2 El pecado inspira al malvado
en lo profundo de su corazón;
no tiene temor de Dios
ni siquiera en su presencia.
3 Pues Dios lo destruirá con su mirada,
al descubrir su abominable delito.
4 Las palabras de su boca son maldad y traición,
es incapaz de ser sensato y de obrar bien.
5 Acostado planea el crimen,
se obstina en el camino,
no rechaza la maldad.
6 Señor, tu misericordia viene del cielo,
tu fidelidad llega hasta las nubes;
7 tu justicia es como las altas cordilleras,
tus juicios son un océano inmenso;
tú socorres a hombres y animales.
8 ¡Qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!
Los humanos se refugian
a la sombra de tus alas,
9 se sacian con la abundancia de tu casa,
les das a beber en el río de tus delicias;
10 porque en ti está la fuente de la vida
y con tu luz vemos la luz.
11 Prolonga tu misericordia
sobre los que te reconocen
y tu justicia sobre los rectos de corazón.
12 Que no me pisotee el pie del soberbio,
que no me destierre la mano del malvado.
13 Vean cómo caen los malhechores,
derribados, ya no pueden levantarse
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Introducción: Salmo mixto, compuesto por una reflexión sapiencial sobre el mal o los malvados, un himno al amor de Dios y una súplica escuchada.
El pecado se ha hecho carne, y habita entre nosotros. El malvado, por ello, rezuma maldad por todos los poros de su ser. ¡Qué distinto es Dios! Todo Él es misericordia, fidelidad, justicia, lealtad.

2 El pecado inspira al malvado
en lo profundo de su corazón;
no tiene temor de Dios
ni siquiera en su presencia.
3 Pues Dios lo destruirá con su mirada,
al descubrir su abominable delito.
4 Las palabras de su boca son maldad y traición,
es incapaz de ser sensato y de obrar bien.
5 Acostado planea el crimen,
se obstina en el camino,
no rechaza la maldad.
El Salmo nos muestra una imagen del corazón humano, que es malvado. Quizás creamos que no es así, pero cada ser humano tiene un corazón en el que está presente la maldad. Jer 17,9 nos dice: Engañoso es el corazón, más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?
La frase; “No tiene temor de Dios ni siquiera en su presencia fue citada por el apóstol Pablo en Rm 3,18. Esta es la revelación de los malvados. La vieja y mala naturaleza tiene dominada a la humanidad.
A aquellos que dicen: "déjate guiar por la conciencia", les queremos decir que la conciencia de ellos no puede ser su guía, El Espíritu Santo es su guía. Su conciencia puede ser como un barómetro que le puede indicar si lo que han hecho está bien o mal. Su conciencia es aquello que le causará remordimientos si hemos hecho algo malo.
Sabemos que hay personas a quienes la maldad se les escapa por la boca. Esa forma de hablar les lleva a blasfemar, a tomar el nombre de Dios en vano, y a mentir con toda naturalidad
Aun acostados en su cama traman el mal que hará al día siguiente. Realmente, tenemos aquí un cuadro de gran crudeza, que nos presenta al mal como una fuerza que no puede permanecer inmóvil.
¿“Combatimos” el mal presente en el mundo con nuestra acción cristiana, ejemplo humilde y presencia del perdón?

