28/07/2024 Dominical El milagro anticipa indudablemente el banquete eucarístico.

Dominical: El punto de vista de un laico
Escuchar LA PALABRA; meditar LA PALABRA; actuar según LA PALABRA)
V e r ; j u z g a r ; a c t u a r

DOMINGO DÉCIMO SÉPTIMO DEL TIEMPO ORDINARIO (28 Julio 2024)
(2 R 4, 42 – 44; Sal 145, 10 – 11. 15 – 18; Ef 4, 1 - 6; Jn 6, 1 - 15)

El milagro anticipa indudablemente el banquete eucarístico.

Compartir el pan, compartir la vida. El milagro de repartir lo poco que se tiene
La primera lectura de este domingo forma parte de un ciclo de milagros de Eliseo, el discípulo de Elías, que muy posiblemente se trasmitió entre sus discípulos. Esas tradiciones se transformaron, sin duda, para poner de manifiesto la grandeza de este hombre de Dios. Se ha escogido el final de ese ciclo, que lo acorde para este domingo, con objeto de servir de preparación al relato de la multiplicación de los panes que se ha de leer en el evangelio. Si nos fijamos bien, el relato no describe o especifica ningún gesto extraordinario por el que se lleve a cabo el dar de comer a todos los que siguen al profeta, sino que toda la fuerza de lo que se ha de hacer está en las palabras de Dios, a las que hace referencia el profeta como si se tratara de un dicho popular y sagrado.
El relato es legendario, sin duda, y probablemente se conservaba como una historia religiosa testimonial y ejemplar en los círculos de profetas, los que en los momentos más difíciles piden al pueblo que confíen en Dios por encima de todas las cosas. De hecho, en la lectura de hoy se describe como situación previa una gran hambre que había en la región. Los primeros frutos de la cosecha sirvieron para que todos, al compartir lo necesario, pudieron subsistir. Porque en estas situaciones límites lo más injusto es que unos pocos acumulen y otros pasen hambre; esta, creemos, es la lección de esta historia religiosa de Eliseo. Confiar y repartir; eso es lo que pide el profeta y por ello acontece lo extraordinario de que haya para todos. Estas historias han sido muy proverbiales en los círculos religiosos y de los santos. Lo importante no es verificar los detalles de su historicidad, sino cómo pueden servir de modelo para ayudar a los necesitados y compartir lo poco que se tiene. El hombre que le trajo al profeta los panes y la harina quería hacerle a él un don personal para que no pasara hambre. Pero el profeta lo repartió entre todos (este es el milagro) y todos se saciaron
Primera lectura 2 R 4, 42 – 44
Los primeros frutos de la cosecha son muy apreciados; significan el paso del “almacén” al “sabor fresco”; Estemos siempre dispuestos a ser “sabor fresco... cristiano” saliendo del adocenamiento
Comerán y sobrará.
En aquellos días, uno de Baal-Salisá vino a traer al profeta Eliseo el pan de las primicias, veinte panes de cebada y grano reciente en la alforja. Eliseo dijo: «Dáselos a la gente, que coman.» El criado replicó: « ¿Qué hago yo con esto para cien personas?» Eliseo insistió: «Dáselos a la gente, que coman. Porque así dice el Señor: Comerán y sobrará.» Entonces el criado se los sirvió, comieron y sobró, como había dicho el Señor
1 “Comer el pan” y “Tú eres quien nos da el pan”, son expresiones que se conservan a lo largo tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.
2 La largueza y bondad del Señor están siempre demostradas. El compartir, la solidaridad, permiten también la “multiplicación” de los panes.
3 El profeta Eliseo es hombre de Dios, continuador de la obra de Elías. Dos observaciones: “Así dice el Señor”, “cómo había dicho el Señor”, expresiones que nos indican que a través de Eliseo se esparce el poder y la misericordia de Dios.
4 Hoy el pueblo también tiene hambre, mucha hambre. Muchos, es verdad, de pan material; pero otros muchos de otro pan muy diverso.
5 Nuestra época es etapa de búsqueda insaciable: movimientos espirituales, orientales, nuevas orientaciones religiosas... Es decir, el hambre actual, la necesidad actual es física y, al mismo tiempo espiritual.
6 Por eso nuestras Parroquias no deben limitarse a la beneficencia, sino que deben de acompañar a las personas y mostrarles la bondad del Señor en todos los aspectos, también en el ágape, en el amor que se da.
¿Compartimos lo mejor que tenemos? ¿Nuestro tiempo? ¿Nuestra atención? ¿Somos conscientes de que nuestro ejemplo cristiano es como la piedrecita en el agua... se extiende y es difícil pararla?

