a los que toman provecho de cualquier circunstancia para enriquecerse.
4 Por eso nosotros tenemos que sentir (aunque sólo sea a veces) la mirada con sospecha, las acciones molestas, el rumor interesado contra nuestro testimonio y nuestra actividad en pro de los más necesitados. Querrá decir que vamos bien, que creamos incomodidad a aquellos que tienen una vida cómoda, que les “incordiamos” con nuestro bien hacer.
5 Desde el punto de vista de nuestra meditación sería muy bueno leer el capítulo 2 entero, “sin cortes”
¿Tratamos de “formar” en las filas de los justos aunque las “fuerzas del mal”, encarnadas en los impíos, se sientan molestos por nuestra conducta y actividad? ¿Intentamos mejorar siempre, progresar siempre, avanzar siempre, no pararnos en el camino, no volver atrás, no desviarnos?

El nombre de Dios es la garantía de salvación para los justos atribulados, porque simboliza al mismo Dios en sus atributos de justicia y fidelidad para con los suyos. Según la mentalidad israelita, el propio Dios estaba ligado con unas promesas de auxilio a los que cumplían sus mandamientos, y por eso la invocación de su nombre era ya un anticipo de victoria
Sal 54, 3 -6. 8
La salvación del Señor empieza aquí y ahora
El Señor sostiene mi vida.
Oh Dios, sálvame por tu nombre,
sal por mí con tu poder.
Oh Dios, escucha mi súplica,
atiende a mis palabras.
Porque unos insolentes se alzan contra mí,
y hombres violentos me persiguen a muerte,
sin tener presente a Dios.
Pero Dios es mi auxilio,
el Señor sostiene mi vida.
Te ofreceré un sacrificio voluntario,
dando gracias a tu nombre, que es bueno.
Gracias, Señor, por ese auxilio que constantemente me entregas, que sostiene mi vida, que supone que escuchas mi voz.
Hazme, Señor, atento a tu Palabra, atento a tus señales y, al mismo tiempo, propagador de tu voz haciendo que nadie permanezca sordo a la felicidad que tu Palabra lleva consigo.
Trataré de seguirte siempre, Señor, aunque “unos insolentes se alcen contra mí”, aunque tenga que soportar a “hombres violentos”
Ayúdame Señor a ofrecerte mi sacrificio voluntario en pos de la proclamación de tu Reino, para que la justicia y la paz vayan ganando camino y se amplíe la alegría y felicidad del hombre.
¿Sabemos recurrir a la ayuda del Señor? ¿Ayudamos a implantar la justicia en nuestro mundo?

Sabiduría: justicia y paz. La carta de Santiago sigue siendo el hilo conductor de esta segunda lectura litúrgica. Además, como es una carta que pretende establecer un cristianismo práctico, ético y moral, nos pone sobre el contraste dos sabidurías: la que nace de este mundo y anida en el corazón del hombre (envidias, desorden, guerras, asesinatos) y la sabiduría que viene de lo alto (pacificadora, limpieza de corazón, condescendencia, docilidad, misericordia). En realidad, a la primera no se le debe llamar sabiduría sino insensatez y negatividad. Son dos mundos y podríamos preguntarnos, de verdad, si el corazón humano no está anidado por estas dos tendencias (dualismo). Nuestra propia experiencia personal podría darnos la respuesta.
El autor considera que el ser humano, guiado por sus instintos (es el misterio de nuestra debilidad, aunque le atribuye un débito especial al “diablo” para no caer en el principio de maldad en el corazón humano), va hacia la perdición por la envidia con la que nos destrozamos los unos a los otros. Pero el autor propone la sabiduría, que se adquiere por la oración para llegar a esas actitudes positivas que ha mencionado antes. No se trata, pues, de leer este texto en clave moralizante para rebajarlo. Es uno de los textos fuertes del NT, de ese calibre es el cristianismo que pide la paz fundamentada en la justicia.
Segunda lectura St 3, 16 – 4, 3
Buena pregunta del Apóstol; ¿De dónde vienen las guerras? Muy actual
Los que procuran la paz están sembrando paz, y su fruto es la justicia.
Queridos hermanos: Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda cla¬se de males. La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, ade¬más, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de miseri¬cordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia. ¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre vo¬sotros? ¿No es de vuestras pasiones, que luchan en vuestros miembros? Codiciáis y no tenéis; matáis, ardéis en envidia y no alcanzáis nada; os combatís y os hacéis la guerra. No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pe¬dís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones.
1 Podría ser un texto para explicar el origen del mal en el mundo, porque leyéndolo con calma tenemos que darle la razón
2 Santiago plantea aquí temas de ética general, sustrato común del hombre, cristiano o no, motivándolos desde la fe y tratando de hacer ver como en esta vida moral se realizan los planes de Dios sobre el hombre.
3 La aplicación a la vida cotidiana de lo que esta lectura lleva consigo, es donde está el “quid” de la cuestión. Encontrar en cada momento de la vida, en cada generación de un mundo en constante evolución, la forma de vivir estos ideales humanos, encabezados por la paz y todo lo que ella arrastra
4 El cristiano siempre cuenta con la escucha de la Palabra y la oración que le permitirán intentarlo con iniciativa y creatividad, siendo un testimonio de vida para aquellos cuya ambición desmedida es causa de los desequilibrios, de la falta de justicia y, con ello, de la falta de paz.
5 “La sabiduría que viene de arriba”, es la que el cristiano debe aceptar y seguir.
¿Entendemos cuáles son los frutos de la fe? ¿Somos conscientes de que tiene que haber justicia antes de que pueda haber paz? ¿De que nadie puede tener paz, sin justicia?

