02/10/2022 Dominical La fe es una actitud ante la vida, una forma de ser y de estar

 

Dominical: El punto de vista de un laico
Escuchar LA PALABRA; meditar LA PALABRA; actuar según LA PALABRA)
V e r ; j u z g a r ; a c t u a r

DOMINGO VIGÉSIMO SÉPTIMO DEL TIEMPO ORDINARIO (2 Octubre 2022)

La fe es una actitud ante la vida, una forma de ser y de estar

Habacuc es un profeta que ha olfateado la catástrofe final, pero que, a diferencia de Nahúm, ha contemplado también la aurora de un porvenir más feliz (escribe hacia los años 625-612).
De todos modos, el profeta ha perdido el sentido de la actuación de Dios en la historia. No entiende el desarrollo de los acontecimientos; no sabe conjugarlos con la acción de Dios. Por eso lanza al cielo esta primera llamada, este primer desgarrador "¿hasta cuándo?". El hombre interroga a Dios desde su desgracia, desde su propia limitación, buscando ansiosamente una respuesta. Solamente en la fe hay "solución" para los momentos extremos del acontecer humano.
Las tablillas son el soporte al uso para conservar un testimonio escrito. El que este pequeño oráculo (v.2-4) haya de ser grabado en tablillas da a entender que es el corazón del libro, lo más esencial, lo que debe permanecer. En él se presume que va a encontrar una salida a su angustiosa situación existencial. El mismo testimonio quedará en pie para los que se hagan similares preguntas en tiempos posteriores.
Se esboza aquí la figura del opresor que va a ser descrita en el resto del capítulo y que es motivo de cinco fuertes maldiciones por parte del profeta. Este verso antitético condensa toda la teología de la historia. Viendo lo inicuo del hombre impío, resalta más lo justo del que se apoya solamente en Dios. La mitad de los textos griegos lee "por la fidelidad a mí" (... por su fe). Esta palabra de "fidelidad" adquiere en el NT el contenido de la fe.
La primera comunidad cristiana recurre a ella cuando quiere definir la situación del creyente respecto a Jesucristo. Las citas de Hb 2,4 por el NT (Rm 1,17;Gál 3,11;Hb 10,38) extienden la significación del término central de fidelidad para expresarlo en el de fe. Lo mismo los Padres de la antigua Iglesia. El hombre creyente experimenta una auténtica liberación interior cuando llega a saber que en la fe en Jesús tiene la clave de su propia historia y vida.
Primera lectura Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4
La fe es una "convicción". Y sabemos que la convicción se caracteriza por el hecho de que se traduce en una forma de conducta
El justo vivirá por su fe
¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches? ¿Te pediré socorro, sin que me salves? ¿Por qué me obligas a ver la injusticia, me muestras trabajos, violencias y catástrofes, surgen luchas, se alzan contiendas? El Señor me respondió así: "Escribe la visión, grábala en tablillas, de modo que se lea de corrido. La visión espera su momento, se acerca su término y no fallará; si tarda, espera, porque ha de llegar sin retrasarse. El que vacila nunca contará con mi favor, pero el justo vivirá por su fe."
Habacuc interpela a Yahvé en una situación que considera injusta. Es esa pregunta que todos hemos hecho en algún momento de nuestra vida y que con frecuencia oímos: ¿Porqué Dios permite esto? “Sólo observo robos y atropellos y no hay más que querellas y altercados”.
La respuesta del Señor es clara; frente a la duda que suscita el mal, no hay más que una actitud posible; no la búsqueda de una explicación, sino la confianza obstinada: “El que vacila nunca contará con mi favor, el justo vivirá por su fidelidad”. Lo dice también Pablo en alguna de sus cartas: “El justo vivirá por la fe” (Gal 3, 11).
Ya Yahvé expresa que “esta visión espera su debido tiempo, pero se cumplirá al fin y no fallará; si se demora en llegar, espérala, pues vendrá ciertamente y sin retraso”. Y también dice “Anótala en tablillas”.
Las tablillas eran el soporte existente para conservar un testimonio escrito; el hecho de anotarlo implica que es lo más esencial, lo que debe permanecer, lo que da a entender que va a encontrar una salida a una difícil situación existencial y debe de quedar en pie para los que hagan similares preguntas en tiempos posteriores.
Y esos somos nosotros y los que nos rodean. ¿Y si la pregunta viene de alguien que no tiene fe? La respuesta es la misma acompañada de intensa oración por nuestra parte ante el Señor.
¿Vivimos nosotros esa fe, esa “paciencia” en la certeza de la intervención de Dios?
¿Sabemos “dar el salto” hacia Pablo y su afirmación sobre la eficacia de la fe en Cristo? ¿Colaboramos activamente con el Señor en su acción, o nos limitamos a una asistencia “pasiva” en los sacramentos?

