07/11/2025 Nuestra vida cristiana debe ser consciente de las responsabilidades, creando caminos de esperanza y justicia

¡BUENOS DÍAS NOS DÉ DIOS! 07 NOVIEMBRE 2025
Nuestra vida cristiana debe ser consciente de las responsabilidades, creando caminos de esperanza y justicia

San Pedro fundó la Iglesia de Roma. San Pablo interviene en esta Comunidad que él no fundó, pero está convencido de que rebosan buena voluntad. El apóstol de los gentiles ha recibido el don de ser ministro de Jesucristo para con los paganos. Sabe que no son los hombres quienes le dieron este don, sino que Dios se lo ha otorgado; sabe que no es exclusiva de una comunidad de la que puede ser responsable, sino que es una función de la Iglesia, y en virtud del don que viene de Dios se atreve a hablar de la doctrina del “sacerdocio cristiano”.
El ministerio del sacerdote es presentado por San Pablo como un acto sagrado, como el anuncio sagrado de la Palabra de Dios, la “Buena Nueva” de la Salvación. Su palabra evangelizadora induce a sus oyentes a “ofrecerse a sí mismos”. La evangelización es “pasar a ser una ofrenda agradable”, es “ofrecer” nuestras personas, nuestras vidas, es “ser transformados por el Evangelio”. Todo el texto es una invitación a que nuestras ofrendas sean agradables a Dios y santificadas por el Espíritu Santo.
Primera lectura Rm 15,14-21
Lo esencial de la misión del sacerdote es revelar a los hombres la salvación de Jesucristo, a fin de inducirlos a unas actitudes de Fe, de conversión, de compromiso al servicio de Dios.
Ministro de Cristo Jesús para con los gentiles, para que la ofrenda de los gentiles agrade a Dios.
Respecto a vosotros, hermanos, yo personalmente estoy convencido de que rebosáis buena voluntad y de que os sobra saber para aconsejaros unos a otros. A pesar de eso, para traeros a la memoria lo que ya sabéis, os he escrito, a veces propasándome un poco. Me da pie el don recibido de Dios, que me hace ministro de Cristo Jesús para con los gentiles: mí acción sacra consiste en anunciar el Evangelio de Dios, para que la ofrenda de los gentiles, consagrada por el Espíritu Santo, agrade a Dios. En Cristo Jesús estoy orgulloso de mi trabajo por Dios. Sería presunción hablar de algo que no fuera lo que Cristo hace por mi medio para que los gentiles respondan a la fe, con mis palabras y acciones con la fuerza de señales y prodigios, con la fuerza del Espíritu de Dios Tanto, que en todas direcciones, a partir de Jerusalén y llegando hasta la Iliria, lo he dejado todo lleno del Evangelio de Cristo. Eso sí, para mi es cuestión de amor propio no anunciar el Evangelio más que donde no se ha pronunciado aún el nombre de Cristo; en vez de construir sobre cimiento ajeno, hago lo que dice la Escritura: «Los que no tenían noticia lo verán, los que no habían oído hablar comprenderán.»
1 Está finalizando esta carta de Pablo y parece como si se sintiera obligado a definir su ministerio.
2 En todo caso, Pedro había fundado la Iglesia de Roma y al dirigirse a ella, parece como si Pablo sintiera un cierto escrúpulo. Afirma lo que constituye la esencia del sacerdote, de misionero, del evangelizador.
3 A veces se da demasiada importancia a las celebraciones litúrgicas y se olvida, o se deja de lado la tarea “de fondo” de celebrar la fe y la alegría que conlleva.
4 El "ministerio" del sacerdote es presentado por san Pablo como un acto sagrado y esta liturgia es la evangelización del mundo pagano, el anuncio sagrado de la Palabra de Dios, la buena "nueva" de la salvación.