El que se entrega debe ser el primero. El evangelio de Marcos nos muestra un segundo paso de Jesús en su camino hacia Jerusalén, acompañado por sus discípulos. El maestro sabe lo que le espera; lo intuye, al menos, con la lucidez de un profeta: la pasión y la muerte, pero también la seguridad de que estará en las manos de Dios para siempre, porque su Dios es un Dios de vida. Pero ese anuncio de la pasión se convierte en el evangelio de hoy en una motivación más para hablar a los discípulos de la necesidad del servicio.
No merece la pena discutir si este segundo anuncio de la pasión son  meras palabras o son una adaptación de la comunidad a las confidencias más auténticas de Jesús. Hoy se acepta como histórico que Jesús “sabía algo” de lo que le esperaba. Que la comunidad, después, adaptara las cosas no debería resultar extraño. Este segundo anuncio de la pasión lo presenta el evangelista como una enseñanza. Pero los discípulos ni lo entendían ni querían preguntarle, ya que les daba pánico. Este no querer preguntarle es muy intencionado en el texto, porque no se atrevían a entrar en el mundo interior y profético del Maestro. Jesús tuvo paciencia y pedagogía con ellos y por eso Marcos nos ha presentado “tres” anuncios en un corto espacio de tiempo.
Tampoco Pedro, en el primer anuncio (8,27-33), lo había entendido cuando quiere impedir que Jesús pueda ir a Jerusalén para ser condenado. No encajaba ese anuncio con su confesión mesiánica, que tenía más valor nacionalista que otra cosa. Marcos ha emprendido, desde ahora en su narración una dirección que no solamente es reflejo histórico del camino de Jesús a Jerusalén, sino de “enseñanza” para la comunidad cristiana de que su “Cristo” no se fue de rositas a Jerusalén. Que confesar el poder y la gloria del Mesías es o puede ser un tópico religioso poco profético. En realidad, eso es así hasta el final, como lo muestra la escena de Getsemaní y en la misma negación de Pedro. Los discípulos no entendieron de verdad a Jesús, ni siquiera por qué le siguieron, hasta después de la Pascua.
En Carfarnaún, en la casa, que es un lugar privilegiado por Marcos para las grandes confidencias de Jesús, porque es el símbolo de donde se reúne la comunidad, (como cuando les explica el sentido de las parábolas), les pregunta por lo que habían discutido por el camino; seguramente de grandezas, de ser los primeros cuando llegase el momento. Sus equivocaciones mesiánicas llegaban hasta ese punto. Jesús tomó a un niño (muy probablemente el que les servía) y lo puso ante ellos como símbolo de su impotencia. Es verdad que el niño, como tal, también quiere ser siempre el primero en todo, pero es impotente. Sin embargo, cuando los adultos quieren ser los primeros, entonces se pone en práctica lo que ha dicho el libro de la Sabiduría. Y es que el cristianismo no es una religión de rangos, sino de experiencias de comunión y de aceptar a los pequeños, a los que no cuentan en este mundo.
Acoger en nombre de Jesús a alguien como un niño es aceptar a los que no tienen poder, ni defensa, ni derechos; es saber oír a los que no tienen voz; son los pobres y despreciados de este mundo. La tarea, como muy bien se pone de manifiesto en la praxis cristiana que Marcos quiere trasmitir a su comunidad, no está en sopesar si los que se acogen son inocentes o no, sino que debemos mirar a la vulnerabilidad. Quizás los pequeños, los niños, los pobres, los enfermos contagiosos, no son inocentes. Tampoco los niños lo son. Es el misterio de la vulnerabilidad humana lo que Jesús propone a los suyos. Pero los “suyos” –en este caso los Doce-, discutían por el camino quién sería el segundo de Jesús en su “mesianidad” mal interpretada. Esta es una enseñanza para el cristianismo de hoy que se debe plasmar en la Iglesia. La opción por los “vulnerables” (¡los pobres!) es la verdadera moral evangélica.
Evangelio Mc 9, 30 – 37
Nuestra ayuda siempre debe de ser generosa
El Hijo del hombre va a ser entregado. Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos.
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.» Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: « ¿De qué discutíais por el camino?» Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.» Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.»
1 Y si de justicia hablamos, aquí tenemos a Jesús en dos de sus manifestaciones más profundas. La injusticia del mundo al que Él trata de llevar a la paz del Reino de Dios que proclama, le llevará a ser crucificado
2 Claro que el Padre lo resucitará por medio de su Espíritu, y este hecho nos da a los cristianos nuestra razón de ser, el apoyo suficiente para seguir a Jesús, el Cristo y proclamar también nosotros su Reino, sin el que, como estamos viendo constantemente en las agitaciones y contiendas actuales, el mundo no encontrará la justicia y la paz.
3 Por otra parte, la lectura nos muestra como la competitividad, y el prestigio, que caracterizaban a la sociedad del Imperio Romano, se infiltraba ya en la pequeña comunidad de los discípulos de Jesús.
4 ¡Aquí aparece el contraste! Mientras Jesús se preocupaba de ser el Mesías –Siervo, ellos piensan sólo en quién sería el más grande. Y si miramos nuestro mundo actual, algo similar está pasando.
5 Claro que la humildad es virtud que debe acompañar también al cristiano, tratando de ser un servidor de todo aquel que lo necesite, sin brillanteces ni protagonismos, sin afán de “ser el mejor”, sino mostrando la disponibilidad constante, acogida al pequeño, no sólo en edad, sino también en economía, formación, educación...
¿Entendemos nosotros las palabras de Jesús en el Evangelio? Si bien el sufrimiento no es el objetivo del cristianismo, ¿sabemos sacrificarnos en beneficio de los más oprimidos y necesitados? ¿Practicamos la humildad? ¿Comprendemos que la búsqueda de la humildad, de ese estilo de humildad en el amor, es la condición básica y permanente de los que se nombren discípulos?

