25/09/2022 Dominical La liturgia de hoy vuelve a insistir en la atención a los pobres y el aviso al peligro que tiene el excesivo apego al dinero

 

Dominical: El punto de vista de un laico
Escuchar LA PALABRA; meditar LA PALABRA; actuar según LA PALABRA
V e r ; j u z g a r ; a c t u a r

DOMINGO VIGÉSIMO SEXTO DEL TIEMPO ORDINARIO (25 Septiembre 2022)

La liturgia de hoy vuelve a insistir en la atención a los pobres y el aviso al peligro que tiene el excesivo apego al dinero

Denuncia histórica sobre dos montes que se disputan, de una manera casi mágica, una promesa segura de salvación, talismán para encubrir un lujo desconsiderado y desvergonzado vivido ante un pueblo pobre. ¿Deberíamos volvernos a plantear nuestro consumo absurdo que se ha convertido en hábito?
Primera lectura Am 6, 1a.4-7
Compartir: principio cristiano imprescindible
Los disolutos encabezarán la cuerda de cautivos.
Esto dice el Señor todopoderoso: Ay de los que se fían de Sión, confían en el monte de Samaría. Os acostáis en lechos de marfil, tumbados sobre las camas, coméis los carneros del rebaño y las terneras del establo; canturreáis al son del arpa, inventáis, como David, instrumentos musicales, bebéis vinos generosos, os ungís con los mejores perfumes, y no os doléis de los desastres de José. Por eso irán al destierro, a la cabeza de los cautivos. Se acabó la orgía de los disolutos.
Los “ayes” de Amós interpelan nuestro egoísmo, nuestra comodidad ajena a las preocupaciones y privaciones de los más necesitados.
Por eso Amós anuncia el destierro para los que viven más preocupados por el poder y el dinero, ese destierro que no es otra cosa que abandonar o no entrar en el Reino de Dios anunciado para nosotros por Jesucristo, ese Reino que pedimos en el Padrenuestro, pensando quizá en el “trabajo y las molestias” que lleva consigo el preocuparse por los demás.
¿Vivimos así ahora también?
Te rogamos, Señor, que nos hagas generosos y solidarios.

El salmo 145 es un «aleluya», el primero de los cinco con los que termina la colección del Salterio. Ya la tradición litúrgica judía usó este himno como canto de alabanza por la mañana: alcanza su culmen en la proclamación de la soberanía de Dios sobre la historia humana. En efecto, al final del salmo se declara: «El Señor reina eternamente» (v. 10).
De ello se sigue una verdad consoladora: no estamos abandonados a nosotros mismos; las vicisitudes de nuestra vida no se hallan bajo el dominio del caos o del hado; los acontecimientos no representan una mera sucesión de actos sin sentido ni meta. A partir de esta convicción se desarrolla una auténtica profesión de fe en Dios, celebrado con una especie de letanía, en la que se proclaman sus atributos de amor y bondad
Salmo 146,7.8-9a.9bc-10
Leamos y escuchemos y sabremos el camino cristiano. ¿Querremos seguirlo?
Alaba, alma mía, al Señor.
Él mantiene su fidelidad perpetuamente,
hace justicia a los oprimidos,
da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos.
El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos.
Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.
Gracias, Señor, porque nos enviaste a tu Hijo para hacernos conscientes de las señales, de todos los bienes que Tu realizas en los que te aman.
Te rogamos, Señor, que tu Espíritu nos haga portadores de todos esos bienes para con todos los que nos rodean, cristianos o no, creyentes o no, pero especialmente haz, Señor que sean lo más humildes a los que dediquemos más atención.
Y alabamos tu reinado, en la seguridad de que conduce nuestra vida adecuadamente

