Salmo 023

 

 1 El Señor es mi pastor, nada me falta:

2 en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
3 Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
4 Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
5 Preparas una mesa ante mi,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
6 Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.

MEDITACIÓN

Texto: Introducción.- Este salmo es un texto hermoso y poético, que nos habla de la ternura de Dios y de los sentimientos que experimenta quien se encuentra con Él: alegría, paz, seguridad, confianza, plenitud de vida.
El Salmo desarrolla dos imágenes distintas: en la primera parte, la del pastor que cuida de sus ovejas (versículos 1-4) y en la segunda, la del señor de la casa que acoge a un huésped (versículos 5-6).
Sin embargo, nos solemos fijar principalmente en la primera y, normalmente, es conocido como el Salmo del Buen Pastor. La primera parte está escrita en tercera persona del singular (el Señor es mi Pastor, me hace reposar, me conduce, repara, me guía, hace honor), mientras que la segunda está escrita en segunda persona del singular (tú me preparas, perfumas, tu amor y tu bondad me acompañan). El último versículo está en primera persona del singular (yo habitaré).
El versículo central (Tú estás conmigo) es el punto de unión entre las dos partes, ya que pertenece al primer bloque, pero está en segunda persona, como el segundo.
Los símbolos que desarrolla son universales: el camino, el agua, la oscuridad de la noche, el banquete, los perfumes... y pueden interpelar por igual a los hombres de antiguas culturas rurales como a los de las modernas civilizaciones urbanas.

1 El Señor es mi pastor, nada me falta:
El título de «pastor» para nombrar a los reyes y guías del pueblo es habitual en el Oriente antiguo, así como en Grecia y en otros pueblos. La Biblia lo utiliza varias veces para hablar de Dios, tanto en los libros históricos como en los proféticos, en los poéticos y en los sapienciales.
Dios mismo, en el capítulo 34 del profeta Ezequiel, se compara a sí mismo con un Pastor que quiere cuidar, proteger y alimentar a sus fieles. Como los jefes del Pueblo han sido malos pastores, porque han utilizado a las ovejas en su propio provecho, Dios se ocupará personalmente de cada una, cubriendo todas sus necesidades.
Son imágenes tiernas, que nos hablan de un amor personal de Dios por su rebaño, que no nos trata a todos por igual, sino que sale a nuestro encuentro, respondiendo a las necesidades y esperanzas concretas de cada uno.
En la antigüedad, los israelitas eran pastores semi nómadas con un número pequeño de animales: camellos, burros, gallinas y ovejas. No vivían en casas, sino en tiendas realizadas con pieles de animales. Hombres y animales dormían bajo el mismo techo. Hoy los beduinos siguen haciendo lo mismo. No es extraño que conocieran a cada una de sus ovejas, incluso por su nombre. También las ovejas reconocían la voz y el olor de su pastor.
El salmo quiere evocar esa atmósfera de afecto, esa experiencia de confianza, de tranquilidad, porque se sabe que hay alguien que se interesa por ti, que se preocupa por tu vida.
Tanto en Israel como en todo el Medio Oriente no abundan ni el agua ni los pastos. Pasar hambre y sed es una experiencia ordinaria cuando se atraviesan los amplios espacios desérticos.
Quien ve los rebaños de los beduinos se extraña de lo extremadamente flacos que están los animales. En este contexto se comprende lo grande que es poder hablar de abundancia, afirmar que no se carece de nada. Ciertamente, como escribió Santa Teresa de Jesús, «Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta».
Te alabamos y te bendecimos, Señor, porque contigo al frente de nuestro caminar, la experiencia de fe nos llevará lejos
¿Hay gente sin pastor? ¿Tenemos pastores adecuados? ¿Nos sentimos nosotros pastores? ¿Creemos que teníamos que ser más pastores? ¿Atendemos a gente que lo necesita? ¿Tratamos de que tengan siempre el mínimo necesario, al menos? ¿Conocemos gente que necesita de nosotros?

