25/01/2023 Compartir el Evangelio escuchado, forma parte del ser cristiano.

 

¡BUENOS DÍAS NOS DÉ DIOS! 25 ENERO 2023
HOY CELEBRAMOS LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO que ya sabemos la decisiva influencia que tuvo en la proclamación del Reino de Dios entre los paganos, con todas las comunidades que fue fundando en sus numerosos viajes misioneros, reflejadas en las Cartas que aparecen en el Nuevo Testamento, llenas de sabiduría y empapadas en la experiencia de Dios.

Vas a ser testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído
Los Hechos de los Apóstoles relatan tres veces el episodio de la vocación o conversión del apóstol Pablo; tal repetición se explica con seguridad por la trascendencia que para aquella comunidad tuvo este suceso donde queda resaltada con trazo vigoroso la llamada que recibe Pablo, en el momento preciso de su tarea perseguidora de la naciente iglesia. Y no solo conversión a la creencia de los seguidores de Cristo, sino imperiosa llamada a decir de Jesús de Nazaret ante todos los hombres, sin rebajas de fronteras y credos. La experiencia de Dios y la admiración enamorada de Jesucristo será su mejor mensaje a todos los hombres, hasta el punto que su misión no conocerá otro argumento. De perseguidor a padre de pequeñas comunidades, de vociferante gritador de consignas exterminadoras a ser mensajero de la paz y la gracia en Cristo Jesús. Tras la conversión, Pablo inicia un difícil camino que le llevará hasta el culmen de su testimonio: lo dio todo por el evangelio, hasta su salud, hasta su vida. Y es Ananías el que, en los albores de su conversión, le da la mano para juntos invocar el nombre del Señor, ser bautizado y admitido en la comunidad que, no mucho tiempo antes, él perseguía.

Compartir el Evangelio escuchado, forma parte del ser cristiano.

Fiesta de la Conversión de san Pablo, apóstol. Viajando hacia Damasco, en la actual Siria, cuando aún maquinaba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, el mismo Jesús glorioso se le reveló en el camino y lo eligió para que, lleno del Espíritu Santo, anunciase el Evangelio de la salvación a los gentiles
Primera lectura: Hch 9,1-22
Destacamos la necesidad de nuestra conversión, que podría ser no tan “contundente” como la de Pablo, pero sí consciente de la presencia del Espíritu de Dios en nuestro corazón.
Te dirán lo que tienes que hacer.
En aquellos días, Saulo seguía echando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor. Fue a ver al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse presos a Jerusalén a todos los que seguían el nuevo camino, hombres y mujeres. En el viaje, cerca ya de Damasco, de repente, una luz celeste lo envolvió con su resplandor. Cayó a tierra y oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» Preguntó él: « ¿Quién eres, Señor?» Respondió la voz: «Soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate, entra en la ciudad, y allí te dirán lo que tienes que hacer.» Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de estupor, porque oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía. Lo llevaron de la mano hasta Damasco. Allí estuvo tres días ciego, sin comer ni beber. Había en Damasco un discípulo, que se llamaba Ananías. El Señor lo llamó en una visión: «Ananías.» Respondió él: «Aquí estoy, Señor.» El Señor le dijo: «Ve a la calle Mayor, a casa de Judas, y pregunta por un tal Saulo de Tarso. Está orando, y ha visto a un cierto Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la vista.» Ananías contestó: «Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén. Además, trae autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre.» El Señor le dijo: «Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para dar a conocer mi nombre a pueblos y reyes, y a los israelitas. Yo le enseñaré lo que tiene que sufrir por mi nombre.» Salió Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y te llenes de Espíritu Santo.» Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista. Se levantó, y lo bautizaron. Comió, y le volvieron las fuerzas. Se quedó unos días con los discípulos de Damasco, y luego se puso a predicar en las sinagogas, afirmando que Jesús es el Hijo de Dios. Los oyentes quedaban pasmados y comentaban: «¿No es éste el que se ensañaba en Jerusalén contra los que invocan ese nombre? Y, ¿no había venido aquí precisamente para llevárselos detenidos a los sumos sacerdotes?» Pero Pablo se crecía y tenía confundidos a los judíos de Damasco, demostrando que Jesús es el Mesías.
Pablo era un judío con deseos de consagrarse a Dios, que estudió la Ley con los mejores rabinos de la época. El encargo de eliminar de sus comunidades “la nueva y sospechosa doctrina de los cristianos” estaba, en el fondo, tamizado por la enseñanza de algunos rabinos de carácter más abierto, y, en su desarrollo, por la experiencia de presenciar testimonios como el de la muerte de Esteban.
Aun así, la conversión, tal como se relata, es instantánea, con la presencia de Jesús resucitado, y los días de reflexión en la ceguera.
La experiencia del Señor en nuestras vidas es lo que provoca nuestra conversión, una conversión que significa un cambio en la manera de pensar, en la manera de ver el mundo, y en la manera de actuar en él, con una prioridad hacia los más humildes y el acercamiento del Reino de Dios a todos.
Conversión es una palabra que citamos muy a menudo pero que no nos paramos bien a meditar su significado cristiano.
Pablo se lleva “un revolcón”, y ahí está el Señor con su conversión.
La conversión es para el cristiano algo que debemos de practicar a diario; estamos acostumbrados, en las generaciones ya “talluditas” a la conversión de los habitantes de países lejanos por la actividad de los misioneros.
Pero es que actualmente nosotros somos ya país de misión, con cantidad de personas bautizadas pero no evangelizadas, y con muchos cristianos practicantes, cuya actividad cristiana se mide por la asistencia a la Misa dominical.
Todos tenemos que convertirnos para seguir fielmente a Cristo. ¿Y que hacía Cristo en su actividad del Jesús humano? “Pasó haciendo el bien”, decía hace poco el evangelio. Pasó sanando en cuerpo y alma.
Esa es nuestra conversión y ese debe de ser nuestro “grado de cristianismo”.