El Salmo nos explica el por qué esta generosa oferta; clemente y misericordioso; ¿podremos imitarlo? Solos, por nuestra cuenta, desde luego que no. Pero ya el profeta nos anticipaba la alianza del Señor; con ella podremos llegar a donde queramos.
Sal 145, 10 – 11. 15 – 18
Pocas son las gracias que le damos al Señor; tenemos que incrementar nuestra oración de acción de gracias, de bendición, de alabanza
Abres tú la mano, Señor, y nos sacias.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas.
Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente.
El Señor es justo en todos sus caminos,
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente
La liturgia judía reza el salmo 145 dos veces al día: al final de la plegaria litúrgica de la mañana y al inicio de la plegaria litúrgica del mediodía. Hay quien lo ha calificado de «colección de jaculatorias»
De hecho muchos de sus versículos tienen sentido por sí mismos y podrían ser utilizados como breve oración personal a lo largo de nuestra jornada laboral.
Claro que, ¡cuántas verdades encierra!, ¡cuánta profundidad tiene!
Y extiende tu bondad y tu cariño a todas nuestras acciones para que sean dignas del mensaje de vida que nos has encomendado
Y haz, Señor, que sepamos ser agradecidos, que nuestra oración incluye la alabanza y la bendición, reconociendo la gloria que nos transmites, y la gran hazaña de la creación
Nuestra experiencia de la bondad y misericordia del Señor nos debe de llevar a darle gracias con frecuencia, a bendecirle y alabarle, contemplando como todas sus criaturas le alaban a su manera.
Porque admiramos, Señor tus hazañas, la creación que a nuestros pies has puesto, la libertad con la que nos has creado; enséñanos a usarla con justicia para que tu paz pueda extenderse a todo el mundo.
Como parte de todas tus criaturas, te damos gracias, Señor, porque siempre multiplicas tus dones sobre nosotros, abres tu mano generosamente y nos das tu alimento en tiempo oportuno.
Te alabamos y te bendecimos, Señor, y trataremos, de invocarte sinceramente, bien para darte gracias, bien para pedirte consejo en el camino de la vida.
¿Seremos capaces de imitar la generosa oferta del Señor, clemente y misericordioso? ¿Podremos extenderla a nuestros prójimos?