2 en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
Conseguir hierba en el desierto es ya suficiente para sobrevivir, pero si, además, la hierba es fresca, el hallazgo se convierte en una fiesta.
Después de un camino árido y polvoriento, la sola vista de un prado invita al descanso. Las ovejas pueden reposar después de haber comido, en las horas en que el excesivo calor no permite desplazarse: «Dime dónde apacientas el rebaño, dónde lo llevas sestear al mediodía» (Cantar de los Cantares 1, 7).
El agua no sólo quita la sed, también limpia del polvo del camino y refresca. El mismo sonido de la fuente relaja y hace olvidar las fatigas. Pero las fuentes son los lugares más peligrosos para los rebaños. Tanto los lobos como los salteadores saben que allí terminan acudiendo a beber y se esconden «Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío. Mi alma tiene sed de Dios...» (Salmo 42, 2-3). «Os rociaré con agua pura y os purificaré de todas vuestras impurezas. Os daré un corazón nuevo y os infundiré mi Espíritu...» (Ezequiel 36, 25ss).
Después del cansancio del camino, el alimento, la bebida y el descanso nos hacen tomar fuerzas para poder seguir caminando. Literalmente dice: «repara mi aliento», mi alma, entendido como mi vigor y mi vida también. En algunas ocasiones nos sentimos agotados y nos parece que ya no podemos más. Es el momento de escuchar las palabras del Salmo 27: «El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es mi fuerza y mi energía, ¿quién me hará temblar? Aunque los malvados se levanten contra mí... Él me recogerá en su tienda... Aunque mi padre y mi madre me abandonen, Él me acogerá».
¿Sabemos consolar y compadecer a gente que lo necesita? ¿Tratamos de “elevar la moral” de las personas que sabemos en “horas bajas”?

3 Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
La experiencia de caminar acompaña a todo hombre. Nos desplazamos de un sitio a otro y toda nuestra vida es un camino. A veces equivocamos la senda, porque, como nos recuerda Antonio Machado: «Caminante, no hay camino, se hace camino al andar».
El pastor adapta su paso a la necesidad de las ovejas, va en busca de un lugar bueno para ellas. Para los hombres, decir esto es confesar que el Señor nos guía por el camino justo, el único bueno, aunque no lo entendamos inmediatamente.
Él nos lleva al mejor lugar, que nosotros solos no podríamos encontrar: las fuentes tranquilas, el agua que produce paz y calma la sed más profunda del que la bebe.
El pastor que cumple bien su trabajo, que cuida de su rebaño, lo alimenta, lo protege y lo guía por los caminos acertados, hace honor a su nombre. «El asalariado, que no es verdadero pastor ni propietario de las ovejas, cuando ve venir al lobo, las abandona y huye; y el lobo hace presa de ellas. Se porta así porque trabaja únicamente por la paga y no le importan las ovejas. Yo soy el Buen Pastor que conozco a mis ovejas y cada una de ellas es importante para mí» (Juan 10, 12ss).
Y nuestro sendero, ¿es el adecuado? ¿Respetamos el nombre de Dios? ¿Tratamos de actuar en la familia como buenos pastores? ¿Sabemos alabar y bendecir al Señor, porque con Él al frente de nuestro caminar, la experiencia de fe nos llevará lejos?

4 Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
Palestina es una tierra cálida. Los viajes con el ganado se hacen temprano, antes de que caliente el sol, o al atardecer, cuando se oculta. Las ovejas no tienen miedo de extraviarse en la oscuridad, porque se siguen unas a otras y, a lo largo del camino, oyen el sonido de la vara del pastor que camina con ellas.
El cayado, arma con la que defender a las ovejas de las alimañas, es al mismo tiempo el signo tierno de la presencia del pastor junto al rebaño, que toca con su punta los lomos de la que se desvía para reconducirla al redil y, con el ruido que hace al apoyarlo en el suelo, guía su caminar.
Con el sonido del bastón de Dios en nuestras vidas, no tenemos miedo ni de la muerte
Gracias por esa vara y ese cayado que nos guían nos llevan a coger de la mano a nuestros congéneres que menos te conocen, que no saben de tu gran bondad y misericordia.
Vemos tu cayado y sabemos hacia dónde dirigir nuestros pasos, aunque la oscuridad de la desgracia se abata sobre nosotros; sabemos que tu vara irá separando nuestra tristeza y convirtiéndola en alegría sin fin
La verdadera razón de que yo me sienta seguro, de que no tenga miedo, de que me atreva a pasar el valle de la oscuridad y de la muerte es que «Tú vas conmigo». Los prados frescos, el agua abundante, la protección frente a los enemigos... todo es bueno, pero saber que Tú caminas a mi lado es lo más importante
¿Tenemos verdadera confianza en el Señor? ¿Nos acogemos a su amor? ¿Nos encomendamos a Él en nuestros disgustos?

