19/02/2020 Dios es paciente, dulce, benigno, discreto. La ira, la violencia, el exceso... ¡nada de esto es Dios!

 

 

 

 

 

¡BUENOS DÍAS NOS DÉ DIOS! 19 FEBRERO 2020

Dios es paciente, dulce, benigno, discreto. La ira, la violencia, el exceso... ¡nada de esto es Dios!

“Olvidar” y “perfecto”, dos palabras que resaltan en la primera lectura de hoy. Antes que nada, el camino de la perfección nos pide que sepamos concentrarnos, escapar del torbellino de las impresiones, de las decenas de millares de signos e informaciones que nos asaltan diariamente, para detenernos en lo esencial, en lo que es la gestación de nuestro ser eterno desde el momento presente. Se necesita, pues, tiempo, y algo más que unos minutos al día, para hacer silencio, encontrar las zonas profundas de la conciencia y abrirnos a la presencia de Dios.
Primera lectura St 1,19-27
Protagonistas y no meros oyentes de la Palabra
Llevad a la práctica la palabra y no os limitéis a escucharla.
Tened esto presente, mis queridos hermanos: sed todos prontos para escuchar, lentos para hablar y lentos para la ira. Porque la ira del hombre no produce la justicia que Dios quiere. Por lo tanto, eliminad toda suciedad y esa maldad que os sobra y aceptad dócilmente la Palabra que ha sido plantada y es capaz de salvaros. Llevadla a la práctica y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos, pues quien escucha la Palabra y no la pone en práctica, se parece a aquel que se miraba la cara en el espejo, y apenas se miraba, daba media vuelta y se olvidaba de cómo era. Pero el que se concentra en la ley perfecta, la de la libertad, y es constante, no para oír y olvidarse, sino para ponerla por obra, éste encontrará la felicidad en practicarla. Hay quien se cree religioso y no tiene a raya su lengua; pero se engaña, su religión no tiene contenido. La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo.
Podríamos recordar aquí aquello de “los que miran pero no ven y los que oyen pero no escuchan” (Mt 13, 11). La acogida de la Palabra del Señor es fundamental para el cristiano, y una vez acogida ponerla en práctica. Esa será nuestra salvación. Es la Palabra dicha ya en la Escritura y la Palabra dicha hoy que protagonizamos los cristianos. La dulzura, signo de Dios. Dios es paciente, dulce, benigno, discreto. La ira, la violencia, el exceso, ¡nada de esto es Dios! La fe no puede ser tan solo una adhesión abstracta e intelectual a unas doctrinas. Es necesario que cambie las relaciones sociales, que transforme las relaciones entre ricos y pobres.

Dios no abandona nunca a los justos, mientras que los que siembran el mal son como desconocidos, de los cuales el cielo no recuerda el nombre.
Sal 14,2 – 5
¿Buscamos silenciar el ruido que no nos deja escuchar su voz?
¿Quién puede habitar en tu monte santo, Señor?
El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua.
El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino;
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor.
El que no presta dinero a usura,
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra, nunca fallará.
Gracias te damos, Señor, porque siempre nos indicas por donde va el camino de nuestra salvación, no confundiendo la práctica del rito con nuestra conducta general de atención a nuestro prójimo; las celebraciones religiosas deben de servir de apoyo e impulso para nuestra escucha de la Palabra y su aplicación.

Discernir al estilo de Jesús presupone caer en la cuenta de las situaciones en que estamos viviendo y cómo las estamos asumiendo, tiene como criterio de orientación y acción el modo fraterno de estar presente y consciente frente al otro, sin imposiciones, discriminaciones o violencias.
Evangelio Mc 8,22-26:
¿Discernimos o somos indolentes?
El ciego estaba curado y veía todo con claridad.
En aquel tiempo, Jesús y los discípulos llegaron a Betsaida. Le trajeron un ciego, pidiéndole que lo tocase. Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en lo ojos, le impuso las manos y le preguntó: ¿Ves algo? Empezó a distinguir y dijo: Veo hombres; me parecen árboles, pero andan. Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a casa, diciéndole: No entres siquiera en la aldea.
Nuestra confianza en la acción de Jesús nos debe de llevar a seguir su Palabra, escuchándola y llevando a cabo lo que nos dice, sin la ceguera que significa el no tener presente al Señor en nuestras vidas.

LA MEDITACIÓN, ¿QUÉ DICE?: El camino del seguimiento es el camino de la entrega, del abandono, del servicio, de la disponibilidad, de la aceptación del conflicto, sabiendo que habrá resurrección. La cruz no es un accidente por el camino, sino que forma parte del camino. Pues en un mundo organizado desde el egoísmo, ¡el amor y el servicio sólo pueden existir crucificados! Quien hace de su vida un servicio a los demás, incomoda a los que viven agarrados a los privilegios, y sufre.

¿QUÉ NOS DICE?: ¿Qué pide Jesús a las personas que quieren seguirle? ¿Qué es lo que hoy nos impide reconocer y asumir el proyecto de Jesús?

LA ORACIÓN.- Te rogamos, Señor, que en todas nuestras palabras y acciones seamos hoy luz del mundo y sal de la tierra para cuantos nos contemplen y que la gracia del Espíritu Santo habite en nuestros corazones y resplandezca en nuestras obras, para que así permanezcamos en tu amor y en tu alabanza. Te lo pedimos, Señor

Exhortación Apostólica “VIVE CRISTO” DEL Papa FRANCISCO a los jóvenes y a todo el Pueblo de Dios
139. Tiempo atrás un amigo me preguntó qué veo yo cuando pienso en un joven. Mi respuesta fue que «veo un chico o una chica que busca su propio camino, que quiere volar con los pies, que se asoma al mundo y mira el horizonte con ojos llenos de esperanza, llenos de futuro y también de ilusiones. El joven camina con dos pies como los adultos, pero a diferencia de los adultos, que los tienen paralelos, pone uno delante del otro, dispuesto a irse, a partir. Siempre mirando hacia adelante. Hablar de jóvenes significa hablar de promesas, y significa hablar de alegría. Los jóvenes tienen tanta fuerza, son capaces de mirar con tanta esperanza. Un joven es una promesa de vida que lleva incorporado un cierto grado de tenacidad; tiene la suficiente locura para poderse autoengañar y la suficiente capacidad para poder curarse de la desilusión que pueda derivar de ello».


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