05/12/2021 Dominical. La segunda vela nos lanza a ponernos en camino, como Juan el Bautista, limpiando y arreglando tantos obstáculos e impedimentos que nos imposibilitan la llegada a Belén.

 

Dominical: El punto de vista de un laico
Escuchar LA PALABRA; meditar LA PALABRA; actuar según LA PALABRA
V e r ; j u z g a r ; a c t u a r

DOMINGO SEGUNDO DE ADVIENTO (ciclo C) (05 Diciembre 2021)
(Ba 5, 1 - 9; Sal 126, 1 – 6; Flp 1, 4 – 6. 8 - 11; Lc 3, 1 - 6)

La segunda vela nos lanza a ponernos en camino, como Juan el Bautista, limpiando y arreglando tantos obstáculos e impedimentos que nos imposibilitan la llegada a Belén.

El tiempo de adviento es tiempo de esperanza y de apertura al cambio
¿Quién fue Baruc? Era “secretario” del profeta Jeremías y autor del bellísimo libro de Baruc, en hebreo "Bendito", cuyo texto original se ha perdido, pero que nos ha llegado en la versión griega de los Setenta, cuyos autores, judíos, lo admitían, por lo tanto, como auténtico y canónico.
No hay duda de que el autor es aquel Baruc que conocemos como amanuense de Jeremías quien le dictó sus profecías y luego, hallándose preso, le encargó las leyera delante del pueblo, como lo hizo también más tarde ante los príncipes (Jr cap. 36).
La lectura de hoy, pues, entra dentro de las “amonestaciones y palabras de consuelo” del Libro. Para Baruc la promesa divina conlleva una vida de justicia; ésta traerá la paz y la piedad, es decir, el respeto a Dios, y será motivo de gloria para la ciudad: se dará un cambio radical en la ciudad pasando del luto al gozo, y asumirá nombres nuevos, signo de su nueva situación.
Primera lectura Ba 5, 1 – 9
Alegría por el regreso, gozo en la conversión
Dios mostrará tu esplendor.
Jerusalén, despójate de tu vestido de luto y aflicción y viste las galas perpetuas de la gloria que Dios te da; envuélvete en el manto de la justicia de Dios y ponte a la cabeza la diadema de la gloria perpetua, porque Dios mostrará tu esplendor a cuantos viven bajo el cielo. Dios te dará un nombre para siempre: «Paz en la justicia, Gloria en la piedad». Ponte en pie, Jerusalén, sube a la altura, mira hacia oriente y contempla a tus hijos, reunidos de oriente a occidente, a la voz del Espíritu, gozosos, porque Dios se acuerda de ti. A pie se marcharon, conducidos por el enemigo, pero Dios te los traerá con gloria, como llevados en carroza real. Dios ha mandado abajarse a todos los montes elevados, a todas las colinas encumbradas, ha mandado que se llenen los barrancos hasta allanar el suelo, para que Israel camine con seguridad, guiado por la gloria de Dios; ha mandado al bosque y a los árboles fragantes hacer sombra a Israel. Porque Dios guiará a Israel entre fiestas, a la luz de su gloria, con su justicia y su misericordia.
1 El libro de Baruc es, probablemente, el último texto de Antiguo Testamento. El fragmento que leemos hoy es traído al contexto de la Eucaristía por la coincidencia de las expresiones "Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale”, con los versos de Isaías (40, 3-5) que se citan en el evangelio de Lucas.
2 El trozo que hoy consideramos está constituido por palabras de ánimo, reflejo de las que en su día otros profetas dirigieron a los exiliados de Babilonia, animándolos en el regreso del destierro, recibidos por una Jerusalén en sus mejores galas, a la que llegan por caminos alisados por el Señor.
3 Dios está a punto de actuar con los exiliados en Babilonia y con ello será glorificado su nombre. Aunque al pueblo se le antojaba que Dios guardaba silencio ya para siempre, no es así en realidad.
4 Dios guarda silencio para educar a su pueblo, pero en su fidelidad no puede abandonarle para siempre. Dejaría de ser Dios.
5 La historia de los hombres, nuestra propia historia, pasa por etapas en las que también a nosotros nos parece que Dios calla, que se aleja, que se desentiende de nuestros problemas e incluso tragedias.
6 Surgen entonces los interrogantes: ¿dónde está Dios?... ¿dónde está el Dios Padre y providente?... Incluso sentimos la tentación de dudar de su justicia. Pero es necesario estar atentos, porque con toda seguridad Dios habla y lo hace con exquisita pedagogía.
7 El resultado final lo resume así el profeta: Paz en la justicia, Gloria en la piedad.
8 Es, pues, expresión de gozo y esperanza que viene a apoyar este tiempo de espera de la venida de Jesús, al que debemos de recibir con nuestras mejores galas de fe, esperanza y amor a nuestro prójimo, en fidelidad y reciprocidad a su generoso mensaje de amor.
¿Esperamos esa nueva Jerusalén = nuestra verdadera conversión?
¿Somos conscientes de que la misión del profeta cristiano es cuestionar los “sistemas” contrarios al Espíritu, defender a toda persona atropellada y a todo pueblo amenazado, alentar esperanzas en situaciones catastróficas y promover la conversión hacia actitudes solidarias? ¿Tratamos de ejercerla?
Nuestra oración puede ir encaminada a pedir al Señor fuerzas y acierto para ejercer esa misión

