15/09/2024 Dominical. Los discursos que prometen remediar el hambre, sólo son efectivos en la medida en que van acompañados de las acciones dirigidas a su solución
Dominical: El punto de vista de un laico
Escuchar LA PALABRA; meditar LA PALABRA; actuar según LA PALABRA)
V e r ; j u z g a r ; a c t u a r
DOMINGO VIGÉSIMO CUARTO DEL TIEMPO ORDINARIO (15 de Septiembre 2024)
(Is 50, 5 – 9 a; Sal 115, 1 – 9; St 2, 14 – 18; Mc 8, 27 – 35)
Los discursos que prometen remediar el hambre, sólo son efectivos en la medida en que van acompañados de las acciones dirigidas a su solución
Entrega y decisión a Dios y a los suyos. Estamos ante es uno de los famosos cantos del Siervo de Yahvé (cf Is 42; 49; 52-53), una de las cumbres teológicas del Antiguo Testamento desde todos los puntos de vista. Pertenecen a la segunda parte del libro de Isaías, al llamado Deutero-Isaías (40-55), en que aparece este misterioso personaje que encuentra el sentido a su misión apoyándose en la palabra de Dios. Si en la primera parte del libro de la consolación se pensaba que el emperador Ciro (emperador persa) sería el elegido de Dios para liberar a su pueblo (pues él dio el decreto del retorno desde Babilonia), a partir del momento en que aparece la figura del Siervo, ya no será necesario apoyarse en un rey o emperador humano para la libertad que Dios ofrece a su pueblo. Las resonancias de estos famosos “cantos del Siervo” son evidentes en pasajes del NT
Por eso mismo la fidelidad a Dios, a la escucha atenta de su palabra, por encima de las afrentas que debe sufrir, ponen de manifiesto el misterio del dolor como la capacidad que se debe tener frente a toda violencia. Los perfiles de este personaje no están definidos, ni está claro si se habla de un individuo o del pueblo mismo que debe mantenerse atento a la palabra de Dios. Pero los cristianos supieron aplicarlo a Cristo, porque encontraron en esta descripción del Siervo una semejanza inigualable con la vida de Jesús. Lo que para el judaísmo oficial y su teología no podía ser mesiánico, para los cristianos, después de la pasión y la resurrección, preanuncia al Mesías que pude llevar sobre sus hombres los sufrimientos del pueblo y del mundo entero.
Primera lectura Is 50, 5 – 9 a
La persona que opta por la verdad y la equidad debe prepararse para el conflicto en una sociedad injusta
Ofrecí la espalda a los que me apaleaban.
El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?
1 El llamado "segundo Isaías" es una recopilación de escritos proféticos pertenecientes al siglo VI a C., escrito probablemente en Babilonia durante el ascenso de Ciro de Persia, que conquistará Babilonia (539) y permitirá el regreso de los israelitas a Palestina. (538)
2 El autor de este libro es un gran teólogo y magnífico literato. Su obra, en líneas generales, se concibe como un segundo éxodo, y está destinada a levantar la moral del pueblo en el destierro y encender la esperanza en el retorno a la patria. Dentro de esta obra se incluyen cuatro cantos llamados "cantos del Siervo de Yahvé". (42:1-13. 49:1-13. 50:4-9. 52,13-53,12)
3 Es un personaje misterioso. Su vocación es profética, pero también dramática, porque está destinado a sufrir, a ser rechazado y cargar sobre sí los pecados del pueblo. La Iglesia ha visto siempre en este personaje una figura de Jesús, y los evangelios lo interpretan así. Algunos autores piensan que la interpretación de esta figura forma parte de la enseñanza de Jesús sobre sí mismo.
4 Aquí el anuncio profético de la Pasión de Jesús, acompaña hoy al anuncio que en el Evangelio hace el mismo Jesús.
5 Aquí se resaltan los ultrajes recibidos y la ayuda del Padre, junto con la escucha de la Palabra.
6 Nos sirve perfectamente en nuestra misión evangelizadora, que a veces se encuentra con rechazos; nuestra fe en la ayuda del Padre hará que los recibamos con paciencia, e, incluso, con alegría. Y con la ayuda del Padre “¿quien me condenará?”
7 Nos sirve también en nuestros diálogos en los que aparezca el tema “religioso”. No es que nos vayan a “apalear” o “ultrajar”, pero sí debemos de tener en cuenta la ayuda del Señor.
¿Sabemos perdonar? ¿Comprendemos que un seguidor de Jesús pondría la otra mejilla en el sentido de que no permitiría que otros lo obligaran, por decirlo así, a entrar en una “confrontación” (Ga 5, 26)?