Espléndida exhortación sobre el testimonio cristiano. El v.12 alude a cómo Timoteo "hizo noble profesión ante muchos testigos". No sabemos si se refiere a la profesión de fe bautismal o a una valiente confesión ante perseguidores, en una ocasión que nosotros desconocemos. Tanto si se trata del sacramento del bautismo como si es una persecución por el nombre de Jesús, debe ponerse en relación con la confesión del propio Jesús, que ante Poncio Pilato dio testimonio de la verdad y proclamó sin temor su realeza. El discípulo de Jesús tampoco debe tener miedo de proclamar la verdad delante de las autoridades de este mundo.
Pero hay también otro testimonio, en cierto modo más difícil, porque no es la decisión heroica de un momento, de la que todo el mundo es más o menos capaz, sino que está hecho de fidelidad indefectible en la práctica cotidiana de las virtudes, ante Dios (religión, fe) y ante el prójimo (justicia, amor, paciencia, delicadeza).
Bautismo sacramental, martirio sangriento y martirio incruento de la fidelidad de cada día sólo son posibles a partir de la fe, que significa vivir el presente pendientes de un futuro que no palpamos, en función de la venida de Jesús y del Dios inmortal, a quien "ningún hombre ha visto ni puede ver"
Segunda lectura 1Tm 6,11-16
Por si el Salmo no estaba muy claro, Pablo lo pone más sencillo. Mejor dicho, lo complementa
Guarda el mandamiento hasta la manifestación del Señor.
Hermano, siervo de Dios: Practica la justicia, la religión, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza. Combate el buen combate de la fe. Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado, y de la que hiciste noble profesión ante muchos testigos. Y ahora, en presencia de Dios que da la vida al universo y de Cristo Jesús que dio testimonio ante Poncio Pilato: te insisto en que guardes el Mandamiento sin mancha ni reproche, hasta la venida de Nuestro Señor Jesucristo, que en tiempo oportuno mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el único poseedor de la inmortalidad, que habita en una luz inaccesible a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A él honor e imperio eterno. Amén.
Pablo exhorta a su amigo Timoteo a que permanezca siempre firme en su fe, en busca de la justicia, la piedad, la caridad.
Como Amós, nos aconseja no cobijarnos en el dinero: “Debes saber que la raíz de todos los males es el amor al dinero” , y nos invita a cimentar nuestra vida en la fe y en el amor a los demás: “Vive con fe y amor, constancia y bondad”.
Cuatro líneas de actuación que, bien pensadas y llevadas a cabo, constituyen toda una estrategia vital. Proclamemos y vivamos valientemente nuestra fe como “Cristo Jesús que proclamó a oídos de Poncio Pilatos la fe auténtica”
Te rogamos, Señor, que seamos capaces de vivir en tu fidelidad

No es fácil descubrir las motivaciones profundas de la manera de actuar de Jesús. Jesús descubrió que la riqueza acumulada y no compartida, impide entrar en el Reino de los cielos; así lo predicó sin contemplaciones. Pero su actitud no fue excluyente, sino abierta y de acogida para con los ricos.
La clave de todo el relato es que el rico no descubrió a Lázaro que estaba a la puerta con los perros (animal impuro); aunque parece que después si lo reconoce cuando lo ve en el "seno de Abrahán". Es aquí donde debemos ver el toque de atención de la parábola. Vivimos tan enfrascados en nuestro hedonismo, que no queremos ver la miseria que existe en el mundo. Y eso que hoy, ni siquiera tenemos que salir a la puerta para descubrirla, porque se está colando a todas horas, dentro de casa por la ventana de la televisión.
El mensaje del evangelio no pretende solucionar un problema social sino a denunciar una falsa actitud religiosa. Una correcta actitud religiosa solucionaría la injusticia social. El evangelio está a años luz del capitalismo, pero también del comunismo. Jesús predica el "Reino de Dios", que consiste en hacer de todos los hombres una comunidad de hermanos.
La diferencia es sutil, pero sustancial. El comunismo reparte los bienes, pero mantiene al pobre en su pobreza para seguir justificándose. Jesús propone compartir como fruto del amor que nos une. La consecuencia sería la misma, que los ricos dejarían de acaparar y los pobres dejarían de serlo, pero el camino recorrido humanizaría tanto al rico como al pobre.
Evangelio Lc 16,19-31
¿Sabes de alguien cerca de ti que esté en necesidad? ¿No? Examina tu conciencia
Recibiste bienes y Lázaro males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces.
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico, pero nadie se lo daba. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas. Sucedió que se murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico y lo enterraron. Y estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán y Lázaro en su seno, y gritó: Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas. Pero Abrahán le contestó: Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida y Lázaro a su vez males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros. El rico insistió: Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento. Abrahán le dice: Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen. El rico contestó: No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán. Abrahán le dijo: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.
Nuestra experiencia de fe nos debe de llevar a compartir con los demás lo que tenemos, sin esperar que el Señor obre grandes milagros para mejorar el mundo: nosotros somos ese gran milagro, encargados de llevar su amor y felicidad por “este mundo de Dios”.
Tanto al rico como al pobre les llegó la hora de la muerte, a partir de la cual se cambiarían en el más allá las tornas, como pensaban los fariseos.
Aunque, dicho sea de paso, con esto del “más allá”, quienes hacían (¿hacen?) de la religión baluarte de conservadurismo e inmovilismo han invitado mil veces a la resignación, tildada de “cristiana”, a la paciencia y al mantenimiento de situaciones injustas a los que las sufrían; en el más allá -se decía- Dios dará a cada uno su merecido.
Aunque siempre cabe pensar: ¿y por qué no ya desde el más acá? Para muchos predicadores, satisfechos con la imagen de un Dios que “premia a los buenos y castiga a los malos”, como el dios que profesaban los fariseos, la parábola terminaba en el más allá contemplando el triunfo del pobre y la caída del rico.
Apenas se comentaba la última escena, clave importante para comprender su mensaje. De ser así, esta parábola sería una invitación a aceptar cada uno su situación, a resignarse, a cargar con su cruz, a no rebelarse contra la injusticia, a esperar un más allá en el que Dios arregle todos los desarreglos y desmesuras humanas.
Entendido así, el mensaje evangélico se hermanaría con un conformismo a ultranza que ayuda a mantener el desorden establecido, la injusticia humana y las clases sociales enfrentadas.
Pero esta parábola no es una promesa para el futuro. Mira a la vida presente y va dirigida a los cinco hermanos del rico, que continuaban -después de la muerte de su hermano y de Lázaro- en la abundancia y el despilfarro.
Por eso, el rico, alarmado por lo que espera a sus hermanos si siguen viviendo de espaldas a los pobres- pide a Abrahán que envíe a Lázaro a su casa, a sus hermanos, para que los prevenga, no sea que acaben en el mismo lugar de tormento. Para cambiar la situación en que viven sus hermanos, el rico epulón piensa que hace falta un milagro: que un muerto vaya a verlos. Crudo realismo de quien conoce la dinámica del dinero, que cierra el corazón humano a la evidencia de la palabra profética, al dolor y al sufrimiento del pobre, a la exigencia de justicia, al amor e incluso a la voz de Dios. El dinero deshumaniza. Me remito a la experiencia de cada uno.
Bien lo sabía el profeta Amós cuando amenazaba a los ricos que se acostaban en lechos de marfil, arrellanados en divanes y se daban a la gran vida entre comilonas, música, vino abundante y perfumes exquisitos, sin dolerse del sufrimiento de los pobres (Am 6,1a.4-7).
Aquellos fingían devoción a Dios y veneración hacia la ciudad santa y el templo, creyendo de este modo contentar a Dios y quedar justificados. Pero el verdadero Dios no es amigo de una religión que separa el culto de la vida, el incienso de la práctica del amor al prójimo.
Este Dios, según el libro del Deuteronomio, comparte suerte con el pobre, el huérfano, la viuda y el extranjero; con todos aquellos a quienes los poderosos les han arrebatado el derecho a una vida vivida con dignidad.
¿Cómo usamos nuestros bienes?