Canto al regreso del destierro en Babilonia (47 años) en el año 538 a. C., cuando Ciro se hace con Persia; Israel se convierte en una región autónoma de Persia.
Reza por los que se quedan, pues solo vuelve “un resto de Israel”, pidiendo que cambie la suerte “como los torrentes del Negueb”, parte Sur de Israel con muy escasa lluvia, pero que caía torrencialmente y revitalizaba la zona.
El regreso es también penoso por el estado en que encuentran su tierra. El salmista expresa su fe en la misericordia del Señor: Sembrarán llorando, con esfuerzo, pero recogerán con gozo. ¿Nos vemos aquí?
Sal 126, 1 – 6
El Señor nos lleva de su mano si a Él recurrimos
El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Cuando el Señor cogió en sus manos nuestro destino
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.
El Papa Juan Pablo I, cambiaba el primer versículo de este salmo: “Cuando el Señor tomó en sus manos nuestro destino, nos parecía soñar”.
El cambio de la suerte que cita el Salmo se refiere al regreso de Babilonia del pueblo judío.
Te damos gracias, Señor, porque al tomar en tus manos nuestro destino, al llevarnos a la conversión, al sentir en nuestro corazón la experiencia de fe, nos llenamos de alegría, somos capaces de sembrar y recoger la cosecha, de acercarnos a los demás mostrando tu espíritu.
Con nuestro destino en tus manos, Señor, la vida tiene que parecernos un sueño, pero no podemos pasarla dormidos.
Te rogamos que nos des las fuerzas y la voluntad suficientes para llevar a cabo la misión que tenemos encomendada, sembrando tu Reino y ayudando a recoger los frutos.
Y es que, al igual que liberaste del destierro babilónico a tu pueblo, Señor, nos has liberado y salvado con el envío de tu Hijo, que alegra nuestra existencia y hace abundante la cosecha.
Te alabamos y te bendecimos, Señor
¿Ponemos nuestros “sueños” humanos en manos del Señor?
¿Contribuimos a la evolución de la Iglesia?
¿Procuramos estar formados para, siempre ayudados por el Espíritu, saber “dar razón de nuestra esperanza” (1 P 3, 15)?
Nuestra oración puede ir aquí encaminada a pedirle al Señor que mostremos siempre la alegría de sabernos hijos suyos, y darle gracias por todos los que de su mano nos da la Naturaleza.