Con todos los que Dios salvó de la muerte, con Jesús nuestro Salvador, expresamos nuestra gratitud,
Sal 116, 1 – 6. 8 - 9
El Señor es nuestro verdadero camino, nuestro más real GPS.
Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
Amo al Señor,
porque escucha mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco.
Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor:
«Señor, salva mi vida.»
El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó.
Arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.
Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida.
Parece que Jesús cantó este hermoso Salmo en su Última Cena, dando gracias al Padre.
Te rogamos, Señor, que nos hagas muy conscientes de tu amor, de tu constante escucha y atención a nuestra persona, y que sepamos también, a nuestra vez, amarte en la persona de nuestro prójimo, de todos aquellos que se sienten más oprimidos por una vida realmente injusta.
Porque Tú, Señor, eres compasivo y guardas a los sencillos; pero nosotros debemos ser tus manos, las manos que atienden y guardan a esos sencillos.
Haz, Señor, que recorramos nuestro camino por la vida siempre en tu presencia, y así siempre encontraremos fuerzas para llevar tu amor a los que nos rodean
Tu segura escucha, Señor, es para mí motivo de seguridad y alegría. Sé que Tú salvas constantemente mi vida y no me dejas caer en la tristeza y la angustia.
Tu compasión nos alcanza siempre; te rogamos que sepamos transmitirla a todos aquellos que la necesitan, que necesitan de nosotros para acercarse a Ti, para tener la alegría de conocerte y amarte.
¿Sabemos escuchar al Señor? ¿Guardamos con los que nos rodean la misma compasión que el Señor con nosotros? ¿Sabemos apoyar a los “sencillos”? ¿Lo hacemos?
Fe verdadera y compromiso cristiano. La segunda lectura (Santiago 2,14-18) nos enfrenta de nuevo con la praxis de la vida cristiana. Nos encontramos con uno de los pasajes más determinantes de este escrito en el que se ha visto una polémica con la teología de la fe de Pablo. Se ha dicho que es la parte más importante de la carta, porque se quiere poner de manifiesto que la fe sin obras no lleva a ninguna parte en la vida cristiana. Esto es absolutamente irrenunciable, y a nadie, y menos a Pablo se le podría pasar por la mente algo así como “cree y peca mucho”. Esa falacia no es de Lutero, sino la leyenda de los mal pensantes. Creer es confiar verdaderamente en el Dios de la gracia. Pero es posible que algunos quisieran poner a Pablo a prueba en alguna comunidad cristiana y este escrito posterior quiere poner las cosas en su sitio.
El enfrentamiento no es entre Santiago y Pablo, sino entre interpretaciones que provocan equívocos. Pablo, es verdad, ha puesto la fe en Jesucristo como principio de salvación, y eso es axiomático (elemental y decisivo) en el cristianismo frente a la Ley judía; porque la salvación no puede venir sino de Jesucristo, en ningún caso de la Ley y sus preceptos (esto también es elementalmente cristiano). Pero la fe lleva a los compromisos más radicales, en razón de la gracia de la salvación. De lo contrario el cristianismo sería absurdo, porque el cristianismo no es una ideología, sino una praxis verdadera para cambiar los corazones de los hombres.
Segunda lectura St 2, 14 – 18
La fe cristiana no es tal si se contenta con mirar, desde la barrera, el circo en el que mueren tantas personas inocentes.
La fe, si no tiene obras, está muerta.
¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, y que uno de vosotros les dice: «Dios os ampare; abrigaos y llenaos el estómago», y no les dais lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve? Esto pasa con la fe: si no tiene obras, por sí sola está muerta. Alguno dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe.»
1 El texto completa la doctrina paulina sobre fe/obras. Pablo insistía en que "las obras de la Ley", es decir, la fidelidad a la ley mosaica, no eran fuente de justificación. (Rm 4, 13-16)
2 La interpretación abusiva de esta idea, por la que algunos interpretaban que la fe es suficiente por sí sola para el buen cristiano, es aclarada aquí, afirmándose que la fe sin obras es simplemente mentira: la fe en Jesús, fuente de toda santidad, se manifiesta en las obras; las obras muestran que la fe es verdadera o que, por el contrario, es solo palabras.
3 Es interesante ver como progresa el mensaje de Jesús a lo largo de la Escritura. Pablo habla (Rm 4; Gal 3) de que la fe es la que salva, y no la práctica de la Ley. Santiago nos dice aquí que la fe sin obras no salva.
4 Hay que ver que Pablo se refiere a los ritos y prácticas religiosas, que por sí solas no son la salvación, no representan el amor al prójimo, aunque el encuentro con Dios (si los ritos encierran este significado) siempre es una poderosa ayuda para la vida cristiana.