LA ORACIÓN: ¡Oh Señor!, vida y salvación nuestra! Creador del universo, al darte gracias por el nuevo día que ahora empieza, te pedimos que el recuerdo de tu santa resurrección sea nuestro gozo durante este domingo.
Que tu Espíritu Santo nos enseñe a cumplir tu voluntad, y que tu sabiduría dirija hoy nuestras acciones.
Que al celebrar la eucaristía de este domingo, tu palabra nos llene de gozo,
y que la participación en tu banquete haga crecer nuestra esperanza.
Que sepamos contemplar las maravillas que tu generosidad nos concede,
y vivamos durante todo el día en acción de gracias.
Te lo pedimos, Señor.

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Arreglando el mundo
El padre intentaba leer el periódico mientras su hijo pequeño no dejaba de molestarlo. Ya cansado de las interrupciones, arrancó una hoja –que mostraba un mapamundi– la rasgó en varios pedazos, y se la entregó al niño.
–Listo, ya tienes algo que hacer. Acabo de darte un mapa del mundo, y quiero ver si consigues montarlo exactamente como es.
Volvió a leer el periódico, sabiendo que esto mantendría ocupado al niño durante el resto del día. Sin embargo, quince minutos después el chiquillo volvió con el mapa.
–¿Tu madre ha estado enseñándote geografía?– preguntó el padre, atónito.
–Yo ni sé lo que es eso– respondió el niño–. Lo que pasa es que por el otro lado de la hoja estaba la foto de un hombre. Y después de conseguir arreglar al hombre fue bien fácil arreglar el mundo.
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