6 Señor, tu misericordia viene del cielo,
tu fidelidad llega hasta las nubes;
7 tu justicia es como las altas cordilleras,
tus juicios son un océano inmenso;
tú socorres a hombres y animales.
8 ¡Qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!
Los humanos se refugian
a la sombra de tus alas,
9 se sacian con la abundancia de tu casa,
les das a beber en el río de tus delicias;
10 porque en ti está la fuente de la vida
y con tu luz vemos la luz.
11 Prolonga tu misericordia
sobre los que te reconocen
y tu justicia sobre los rectos de corazón.
Es salmo quiere hacernos conscientes de las maravillas que adornan a nuestro Dios, de las cuales Él quiere hacernos partícipes, y, al mismo tiempo desea que nosotros seamos capaces de proclamarlas y difundirlas en el resto del mundo.
La Sagrada Escritura nos presenta a Dios como misericordia infinita, pero también como justicia perfecta. ¿Cómo conciliar las dos cosas? ¿Cómo se articula la realidad de la misericordia con las exigencias de la justicia? Podría parecer que sean dos realidades que se contradicen; en realidad no es así, porque es justamente la misericordia de Dios que lleva a cumplimiento la verdadera justicia. Es propia la misericordia de Dios que lleva a cumplimiento la verdadera justicia. ¿Pero, de qué justicia se trata?
Si pensamos en la administración legal de la justicia, vemos que quien se considera víctima de una injusticia se dirige al juez en un tribunal y pide que se haga justicia. Se trata de una justicia retributiva, que aplica una pena al culpable, según el principio que a cada uno debe ser dado lo que le corresponde. Como recita el libro de los Proverbios: «Así como la justicia conduce a la vida, el que va detrás del mal camina hacia la muerte» (11,19).
También Jesús lo dice en la parábola de la viuda que iba repetidas veces al juez y le pedía: «Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario» (Lc 18,3).
Pero este camino no lleva todavía a la verdadera justicia porque en realidad no vence el mal, sino simplemente lo circunscribe. En cambio, es solo respondiendo a esto con el bien que el mal puede ser verdaderamente vencido.
Entonces hay aquí otro modo de hacer justicia que la Biblia nos presenta como camino maestro a seguir. Se trata de un procedimiento que evita recurrir a un tribunal y prevé que la víctima se dirija directamente al culpable para invitarlo a la conversión, ayudándolo a entender que está haciendo el mal, apelándose a su conciencia.
En este modo, finalmente arrepentido y reconociendo su propio error, él puede abrirse al perdón que la parte agraviada le está ofreciendo. Y esto es bello: la persuasión; esto está mal, esto es así... El corazón se abre al perdón que le es ofrecido. Es este el modo de resolver los contrastes al interno de las familias, en las relaciones entre esposos o entre padres e hijos, donde el ofendido ama al culpable y desea salvar la relación que lo une al otro. No corten esta relación, este vínculo.
Cierto, este es un camino difícil. Requiere que quien ha sufrido el mal esté listo a perdonar y desear la salvación y el bien de quien lo ha ofendido. Pero solo así la justicia puede triunfar, porque, si el culpable reconoce el mal hecho y deja de hacerlo, es ahí que el mal no existe más, y aquel que era injusto se hace justo, porque es perdonado y ayudado a encontrar la camino del bien. Y aquí está justamente el perdón, la misericordia.
¿Sabemos confiar en la misericordia y fidelidad del Señor? ¿Sabemos transmitirlas a los que nos rodean? ¿Comprendemos que la justicia del Padre es “muy especial”?

12 Que no me pisotee el pie del soberbio,
que no me destierre la mano del malvado.
13 Vean cómo caen los malhechores,
derribados, ya no pueden levantarse
La súplica será tanto mejor cuanto más sepa promover la bondad y el perdón para aquellos que nos tratan adecuadamente al prójimo
¡Qué distinto es Dios! Todo Él es misericordia, fidelidad, justicia, lealtad. Quien necesite ayuda para enfrentarse con el misterio del pecado hará bien en orar con este
salmo.
El Amor vencerá al odio, permanece inactivo, sino que custodia y cuida a los honrados.
Este salmo ha entrado en el Evangelio por la puerta grande de las Bienaventuranzas (Mt 5,4). Es adecuado para todo aquel que vive fuera y lejos de la tierra, a la vez que se convierte en clamor y en denuncia contra los que despojan a otros de ella.
¿Sabemos ser humildes en el perdón? ¿Sabemos perdonar... y olvidar una ofensa? ¿Recurrimos al Señor ante el peligro de ofensas o ataques de otras personas?