La invitación es clara y entusiasta: venid, entrad, cantemos con alegría, aclamemos. La liturgia actual se esfuerza por valorar la participación comunitaria. Nunca deberíamos olvidar que si la Iglesia nos convoca a la misma hora, en el mismo lugar, no es para hacer una oración individual (por indispensable que ella sea, pero en horas distintas), sino para una oración "juntos": ¡venid, entrad, cantad con alegría, aclamad, cantad! Esto explica, por qué los monjes de madrugada, se invitan unos a otros a la alabanza común. Dejémonos llevar por la oración de los demás. No seamos de aquellos que rechazan esta invitación y se encierran en su aislamiento piadoso.
Salmo 95, 1 - 2. 6 – 9
La escucha de la Palabra nos unirá al Señor
Ojala escuchéis hoy la voz del Señor:
"No endurezcáis vuestro corazón."
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
Ojala escuchéis hoy su voz:
"No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masa en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron,
aunque habían visto mis obras."
Y en el Salmo Te damos gracias por la profunda y colectiva profesión de fe que inculcas en nosotros y te alabamos y bendecimos porque tu eres “la Roca que nos salva”, y has firmado con nosotros tu Alianza, nuestra relación de amor, por ser “ nuestro Dios y nosotros el pueblo que pastoreas, el rebaño bajo tu mano”.
Te rogamos que nos concedas escuchar tu Palabra, como aquí nos dices: “Ojalá pudierais hoy oír su voz”. Estemos, pues, atentos a su Palabra.
¿Disfrutamos de la comunidad? Practicamos la oración comunitaria?

Bellísimo pasaje de la carta de un apóstol a uno a quien había impuesto las manos. El don de Dios entonces recibido ha de ser avivado siempre; es un don dinámico que debe servir a todos en la Iglesia. No hay, pues, que tener ni vergüenza ni miedo de dar testimonio, sino asumir la propia porción de sufrimiento en el anuncio del evangelio. Es conmovedor encontrar aquí lo que será el ritual de ordenación en su estructura elemental: Imposición de las manos, intervención del Espíritu Santo, don de Dios. Quizá esta especie de monición que leemos aquí se empleara litúrgicamente. El ordenado ha recibido un carisma para el bien y al servicio de la Iglesia. Es un espíritu de fortaleza, de amor y de buen sentido. Ahora es preciso que ejerza el ministerio sin miedo, anunciando el evangelio. Timoteo ha sido sólidamente preparado para ello. Es depositario de la enseñanza que ha recibido y la debe guardar y transmitir fielmente.
Segunda lectura 2Tm 1, 6-8. 13-14
Nuestro ejemplo de vida debe de reflejar nuestra fe
No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor
Querido hermano: Te invito a que reavives el don de Dios, que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio. No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor y de mí, al verme preso. Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, sostenido por la fuerza de Dios. Toma como norma la sana doctrina que has oído de mí sobre la fe y amor en Cristo Jesús. Guarda este precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros
La fe no puede guardarse en conserva; debe de ser vivida, lo que nos impulsa a sacar a la luz nuestra creatividad y nuestra valentía para poner de manifiesto el testimonio de manera oportuna y sin falsa timidez o temor a “quedar mal”.
Esta continua exhortación a mantenerse firme en los principios profesados está motivada por la impopularidad que significa guardar esa actitud contraria al momento histórico. El que quiera lanzarse por caminos similares sabe que, en su acción cristiana, contará con la persecución de los adversarios y tal vez con el silencio de los buenos. Entonces más que nunca brillará esa forma de ser según la fe.
¿Somos capaces de mantener nuestra fe ante personas “poco acogedoras”?