No olvidemos nunca que el sentido original de los salmos es aquel querido y orado por el pueblo de Israel. Este es un "salmo del reino": una vez al año, en la fiesta de las Tiendas (que recordaban los 40 años del Éxodo de Israel, de peregrinación por el desierto), Jerusalén, en una gran fiesta popular que se notaba no solamente en el Templo, lugar de culto, sino en toda la ciudad, ya que se construían "tiendas" con ramajes por todas partes... Jerusalén festejaba a "su rey". Y la originalidad admirable de este pueblo, es que este "rey" no era un hombre (ya que la dinastía Davídica había desaparecido hacía largo tiempo), sino Dios en persona.
Este salmo es una invitación a la fiesta que culminaba en una enorme "ovación" real: "¡Dios reina!", "¡aclamad a vuestro rey, el Señor!" Imaginemos este "Terouah", palabra intraducible, que significa: "grito"... "ovación"... "aclamación".
Sal 98,1 – 4
Dios merece toda la alabanza por ser él quien es, por sus obras maravillosas, por la bondad mostrada al hombre, por la salvación
El Señor revela a las naciones su victoria.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas;
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.
El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia
y su fidelidad en favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra
han contemplado la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera,
gritad, vitoread, tocad.
Tanto la Liturgia como la tradición cristiana, nos invitan a alabar con un cántico nuevo al Niño de Belén, en quien se manifiesta el amor de Dios Padre en favor de la Iglesia, el nuevo Israel.
La alabanza a Cristo, aprendida en la escuela de este salmo, es el fruto de la alegría que suscita su Nacimiento en un corazón admirado y agradecido de sentirse salvado por su Señor, que aparece en la verdad de nuestra misma carne
¡La "venida" de Dios! Israel no podía ni mucho menos adivinar hasta qué punto esto sería cierto. Lo que celebra este canto, es realmente la Navidad, la venida del Hijo de Dios en persona:
Te rogamos, Señor, que seamos conscientes de tu victoria sobre el mal, de que extiendes los frutos de esa victoria sobre toda la tierra y de que nuestra responsabilidad cristiana es seguir esa obra, que es la evangelización, siempre con tu ayuda y apoyo. Y todo ello, festejado en la alegría de saberte a nuestro lado, de ver todas las maravillas que realizas en nosotros
Y es que, Señor, tus maravillas deben de llevarnos a verte presente en nuestras vidas, alabarte y bendecirte por ese brazo que nos tiendes para nuestra salvación, con esa misericordia y fidelidad tan evidentes en tu acción en el mundo, una acción evidente a poco que abramos nuestros ojos, con esa fe que te pedimos, Señor, nos mantengas y aumentes, para que seamos capaces de aclamarte con todos nuestros sentidos
Y te damos gracias, Señor, porque la esperanza que veíamos reflejada en la primera lectura, nos la anuncias en este espléndido cántico que podemos entonar en celebración de toda tu obra, de tu victoria final, incruenta, basada en la justicia y la paz, en la misericordia y la fidelidad.
Te rogamos que nos hagas capaces de secundar tu acción con nuestra humilde colaboración llevando justicia y paz en todas nuestras acciones.
Te rogamos, Señor, que nos enseñes a entonar ese cántico nuevo, a tener iniciativas que consigan llevar la justicia a los más humildes, a los más oprimidos, en gestos que den testimonio de nuestro convencimiento de pertenecerte a Ti, de tenerte en cuenta en toda mi vida, y así sepa aplaudir y aclamarte como la naturaleza hace constantemente.
Nuestra alegría cristiana debe manifestarse de forma pública y notoria; ese agradecimiento por la misericordia y la fidelidad del Señor, que con tanta asiduidad nos enseñan las Escrituras, es algo que, bien guardado en el corazón, debe también exteriorizarse para conocimiento de todos los que nos rodean.
Cantaré, Señor, alabando y proclamando tu llegada, la entrada de tu Hijo en nuestra tierra, en nuestro corazón, llevando a él la conversión, el amor al prójimo más necesitado, y llevaré tu misericordia y fidelidad hasta los confines de la tierra que yo sea capaz, de forma que todos seamos conscientes de tu victoria, de la vida eterna que nos traes, del mensaje de Evangelio del amor, la justicia y la paz.
Y tenemos que dar gracias al Señor, por esa evangelización que nos ha llegado, por su Palabra que nos ha alcanzado por medio del Hijo que inspiró a los discípulos y que nos pone en el camino de la misión, con la segura esperanza de su victoria, y el testimonio de sus maravillas. Gracias, Señor; te ruego que no pare nunca en mi labor de evangelización.

