12/11/2023 Dominical Nuestra vida depende del camino que se escoja para vivirla. Si Jesús y nuestro prójimo es el camino escogido, con ellos pasaremos a la nueva vida.
Dominical: El punto de vista de un laico
Escuchar LA PALABRA; meditar LA PALABRA; actuar según LA PALABRA
V e r; j u z g a r; a c t u a r
DOMINGO TRIGÉSIMO SEGUNDO DEL TIEMPO ORDINARIO (ciclo A) (12 Noviembre 2020)
(Sb 6, 12 – 16; Sal 63, 2 - 8; 1Ts 4, 13 – 18; Mt 25, 1– 13)
Nuestra vida depende del camino que se escoja para vivirla. Si Jesús y nuestro prójimo es el camino escogido, con ellos pasaremos a la nueva vida.
Abrirse a la sabiduría. La liturgia de este domingo, intenta marcar la pauta de lo que es la apertura al último destino del hombre y de la vida. Efectivamente, sin la sabiduría, que es la esencia de lo bueno, de la felicidad, de lo ético y estético, la vida perdería su hermosura y su dimensión escatológica (lo que la lleva más allá de la experiencia de la finitud y de la muerte). Por ello, ser sabio, en la Biblia, no es estudiar una carrera para aprender muchas cosas; no es cuestión de cantidad, sino de calidad; es descubrir constantemente la dimensión más profunda de nosotros mismo y de Dios. Para los hebreos, los enemigos de la fe en Dios no eran el escepticismo ni la incredulidad sino la adoración a los dioses paganos, meros productos de la imaginación humana descarriada.
Los hebreos no buscaban el conocimiento teórico sino la sabiduría (hokma), es decir; el pensar correctamente para tomar decisiones acertadas y vivir una vida justa ante Dios. En el origen de su semántica hebrea la sabiduría no era un saber cualquiera ni puramente teórico —a la manera griega— sino el conocimiento necesario para la acción. El que tenían, por ejemplo, los arquitectos cananeos para construir el templo de Salomón. Pero también y especialmente el conocimiento que tuvo Salomón para conducir a su pueblo. Era, sobre todo, la sabiduría que transmitía Dios a Israel para llevarlo a su plenitud, a la verdadera Felicidad, y expresada de un modo sintético y sublime en los mandamientos.
¿Dónde está esa sabiduría? El autor de este libro lo tiene claro: en Dios, el autor de la vida y de lo que somos. El poema es un alarde, porque en el fondo, con la sabiduría, casi personalizada, se está hablando de la acción de Dios que sale siempre al encuentro del hombre. Sin Dios (en el poema es la sabiduría), pues, el ser humano no encontrará su verdadero destino. Si no mimamos la sabiduría, no aprenderemos a vivir con esperanza, ni a ser felices en aquello que merece la pena, ni a superar los traumas que nos rodean, ni a esperar siempre un minuto, una hora, un día, una eternidd mejor para todos. Pero como dice el texto de hoy, debemos ser dignos de la sabiduría para que ella reos sonría. Tener sabiduría, en definitiva, es buscar o descubrir constantemente lo que nunca muere; aspirar a ello como lo más normal de la vida. Ahí se revela verdadera sabiduría divina.
Primera lectura Sb 6, 12 – 16
El espíritu de sabiduría vence la curiosidad mundana
Encuentran la sabiduría los que la buscan
La sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven fácilmente los que la aman, y la encuentran los que la buscan; ella misma se da a conocer a los que la desean. Quien madruga por ella no se cansa: la encuentra sentada a la puerta. Meditar en ella es prudencia consumada, el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones; ella misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen; los aborda benigna por los caminos y les sale al paso en cada pensamiento.
Y la Sabiduría forma parte de ese camino; según leemos aquí parece que no hay que hacer esfuerzo alguno para encontrarla y asumirla: sólo hay que estar un poco atentos a verla.
Pero el mundo está lleno de otros atractivos, (aunque a lo mejor no viene a cuento, estoy recordando el cuento de Pinocho; alguien pregunta: ¿Qué es la conciencia?; y Pepito Grillo responde: Es esa voz interior que todo tenemos y a la que nadie hace caso), atractivos de todo género, buenos y menos buenos, que, en general, nos distraen y nos hacen muchas veces sentirnos satisfechos... de una vida vacía de SABIDURÍA.