5 Pero, no podemos quedarnos ahí: una Misa, una limosna... y ya está. Tenemos alrededor gente que nos necesita, gente a la que debemos atender y amar. Esa son las obras que Santiago quiere, que afirman nuestra salvación, que nos harán felices aquí en la tierra.
¿Tenemos una Parroquia volcada en su gente más necesitada... de tiempo, de atención, de dinero? ¿Sabemos, conocemos a los más oprimidos de nuestra comunidad parroquial?
Seguir a Jesús desde nuestra cruz. El evangelio nos presenta un momento determinante de la vida de Jesús en que debe plantear a los suyos, a los que le han quedado, las razones de su identidad para el seguimiento: ¿a dónde van? ¿a quién siguen? El texto, pues, del evangelio, tiene cuatro momentos muy precisos: la intención de Jesús y la confesión mesiánica de Pedro en nombre de los discípulos (vv.27-30); el primer anuncio de la pasión (v. 31); el reproche de Jesús a Pedro y a los discípulos por pretender un mesianismo que no entran en el proyecto de Dios (vv.32-33), que Jesús asume hasta las últimas consecuencias, como el mismo Siervo de Yahvé. Y, finalmente, los dichos sobre el seguimiento (vv.34-37). Este es uno de los momentos estelares de la narración del evangelio de Marcos. La crisis en Galilea se ha consumado y el seguimiento de Jesús se revela abiertamente en sus radicalidades. Galilea ha sido un crisol... ahora están a prueba los que le han quedado, cuyas carencias son manifiestas en este confesión mesiánica. Por eso las palabras sobre el seguimiento de Jesús son para toda la gente, no solamente para sus discípulos. Es el momento de comenzar al camino a Jerusalén, con todo lo que ello significa para Jesús en su proyecto del anuncio del Reino.
Pedro considera que confesarlo como Mesías sería lo más acertado, pero el Jesús de Marcos no acepta un título que puede prestarse a equívocos. El Mesías era esperado por todos los grupos, y todos creían que sería el liberador político del pueblo. Jesús sabe que ni su camino ni sus opciones son políticas, porque no es ahí donde están los fundamentos del Reino de Dios que ha predicado. Por eso, para aclarar el asunto viene el primer anuncio de la pasión; de esa manera dejaría claro que su mesianismo, al menos, no sería como lo esperaban los judíos y, a la vez, sus discípulos debían aprender a esperar otra cosa. Ya Jesús veía claro que su vida en Dios debía pasar por la muerte. No porque Dios quisiera o deseara esa muerte. El Dios Abbá no podía querer eso. Pero los hombres no dejarían otra alternativa a Jesús, en nombre de su Dios.
El reproche de Jesús a Pedro, uno de los más duros del evangelio, porque su mentalidad es como la de todos los hombres y no como la voluntad de Dios, es bastante significativo. Jesús les enseña que su papel mesiánico es dar la vida por los otros; perderla en la cruz. Eso es lo que pide a los que le siguen, porque en este mundo, triunfar es una obsesión; pero perder la vida para que los otros vivan solamente se aprende de Dios que se entrega sin medida. El triunfo cristiano es saber entregarse a los demás. No sabemos si Jesús pudo hablar directamente de cruz o estos dichos están un poco retocados en razón de lo que ocurrió en Jerusalén con la muerte histórica de Jesús siendo crucificado bajo Poncio Pilato, quien decidió esa clase de muerte. Pero Jesús sí que contaba ya con la muerte, no veía otra salida.
Por eso, la cruz, en los dichos, es la misma vida. Nuestra propia vida, nuestra manera de sentir el amor y la gracia, el perdón y la misericordia, la ternura y la confianza en la verdad y en Dios como Padre. Eso es “una cruz” en este mundo de poder y de ignominia. La cruz no es un madero, aunque para los cristianos sea un signo muy sagrado. La cruz está en la vida: en amar frente a los que odian; en perdonar frente a la venganza. Esa es una cruz porque el mundo quiere que sea una cruz; no simplemente un madero. La cruz de nuestra vida, nuestra cruz (“tome su cruz”, dice el dicho de Jesús), sin pretender ser lo que no debemos; sin vanagloriarnos en nosotros mismos. La cruz es la vida para los que saben perder, para los que saben apostar. Por eso se puede hablar con sentido cristiano de “llevar nuestra cruz” y no debemos avergonzarnos de ello. No porque nuestro Dios quiera el sufrimiento... pero el sufrimiento de los que dan sentido a su vida frente al mundo, viene a ser el signo de identidad del verdadero seguimiento de Jesús.
Evangelio Mc 8, 27-35
Identificar a Jesús integrándolo en nuestra vida es camino de fe y esperanza en el amor
Tú eres el Mesías... El Hijo del hombre tiene que padecer mucho.
