29/03/2023 Miremos nuestro corazón y asumamos que muchas veces somos cómplices del mal por indiferencia, autosuficiencia o cobardía

 

¡BUENOS DÍAS NOS DÉ DIOS! 29 MARZO 2023
Miremos nuestro corazón y asumamos que muchas veces somos cómplices del mal por indiferencia, autosuficiencia o cobardía

En más de una ocasión, el Antiguo Testamento nos enseña que, en toda persecución, aquellos que resisten y se mantienen fieles a la Alianza del Señor registrada en la Ley, triunfan. La debilidad del fiel vence a la arrogancia del poderoso, pues de sobra sabía el rey Nabucodonosor que la estatua que mandó erigir para ser venerada no es dios, sino obra de sus manos. Tal estatua visualiza, eso sí, su poder y por eso pide que la adoren, sin necesidad de renunciar a su propio Dios. Recurre, además, a la amenaza, y es la sensatez de los tres jóvenes quien desafía a la muerte segura por resistir a la absurda orden real. El Dios en el que creen, el único, los puede librar del capricho real; por eso ni responden a la requisitoria del rey, ya el Dios de los jóvenes responderá con su poder liberador. El rey acepta el desafío de los jóvenes y usa toda su fuerza para quebrar la voluntad de los mismos, y éstos son arrojados al horno. Al final, el rey constata la nada y lo absurdo de su poder cuando se enfrenta al del Dios salvador. Los jóvenes, en medio del tormento, cantan a Yahvé que tiene poder para librar de la muerte, para dar siempre vida y para intervenir en la historia a favor de sus hijos que le invocan en la tribulación. El hombre, aún el más poderoso del mundo, no es Dios, ni puede pretender ser reconocido como tal.
El conocido episodio de los tres jóvenes hebreos, ilesos en el horno ardiente, contrapone la fe en el único Dios, YHWH, a los ídolos del politeísmo, ya sea el babilonio del tiempo del rey Nabucodonosor o el judaico a lo largo de la persecución de Antíoco IV Epífanes, que había erigido una estatua a Zeus Olimpo, precisamente en el altar del templo de Jerusalén. Escrito para edificar y consolar a los perseguidos por el nombre de Dios, es válido para todas las épocas. YHWH es el Dios de la vida y servirle es optar por la verdadera vida aun cuando ello conlleve sufrimiento o incluso el martirio. Este testimonio hace perfectamente válida la fe de los que ponen toda su confianza en Dios y es el mejor modo de hacerlo conocer y reconocer por los mismos perseguidores.
La narración discurre con profusión de detalles pintorescos a pesar de ser trágica: confiere solemnidad al relato, exaltando la superioridad de YHWH. Aun cuando falte totalmente el culto, YHWH es y será indiscutiblemente el único Dios, ante el cual es vanidad aun la más grandiosa pompa de los cultos idolátricos.
Primera lectura Dn 3,14-20.91-92.95
La misericordia de nuestro Dios siempre hace frente a la iniquidad
Envió un ángel a salvar a sus siervos.
En aquellos días, el rey Nabucodonosor dijo: «¿Es cierto, Sidrac, Misac y Abdénago, que no respetáis a mis dioses ni adoráis la estatua que he erigido? Mirad: si al oír tocar la trompa, la flauta, la cítara, el laúd, el arpa, la vihuela y todos los demás instrumentos, estáis dispuestos a postraros adorando la estatua que he hecho, hacedlo; pero, si no la adoráis, seréis arrojados al punto al horno encendido, y ¿qué Dios os librará de mis manos?» Sidrac, Misac y Abdénago, contestaron: «Majestad, a eso no tenemos por qué responder. El Dios a quien veneramos puede librarnos del horno encendido y nos librará de tus manos. Y aunque no lo haga, conste, majestad, que no veneramos a tus dioses ni adoramos la estatua de oro que has erigido.» Nabucodonosor, furioso contra Sidrac, Misac y Abdénago, y con el rostro desencajado por la ira, mandó encender el horno siete veces más fuerte que de costumbre, y ordenó a sus soldados más robustos que atasen a Sidrac, Misac y Abdénago y los echasen en el horno encendido. El rey los oyó cantar himnos; extrañado, se levantó y, al verlos vivos, preguntó, estupefacto, a sus consejeros: «¿No eran tres los hombres que atamos y echamos al horno?» Le respondieron: «Así es, majestad.» Preguntó: «Entonces, ¿cómo es que veo cuatro hombres, sin atar, paseando por el horno sin sufrir nada? Y el cuarto parece un ser divino.» Nabucodonosor entonces dijo: «Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago, que envió un ángel a salvar a sus siervos que, confiando en él, desobedecieron el decreto real y prefirieron arrostrar fuego antes que venerar y adorar otros dioses que el suyo.»
Varias figuras aparecen en esta lectura que merecen nuestra consideración. La fidelidad a su Dios de los tres judíos que habían alcanzado puestos relevantes en la Administración de Nabucodonosor y que, sin embargo, no dudaron en perderlo todo, hasta su vida, antes de dar culto a una otros dioses.
La envidia de otros servidores que los denuncian (no aparece aquí) es la que los lleva al horno. La alabanza al Señor seguros de su misericordia y la aparición del ángel enviado para salvar del fuego a sus siervos fieles.
Por último, el reconocimiento por parte del rey de aquel Dios de los judíos que los libraba de las llamas. Fidelidad, humildad, valentía... todo ello lo vemos en esta lectura.