A la postre, del SEÑOR. Porque la Sabiduría representa vivir la vida con los ojos de Dios.
¿Nos damos cuenta de que la Sabiduría es lo que hace en nosotros el Espíritu para que veamos cada cosa con los ojos de Dios?? ¿Nos atrevemos a pensar en “la posibilidad” de una sabiduría fundada en un «espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil»?
Un profundo anhelo de Dios -bellamente expresado con la imagen de la tierra sedienta es el sentimiento que domina todo este Salmo. Su autor podría ser un levita desterrado, que recuerda el tiempo en que vivía junto al Santuario, gozando de la intimidad con el Señor. En el silencio de la noche rememora aquellas horas felices, y ese recuerdo le sirve de consuelo. El versículo final indica que el salmista identifica su propia suerte con la de todo su Pueblo, representado en la persona del rey.
Nos cansamos de todo. No hay amor humano que nos llene plenamente, pues siempre se cierne sobre él la sombra de la separación o la muerte. Sólo quién es fuente de agua viva y no cisterna agrietada puede saciarnos
Sal 63, 2 - 8
Leamos y repasemos este Salmo y nos identificaremos con él y con el Señor, permaneceremos en su camino y con él resucitaremos al llegar a la nueva vida
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agotada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo
Más que comentarios, el salmo de hoy pide ser saboreado. Es un creyente quien habla: uno que está enamorado de Dios y que es feliz a la sombra de sus alas. Por ello he cogido el comentario que sigue, siendo yo incapaz de hacer mejor explicación. Recomiendo lectura y meditación sosegadas tanto del Salmo como del comentario.
Estamos ante una de las descripciones más íntimas y profundas de la relación amorosa entre el orante y Dios. Este Salmo es una de las cumbres de la espiritualidad bíblica.
En él, el orante se reafirma en su opción total por Dios, que es la mejor elección posible, aunque puedan surgir dificultades en el camino.
El salmista en el peligro, ora. Y en la oración hace experiencia casi física de Dios, en la que intervienen todos sus sentidos: busca a Dios desde la aurora y lo encuentra, contempla, ve, gusta...
Los símbolos corporales ayudan a dar realismo: la carne, la garganta, la mano. Todo el ser humano, alma y cuerpo, participan de la experiencia mística del orante.
Se llama a Dios con el nombre de la Alianza y se dice de Él: Tú eres "mi" Dios, manifestando la relación íntima y personal que se ha establecido con Él.
No se dice el Dios de nuestros padres o del pueblo de Israel, sino "mi" Dios. Aquél que me escucha, me acoge y me salva.
"Mi alma está sedienta de ti". La sed física es nada comparada con la sed de Dios. Así me encuentro yo, Señor: siempre sediento de ti, verdadera fuente de aguas vivas. no sólo mi alma; también mi cuerpo, mi persona entera, tiene sed de Dios.
"Tu gracia vale más que la vida" (v. 4). La gracia es la esencia de Dios: su misericordia, su ternura, su fidelidad al perdonar, su alianza. Cuando el Señor revela su nombre a Moisés le dice: "El Señor, el Señor, Dios clemente y misericordioso, paciente, lleno de amor y fiel" Dios no revela su ser al hombre, que no lo puede entender, sino su actuar para con él: su gracia.
La sed de Dios se ha transformado en plena felicidad en el encuentro y, finalmente, en alabanza: "Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote" (v. 5).
"Fuiste mi auxilio y a la sombra de tus alas canto con júbilo" (v. 8). Aunque tengo enemigos que me persiguen Tú eres mi auxilio y mi fortaleza, me cubres a la sombra de tus alas. Es éste un símbolo cargado de fuerza expresiva, y muy usado en la Biblia: las fuertes alas protectoras del águila.
¿Encomendamos nuestra vida diaria al Señor? ¿Le damos gracias al acostarnos por el día que nos ha concedido? ¿Le pedimos su ayuda en nuestros problemas?