La alegría que muestra Pablo por la gran colaboración de los Filipenses en su labor evangelizadora debería servir de ejemplo tanto para los presbíteros, párrocos, como para los parroquianos que participan en los actos religiosos que allí se desarrollan.
Se trata sobre todo de un crecimiento en el «amor», que a su vez nos hace profundizar en el «conocimiento», mayor agudeza en el discernimiento, la tensión constante hacia lo mejor, la transparencia e integridad de costumbres
El sentido de la oración del Apóstol es también indicación de uno de los sentidos que puede o debe de tener nuestra oración.
Segunda lectura Flp 1, 4 – 6. 8 – 11
La oración es el camino hacia la fe
Que lleguéis al día de Cristo limpios e irreprochables.
Hermanos: Siempre que rezo por vosotros, lo hago con gran alegría. Porque habéis sido colaboradores míos en la obra del evangelio, desde el primer día hasta hoy. Esta es nuestra confianza: que el que ha inaugurado entre vosotros una empresa buena, la llevará adelante hasta el Día de Cristo Jesús. Testigo me es Dios de lo entrañablemente que os quiero, en Cristo Jesús. Y ésta es mi oración: que vuestra comunidad de amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores. Así llegaréis al Día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús, a gloria y alabanza de Dios.
1 Filipos es una ciudad de Macedonia, la primera ciudad europea evangelizada por Pablo, hacia el año 49. Fue una comunidad fervorosa y Pablo la recuerda siempre con enorme cariño.
2 Pablo escribe esta carta probablemente desde Éfeso hacia el año 54. En ella Pablo les expresa su cariño y les exhorta a crecer y progresar en su fe.
3 Se trata de una acción de gracias y a la vez una entrañable súplica porque han sido colaboradores suyos en la obra del Evangelio. Una manifestación de confianza ya que Dios tiene poder para llevar a plena madurez y realización lo que gratuitamente ha comenzado.
4 ¿Hacemos alegre la oración? Es un precioso pensamiento ya que a veces la oración puede parecernos tediosa. Y la oración de Pablo por la comunidad de los Filipenses es digna de aprender de memoria y aplicarla a nuestras comunidades actuales, en las que el amor debe de reinar por encima de todo, con la sensibilidad suficiente como para darnos cuenta y vivir los valores del Reino, que, aprovechando la conmemoración de la venida de Jesús, de su Encarnación, podemos “desempolvar” y vigorizar.
5 En momentos de tribulación, como aquellos a los que se refiere Pablo, es necesario volver la mirada al comportamiento de Dios sin dudar de su amor y fidelidad. Dios tiene poder para llevar adelante su obra.
6 He ahí la raíz más segura de nuestra esperanza.
¿Cómo es nuestra participación en la Parroquia? ¿Cómo es nuestra oración: diaria, compartida, de acción de gracias, sólo de petición, recogida, profunda...? ¿La compartimos con alegría?
Sería inexcusable no repetir aquí la oración que hace Pablo en esta lectura: Pedir al Señor la adquisición, conservación y proclamación de los valores cristianos, tal como el mismo apóstol nos indica en la carta a los Gálatas (Ga 5, 22-23), que serán, al mismo tiempo, índice y ejemplo de nuestro ser cristiano.

El Señor viene con esplendor. Juan Bautista proclama al hombre de hoy el comportamiento adecuado: conversión, preparar el camino. Es una invitación a tomar las cosas en serio, a ir a la raíz, a personalizar al máximo.
Pone de manifiesto en primer lugar el acontecimiento de gracia de la «palabra» que viene a él: «vino la Palabra de Dios sobre Juan en el desierto». El desierto de Marcos aparece aquí como el lugar donde la Palabra divina llega al hombre convirtiéndolo en profeta.
Decir desierto significa silencio, búsqueda de la esencialidad, lucha contra la propia soberbia y contra los múltiples enemigos del alma, escucha atenta de la Palabra, distancia crítica de las "modas" y juicios demasiado precipitados.
Y cuando sobreviene la Palabra de Dios, la historia humana se convierte en historia de salvación; habiendo escuchado la Palabra de Dios en el desierto, Juan puede hacer resonar su invitación como oferta de salvación a todos.
La Palabra que escuchamos y dialogamos en el grupo, o que se escucha en la Parroquia, tiene que ser meditada en nuestro interior, digerida y asimilada, para ser capaces de comunicarla.
¿Qué quiere decir, para nosotros, ser profetas? Ante todo y fundamentalmente significa recibir un anuncio de esperanza de parte de Dios. Él será quien rebajará los montes y rellenará los valles de nuestra soberbia, de la injusticia social, de la incredulidad de nuestro corazón y allanará para cada uno de nosotros el camino de la conversión antes de que nos mande recorrerlo. Ciertamente que no nos faltarán cansancios cuando colaboremos responsablemente en enderezar los caminos. Pero si es Dios quien interviene, quiere decir que ninguna de nuestras situaciones, por duras que sean, carece de esperanza.
Evangelio Lc 3, 1 – 6
Juan se llamó el profeta del Altísimo, porque su misión fue ir delante del Señor para preparar sus caminos, enseñando la ciencia de salvación a su pueblo (San Agustín)
Todos verán la salvación de Dios.
En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la Palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del Profeta Isaías: «Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios.»
1 Con excepción de la Virgen María, Juan el Bautista es el único santo del que la liturgia celebra el nacimiento, y lo hace porque está estrechamente relacionado con el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios.
2 Los cuatro Evangelios dan gran relieve a la figura de Juan el Bautista, como un profeta que termina el Antiguo Testamento e inaugura el Nuevo, identificando en Jesús de Nazaret al Mesías, el Ungido del Señor.
3 Esta es la misión del precursor, ser el hombre que va delante del Señor, que prepara sus caminos y que anuncia el gran don que es el perdón de los pecados.
4 Las fechas citadas resultan en el año 27 como el de comienzo de la actividad profética de Juan. Palestina pertenecía a la provincia romana de Siria y Poncio Pilato era el gobernador de Judea. Galilea estaba gobernada por Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande.
5 Y en este contexto histórico, el Señor hace el llamamiento a un profeta: “vino la Palabra de Dios sobre Juan”. Iba a ser el precursor, el que anunciara la venida de Jesús, una actividad en la que Lucas ve el cumplimiento del texto del profeta Isaías que cita.
6 Y anuncia la salvación de Dios mediante un ritual y una verdadera conversión que, en versículos posteriores, fija en el compartir. Su voz gritará en el desierto preparando el camino del Señor.
7 Este mundo actual, ¿está en el desierto? Quizá debamos levantar la voz con valentía para permitir que el Señor venga a los corazones de todos, y no sólo para excitarnos al consumo, sino para excitarnos al compartir
8 Nuestra familia, los amigos, los compañeros de trabajo, aquellas personas a quienes vemos con frecuencia, deben ser los primeros en beneficiarse de nuestro amor al Señor. Con el ejemplo y con la oración debemos llegar incluso hasta aquellos con quienes no tenemos ocasión de hablar.
¿Acercamos al Señor a quienes nos rodean? ¿Somos ejemplares en la realización de nuestro trabajo, en la familia, en nuestras relaciones sociales? ¿Hablamos del Señor a nuestros compañeros de trabajo o de estudio?