El Evangelio de Lucas está dirigido a los cristianos que vienen del paganismo y se desarrolla de forma catequética. Jesús habla en parábolas, y en este capítulo 16 narra un par referentes al buen y mal uso del dinero. Lucas es el único que nos relata la parábola del administrador astuto: conocemos la astucia del administrador, la administración infiel que desarrolla, la injusticia de reducir los recibos como sacrificio de sus intereses. Toda ella gira en torno a la idea de la gerencia, porque delante de Dios no somos “propietarios” sino “gerentes”, ya que todo lo que poseemos (nuestros bienes, nuestras cualidades, nuestras riquezas intelectuales y morales, incluso nuestras facultades afectivas y los aspectos de nuestro carácter), nos han sido dados para que los administremos. Se nos pedirá cuenta de todo lo que Dios nos “ha confiado” y que continúa perteneciéndole a Él, ya que tan solo somos gerentes de todo ello. Estos dones que Dios nos da, hemos de administrarlos con astucia, tratando de “asegurar el futuro” como lo hizo el administrador.
Jesús dice que “los hijos de este mundo” son más astutos para sus cosas, que “los hijos de la luz” (Lc 16,8). De modo que a los cristianos se nos reprocha el hecho de no tener el mismo ingenio ni la misma inteligencia para “los asuntos espirituales”.
Si nos apropiamos de los dones que Dios nos otorga, estaremos ocupados y preocupados por nosotros mismos, colmados con nosotros mismos. “El humilde vacío del corazón, donde nos hallamos, y que somos, cuando no nos ocupamos de nosotros mismos, resulta acogedor para Dios” nos dice Jean-Louis Chrétien.
Dios es luz y es nuestro Padre, de modo que Jesucristo quiere que los cristianos seamos “eres luminosos”, hijos de Dios-Luz. Como hijos de la luz, estamos llamados a poner, todo lo que el Señor nos ha dado, al servicio del Evangelio.
Evangelio Lc 16,1-8
La mejor forma de "blanquear" el dinero injusto ante Dios es compartirlo con sus hijos más pobres.
Los hijos de este mundo son más astutos con su gente que con los hijos de la luz.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: ¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido. El administrador se puso a echar sus cálculos: ¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa. Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo, y dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo? Este respondió: Cien barriles de aceite. El le dijo: Aquí está tu recibo: aprisa, siéntate y escribe «cincuenta». Luego dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? El contestó: Cien fanegas de trigo. Le dijo: Aquí está tu recibo: Escribe «ochenta». Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.
1 ¡Cuántas veces hemos encontrado dificultades en entender esta parábola. Parece necesario saber que según práctica habitual en el antiguo Medio Oriente, un administrador podía hacer préstamos de las propiedades del dueño, por los que recibía una comisión en concepto de intereses.
2 Esta comisión era para el administrador, no para el dueño. Esa comisión, con su correspondiente recibo, se adjuntaba al documento oficial que estimulaba la cuantía del préstamo.
3 La práctica habitual, sin embargo, era la existencia de un único documento, en el que el deudor consignaba la totalidad de su deuda, sin especificar la cuantía estipulada por un lado y los intereses por otro. Pero lo que no debemos olvidar es que estos intereses correspondían al administrador y no al dueño; eran propiedad del administrador.
4 El centro de gravedad y, por consiguiente, de atención de la parábola es la renuncia del administrador a lo que era suyo, una renuncia calificada de inteligente y, como tal, alabada expresamente por el amo del administrador.
5 El significado del texto es en realidad muy sencillo: invita al discípulo de Jesús a vivir un estilo de vida cuyo motor y base sea Dios y no el dinero.
6 Dios y dinero representan los motores de dos estilos de vida antitéticos, irreconciliables entre sí. Según el puesto que tenga cada uno de ellos en nuestras vidas, así será también el estilo de ellas.
7 Para el administrador de la parábola era más importante ganarse amigos que quedarse con el dinero. En el fondo sabía que teniendo amigos tendría también dinero. En vez de lamentarnos tanto del materialismo imperante, abrámonos nosotros a Dios.

LA MEDITACIÓN, ¿QUÉ DICE?: La liturgia de hoy destaca dos cosas importantes: la misión sacerdotal y, en general, del cristiano es la evangelización, y ceremonias y ritos son el apoyo para esa misión de impartir la Palabra del Señor con nuestro testimonio. Ese testimonio tiene necesariamente que estar apoyado en nuestro saber compartir, en ser conscientes de que el dinero que tenemos no es de nuestra propiedad sino que debe de servirnos para “ganarnos amigos”, es decir, para llevar alegría y felicidad a aquellos que las necesitan

¿QUÉ NOS DICE?: ¿Compartimos la Palabra del Señor? ¿Compartimos los bienes materiales que poseemos? ¿Compartimos nuestra atención y nuestro tiempo? ¿Hacemos amigos?

LA ORACIÓN: Te bendecimos, Señor, a ti que prometiste a los que en ti creyeran un agua que salta hasta la vida eterna; derrama tu Espíritu sobre todos nosotros para que seamos capaces de predicar el Evangelio, extendiendo la victoria de la cruz y llevando tu Palabra a los enfermos y a los necesitados para darles la fortaleza y la paciencia que tu Hijo ha venido a traernos. Te lo pedimos. Señor

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA DILEXI TE DEL SANTO PADRE LEÓN XIV SOBRE EL AMOR HACIA LOS POBRES
10. En este sentido, se puede decir que el compromiso en favor de los pobres y con el fin de remover las causas sociales y estructurales de la pobreza, aun siendo importante en los últimos decenios, sigue siendo insuficiente. Esto también porque vivimos en una sociedad que a menudo privilegia algunos criterios de orientación de la existencia y de la política marcados por numerosas desigualdades y, por tanto, a las viejas pobrezas de las que hemos tomado conciencia y que se intenta contrastar, se agregan otras nuevas, en ocasiones más sutiles y peligrosas. Desde este punto de vista, es encomiable el hecho de que las Naciones Unidas hayan puesto la erradicación de la pobreza como uno de los objetivos del Milenio.



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