25/03/2025 MARÍA es la expresión de la humanidad que se mantiene abierta ante el misterio de Dios

¡BUENOS DÍAS NOS DÉ DIOS! 25 MARZO 2025
Se celebra hoy la fiesta de la Anunciación. Nueve meses antes de la solemnidad de la Natividad del Señor. Es la fiesta de Cristo y de la Virgen. La profecía de Isaías se cumple en la Virgen María que siendo virgen concebirá y dará a luz al que es la Palabra, el Verbo. La Virgen María se pone en manos de Dios haciendo su voluntad, diciendo: «Aquí estoy».

MARÍA es la expresión de la humanidad que se mantiene abierta ante el misterio de Dios

Una señal: Dios con nosotros. El profeta pone en evidencia la indiferencia de Acaz oculta bajo una capa de falsa piedad: “no quiero tentar al Señor.” La respuesta que recibe manifiesta lo que esconde la actitud del rey y se dirige a la casa de David. Cansáis a los hombres y a Dios. La gratuidad de la señal, que a pesar de su desinterés y del olvido de todo lo que el Señor ha hecho en favor de Israel, Dios le ofrece se convierte en indicador de su plan en favor de la humanidad: “la virgen está encinta y da a luz un hijo.” La señal es el hijo cuyo nombre “Enmanuel” revela la cercanía de Dios a pesar de la rebeldía de su pueblo. Es preciso tener presente lo que significa para todo ser humano la permanencia de esta señal: vivir en comunión con Dios, con sus semejantes y con toda la creación.
Primera lectura Is 7,10-14; 8,10
La teología de la alianza: Israel sólo puede tener historia a partir de la fe. Vendrá otro mediador de la alianza que merecerá el nombre de Enmanuel
Mirad la Virgen está encinta.
En aquel tiempo, el Señor habló a Acaz: «Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.» Respondió Acaz: «No la pido, no quiero tentar al Señor.» Entonces dijo Dios: «Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»
1 El pueblo de Judá está amenazado, por una parte, por Asiria, y, por otra, los pueblos vecinos, Siria, edomitas y filisteos.
2 La disyuntiva era clara; aliarse con Asiria, o con sus vecinos. Y Acaz, el rey de Judá, había escogido al más poderoso, Asiria, como amigo.
3 Isaías se presenta y aconseja al Rey el tercero y único camino salvador para Judá, una postura no de alianzas políticas ni diplomáticas, sino de fe. Precisamente de lo que carecía el rey Acaz y sus asesores; que tenga fe, que sea providencialista, que confíe única y exclusivamente en el Dios de la Alianza y las Promesas.
4 Los razonamientos del profeta tienen como base y fundamento la teología de la alianza: Israel sólo puede tener historia a partir de la fe, no debe su origen «a los carros ni a los caballos», a la fuerza humana, sino a Dios.
5 Una señal, en la mentalidad de Isaías, no es necesariamente un milagro, sino algo que el interlocutor puede tener a su vista inmediatamente o un poco más tarde y que tiene que ayudarle a esperar con fe lo que se realizará en un futuro.
6 En nuestro mundo actual la secuencia es similar, con la gran diferencia de que la señal anunciada por el profeta ya nos ha sido dada: nuestra fe puede y debe estar basada en Jesús, el Hijo de Dios, nuestro salvador.

Hablan de sacrificios, ofrendas y holocaustos. Cuando alguien era liberado del peligro, solía dirigirse al templo para dar gracias y, al mismo tiempo, para ofrecer un sacrificio. El salmista no se conforma con una acción de gracias momentánea.
Salmo 40,7-8a.8b-9.10.11
Abre nuestros oídos, Señor, para que podamos oír tu palabra, obedecer tu voluntad y cumplir tu ley.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
7 Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
8 entonces yo dije: «Aquí estoy.»
«Como está escrito en mi libro
para hacer tu voluntad.»
9 Dios mío, he elegido hacer tu voluntad,
y llevo tu ley en las entrañas.
10 He proclamado tu salvación ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes.
11 No me he guardado en el pecho tu defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia
y tu lealtad ante la gran asamblea.
Te damos gracias, Señor, por tu Palabra dicha ya en la Escritura, y dicha hoy en nuestra vida confiada a Ti, en los acontecimientos personales y en las personas.
El único sacrificio que tu deseas es nuestra preocupación por las personas más oprimidas, más humildes.
Te rogamos que nos otorgues esa capacidad de sacrificio, esa generosidad de nuestro tiempo y bienes para saber ayudar con cariño y respetando siempre la dignidad de todos, apoyados siempre por tu fidelidad y proclamando ante todos tu misericordia y lealtad.