Vemos aquí a los discípulos, conscientes de su poca fe, de su incapacidad para dar su adhesión plena a Jesús y a su mensaje. Por eso le piden que les aumente la fe. Jesús constata en realidad que tienen una fe más pequeña que un grano de mostaza, semilla del tamaño de una cabeza de alfiler. No dan ni siquiera el mínimo, pues con tan mínima cantidad de fe bastaría para hacer lo imposible: arrancar de cuajo con sólo una orden una morera y tirarla al mar. Este mínimo de fe es suficiente para poner a disposición del discípulo la potencia de Dios.
Evangelio Lc 17, 5 - 10
La experiencia de fe asume la experiencia humana común y supone una configuración nueva y total de la propia experiencia.
¡Si tuvierais fe... !
En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor: "Auméntanos la fe." El Señor contestó: "Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: "Arráncate de raíz y plántate en el mar." Y os obedecería. Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: "En seguida, ven y ponte a la mesa"? ¿No le diréis más bien : 'Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú"? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer."
El Evangelio de Lucas pone broche de oro a la exaltación que la liturgia de hoy hace de la fe: “Los apóstoles dijeron al Señor 'aumenta nuestra fe”.
Una buena petición que debemos de hacer nuestra. La idea de servicio implícita en la segunda parte del Evangelio enlaza con lo escrito en las tablillas, con la confianza puesta en la labor de evangelización, de comunicación de la fe en ese “Dios grande”, de compartir “ese precioso depósito”, y así llegaremos a ser servidores acogidos por el Señor.
¿Cuántos creyentes? ¿Tienen fe los cristianos, los sacerdotes y religiosos, los obispos? ¿Tenemos fe? ¿O tenemos una serie de creencias, un largo y complicado credo que recitamos de memoria y que poco atañe a nuestras vidas?

LA ORACIÓN.- Te rogamos, Señor, que nos lleves a buscar la actitud de fe a la que Jesús nos llama hoy que es la del coraje de combatir la oscuridad, la valentía de buscar la verdad, y el valor para asumir la decisión de ver un mundo trascendente en pos del Reino, una actitud valiente de coraje, a partir de lo poco o mucho que dan de sí nuestras actuales condiciones de conocimiento. Te lo pedimos, Señor.

Información relacionada.-
El texto de Habacuc, reducido aquí a unas frases demasiado breves, es uno de los más importantes del A.T., uno de los testigos más precisos, y más misteriosos, de la fe bíblica. Colocado frente a los trágicos desórdenes de la historia de su tiempo, el profeta pregunta a Dios. ¿Es posible este mal? ¿Cómo puede Dios aguantar el triunfo de semejante injusticia?
A esta pregunta, expresada de dos maneras, responde Dios en dos veces. Una primera vez, para afirmar que Él sigue presente en el seno de la historia, aun cuando ésta parezca anárquica. Y una segunda vez, para decirle al profeta que, frente a la repugnancia que hace nacer el desorden del mundo, frente a la duda misma que suscita el mal, no hay más que una actitud posible: no la búsqueda de una explicación, sino la confianza obstinada.
Ese abandono, al fin y al cabo más inteligente, es el que proporciona al creyente, al "justo", escapar a las últimas consecuencias del drama, y "vivir". Porque, dice el texto, "el justo vive", escapa al mal que intenta hundirle, por su fidelidad, por su obstinada confianza.
LOUIS MONLOUBOU

El cambio político no ha conducido a nada; todo ha quedado en meros "slogans" y el inocente sigue sufriendo en nuestro mundo todo tipo de injusticias. La fuerza, el poder, la imposición de una ideología, de cualquier tipo, no pueden derrocar la injusticia en nuestro mundo, al menos es muy difícil.
¿Qué solución le da Habacuc a este problema? El v.4 contiene el mensaje definitivo de la visión, pero su interpretación es muy discutida. El arrogante que confía en su fuerza y poder no posee la solución al enigma. Por el contrario, el que se dedica a la práctica de la justicia, ayudando al prójimo, edificando un mundo mejor, obtiene la vida; si el inocente, a pesar de los grandes fracasos presentes, continúa haciendo el bien (=fidelidad), su trabajo no será baldío. La justicia sólo puede conducir a la felicidad. Y "aunque tarde espérala que ha de llegar sin retraso".
DABAR 1983/50



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