Nuestro destino es la vida eterna
San Pablo en uno de los textos más conocidos de su primera carta a los Tesalonicenses establece unas analogías, aproximaciones que se imaginaba, sobre la suerte de los que habían muerto y qué sería de ellos cuando llegara el fin del mundo. Cuando Timoteo llega a Corinto, donde está Pablo, con algunos acompañantes de la comunidad de Tesalónica, le plantean la dificultad que tienen de que algunos de los suyos, que han muerto, puedan quedan "desposeídos" de la gloria y la felicidad de Dios en la llegada de la "parusía". Es decir, si los muertos resucitarán para gozar de esta felicidad. Pablo lo apoya como "palabra de Dios". Esta es la afirmación más decisiva, independientemente del momento de la parusía o de la resurrección de los muertos para gozar de Dios. Es lógico pensar que en el texto esta " trasformación-resurrección" se contempla desde la perspectiva del "final de los tiempos" o de este mundo.
Porque Pablo, al comienzo de su misión apostólica, pensaba que él mismo vería ese momento de la "parusía" o la segunda venida del Señor, que era una actitud e incluso un convencimiento bastante común entre los primeros cristianos, heredada de una corriente de corte apocalíptico del judaísmo. Después evolucionaría en su pensamiento y en su teología, porque el fin del mundo y la venida del Señor no debernos entenderla como una irrupción apocalíptica, sino como un proceso que se va consumando misteriosamente en esta historia; que por una parte va muriendo y por otra se evoluciona hacia un mundo mejor y más hermoso en medio de acontecimientos críticos, de ciclos desconcertantes, para volver a resurgir la esperanza y la luz. Ya Jesús había hablado de que los muertos, para Dios, están vivos, en una discusión que los saduceos le habían planteado sobre el destino de los que han muerto. Jesús, pues, había afrontado la cuestión desde esa clave de la sabiduría que descubre en nosotros lo que nunca muere.
Segunda lectura 1 Ts 4, 13 – 18
Creer es vivir según las señales evangélicas
A los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él
Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él. Esto es lo que os decimos como palabra del Señor: Nosotros, los que vivimos y quedamos para cuando venga el Señor, no aventajaremos a los difuntos. Pues él mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la nube, al encuentro del Señor, en el aire. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.
La carta a los Tesalonicenses es el escrito más antiguo de todo el Nuevo Testamento, y está muy marcada por la creencia de una inmediata segunda venida de Jesús.
La muerte de algunos amigos y cristianos de Tesalónica habría afectado profundamente a los otros fieles. Pablo quiere consolarlos avivando en ellos la fe en cuanto les había enseñado respecto a la resurrección de los muertos.
No deben comportarse igual que los hombres que no tienen esperanza, igual que los paganos. Mientras los filósofos paganos ignoraron la resurrección de la carne, los cristianos creemos que en Jesucristo ha sido vencida la muerte y esperamos resucitar a semejanza de Jesucristo.
De manera que la fe en la resurrección de la carne y en la vida eterna constituye para los cristianos una verdad central y muy querida.
Desde aquí tenemos que leerla, teniendo en cuenta también el diferente concepto griego del tiempo y la mitología, con respecto a los conceptos orientales en los que Jesús proclamó su Reino.
Los recién convertidos tesalonicenses conocen ahora la esperanza de una futura vida nueva, y se preocupan por aquellos que ya murieron y que, por tanto, Cristo, cuando venga, ya no podrá llevarse con Él.
Pablo los tranquiliza, y les da seguridad.
Es curioso ver cómo la descripción de la parusía (segunda venida de Cristo) se hace según la cosmología de la época: el cielo está arriba, y de él baja el Señor después del grito de un arcángel; viene la resurrección de los muertos; y finalmente todos suben al encuentro del Señor, hacia la nube.
¿Estamos preocupados por la suerte de los cristianos difuntos? ¿Por los difuntos en general? ¿Es nuestra fe consciente de que existe un futuro glorioso? ¿Traspasa nuestra esperanza el miedo a la muerte?
La actitud frente a la felicidad eterna
El evangelio, texto exclusivo de Mateo, nos propone la parábola de las vírgenes necias y las prudentes. No siempre hemos logrado penetrar adecuadamente en su sentido, ya que la narración está recargada de significados específicos diversos. Se habla de "diez', quizás porque era el número exigido para la calidez de la plegaria en la sinagoga o fuera de ella. Por lo mismo se apunta, o precisa el autor del evangelio de Mateo, que es una parábola de sesgo comunitario a todos los efectos. Incluso la boda, con toda su significación bíblico-mesiánica, es útil para enmarcar el punto final: la llegada o venida del esposo. Sin esposo no hay boda ni nada lamento de sus amigas, en este caso vírgenes, lo que quiere decir simplemente "no casadas" y que también un día serán desposadas. Entre tanto, acompañan a su amiga a lo más importante de su vida, pero, sin el esposo, nada tiene sentido. Algunos autores han apuntado a las interpretaciones rabínicas del Cantar de los Cantares que ven en el coro de las "hijas de Jerusalén" el grupo de los discípulos que llevan en sus manos la luz de la "Thora" y vigilan la llegada del Mesías. El aceite era en el judaísmo, además, el signo de las buenas obras, así como de la alegría de la acogida (Sal 23,5; 104,15; 133,2) e incluso de la unción mesiánica (Sal 45,8; 89,21).