Esta brevísima pieza poética, el aleluya de todos los pueblos, tiene el aire de una doxología que se repetiría al principio y al fin de las funciones litúrgicas. El salmista, en nombre del pueblo, invita a todas las naciones a asociarse a las alabanzas a Yahvé por haber mostrado su piedad y fidelidad hacia su pueblo. La proyección es netamente mesiánica, pues se da acceso a todas las gentes a participar en el culto al Dios de Israel. El poeta considera las voces de todos los pueblos como un gigantesco orfeón que entona el aleluya en honor del Dios único, especialmente vinculado a los destinos de Israel como centro de la historia.
La piedad y la fidelidad de Yahvé para con su pueblo son una prenda de benevolencia para todas las naciones, ya que Israel constituye como las primicias de todos los pueblos en los planes salvadores del Dios único
Salmo 117
Corto salmo, pero significativo: alabanza “justificada” por la misericordia y fidelidad del Señor.
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos.
Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre.
Alabemos, pues, al Señor, extendamos su Reino en lo que podamos para que todos los pueblos seamos capaces de alabarlo al unísono, llevando a todos ese convencimiento de la firmeza de su misericordia y la constancia de su fidelidad.
Te damos gracias, Señor, y te rogamos que seamos conscientes de esas cualidades (y otras muchas) que presiden tu acción sobre nosotros.
Haznos capaces de transformar nuestra conversión en la atención al prójimo más necesitado.

