Quienes quebrantan la armonía de una sociedad igualitaria serán excluidos. 16 JULIO 2016

16/07/2016 


Primera lectura

Salmo

Evangelio

Oración

Información relacionada


Primera lectura

LOS MIEMBROS DE LA ARMADA CELEBRAMOS HOY LA FESTIVIDAD DE LA VIRGEN DEL CARMEN, NUESTRA PATRONA Y NUESTRO PERMANENTE AUXILIO EN LA MAR… Y EN TIERRA

Mi 2,1-5
Primera denuncia dirigida a la sociedad en general y a los mediadores
Codician los campos y se apoderan de las casas.
Ay de los que meditan maldades, traman iniquidades en sus camas; al amanecer las cumplen, porque tienen el poder. Codician los campos y los roban, las casas, y se apoderan de ellas: oprimen al hombre y a su casa, al varón y a sus posesiones. Por eso, dice el Señor: Mirad, yo medito una desgracia contra esa familia. No lograréis apartar el cuello de ella; no podréis caminar erguidos, porque será un tiempo calamitoso. Aquel día entonarán contra vosotros una sátira, cantarán una elegía: han acabado con nosotros; venden la heredad de mi pueblo; nadie lo impedía, reparten a extraños nuestra tierra. Nadie os sortea los lotes en la asamblea del Señor.

Meditación

Los explotadores de otras personas son, desde luego, gente que mucho tiene que reflexionar sobre su conducta para enderezar su senda en la vida
Y aunque el que está en posición dominante tiene más fácil la explotación de los que tiene “por debajo”, trabajando para él, hay que fijarse también en aquellos que en su nivel explotan a los demás: a sus compañeros y a sus “jefes”
Y es que tan explotador el que no es justo en lo que paga o en la exigencia de horas de trabajo excesivas o en el trato inadecuado de su gente, como el que no realiza honradamente su trabajo, recargando a sus compañeros y explotando a sus jefes.
En la actual crisis económica por la que estamos pasando, esta explotación parece ser frecuente, aunque yo ya estoy fuera de “ese campo”, pero escucho las quejas… y las oigo por las dos partes.
Una de las cosas más terribles del momento actual es la experiencia de esas familias que se quedan sin hogar por no poder pagar la hipoteca. ¿No tendría esto algún remedio por medio de acuerdos de las partes, propiciados por el Gobierno? 

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Salmo

10,1-2.3-4.7-8.14
¿Es nuestra conducta acorde con lo que creemos?
No te olvides de los humildes, Señor.
¿Por qué te quedas lejos, Señor, y te escondes en el momento del aprieto?
La soberbia del impío oprime al infeliz y lo enreda en las intrigas que ha tramado.
El malvado se gloría de su ambición, el codicioso blasfema y desprecia al Señor.
El malvado dice con insolencia: No hay Dios que me pida cuentas.
Su boca está llena de maldiciones, de engaños y de fraudes;
su lengua encubre maldad y opresión en el zaguán se sienta al acecho, para matar a escondidas al inocente.
Pero tú ves las penas y los trabajos, tú miras y los tomas en tus manos.
A ti se encomienda el pobre, tú socorres al huérfano.

Meditación

 Pero, ¿de verdad podemos pensar que el Señor está lejos y escondido en los momentos en que pasamos por la angustia?
Soberbia y ambición, desde luego, alejan al humano de su Señor, pero eso es por elección, ejerciendo la libertad que el Señor nos da a todos.
Su conciencia algún día despertará, le hará consciente del mal que está haciendo, y su infelicidad será evidente. De ese sí se aleja el Señor; pero, no: es él el que se aleja de su creador, el que cree, interesadamente, que el Señor se le esconde
De ahí ese pensamiento de que no hay Dios que le pida cuentas; lo verá, lo experimentará, y ojala ese día tenga cerca de algún creyente que sepa consolar y animar, porque el Señor no quiere “suicidas”
Mira Señor a tus siervos más humildes; haznos a todos partícipes de esa humildad, que sepamos atender, animar, alegrar, en una palabra, cuidar en tu Nombre a aquellos que menos tienen en cualquier aspecto de la vida, sea económico, sea moral o ético
¿Reconocemos la acción del Señor en nuestras vidas? ¿Está nuestra fe segura de que nuestro Padre no se esconde ni se aleja de nosotros, sino que somos nosotros los que a veces nos alejamos de Él? ¿Tratamos de “curar” el mal que nos rodea? ¿Condicionamos en demasía nuestras ayudas al buen o mal comportamiento de aquel que vemos necesitado de una u otra manera?