La unidad de la Iglesia. La segunda lectura, de la carta a los Efesios, es el comienzo de la sección parenética, es decir, aquella en la que después de una gran reflexión teológica sobre Cristo y la Iglesia, se pide a la comunidad cómo llevar a la práctica toda aquella teología. Es una exhortación a mantener la unidad por encima de todas las cosas, ya que Dios nos ha llamado a una gran esperanza.
La exhortación inicial (v.1) apela a la vocación cristiana que todos hemos recibido. Y por lo mismo, en los vv. 2-6 se describe en qué consiste la vida interna de la Iglesia. Se señalan la humildad, la mansedumbre, la magnanimidad y el amor. Son valores de identidad verdadera que introducen los vv.4-6: la unidad de la Iglesia (cuerpo) en el Espíritu.
Todos hemos escuchado muchas ese canto que proclama «un sólo Señor, una sola fe, un sólo bautismo»; es nuestro texto de hoy de la carta a los Efesios. Se afirma que es una cita litúrgica que se cantaba en la liturgia bautismal, y que tiene unas ciertas reminiscencias de la confesión de fe que encontramos en el Shemá de Israel (es la oración judía por antonomasia). Está formada por tres pasajes: Dt 6,4-9; 11,13-21; Num 15,37-41): “Yahvé es nuestro único Dios y no hay otro fuera de Él”, que los judíos piadosos repiten dos o tres veces al día. Lo que se quiere poner de manifiesto, pues, con el texto cristiano de la carta a los Efesios es la unidad de la comunidad como cuerpo de Cristo: un sólo Señor, una sola fe y un solo bautismo, que fundamenta su unidad en Dios como Padre de todos.
Segunda lectura Ef 4, 1 – 6
Aquí tenemos una llamada a vivir de acuerdo a la expectación con la que el Señor nos llama.
Un solo cuerpo, un Señor, una fe, un bautismo.
Hermanos: Yo, el prisionero por Cristo, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos; sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la meta de la esperanza en la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.
1 Empieza con una expresión importante, muy significativa, porque representa la vinculación de la fe cristiana entre dogma y vida, entre creer y obrar.
2 No quiere decir otra cosa sino que la vida cristiana, como Pablo la va a describir a continuación, no es más que una consecuencia que resulta naturalmente de lo que en la primera parte se desarrolló sobre la bendición gratuita de Dios, el misterio de Cristo, y el ser íntimo y divinizado del cristiano.
3 La existencia cristiana es una vida divinizada, y la vida tiende a «vivirse». La realidad cristiana es una fuerza, y esta fuerza tiene que desarrollarse. La realidad cristiana es una llamada de Dios, y esta llamada exige una respuesta que sea digna de tal llamada.
4 Cualquier práctica religiosa podría ser engañosa sino viene acompañada de un crecimiento en la humildad y la capacidad de comprensión y ayuda a los demás.
5 Es la esencia, la novedad de la fe cristiana: humildad, amabilidad, comprensión, unidad, “soportar a los demás” con amor... y soportarnos a nosotros mismos (que a veces no es fácil).
6 Todo ello con la esperanza puesta en el Señor, nuestro Padre, que está con nosotros en todo tiempo y lugar.
¿Sabemos aceptar la invitación de llevar una vida cristiana de verdad? ¿Cómo anda nuestra paciencia con los que nos rodean, en especial con los más próximos? ¿Comprendemos que paciencia, humildad y amor llevan a la paz?

