Salmo 070

 
Introducción. - Este es un breve Salmo que contiene un clamor urgente por liberación. Se le llama un Salmo para el recuerdo Muchos de nosotros caemos en esta categoría de afligidos y necesitados y EL quiere que sepamos que es nuestro auxiliador. Él está de parte de aquellos que se encuentran en esta condición.

1 Del maestro de coro. De David. En memoria.
2 ¡Líbrame, Dios mío!
¡Señor, ven pronto a socorrerme!
3 Que se avergüencen y sean humillados
los que quieren acabar con mi vida.
Que retrocedan confundidos
los que desean mi ruina;
4 que vuelvan la espalda avergonzados
los que se ríen de mí.
Cuando otros nos desilusionan y amenazan, nos sentimos vacíos, como si nos hubieran robado una parte vital nuestra. Cuando otros traicionan la confianza que depositamos en ellos, quebrantan nuestros espíritus. En esos momentos secos, vacíos, debemos unirnos al salmista y suplicar a Dios que se apresure a ayudarnos. Únicamente Él puede llenar nuestras vidas con su gozo. Junto con el salmista deberíamos clamar: “Apresúrate a mí, oh Dios”.
Aun en este momento de pánico, no se olvida la alabanza. La alabanza es importante porque nos ayuda a recordar quién es Dios. A menudo nuestras oraciones están llenas de peticiones para nosotros y otros, y nos olvidamos de agradecer a Dios todo lo que ha hecho y adorarlo por lo que Él es. No tome a Dios a la ligera ni lo trate como una máquina expendedora de productos. Aun en medio de su temor, David alabó a Dios.
El salmista se siente angustiado y pide a Dios le preste ayuda para confundir a los que se alegran de su mal y para que se alegren los justos que le buscan, pues con su liberación verán cumplidas las promesas de protección a los que son fieles a Dios. Es el tema general de los salmos deprecatorios.
Sé que existe la virtud de esperar, Señor, pero también sé que hay ratos en la vida en los que la espera no es posible y la urgencia del deseo se impone a toda paciencia y pide a gritos tu ayuda y tu presencia. Mi capacidad de aguante es limitada, Señor, muy limitada. Respeto, desde luego, tus horarios secretos, y adoro tu divina voluntad; pero ardo en impaciencia, Señor, y es inútil que trate de ocultar la vehemencia del deseo con el velo de la conformidad. Sé que estás aquí, que puedes hacerlo, que has de actuar... y no puedo soportar el retraso de tu intervención cuando profeso creer en la prontitud de tu amor.

5 Que se alegren y se regocijen en ti
todos los que te buscan;
y digan siempre los que desean tu victoria:
“¡Qué grande es nuestro Dios!”.
6 Yo soy pobre y miserable:
ven pronto, Dios mío;
tú eres mi ayuda y mi libertador,
¡no tardes, Señor!
¿Y qué pasará cuando ya se aparten y se avergüencen los que buscan mi vida, o maquinan males contra mí; o con perversa y simulada benevolencia quieran halagarme para herir? Cuando ellos se hayan alejado y confundido, ¿qué sucederá? Alégrense y gocen contigo: no en mí, no en éste o en el otro, sino en aquél, por el que se hicieron luz los que fueron tinieblas. Alégrense y gocen contigo todos los que te buscan. Una cosa es buscar a Dios, y otra es buscar al hombre. Que se alegren los que te buscan. No se alegrarán, pues, los que se buscan a sí mismos, aquellos que buscaste antes de que te buscaran a ti. Aquella oveja no buscaba todavía al pastor. Se había apartado del rebaño, y el pastor bajó en su búsqueda. La encontró y la llevó sobre sus hombros. ¿A ti, oveja, te va a despreciar, buscándose a sí mismo, el que, despreciándose primero a sí, te buscó, no buscándose a sí mismo? Luego comienza por buscar tú a aquél que primeramente te buscó a ti y te cargó sobre sus hombros. Haz lo que dice: Mis ovejas escuchan mi voz y me siguen. Si buscas, pues, a aquel que primero te buscó a ti, y te has hecho oveja suya, y escuchas la voz de tu pastor y lo sigues, presta atención a lo que te da a conocer de sí mismo y de su propio cuerpo, no vayas a equivocarte ni sobre él, ni sobre la Iglesia; no sea que alguien te diga: ése es Cristo, pero en realidad no lo es; o te diga que es la Iglesia lo que no lo es.
Muchos dijeron que Cristo no asumió la carne*, y por tanto que no resucitó en su cuerpo. Desecha estas voces. Oye la voz del mismo pastor que se vistió de carne, para buscar la carne perdida. Resucitó y dijo: Palpad y ved que un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo33. Se te ha manifestado; sigue su voz. Te manifestó también a la Iglesia; que no venga alguien y te engañe llamando Iglesia lo que no lo es; dice él: Era necesario que Cristo padeciese y resucitase de entre los muertos al tercer día, y que se predicara en su nombre la conversión y el perdón de los pecados por todas las naciones, empezando desde Jerusalén.
Así es: Que sea engrandecido el Señor. ¿Y tú? ¿No lo serás jamás, ni en ninguna parte? Si algo soy, es en él; en mí no soy nada; y si lo soy en él, que la alabanza sea para él, no para mí. ¿Y tú qué? Pero yo soy un pobre y desvalido. Él es rico, no le falta nada, no necesita de nadie. Él es mi luz, de esa fuente yo me ilumino, y por eso levanto mi voz con el salmo: Tú iluminas mi lámpara, Señor; Dios mío, tú alumbras mis tinieblas. El Señor libera a los encarcelados; el Señor endereza a los encorvados; el Señor hace sabios a los ciegos; el Señor protege a sus fieles. ¿Y tú qué? Yo soy un pobre y desvalido. Yo, como un huérfano; mí alma es como una viuda desconsolada y desamparada: busco auxilio, siempre confieso mi debilidad. Yo soy un pobre y desvalido.
Tú eres mi ayuda y mi libertador; ¡Señor, no tardes! Tú eres ayuda y libertador: Necesito auxilio, ayúdame; estoy prisionero, líbrame. Porque nadie fuera de ti me libará de mis cadenas. Nos rodean las ataduras de distintos afanes; por todas partes nos desgarran los espinos y las cercas; caminamos por una senda estrecha; tal vez nos recostamos sobre el vallado; digamos a Dios: Tú eres mi libertador. El que nos mostró el camino estrecho, ordenó que le siguiéramos. Tened siempre presente, hermanos este precepto: Por mucho que vivamos aquí, por mucho que hayamos adelantado, nadie diga: Me basta; ya soy justo. Quien esto diga, se ha parado en el camino; no acertará a llegar. Desde el momento en que diga: Basta; se ha detenido.