Una realidad olvidada en la vida cristiana es la exigente llamada que hace Jesús para que el anuncio de la Buena Noticia esté acompañada de signos visibles que refrenden la llegada de un tiempo nuevo. Siempre se creyó que anunciar la Buena Noticia era enseñar o transmitir doctrinas, dogmas, formulas religiosas. Y se olvidó la invitación constante que el mismo Jesús hace en el Evangelio en relación a la manara como él mismo concibe el anuncio de la Buena Nueva. Hoy el evangelista Marcos, superando todos los matices taumatúrgicos o milagreros del relato y llegando a encontrar lo fundamental, aquello que está en conexión con el mandato que hizo Jesús y que le obsesionó de manera poderosa y que aparece nuevamente en la finalización del relato evangélico da la clave del anuncio de la Buena Nueva que está acompañado de signos visibles: Expulsar demonios y sanar enfermos; es decir llevar felicidad, vida, alegría, humanidad, son los signos visibles del anuncio de la Buena Noticia. ¿Lo estamos haciendo?
Evangelio: Mc 16,15-18
La fe es un encuentro con Jesucristo, con Dios, y de allí nace y te lleva al testimonio
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»
1 “La misión de la Iglesia deriva ciertamente del misterio del Dios uno y trino, del misterio de su amor creador. El amor no está presente en Dios de un modo cualquiera: Él mismo, por su naturaleza, es amor. Y el amor de Dios no quiere quedarse en sí mismo, quiere difundirse”. (Benedicto XVI, 25 de septiembre de 2011).
2 Sanar cuerpo y alma, ya lo decíamos antes; y nuestra fe debe de llevarnos a esa actitud para con todos los que nos rodean, porque, con más frecuencia de la que nos parece, la salud física y la espiritual van muy unidas, así que “nuestros milagros” son posibles, siempre en la fe y la esperanza del Señor, y poniendo en todo, el amor que Él nos ha dado y nos profesa.
3 Parece llegado el momento, marcado ya por Jesús, de darnos cuenta que debemos entender la comunidad cristiana como el lugar donde lo primero es acoger el Evangelio de Jesús. Y es que sólo la experiencia directa del Evangelio puede revitalizar la Iglesia.
4 El Evangelio nos enseña a vivir la fe, no por obligación sino por atracción, y nos hace vivir la vida cristiana, no como un deber sino como la continua satisfacción de que nada hay tan importante para los cristianos como reunirnos a leer, escuchar y compartir juntos los relatos evangélicos.
5 Es posible introducir en las parroquias la dinámica de reunión de pequeños grupos en contacto con el Evangelio, de forma que se vaya recuperando nuestra verdadera identidad de seguidores de Jesús.
6 De conversión, amor y fidelidad nos hablan las lecturas anteriores. Esto es lo que podemos proclamar por el mundo como la Buena Nueva de Jesús.
7 Podemos, incluso, aspirar a milagros, que pueden no ser espectaculares, pero que seguro que llevaremos a cabo atendiendo a las personas necesitadas; necesitadas a veces, no de dinero o comida, sino de una palabra que no lleve consigo interés pecuniario o de influencias.
8 Una atracción hacia la comunidad, hacia la conversión en el modo de comportarse con las personas, en el trabajo, en la calle, con los amigos... Hacer el Señor presente en cualquier situación y ante cualquier persona solo puede traer beneficios para todos.
¿Somos verdaderos testigos de la buena nueva que Dios nos ha regalado en Jesús? ¿Transmitimos la alegría y la gratuidad de ser elegidos de Dios para la buena noticia del Reino?

LA MEDITACIÓN, ¿QUÉ DICE?: El gran cambio de San Pablo debe de llevarnos a meditar sobre nuestra necesidad de conversión, de examinar nuestra vida para ver si soy realmente cristiano o simplemente cumplidor de ciertas normas y ritos. La conversión nos capacitará para llevar vida y alegría a los que nos rodean.

¿QUÉ NOS DICE?: ¿Somos conscientes del significado del concepto de conversión? ¿Y de su real aplicación a nuestra vida cristiana? ¿Alabamos al Señor, conociendo su misericordia y su fidelidad, aún en los peores momentos de nuestra vida? ¿Pasamos haciendo el bien? ¿Qué llamadas nos está haciendo Dios para transformar nuestra forma tradicional de pensar, expresar, celebrar y encarnar la fe cristiana de manera que propiciemos la acción de Dios en el interior de la cultura moderna? ¿No corremos el riesgo de convertirnos en obstáculo cultural para que el Evangelio se encarne en la sociedad moderna?

LA ORACIÓN: ¿Cómo has logrado, Señor, este cambio nunca visto: de Saulo, el perseguidor, en Pablo, heraldo de Cristo?, Cristo le sale al camino, le arrastra en su seguimiento. Siempre la Iglesia recibe, como un eco del Señor, las cartas que Pablo escribe, dictadas por el amor. Infatigable viajero, recorres la tierra entera, apóstol y misionero hasta el fin de tu carrera. Como una flecha bruñida, vas a la meta, de suerte que sólo Cristo es tu vida, y una ganancia la muerte. Descúbrenos la victoria de Jesús crucificado, para compartir la gloria del Señor resucitado. Amén. (De la web “El Testigo Fiel”)

ENCÍCLICA REDEMPTORIS MISSIO DEL PAPA SAN JUAN PABLO II
De aquí deriva el espíritu que debe animar este diálogo en el ámbito de la misión. EL interlocutor debe ser coherente con las propias tradiciones y convicciones religiosas y abierto para comprender las del otro, sin disimular o cerrarse, sino con una actitud de verdad, humildad y lealtad, sabiendo que el diálogo puede enriquecer a cada uno. No debe darse ningún tipo de abdicación ni de irenismo, sino el testimonio recíproco para un progreso común en el camino de búsqueda y experiencia religiosa y, al mismo tiempo, para superar prejuicios, intolerancias y malentendidos. El diálogo tiende a la purificación y conversión interior que, si se alcanza con docilidad al Espíritu, será espiritualmente fructífero



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