Quedamos santificados por la ofrenda que de sí hace el Verbo encarnado. Vivirlo en plenitud, se dijo al comenzar la cuaresma. Hacernos semejantes a él en su naturaleza divina se dice en esta solemnidad. Dos formas de expresar una misma realidad. La carta a los Hebreos lo resume diciendo: “Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.” La humanidad del Verbo es nuestra humanidad. La disponibilidad del Verbo para llevar a cabo la voluntad del Padre, da origen a la salvación ansiada y esperada desde el comienzo de la andadura humana que se refleja en la afirmación: “Aquí estoy para hacer tu voluntad.”
Segunda lectura Hb 10,4-10
El culto, meramente exterior, no afectaba radicalmente al que lo ofrecía. Pero Cristo, siendo a la vez sacerdote y víctima, interioriza el culto y se compromete en el culto de toda su vida
Está escrito en el libro: «Aquí estoy, ¡oh Dios!, para hacer tu voluntad».
Hermanos: Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabrios quite los pecados. Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad." » Primero dice: «No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley. Después añade: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.» Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
1 Los sacerdotes del A.T., no ofrecían su propia vida, sino la vida de animales; no se comprometían propiamente en su sacrificio. Y de esta manera su vida profana quedaba al margen de la víctima sacrificada o santificada.
2 El culto, meramente exterior, no afectaba radicalmente al que lo ofrecía. Pero Cristo, siendo a la vez sacerdote y víctima, interioriza el culto y se compromete en el culto de toda su vida
3 En consecuencia, todo es en Cristo sagrado y profano; su culto es toda su vida, y toda su vida hasta la muerte es su único culto a Dios.
4 Vivir será para Jesús ya desde el principio cumplir en todo la voluntad del Padre, y en esto consistirá el verdadero carácter sacrificial de su vida y de su muerte en la cruz.
5 Cristo ejercerá su sacerdocio no como miembro de una clase sacerdotal; Cristo ofrecerá su vida y entregará su espíritu al Padre no en un ámbito sagrado, en el templo, sino en medio de la sociedad.
6 El cristiano debe de actuar en la misma línea de Jesús, sin limitarse a cultos y ritos externos, sino llevando al Señor en el corazón, teniéndolo presente en los acaecimientos de su vida y tratando de entregarse a los demás.

Hágase en mí según tu palabra. San Lucas nos regala la narración del anuncio de la Encarnación del Verbo. Un hermoso relato catequético. Un diálogo que revela el infinito respeto de Dios con el ser humano y en la figura de María, la doncella desposada con José, la imagen de una mujer que vive conscientemente su fe.
Escucha con atención; pregunta ante lo excepcional del anuncio sin exigir pruebas. Recibe la explicación y se entrega totalmente al plan de Dios. Disponibilidad total, en sintonía con la afirmación de que nos habla la carta a los Hebreos. Se trata de la humanidad nueva totalmente identificada con la voluntad del Padre.
Esta maravillosa cercanía provoca una sorprendente alegría, porque el invisible se hizo visible, palpable y actuando como un hombre cualquiera, muestra a todos los seres humanos su auténtica vocación que no está reservada a unos pocos sino ofrecida a todos.
Evangelio Lc 1,26-38
María reproduce el gesto de Abraham, padre de los creyentes, cuando deja su patria para irse hacia lo desconocido
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo.
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, Maria, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?» El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.» María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y la dejó el ángel.
1 Siguiendo la línea de la liturgia de hoy, contemplamos aquí la total entrega de María a la obra del Señor, a lo que el Señor le pide.
2 Podemos recordar diariamente este hecho en la preciosa oración del Ángelus del mediodía, que, al mismo tiempo que recuerda el hecho, sirve de acción de gracias al Padre por el envío de su Hijo, Jesús, el Cristo, el Mesías, nuestro salvador con el sacrificio de su vida y el rescate por la nueva acción del Espíritu de Dios.
3 El pasaje de la Anunciación nos conduce del templo, espacio sagrado por excelencia, a la casa, a la intimidad del encuentro personal de Dios con su criatura; nos conduce dentro de nosotros mismos, al profundo de nuestro ser y de nuestra historia, allá donde Dios puede llegar y tocarnos.
4 La palabra inicial del Ángel debe de llegar a lo más hondo de nuestro corazón y formar parte de nuestra vida cristiana: “Alégrate”.
5 La vida cristiana tiene que estar siempre bajo ese crisol de la alegría, sentimiento que será parte importante de nuestro testimonio. “No temas”, es otra expresión importante; con frecuencia el cristiano ha recibido la impresión de un Dios justiciero y vengativo, amenazante para el pecador, y, realmente, en el Señor es el amor el que prevalece, y en el que el cristiano se debe de ver reflejado.

LA MEDITACIÓN, ¿QUÉ DICE?: Alegría y confianza; entrega de la vida sin miedo y con la esperanza en el Señor; sacrificio personal de amor a los demás, de trabajo por ellos. Todo esto se desprende de la rica liturgia de este día en el que se celebra la Anunciación.

¿QUÉ NOS DICE?: ¿Creemos de verdad que Jesús es Dios-con-nosotros? ¿Somos capaces de sacrificar algo de nuestras vidas en beneficio de los menos privilegiados? ¿Llevamos “puesta” la alegría y la confianza?

LA ORACIÓN.- Padre misericordioso, envíanos también a nosotros, en este tiempo de oración y de escucha de tu Palabra, tu ángel santo, para podamos recibir el anuncio de la salvación y, abriendo el corazón, podamos ofrecer nuestra entrega al Amor. Envía sobre nosotros, te rogamos, tu Espíritu Santo, como sombra que nos cubra, como potencia que llene nuestro corazón y lo tenga siempre a tu disposición. Te lo pedimos, Señor

CARTA ENCÍCLICA DILEXIT NOS DEL SANTO PADRE FRANCISCO
SOBRE EL AMOR HUMANO Y DIVINO DEL CORAZÓN DE JESUCRISTO
74. El cuarto Evangelio dice que el Hijo eterno del Padre estuvo siempre «en el seno del Padre» ( Jn 1,18). San Ireneo afirma que «el Hijo de Dios existió siempre frente al Padre». Y Orígenes sostiene que el Hijo persevera «en la incesante contemplación del abismo paterno». Por eso, cuando el Hijo se hizo hombre, pasaba noches enteras comunicándose con el Padre amado, en la cima del monte (cf. Lc 6,12). Él decía: «debo ocuparme de los asuntos de mi Padre» ( Lc 2,49). Miremos sus alabanzas: «Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: “¡Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra!”» ( Lc 10,21). Y sus últimas palabras llenas de confianza fueron: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» ( Lc 23,46).



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