Jesús, en ella, se vale del marco de una fiesta de bodas para hablar de algo trascendental: la espera y la esperanza, como cuando la novia está ardiendo de amor por la llegada de su amado, de su esposo. Pero los protagonistas no son ni el novio (lo será al final de todo), ni la novia, en este caso, sino las doncellas que acompañaban a la novia para este momento. Eso quiere decir que ellas se gozaban en gran manera con este acontecimiento, como si ellas mismas estuvieran implicadas, tanto como la novia, y sin duda la narración da a entender que debían estarlo; pero para este acontecimiento de amor y de gracia hay que estar preparados, o lo que es lo mismo, deben abrirse a la sabiduría; el júbilo que se respiraba en una boda como la que Jesús describe es lo propio de algo que alcanza su cenit en la venida del esposo.
La iglesia primitiva ha alegorizado, sin duda, la propuesta de Jesús en razón precisamente de la "parusía" que no llegaba, pero que podía llegar en cualquier momento. Este es un problema muy discutido. La frustración en la primera o segunda generación cristiana, sobre la llegada de la "parusía" o el fin del mundo, es decir, la plenitud del Reino de Dios, no se ha resuelto adecuadamente (solamente en Lucas tenemos una enseñanza más acorde con el retraso de la parusía). Por ello, la diez vírgenes son representación de una comunidad, de la comunidad cristiana. ¿Habría aceite en las lámparas para ese momento? En definitiva ¿habría sabiduría) Así es como se enlaza con el sentido de la primera lectura, que como dijimos, marca la pauta de la liturgia de hoy. Sabernos que esta es una parábola de "crisis", no para atemorizar; sino para mantener abierta la esperanza a esa dimensión tan importante de la vida.
Entonces, ¿qué es la parusía? ¿qué significa el fin del mundo) (lo veremos mejor el próximo domingo). Lo importante es estar preparados para la venida del esposo, el personaje que se hace esperar. Se habla de una "presencia" (que eso significa "parusía) ante los que esperan. Por tanto, no es cuestión de entender el tema en términos cósmico-físicos, sino de cómo nos enfrentamos a lo más importante de nuestra vida: la muerte y la eternidad: ¿con sabiduría? ¿con alegría? ¿con aceite, con luz? ¿con esperanza? Este mundo puede ser "casi" eterno, pero nosotros aquí no lo seremos. Estamos llamados a una "presencia de Dios" (parusía) y eso es como unas bodas: debemos anhelar amorosamente ese momento o de lo contrario seremos unos necios y no podremos entender unos desposorios de amor eterno, de felicidad sin límites.
Evangelio Mt 25, 1 -13
La esperanza no ha dejado nunca de guiar, como una antorcha, los progresos de nuestra Fe.
¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: "Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: "¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!" Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: "Dadnos un poco de vuestro aceite, quese nos apagan las lámparas." Pero las sensatas contestaron: "Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis." Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: "Señor, señor, ábrenos." Pero él respondió: "Os lo aseguro: no os conozco." Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora."
En esta parábola puede verse muy bien lo que decíamos del camino en el Señor.
Las vírgenes prudentes han escuchado el mensaje de Jesús y se mantienen en el camino del Señor; las necias, escuchan, encienden sus velas, pero los atractivos de la vida las llevan por otros caminos y, al final, no pueden entrar en el Reino de Dios (el banquete de bodas), con Jesús (el novio).
La luz aparece en muchos pasajes de los evangelios. Debemos ser luz con nuestra palabra y nuestro testimonio, y mantener alta la reserva de aceite. ¿Cómo? Indudablemente mediante la oración y tratando de aplicar la Sabiduría en todas las situaciones de la vida.