5 Preparas una mesa ante mi,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
La imagen de la segunda parte nos sitúa en el desierto de Judá. Tenemos que imaginar a una persona que huye de sus enemigos a través del desierto. Los opresores están a punto de darle alcance cuando, de repente, se encuentra delante de la tienda de un jefe de los habitantes del desierto.
La persona que huye es recibida con alegría y fiesta, convirtiéndose en huésped del jefe. En el país de Jesús la hospitalidad era algo sagrado. El que se refugiaba en la casa o en la tienda de otra persona, estaba a salvo de cualquier peligro. Pasado un tiempo, el huésped tendrá que proseguir su viaje.
Y en nuestras horas de cansancio, de inclinación al desánimo, en Ti, Señor, encontramos la fuerza reparadora que nos invita, nos anima e impulsa a seguir adelante.
Gracias, Señor, por esa mesa que nos preparas, gracias por llevarnos hacia ella como a pecadores que somos pero llenos de tu perdón; Sentimos en nosotros la experiencia de tus bondades como divino pastor, y sabemos que nunca nos faltarán cosas buena, que Tú no nos abandonará en el camino de la misericordia, y te pedimos que nosotros no te abandonemos jamás en el camino de nuestra misión de evangelización.
¿Participamos en la Eucaristía con fe, con la experiencia de fe de estar participando en esa mesa preparada por el Señor? ¿Participamos con la esperanza de que el Señor nos ayudará a librarnos de nuestras angustias? ¿Confiamos en que el Señor es nuestro alimento constante, nuestro descanso en las angustias de nuestra vida?

6 Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.
El jefe, entonces, le ofrece dos guardaespaldas, que, simbólicamente, reciben los nombres de «bondad y misericordia», que lo acompañarán todos los días de su vida.
Ésta es la imagen más extraña para los occidentales. Es como si el beduino que nos ha acogido en su tienda y nos ha defendido de nuestros enemigos, nos pusiera ahora dos guardaespaldas que nos acompañen de regreso a mi casa. Aquí, los dos acompañantes son una personificación de la Misericordia y la Bondad de Dios.
Gracias, Señor, por esa vida que nos presentas, que es, indudablemente, el Reino de Dios que tu Hijo nos proclama
Y tenemos que dar gracias por tu generosidad, por tu disposición constante a alimentarnos con tu cuerpo y tu sangre, en esa permanente y eterna alianza que tu Hijo firmó con su sacrificio, tan costoso para Ti
¿Somos conscientes de la bondad y la misericordia con las que el Señor nos trata?
¿Creemos firmemente en nuestra resurrección?

Versión en prosa del Carmelita Descalzo P. Eduardo Sanz de Miguel
«En medio del desierto hay un oasis con una gran fuente de agua. Fuera, la arena abrasa, pero a la sombra de las palmeras crece la hierba. Las ovejas comen alimento tierno, beben agua en abundancia y sestean al fresco. Más tarde se ponen en camino por las sendas que el pastor conoce bien, porque las ha recorrido muchas veces. Así, hace honor a su nombre de pastor. Tienen que atravesar un desfiladero entre las montañas y se hace de noche. Las ovejas avanzan seguras, porque pueden escuchar el sonido del bastón del pastor, que golpea rítmicamente el suelo al andar. Si una de ellas se desvía, el pastor acude solícito en su búsqueda, y con unos toques del cayado sobre los lomos, la devuelve al camino justo. Si acuden lobos u otras alimañas para atacar el ganado, el pastor defiende su rebaño a bastonazos.
Por el mismo desierto, una persona intenta huir de sus enemigos, sin ninguna posibilidad de sobrevivir. De repente, divisa a lo lejos el campamento de unos beduinos. Lo alcanza y, poco tiempo después, llegan también sus perseguidores. No pueden hacerle nada, porque la ley de la hospitalidad considera sagradas a las personas acogidas bajo una tienda. El jefe del campamento, no sólo le acoge en la suya, sino que, además, le ofrece agua abundante para calmar su sed, le prepara un banquete para que tome fuerzas y le unge con aceites perfumados para sanar las quemaduras del sol y refrescarle. Estas imágenes sirven para hablar de nuestra relación con Dios: Nos guía, nos protege, nos alimenta... Si ya en esta vida podemos hacer unas experiencias tan fuertes del amor de Dios, el orante confía en que su salvación no tendrá fin, y podrá habitar en la Casa de Dios por toda la eternidad»