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Evangelio

Mt 12,14-21
Jesús comienza a ser ya un peligro público que debe ser eliminado.
Les mandó que no lo descubrieran. Así se cumplió lo que dijo el profeta.
En aquel tiempo, los fariseos, al salir, planearon el modo de acabar con Jesús. Pero Jesús se enteró, se marchó de allí y muchos le siguieron. El los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: «Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones».

Meditación 

El trozo de Evangelio de hoy es consecuencia directa de las lecturas anteriores.
Hay quien quiere “acabar con Jesús”; les sobra, quieren, por ejemplo, eliminar las capillas de las universidades, como si un lugar recogido para el diálogo con el Señor fuera algo fuera de lugar.
Quieren “respeto” para una ideología, pero a base de atropellar a los que no piensan como ellos… ¿democracia? Impensable
Jesús sigue su tarea de curaciones, que abarcan lo físico y lo espiritual de las personas. Con trato exquisito, sin muestra alguna de poder a su favor. Expuesto hasta el final, hasta la muerte en la cruz.
Debemos de imitar a Jesús, tratando de recuperar esas cañas cascadas y esos pabilos vacilantes, dándoles la fuerza de nuestro cariño de nuestra atención: el espíritu de Jesús que marcha con los que tienen experiencia de fe, con los que viven en presencia y compañía del Señor

LA MEDITACIÓN, ¿QUÉ DICE?: El buen trato entre empresario y trabajador se extiende a todos los ámbitos de su relación; desde el sueldo pagado, a las horas trabajadas, al trabajo honrado que es necesario llevar a cabo. Esconderse del Señor, es tarea inútil; Él nos ha creado cómo parte de sí mismo y no pedemos desprendernos de Él, aunque, interesadamente, nos parezca que podemos esconderlo.

¿QUÉ NOS DICE?: ¿Eres empresario o trabajador por cuenta ajena? ¿Intentas ser justo en ambos casos? ¿Nos sentimos protegidos por el Señor? ¿Tratamos de extender esa protección a los demás… porque esa es nuestra misión evangelizadora?

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Oración

Te bendecimos, Señor, creador del universo, porque has conservado nuestra vida hasta el día de hoy. Míranos benigno, Señor, ahora que vamos a comenzar nuestra labor cotidiana; haz que, obrando conforme a tu voluntad, cooperemos en tu obra. Que nuestro trabajo de hoy sea provechoso para nuestros hermanos, y así todos juntos edifiquemos un mundo grato a tus ojos. A nosotros y a todos los que hoy entrarán en contacto con nosotros, concédenos el gozo y la paz. Te lo pedimos, Señor

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Información relacionada

Papa Francisco.- Exhortación Apostólica Amoris Laeticia, La alegría del amor

 21. Jesús mismo nace en una familia modesta que pronto debe huir a una tierra extranjera. Él entra en la casa de Pedro donde su suegra está enferma (Mc 1,30-31), se deja involucrar en el drama de la muerte en la casa de Jairo o en el hogar de Lázaro (cf. Mc 5,22-24.35-43); escucha el grito desesperado de la viuda de Naín ante su hijo muerto (cf. Lc 7,11-15), atiende el clamor del padre del epiléptico en un pequeño pueblo del campo (cf. Mt 9,9-13; Lc 19,1-10. Encuentra a publicanos como Mateo o Zaqueo en sus propias casas, y también a pecadoras, como la mujer que irrumpe en la casa del fariseo (cf. Lc 7,36-50). Conoce las ansias y las tensiones de las familias incorporándolas en sus parábolas: desde los hijos que dejan sus casas para intentar alguna aventura (cf. Lc 15,11-32) hasta los hijos difíciles con comportamientos inexplicables (cf. Mt 21,28-31) o víctimas de la violencia (cf. Mc 12,1-9). Y se interesa incluso por las bodas que corren el riesgo 19 de resultar bochornosas por la ausencia de vino (cf. Jn 2,1-10) o por falta de asistencia de los invitados (cf. Mt 22,1-10), así como conoce la pesadilla por la pérdida de una moneda en una familia pobre (cf. Lc 15,8-10).

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