Saciar el hambre sin dinero. El evangelio de hoy está tomado de San Juan. Sabemos que el c. 6 es una de las obras maestras de la teología y la catequesis de San Juan, y por ello se ha escogido este capítulo, que se nos servirá en cinco domingos para que la comunidad pueda enriquecerse con esta alta y hermosa catequesis del pan de vida. Hoy se nos lee el milagro ( el signo, mejor) de la multiplicación, que sirve de introducción a toda la reflexión posterior. Es uno de los signos con los que está elaborada la narrativa del evangelio de Juan y que ha sido muy comentada entre los especialistas. En realidad es el que más semejanzas tiene con los relatos de la multiplicación de los panes de los sinópticos (cf Mc 6,30-44; 8,1-10), aunque nos propone algunos detalles que pueden servir muy bien a la teología propia de este evangelista.
Estaba cercana la Pascua, la gran fiesta judía, lo que enmarca muy bien las pretensiones teológicas del evangelista. De hecho, hay algunos elementos que nos recuerdan momentos de la vida del pueblo en el desierto: las penurias, el hambre, la intervención de Moisés, el maná... Jesús pregunta a sus discípulos qué pueden hacer con tanta gente como les sigue e inquiere cómo darles de comer. Es como el relato de Eliseo de la primera lectura; y Andrés, uno de los primeros discípulos, señala, no inocentemente, a alguien que tiene como un tesoro en aquella situación: cinco panes y dos peces ¿se los puede guardar para sí? ¡No es posible!. Vemos que la solución del dinero para comprar pan para todos es imposible, porque el dinero muchas veces no es la solución del hambre en el mundo.
El milagro de Jesús consistirá precisamente en hacer que el pan se comparta y se multiplique sin medida. No se saca de la nada, sino de poco (aunque para aquél joven es mucho). Pero el joven no se lo ha guardado para sí, y Jesús ha hecho posible que el compartir el pan sea compartir la vida. La gente vio a Jesús como un profeta (otra referencia al texto de Eliseo) y considerando que querían hacerlo rey por este gesto extraordinario se marcho a la soledad. Lo que vendrá después será una reflexión de la teología de cómo Dios comparte su vida con nosotros, por medio de Jesucristo. ¿Es posible decir muchas más cosas de este relato o signo milagroso? No es útil hacer grandes alardes de tipo histórico sobre cómo han nacido este tipo de relatos de la multiplicación de los panes y qué hecho concreto y memorable sustenta una narración o una tradición como esta.
En este caso de Juan sabemos muy bien que a las pretensiones del evangelista, como es su costumbre, este “signo/sêmeion” (él no les llama milagros) le sirve de base y de apoyo para construir el extraordinario discurso del pan de vida, como el maná que viene del cielo, que ha de leerse en domingos sucesivos, y que vine a continuación de nuestro relato. Todas las aportaciones originales o difíciles que se han dado sobre el particular no nos llevaría ni a solucionar la historicidad de este tipo de hechos, ni a remediar el hambre en el mundo. Pero sí hay una cosa clara: sea así o de otra manera lo que sucediera en un hecho memorable de Jesús, entre sus discípulos y las gentes que le seguían, el hambre no se arregla con milagros ni con dinero. El camino es, como el texto lo pone de manifiesto: compartir lo que se tiene en beneficio de todos. ¿Podría ser de otra manera? ¡desde luego que no! La Iglesia y la humanidad entera están llamadas a “reproducir” este milagro, este “signo” del compartir, entre tantos grupos y tantos pueblos que no pueden comer ni pagar la deuda que los empobrece. Otro tipo de lectura e interpretación de nuestro relato no tendría sentido hoy. La “apologética” del poder divino y extraordinario de Jesús o de Dios no daría de comer a tantos que hambrean lo necesario.
Evangelio Jn 6, 1 – 15
La generosidad, solidaridad y fraternidad son “síntomas” cristianos
Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron.
En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberiades). Le seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?» Lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.» Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?» Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo.» Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.» Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Éste sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo.» Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.
1 La multiplicación de los panes se repite en los Evangelios hasta seis veces, muestra de la importancia que se le dio en la antigua tradición cristiana.
2 En la liturgia de hoy se escoge como primera lectura el texto de la multiplicación de los panes por Eliseo, muestra de la relación entre ambos Testamentos.
3 La simbología del pan, el pan de vida, y el compartir el alimento son los temas más importantes de este texto. “Un muchacho”, persona poco significativa, “cinco panes de cebada y un par de peces”, poco pan (de cebada, no de trigo, éste de los ricos) y pocos peces.
4 Pasando por las manos de Jesús todo se convierte en grande y bello. Hay una desproporción entre lo que somos y lo que Dios nos hace llegar a ser, si nos ponemos en sus manos.
5 El pan material que nos es dado por Dios nos recuerda lo que debemos compartir con tantos hombres y mujeres que sobre la tierra están faltos de recursos y que luchan desesperadamente por un trozo de pan.
6 Nos recuerdan también el "hambre de Dios" y el banquete escatológico. Son realidades que muy a menudo alejamos de nuestro pensamiento y que consideramos como lejos de nosotros.
7 Sin embargo, el tenerlas presentes nos ayudaría a relativizar tantos problemas que nos parecen más grandes que nosotros, y nos impulsaría a vivir más serenamente preocupándonos solamente de aquello que es esencial.
8 Y es que la multiplicación de los panes trasciende, como es fácil de entender, la dimensión meramente material o logística. No se trata sólo de un milagro que sacia el hambre de la multitud, sino, sobre todo, de un “signo” que significa la presencia actual del Reino de Dios, que nos enriquece de otros bienes que los puramente materiales (la salud del cuerpo y el pan que sacia su hambre).
¿Somos conscientes de la cercanía de personas que están pasando hambre? ¿Nos preocupamos por ellas?