LA ORACIÓN: Que en este tiempo de Adviento, alimentemos nuestra esperanza y la de los demás, dando testimonio concreto, con nuestro compromiso, de que el mundo puede cambiar y de que la esperanza es posible. Te lo pedimos, Señor

El desierto (Yolanda CHÁVEZ)

Debía faltar poco para amanecer, hacia mucho frío en aquel desierto que por vergüenza, no aparecía con su nombre en ningún mapa; Elena, tirada boca arriba en la arena helada, miraba hacia el infinito, tratando (casi sin lograrlo), de mover sus dedos entumidos para apartar el cabello que cubría sus ojos...quería poder ver las estrellas que se desvanecían, el cielo completo, quería ver a Dios completo.

“¿Donde estás?” Pensaba... No podía hablar, tenia la garganta hinchada por haber llorado sin gritos.
“¿Me vas a dejar morir aquí? ... Quiero ver a mis hijos otra vez... Esto es un castigo?”...
El grupo de personas con el que salió de la frontera, se había desbaratado con la persecución de la patrulla. Vio correr a hombres uniformados de rostros similares a los perseguidos, golpeando e insultando a los que lograban alcanzar, ella y otro, habían caído en un agujero tratando de ponerse a salvo.
Ahí estaba, inmóvil, casi sin respirar para no ser vista. Ya habían pasado muchas horas y no escuchaba ni un solo ruido, trató de incorporarse, y al apoyar su mano sobre la arena tocó otra mano fría, inmóvil, tiesa...era la del muchacho de catorce años que había viajado desde el Ecuador para ver a su mamá, el quería llegar hasta Canadá.
Lo reconoció cuando los primeros rayos del sol comenzaron a iluminar aquel desierto que siempre estaba triste...
Elena se arrodilló, y comenzó a hacer una oración por la mamá del muchacho, le arrancó el rosario del cuello, se lo metió en la boca muerta y le cerró los ojos.

“En los primeros catorce años de vida, la palabra que mas se pronuncia es: “Mamá” debe ser horrible no estar ahí para escucharla”.
Era parte de aquella oración a Dios que se fue tornando en quejas al cielo abierto....
“¿Cómo se sobrevive con el alma dividida por fronteras?”
Susurraba Elena entre sollozos enojados, cortitos, que le cortaban el pecho como pequeños cuchillos.