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino, preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos le contestaron: «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.» Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?» Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías.» Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.» Se lo explicaba con toda claridad. Entonces, Pedro se lo lle¬vó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: « ¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!» Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mis¬mo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera sal¬var su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.»
1 En los años 70, cuando Marcos escribe, la situación de la comunidad no era fácil. Había mucho dolor, eran muchas las cruces.
2 Seis años antes, en el 64, el emperador Nerón había decretado la primera persecución, matando a muchos cristianos. En el 70, en Palestina, Jerusalén, iba a ser destruida por los romanos.
3 En otros países, se estaba iniciando una fuerte tensión entre judíos convertidos y judíos no convertidos El siervo paciente de Isaías se pone aquí en evidencia. Jesús anuncia lo que va a sucederle.
4 Jesús proclama, "con toda claridad", cuál es el sentido de su misión, diametralmente opuesta a la que esperaban los judíos y a la que también esperaban los discípulos. Nada de poder y dominio sobre los enemigos, sino todo lo contrario, dejarse matar antes de hacer daño a nadie. Pedro se ve obligado a decirle a Jesús lo que tiene que hacer, porque su postura equivocada le hace pensar que ni Dios puede estar de acuerdo con lo que acaba de proponer Jesús como itinerario de salvación.
5 Es sorprendente, y, quizá porque los Apóstoles estén todavía viendo en Jesús un mesías político, Pedro “le llama la atención a Jesús”, con el consiguiente rechazo duro de éste. La cruz es la consecuencia del compromiso libremente asumido por Jesús para revelar la Buena Noticia de que Jesús es Padre, y por tanto todos deben ser aceptados y tratados como hermanos. Por causa de este anuncio revolucionario, fue perseguido y no tuvo miedo de dar su vida.
6 Jesús nos pide que le sigamos, y ese seguimiento es el que nos salvará ahora y para siempre, pero sin esperar favoritismos, sino, simple y llanamente la siempre presente ayuda del Señor, como ya decíamos en el comentario a la primera lectura.
7 Realmente no sería otra cosa que la palpable demostración de nuestra fe; y eso sí evangeliza... aunque no lo parezca.
¿Vamos nosotros por ese “camino” señalado por Jesús? ¿Compartimos la vida con Jesús, es decir, con aquellos que están más necesitados?
LA ORACIÓN: Que tu Palabra, Señor, nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos, Señor
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La fe de un musulmán y el respeto humano de los cristianos.
Un empleado de la 'Tele' me cuenta que cuando el mes pasado había ido, con su equipo, a Egipto para realizar varias filmaciones, ahí fue recibido por el director general de la Televisión Egipcia. Después de darles todas las facilidades para su trabajo, se despidió de el regalándole un ejemplar del Corán, no sin antes poner respetuosamente los labios sobre la portada del libro. "Que Alá los proteja en su tarea", les dijo. Y lo hizo - me decía mi compañero - con un respeto, una naturalidad tal, que el grupo, se sintió sinceramente emocionado.
Y ahora díganme ustedes, comenta Martín Descalzo, si se imaginan a cualquiera de nuestros altos jefes de la Televisión Española haciendo un gesto semejante con los Evangelios. Díganme, incluso, si lo haría, con esa espontánea sinceridad, un arzobispo español a un grupo de desconocidos. Me temo que todos ellos encontrarían ocho mil razones para no hacerlo. "¿Qué van a pensar? A lo mejor se ríen del regalo" etc.
Lo que más me sorprendió en un viaje por Oriente es la absoluta naturalidad con la que lo religioso se inserta en la vida de los creyentes. Mi primer recuerdo de los países árabes es el de un musulmán postrado en el aeropuerto de El Cairo haciendo sus oraciones sobre el cemento de la pista, insensible al gruñido de los motores de los aviones.
No hace muchos días un amigo me contaba que, en una de esas largas esperas de los aeropuertos, decidió rezar el rosario. Y su mujer le decía: "Pasa las cuentas de las Aves María con el rosario en el bolsillo; no está bien que te vean rezar; se van a reír de ti". Y mi amigo le respondió: "Si aquella pareja de muchachos del sillón de enfrente siguen besándose sin sentir vergüenza ¿por qué tendría que avergonzarme rezando el rosario.
Este tipo de vergüenza se llama 'respeto humano'; es decir, una cierta timidez que nos da el manifestar nuestra fe. Sobre todo los adolescentes sufren de este respeto humano, pero no es raro encontrar este mismo temor en los adultos. Es que no se sienten seguros en su fe; no tienen una personalidad cristiana adulta, no tienen una fe bien fundada y capaz de resistir a los embates de la crítica y del ambiente indiferente u hostil. ("Cuentos para Pensar", libros religiosos, Pbro. Pedro Chinaglia Salesiano, valores).