LA ORACIÓN: Te damos gracias, Padre nuestro, por la vida y el conocimiento que nos manifestaste por medio de tu siervo Jesús. A ti sea la gloria por los siglos de los siglos. Como este pan estaba disperso por los montes y después, al ser reunido, se hizo uno, así sea reunida tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino. Porque tuya es la gloria y el poder por Jesucristo eternamente. Te damos gracias, Padre santo, por tu santo nombre, que hiciste morar en nuestros corazones, y por el conocimiento y la fe y la inmortalidad que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo. (De la DIDACHÉ)

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Curiosamente, sólo son los panes «y no los peces» los que son específicamente repartidos a los discípulos para distribuirlos
Uno de los milagros más hermosos de Jesús es el de la multiplicación de los panes y peces, pues en todo esto, Jesús revela un poderoso signo de su amor para con su pueblo. Él involucra, además, a sus discípulos, para que aporten su grano de arena. Los panes y los peces los ofrece un muchacho, como signo de lo que ofrece el pueblo a Dios. De aquí, es que sabemos que Dios actúa en medio de nosotros, para nosotros, y con nosotros.
En muchos de los milagros que obró Jesús, pedía que las personas pusieran algo de su parte, aunque sea algo pequeño:
Para dar de comer a las multitudes pidió unos pocos panes y peces, con eso multiplicó y hasta quedó de sobra. (Mateo 14,17-21)
Para curar al ciego de nacimiento le pidió que fuese a lavarse la cara en el pozo, aún estando ciego. (Juan 9,1-7)
Para curar al tullido le pidió que se levantara el sólo y que tomara su camilla. (Juan 5,6-9)
Para proporcionar el vino en Caná, pidió a los sirvientes que llenaran los cántaros con agua. (Juan 2,3-10)
Cuando Jesús pasaba a través de Samaria y Galilea entró en un pueblo, le salieron diez leprosos, se detuvieron a distancia y le gritaron: "¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!" Al verlos, Jesús, les pide algo: "Vayan y preséntense con los sacerdotes". (Lucas 17, 11-19)
En cada milagro, Jesús pedía la manifestación de la fe en algún acto concreto por parte de quien esperaba el milagro. A continuación, te invitamos a conocer esta cinco claves sobre el milagro que la multiplicación:

1.- ¿Ocurren hoy cosas como la multiplicación de los panes? Escucha esta historia:

«Teresa tenía 8 años. Su hermanito Andrés estaba muy enfermo y no tenían dinero para la operación. Teresa oyó decir a su padre:
- "Sólo un milagro puede salvar a Andrés".
Teresa tomó sus ahorros, se fue a la farmacia y le dijo al farmacéutico:
- "Mi hermano está muy enfermo. ¿Cuánto cuesta un milagro?"
El hermano del farmacéutico se agachó y le preguntó a la niña:
- "¿Cuánto dinero tienes?". Ella respondió: “Un dólar y cinco centavos”.
- “Estupendo, eso es exactamente lo que cuesta un milagro para los hermanitos”.
Cogió el dinero de la niña y le dijo: "Llévame a tu casa. Veamos si tengo la clase de milagro que necesitas". Aquel hombre era un cirujano. Operó al niño y quedó bien. Su madre decía:
- "Esa operación ha sido un verdadero milagro. ¿Cuánto habrá costado?"
Teresa sonreía. Ella sí lo sabía: costó un dólar y cinco centavos, más la fe de una niña.» (Félix Jiménez, escolapio)
Para dar vida, hacer feliz, ayudar, amar, perdonar, no se necesita mucho: basta una sonrisa, una buena palabra, un abrazo sincero, una cálida acogida, estar ahí... Pero, además, Jesús podía multiplicar los panes.

2.- ¿Cómo Jesús realiza esta multiplicación?