“¿Como se sobrevive sin poder mirar todos los días a tus hijos? ... ¿Por qué no se puede vivir cuando tus hijos lloran de hambre? ¿Cómo se vive en un país donde nunca se puede encontrar empleo? ¿Cómo demonios se sobrevive en países donde el secuestro, la corrupción, los asesinatos, las violaciones a los derechos humanos son el pan nuestro de cada día?” ¡Contéstame! ...
El desierto conmovido, levantó un poco de polvo para acariciar la cara de Elena, quería consolarla; Cuantas veces había escuchado esas oraciones- reclamos. Cuantos cuerpos de madres, hijos, padres, hermanos...cuantos cristos guardaba en su vientre de arena, ahí se habían deshecho, ahí conoció los anhelos de pretender comer todos los días, ahí enterradas estaban las almas con conciencia que querían no solo sobrevivir ¡ellas querían vivir!, ahí estaban sepultados muchos últimos pensamientos, de vez en cuando, el desierto los dejaba asomarse convertidos en diminutas florecillas blancas debajo de los arbustos enanos.

“Por lo menos dame un poco de agua”
Gritaba Elena a Dios mientras escarbaba en la arena con sus manos para hacerle sepultura a los anhelos sin cuerpo. El desierto se apresuró a dejar que brotara un charquito de agua helada, fue lo bastante para beber y lavarse la cara, para retirar la arena de la nariz y de entre sus dientes, suficiente para ponerse de pie y buscar un punto que le indicara una dirección a seguir.
Un destello llamó su atención a una distancia que calculó, podía llegar antes de que el sol quemara más, dio una ultima mirada al dolor de una mamá con hijo muerto, y comenzó a caminar...acompañada sin notarlo, por el desierto.

“¿Y aquellos cuentos de que abriste el mar Rojo, de que libraste de la esclavitud a un pueblo, de que los alimentaste en el desierto?”
Elena pensaba que Dios era más bueno antes que ahora,
“A Abraham le diste descendencia tanta como las estrellas del cielo, a mi por lo menos déjame ver a mis hijos otra vez... ya se que dicen que no soy una santa, pero sigo creyendo en ti, lo sabes, ¿verdad?”

De pronto, el desierto la sacó de su particular oración hundiendo uno de sus pies, al tratar de no perder el equilibrio, miró hacia el norte: un trailer de compañía cervecera se acercaba a gran velocidad, Elena impulsivamente sacó la fuerza que da el coraje y la impotencia, apretó el estómago, y comenzó una loca carrera agitando las manos levantadas al cielo para que el chofer pudiera mirarla, el hombre del trailer la divisó al pie de la autopista y comenzó a disminuir la velocidad, hasta parar frente a ella.
Una nube de polvo envolvió a la maltrecha Elena, el desierto quiso despedirse, la abrazó en medio de un viento arenoso donde flotaban las almas y los anhelos que se habían quedado a vivir con él.
“¡Gracias, es usted un ángel!” Pudo decir Elena.
“Y usted es un milagro, pocos sobreviven en este desierto” Le contestó el ángel blanco, en inglés.

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
La soledad es el horno de la transformación. Sin soledad seguimos siendo víctimas de nuestra sociedad, seguimos enredados en las ilusiones de nuestro falso yo. Jesús mismo entró en este horno
Para entender el verdadero significado de la soledad, es necesario desenmascarar algunas ideas deformadas de la misma. Todos admitimos la necesidad de algunos ratos de soledad. Sin embargo, lo que queremos a veces decir es la necesidad que tenemos de un tiempo y un lugar para nosotros mismos, un tiempo y un lugar en que nadie nos moleste. Soledad es a menudo para nosotros sinónimo de privado.
Es más, pensamos en la soledad como una especie de estación de servicio en la que podemos cargar nuestras baterías, o como el rincón de un ring de boxeo en el que ponen aceite en nuestras heridas, dan masaje a nuestros músculos y nos animan a seguir en la lucha mediante eslóganes apropiados. Para ser breves, pensamos en la soledad como en el lugar en que reparamos nuestras fuerzas para proseguir la competencia incesante de nuestras vidas.
No es ésta la soledad de Juan Bautista, san Antonio o san Benito, de Carlos de Foucauld o los hermanos de Taizé. Para ellos, la soledad no es un lugar terapéutico privado, sino el lugar de la conversión, el lugar donde muere el viejo yo y nace uno nuevo, el lugar donde emerge el hombre nuevo y la mujer nueva (H. J. M. Nouwen, El camino del corazón, Madrid 1986, 21-23).



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