LA ORACIÓN. - Te rogamos, Señor, por ese trozo de humanidad que acapara la mayor parte de los recursos del mundo; que su corazón se mueva a la generosidad y que los cristianos comprendamos que estamos comprometidos con esa situación, que nuestro testimonio es importante. Haz, Señor, que seamos conscientes de la realidad que representa el mensaje de Jesús que vino a traer la Buena Noticia a los pobres y nosotros somos responsables de que ese mensaje se comprenda, permanezca y se ensanche. Te lo pedimos, Señor.
Información complementaria.-

EL ZORRO MUTILADO (Fábula del místico árabe Sa´di)
Un hombre que pasaba por el bosque vio un zorro que había perdido sus patas, por lo que el hombre se preguntaba cómo podría sobrevivir. Entonces vio llegar a un tigre que llevaba una presa en su boca.
El tigre ya se había hartado y dejó el resto de la carne para el zorro. Al día siguiente Dios volvió a alimentar al zorro por medio del mismo tigre. El comenzó a maravillarse de la inmensa bondad de Dios, y se dijo a sí mismo: "Voy también yo a quedarme en un rincón confiando plenamente en el Señor, y éste me dará cuanto necesito".
Así lo hizo durante muchos días, pero no sucedió nada y el pobre hombre ya estaba casi a las puertas de la muerte cuando oyó una voz que le decía: "Oh, tú que te hayas en la senda del error, abre tus ojos a la verdad, sigue el ejemplo del tigre y deja ya de imitar al pobre zorro mutilado".
Por la calle vi a una niña aterida y tiritando de frío dentro de su ligero vestidito y con pocas perspectivas de conseguir una comida decente. Me encolericé y le dije a Dios: "¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada para solucionarlo?".
Durante un rato Dios guardó silencio, pero aquella noche, de improviso, me respondió: "Ciertamente que he hecho algo, te he hecho a ti"
Tony de Mello (Ya lo hemos incluido antes, pero me ha parecido que no está de más recordarlo)



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