¿Comprendemos que el Esposo es el Señor y el tiempo de espera de su llegada es el tiempo que Él nos da, a todos nosotros, con misericordia y paciencia? ¿Qué es un tiempo de vigilancia; tiempo en el que debemos tener encendidas las lámparas de la fe, de la esperanza y de la caridad? ¿Tiempo de tener abierto el corazón al bien, a la belleza y a la verdad? ¿Nos damos cuenta de que lo que se nos pide es que estemos preparados al encuentro, un encuentro bello, el encuentro con Jesús, que significa saber ver los signos de su presencia, tener viva nuestra fe, con la oración, con los Sacramentos? ¿Para no adormecernos, para no olvidarnos de Dios? ¿Qué la vida de los cristianos dormidos es una vida triste, no es una vida feliz? ¿Que el cristiano debe ser feliz, la alegría de Jesús? ¡No nos durmamos! (De la audiencia general del Papa Francisco el 23 de Abril de 2013)
LA ORACIÓN: Te ruego, Señor, que me hagas consciente de que tu gracia vale más que la vida, y que, ante tanta generosidad, mis labios, mi corazón y mi mente sean capaces de bendecirte y alabarte, permaneciendo toda mi vida a la sombra de tus alas cantando con júbilo tu Esperanza.
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“Entonces el reino de los cielos será semejante á...” (v. 1). Jesús describe la preparación para una boda. En ese tiempo y lugar, la vida era dura y los placeres pocos. Las mujeres se quedaban en la casa para cuidar a los hijos y las tareas domésticas. Esperaban con gusto su diaria visita al pozo del pueblo (desde donde debían cargar pesadas vasijas llenas de agua) porque, en el pozo, tenían una oportunidad de reunirse con otras mujeres del pueblo.
Pero, ocasionalmente, el tedio de sus vidas se rompía por los grandes eventos de la vida del pueblo como bodas, nacimientos, ritos de paso a la adultez, e incluso los funerales. De estos, las bodas significaban la más grande celebración. En una boda, la pareja se quedaba en casa donde se convertían en el centro de la vida del pueblo por días. Después de la ceremonia de la boda, había un gran banquete, con danza y juega, que podía durar por varios días. Para la pareja, era “la semana más feliz de sus vidas” (Barclay, 353). También era una semana feliz para sus amigos, ¡era un evento que no se debían perder!
Jesús nos habla de diez parthenois – vírgenes, doncellas – cinco prudentes y cinco insensatas. Estas vírgenes prudentes e insensatas corresponden a los constructores insensatos de los que Jesús habló en 7, 24-27. En esa historia, el hombre prudente construyó sobre la roca, pero el insensato lo hizo sobre la arena. La casa construida sobre la roca soportó bien la tormenta, pero la que fue construida sobre la arena se derrumbó, y su caída fue grande. Jesús dice que el hombre sabio o prudente es el que “oye estas palabras y las hace” (7, 24).
Hay que notar que tanto las vírgenes prudentes e insensatas se durmieron, así que haberse dormido no es la característica que las distingue. Además hay que notar que tanto las vírgenes prudentes como las insensatas son elegibles para la festividad. Esta parábola es una advertencia para los cristianos que no están preparados para el regreso de Cristo, no está dirigida principalmente para los que están fuera de la iglesia.
Las vírgenes prudentes son diferentes de las insensatas solamente en una cosa: tienen la precaución de tomar aceite para rellenar sus lámparas. Las vírgenes prudentes durmieron, pero primero se prepararon completamente para la llegada del esposo. Tenían sus lámparas y aceite, así que estaban listas para recibir al esposo sin importar cuando llegara. Están listas, y estar listos es el punto de esta parábola.
Tiene sentido que debían estar preparadas, porque la llegada del esposo sería la señal para el comienzo de una gran y gozosa festividad, algo que estas mujeres esperaban sería uno de los acontecimientos más grandes de sus jóvenes vidas. “El tema es estar preparado, no para esperar lo peor... sino para lo mejor” (Buttrick, 556). La verdadera sorpresa es que cinco de ellas no han hecho la preparación esencial para esta importante ocasión. En nuestras vidas cotidianas vemos gente que no está preparada: gente buscando empleo que va a una entrevista usando su gorra al revés, estudiantes que se presentan al examen sin haber estudiado, parejas que “se casan por la fiebre”. Sacudimos la cabeza y nos preguntamos por su falta de preparación, pero luego recordamos nuestros propios momentos de insensatez.