Lectura sálmica Dn 3, 52-56
Bendecir al Señor es afianzar nuestra fe
A ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres, Señor,
Dios de nuestros padres,
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito tu nombre santo y glorioso.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria.
Bendito eres sobre el trono de tu reino.
Bendito eres tú, que,
sentado sobre querubines, sondeas los abismos.
Bendito eres en la bóveda del cielo.
Las bendiciones de los tres judíos metidos en el horno ardiente se elevan al Señor, y nosotros debemos acompañarlas, no sólo de palabra, sino también de obra, acompañando a los necesitados y oprimidos en sus desventuras, con nuestro consuelo y la palabra que el Señor inspire en nuestro corazón.

Hablando a los judíos que se vanagloriaban de ser descendencia de Abrahán y por consiguiente libres, Jesús hace una serie de puntualizaciones sobre el tema de la fe y el discipulado, de la libertad y el gozo de la intimidad familiar, de la filiación y la paternidad.
En un crescendo altamente dramático, la revelación de Jesús culmina proclamando su divinidad, mientras la terquedad de sus adversarios desemboca en una tentativa de lapidarle, evidente confirmación de su esclavitud al pecado, porque son hijos "del que era homicida desde el principio".
La fe llevó a Abrahán a fiarse de la Palabra que libera de la esclavitud del pecado. La fe en el Hijo debe llevar a los discípulos a permanecer en él, Palabra de Padre, como hijos libres que permanecen siempre en la casa paterna. Quien obra de otro modo manifiesta inequívocamente tener otro origen, intenciones perversas y esclavitud, aunque lo ignore o no quiera admitirlo.
El texto evangélico recoge una discusión áspera entre Jesús y los judíos que habían creído en él. De la relativa oscuridad del texto emerge como mensaje que es preciso dar el paso de una fe inicial entusiástica, que acepta a Jesús como un Mesías profético, a la genuina confesión propia de la fe cristiana que lo confiesa como Hijo de Dios.
El Maestro nos dice que hay que permanecer en sus palabras para caminar hacia la verdad completa, verdad que nos aporta la libertad plena. Porque la esclavitud a la que se refiere el texto es la que produce el pecado, y mientras subsista tal esclavitud, el hombre no será libre en su totalidad. Ser hijos de Abrahán, como un alto honor lo tenían los judíos, no es cuestión de raza ni de pertenencia a una localidad, sino de ser como él, justo y creyente. Y ser hijo de Abrahán, padre de los creyentes, es ser hijo de Dios por la fe en Cristo Jesús.
Al no creer, los judíos manifiestan que no son sino hijos del Maligno; y presumir ser hijo de Abrahán es tan infundado como de ser libres cuando son esclavos del pecado, lo que impide la verdadera libertad; ésta, de la que habla Jesús de Nazaret, va más allá de los preceptos legales, del pensamiento de los filósofos, de los reclamos de los zelotes, porque la libertad que nos ofrece el Señor tiene su origen en la ternura y bondad de Dios Padre-Madre con todos nosotros sus hijos.
Evangelio Jn 8, 31 – 42
La fe nos asegura la libertad cristiana y supera la Ley
Si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres.
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.» Le replicaron: «Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: "Seréis libres"?» Jesús les contestó: «Os aseguro que quien comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque no dais cabida a mis palabras. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre.» Ellos replicaron: «Nuestro padre es Abrahán.» Jesús les dijo: «Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mi, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios, y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre.» Le replicaron: «Nosotros no somos hijos de prostitutas; tenemos un solo padre: Dios.» Jesús les contestó: «Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y aquí estoy. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió.»
Verdad y libertad; justicia y paz; escucha y adhesión. La mera filiación de la genealogía de Abrahán no es suficiente para acreditar la fidelidad a nuestro Dios.
Para un cristiano la sola pretensión de ser hijos de Dios tampoco es suficiente para pensar que estamos en la verdad.
Las obras tienen que acompañar a esa pretendida fe, al igual que la fe de Abram le movió a obedecer al Señor y dejar su país, familia, casa para ir adonde el Señor le indicaba. Pueblo elegido, pueblo que Él liberó.

LA MEDITACIÓN, ¿QUÉ DICE?: La fidelidad de Dios debe ser seguida por nuestra felicidad para sentirnos liberados, acompañados por el Señor y alabándole y bendiciéndole seamos capaces de estar a disposición de los demás, entregando lo mejor de nosotros para la felicidad de los necesitados.

¿QUÉ NOS DICE?: ¿Tengo yo esa valentía de no ir detrás de otros dioses, y de que mi Dios me libera de mis males si permanezco a la escucha de su Palabra?

LA ORACIÓN: Renuévanos Señor, por tu Espíritu Santo, y haz que trabajemos para que el mundo se impregne de tu Espíritu, y se logre así más eficazmente la justicia, el amor y la paz universal.

ENCÍCLICA REDEMPTORIS MISSIO DEL PAPA SAN JUAN PABLO II
Oración y sacrificios por los misioneros
78. Entre las formas de participación, el primer lugar corresponde a la cooperación espiritual: oración, sacrificios, testimonio de vida cristiana. La oración debe acompañar el camino de los misioneros, para que el anuncio de la Palabra resulte eficaz por medio de la gracia divina. San Pablo, en sus Cartas, pide a menudo a los fieles que recen por él, para que pueda anunciar el Evangelio con confianza y franqueza.



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