En realidad la historia comienza con Herodes, que encarcela y decapita al Bautista. Y Jesús sabe que puede correr la misma suerte, porque actúa como Juan el Bautista. Por eso Él decide prudentemente desaparecer de escena por unos días, y se montó en una barca para ir a un sitio tranquilo y apartado.
Pero la gente se entera adónde irá, y llega por tierra antes que Él. Total: Jesús desembarca y se encuentra frente a una gran multitud, que lo está esperando. La gente estaba asombrada y curiosa: ¿Quién es este Jesús, que se preocupa tanto por los enfermos y tiene tanto poder, que hasta sana a muchos de ellos? ¿Qué sorpresas nos trae?
Aquel día especialmente Jesús, viendo tanta gente, sintió compasión. Ve aquella multitud agobiada y enferma. La observa, la mira con profundidad, lee en sus rostros el dolor, la enfermedad, el agobio, y se pone en seguida a curarlos de sus enfermedades, a enseñarles muchas cosas y a atender con cariño a cada persona que se acercaba a Él. Era una gran multitud: 5.000 hombres, sin contar las mujeres y los niños.
Jesús les alimenta primero con la Palabra de vida y después con el pan multiplicado. Ni siquiera espera a que se lo pidan. Él se adelanta. Va cayendo la tarde, y los discípulos le dicen que despida a la multitud. Pero Jesús les reta: "Dénles ustedes de comer". Ellos se excusan diciendo: "Sólo tenemos cinco panes y dos peces."
Eran de un muchacho previsor. También en la Patagonia (Argentina), una de las características del así llamado «hombre del desierto» es que siempre lleva algo de comida, cuando sale de casa. (Miguel Petty, sj)
Jesús los tomó, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos, y ellos a la gente. Y comieron todos hasta saciarse, y recogieron doce cestos llenos de sobras.

3.- ¿Hay en la Biblia otras multiplicaciones de pan?

¡Sí! En el segundo Libro de Reyes (4,42-44) se narra cómo el profeta Eliseo alimentó a cien personas con un poco de pan de cebada. La historia fue así:
«Llegó un hombre de Baal Salisá, trayendo al hombre de Dios pan de los primeros frutos: veinte panes de cebada y grano recién cortado, en una alforja. Eliseo dijo: "Dáselo a la gente para que coman". Pero su servidor respondió: "¿Cómo voy a servir esto a cien personas?" "Dáselo a la gente para que coman, replicó él, porque así habla el Señor: Comerán y sobrará". El servidor se lo sirvió; todos comieron y sobró, conforme a la palabra del Señor»
Ambas historias se parecen bastante. Estas alimentaciones también recuerdan al maná en el desierto. Así lo recuerda el evangelista Juan, después de contar la multiplicación de los panes.

4.- ¿Cuál es la Buena Noticia en este milagro?
- El humanismo del Hijo de Dios. Es una historia de compasión.
- La iniciativa de alimentar a la muchedumbre es de Jesús. Nadie se lo pide.
- Pide la colaboración de los hombres: “Denles ustedes de comer”. Y comienza con aquellos cinco panes y dos peces del muchacho.
- Es un milagro, fruto de la oración.
- Generosidad y abundancia. “Y fueron saciados”. Pero sin derroche. No se tira nada. Recogieron doce cestas de pedazos de pan de cebada. Es decir, una cesta por cada tribu de Israel.

5.- ¿Tiene este milagro algo que ver con la Eucaristía?
Dice el evangelio: "Jesús tomó, bendijo, partió y dio". Son las mismas palabras de Jesús en la Última Cena, cuando instituyó la Eucaristía.
Es la única historia milagrosa que se encuentra en los cuatro Evangelios. La Eucaristía es el significado principal en ellos.
Asimismo, la posición arreglada de la gente sentada en grupos sobre la hierba, la oración de invocación y bendición, el acto litúrgico de partir el pan, el paralelo inmediato a la muerte de Juan Bautista, todas estas acciones son pistas inequívocas que señalan a la celebración de la Última Cena del Señor.
Más aún, Jesús poco después hablará a la misma gente del Pan de vida, que es su Cuerpo inmolado. Curiosamente, sólo son los panes (y no los peces) los que son específicamente repartidos a los discípulos para distribuirlos.
Conclusión: Hoy en día también Jesús espera de nosotros que pongamos algo de nuestra parte para confirmar así nuestro desprendimiento. Estoy seguro de que Dios multiplicará lo que le damos hasta "setenta veces siete", pero tenemos que entregarle algo, tenemos que dar todo nuestro esfuerzo, pues Jesús, estará siempre dispuesto a darnos lo que pedimos si lo hacemos con absoluta fe y entrega.



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