El esposo se retrasa (v. 5). Este es el punto clave de la historia. Tanto las vírgenes sabias como las insensatas están preparadas para la llegada del esposo, pero solamente las vírgenes sabias están preparadas para el retraso del esposo. Como ya lo dijimos arriba, Mateo, que está escribiendo este Evangelio medio siglo después de la resurrección, está luchando con el asunto del retraso del regreso de Cristo. En esta serie de parábolas él alienta a la iglesia a mantenerse en vela, incluso si están cansados de mantenerse en un estado de “alerta continua”.
Esta parábola incluye un buen número de elementos alegóricos (la gente, cosas y sucesos que tienen un significado simbólico o escondido). Los estudiosos generalmente reconocen que:
• las vírgenes son la iglesia que está esperando por el regreso de Cristo.
• el esposo es Cristo.
• la fiesta de bodas es la gran gozosa ocasión en que Cristo viene por su iglesia; el banquete de las bodas del Cordero (Apocalipsis 19:9).
• el retraso del esposo corresponde al retraso del regreso de Cristo.
• la llegada del esposo a la media noche es el regreso de Cristo mismo.
• cerrar la puerta es el juicio final.
Sin embargo, los eruditos no están de acuerdo en cuanto al significado del aceite, y eso merece nuestra atención. Si el núcleo de esta historia es que debemos estar preparados con aceite para el regreso de Cristo, entonces ¿qué es el aceite? Lutero decía que es la fe. Otros lo han identificado con la piedad, las buenas obras, una relación personal con el Señor, o un sinnúmero de otras posibilidades. Tal vez la mejor aproximación para captar el significado del aceite es examinar el contexto: tanto el más cercano en esta serie de cuatro parábolas, como el contexto más amplio del evangelio de Mateo:
• en la parábola del siervo infiel y del fiel (24, 5-51), el siervo fiel es al que se le encuentra trabajando cuando el señor regresa. Estar preparado – tener aceite – significa trabajar fielmente para el Señor.
• en la parábola de los talentos (25, 114-30), el siervo fiel usa sabiamente los recursos que se confían a su cuidado. Estar preparado – tener aceite – significa practicar una buena mayordomía, buenas prácticas ecológicas, cuidadosa administración de nuestro tiempo y dinero, generosidad para quien está en necesidad, proclamación de la Palabra, y las posibilidades pueden seguir y seguir.
• en el Juicio de las Naciones (25, 31-46), el Hijo del Hombre recompensa a quienes han alimentado a los hambrientos, han dado de beber a los sedientos, han recibido a los extranjeros, han vestido a los desnudos, han cuidado a los enfermos, y han visitado a los prisioneros –que corresponde muy bien con lo que Jesús ha identificado en este Evangelio como el más grande mandamiento: amar a Dios y al prójimo (22, 37-40). Estar preparados – tener aceite – significa generosidad para quienes tienen necesidad. (Blog Mi sermón)
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¿Nos damos cuenta de que la Sabiduría es lo que hace en nosotros el Espíritu para que veamos cada cosa con los ojos de Dios?
Es ver el mundo, ver las situaciones, las coyunturas, los problemas con los ojos de Dios. Esta es la sabiduría. Algunas veces nosotros vemos la cosa según nuestro gusto o según la situación de nuestro corazón, con amor o con odio, con envidia. Y no, este no es el ojo de Dios. La sabiduría es lo que hace el Espíritu Santo en nosotros para que nosotros veamos todas las cosas con los ojos de Dios. Es éste el don de la sabiduría.
¿O lo que hizo a Salomón pedir “un corazón dócil que sepa distinguir el bien del mal”?
Para Salomón era más importante hacer el bien, agradar a Dios y cumplir su voluntad que las riquezas. Es por esto que Dios se agradó de Salomón: Tenía un corazón dispuesto a hacer el bien, por encima de cualquier riqueza o fama.
– Se puede concluir que Salomón tenía una debilidad por las mujeres, una pasión ó deseo carnal que fue más grande que su sabiduría y obediencia a los mandamientos de Dios de no permitir muchas mujeres extranjeras en su casa. Dios le había concedido sabiduría y discernimiento pero tal vez su pasión y debilidad por las mujeres eran tan grandes que aunque Salomón tenía sabiduría antepuso el satisfacer su pasión y deseo carnal.
¿Nos atrevemos a pensar en “la posibilidad” de una sabiduría fundada en un «espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil»?
Esta sabiduría no es una persona que sabe todo, sino que sabe cómo actúa Dios, cuando una cosa es de Dios y cuando no es de Dios. Es una experiencia sobrenatural que hace sentirse siempre con el Señor, entre sus manos, y compartir su alegría, su paz y su irrefrenable pasión por cada hombre.
¿Nos damos cuenta de que el cristiano está llamado a «caminar en la vida con este espíritu: el espíritu de Dios que nos ayuda a juzgar, a tomar decisiones según el corazón de Dios. Y este espíritu nos da paz, siempre. Es el espíritu de paz, el espíritu de amor, el espíritu de fraternidad»? (Papa Francisco, 22/11/2013)
Nosotros tenemos dentro, en nuestro corazón, al Espíritu Santo; podemos escucharlo o, podemos no escucharlo. Si escuchamos al Espíritu Santo, Él nos enseña este camino de la sabiduría, nos regala la sabiduría que es ver con los ojos de Dios, sentir con los oídos de Dios, amar con el corazón de Dios, juzgar las cosas con el juicio de Dios. Esta es la sabiduría que nos regala el Espíritu Santo, y todos nosotros podemos tenerla. Sólo pídanla al Espíritu Santo. Pero, piensen en una madre, en su casa, con los niños, que cuando uno hace una cosa, el otro piensa otra, y la pobre madre va de un lado a otro, con los problemas de los niños. Y, cuando las madres se cansan y gritan a sus hijos ¿esto es sabiduría? ¿Regañar a los niños -les pregunto - es sabiduría? Qué dicen ustedes: ¿es sabiduría, o no? ¡No! En cambio, cuando la madre toma al niño y lo regaña dulcemente y le dice: "Pero, esto no se hace, por eso... ", y se lo explica con tanta paciencia, ¿esto es sabiduría de Dios? ¡Sí! Eso es lo que nos da el Espíritu Santo en la vida, ¿eh? Luego, en el matrimonio, por ejemplo, eh, los dos cónyuges -el marido y la mujer- se pelean y luego no se miran o, si se miran, se miran con la mala cara: ¿esto es la sabiduría de Dios? ¡No! En cambio, si se dice: "Va, ya pasó la tormenta, hagamos las paces", y recomienzan a ir adelante en paz: ¿esto es sabiduría? [La plaza: dice sí] Es éste: es el don de la sabiduría. Que venga a casa, para estar con los niños, con todos nosotros! Y eso no se aprende: esto es un don del Espíritu Santo. Para ello, tenemos que pedirle al Señor que nos dé el Espíritu Santo y que nos dé el don de la sabiduría, de aquella sabiduría de Dios que nos enseña a mirar con los ojos de Dios, a sentir con el corazón de Dios, a hablar con las palabras de Dios. Y así, con esta sabiduría, vamos adelante, construimos la familia, construimos la Iglesia y todos nos santificamos. Pidamos hoy la gracia de la sabiduría. Y pidámosla a la Virgen, que es la sede de la sabiduría, de este don: que Ella nos dé esta gracia. Gracias.
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¿Encomendamos nuestra vida diaria al Señor? ¿Le damos gracias al acostarnos por el día que nos ha concedido? ¿Le pedimos su ayuda en nuestros problemas? ¿Sabemos alabarle por su inmensa gloria que proyecta sobre nosotros? ¿Comprendemos que la gracia del Señor es su misericordia, su ternura, su fidelidad al perdonar?
¿Encomendamos nuestra vida diaria al Señor?
"Pensemos cómo es nuestro corazón: ¿Siento esta lucha en mi corazón? ¿Entre la comodidad o el servicio a los demás, entre divertirme un poco o hacer oración y adorar al Padre, entre una cosa y la otra? ¿Siento la lucha, las ganas de hacer el bien? ¿Creo que mi vida conmueve el corazón de Jesús? Si yo no creo esto, debo rezar mucho para creerlo, para que me sea dada esta gracia. Que cada uno de nosotros busque en su corazón cómo va la situación allí. Y pidamos al Señor ser cristianos capaces de discernir lo que sucede en el propio corazón y capaces de elegir bien el camino sobre el que el Padre nos atrae a Jesús?