12/04/2021 La conversión permanente es una línea de vida importante

 

 ¡BUENOS DÍAS NOS DÉ DIOS! 12 ABRIL 2021
La conversión permanente es una línea de vida importante

La comunidad ha pasado a ser la verdadera familia de los creyentes, pues en ella comparten su vida y oran. Sus reflexiones sobre lo que acaba de pasar, la detención y el enjuiciamiento de Pedro y de Juan, se hacen a la luz de la Palabra de Dios (Salmo 2, 1-2). Luego de todos los corazones brota la oración
Primera lectura Hch 4,23-31
Al terminar la oración, los llenó a todos el Espíritu Santo, y anunciaban con valentía la Palabra de Dios.
En aquellos días, puestos en libertad, Pedro y Juan volvieron al grupo de los suyos y les contaron lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los ancianos. Al oírlo, todos juntos invocaron a Dios en voz alta: «Señor, tú hiciste el cielo, la tierra, el mar y todo lo que contienen; tú inspiraste a tu siervo, nuestro padre David, para que dijera: “¿Por qué se amotinan las naciones, y los pueblos planean un fracaso? Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías." Así fue: en esta ciudad se aliaron Herodes y Poncio Pilato con los gentiles y el pueblo de Israel contra tu santo siervo Jesús, tu Ungido, para realizar cuanto tu poder y tu voluntad habían determinado. Ahora, Señor, mira cómo nos amenazan, y da a tus siervos valentía para anunciar tu palabra; mientras tu brazo realiza curaciones, signos y prodigios, por el nombre de tu santo siervo Jesús.» Al terminar la oración, tembló el lugar donde estaban reunidos, los llenó a todos el Espíritu Santo, y anunciaban con valentía la palabra de Dios.
1 Vemos que la oración cristiana se sitúa en la confluencia de la historia de la salvación encarnada por Jesús y de los hechos de vida encarnados en la Iglesia.
2 La oración apostólica nos proporciona el ejemplo de dos dimensiones esenciales de la oración: repasa la historia de la salvación y mira hacia la esperanza de la revelación de esa salvación en la vida actual.
3 La oración eucarística edificada sobre estas leyes permite comprender cómo la asamblea litúrgica reúne el presente y el pasado para disponernos mejor para el futuro.
4 Por eso no basta hacer memoria de la resurrección para vivir la fe; se necesita además situarla correctamente en la vida de la Iglesia y de los hombres. Se trata continuamente de aclimatar, si así puede decirse, la vida del Resucitado al espacio cultural en que vivimos.
5 La oración es nuestra unión con el Señor, una conversación fluida en la que no es necesario repetir demasiado las cosas, ni tampoco hablar demasiado; hay que dejarle también “cancha” al Señor para que Él nos hable.
6 La oración es una de las maneras mediante las cuales podemos expresar nuestra confianza en Dios. La fe y la espontaneidad son dos cualidades que seguro que el Señor aprecia. Pedir, dar gracias, alabar y bendecir pueden ser modalidades diferentes de oración, pero, mejor, pueden ser partes de una sola oración.

Sal 2,1-3.4-6.7-9:
Dichosos los que se refugian en ti, Señor.
¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías:
«Rompamos sus coyundas, sacudamos su yugo».
El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira, los espanta con su cólera:
«Yo mismo he establecido a mi rey
en Sión, mi monte santo.»
Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy.
Pídemelo: te daré en herencia las naciones,
en posesión, los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza.»
1 ¿Para qué meten ruido las naciones y los pueblos meditan vanos planes?
El ruido que “hace” (¿hacemos?) el mundo es verdaderamente estruendoso. Es un ruido no solo hacia el exterior, sino también en nuestros oídos, en nuestra vista... con todos esos medios audiovisuales-informáticos que tenemos a nuestra disposición. Eso por lo que respecta a las personas, pero las naciones como conjunto mantienen constantemente un alto ruido con las pretensiones de sus políticos. ¿En beneficio de su país? ¿Teniendo en cuenta a los más necesitados? ¿Cómo hacen las naciones sus planes?
¿Cómo pueden las naciones oponerse a la decisión de todo un Dios que ha decidido poner en la tierra a un representante suyo? El Ungido, el Mesías, ¿cómo podemos seguirnos oponiendo a su presencia en nosotros?
Casi todas partes a donde vamos encontramos sonidos compitiendo con nuestras mentes; escuchar la voz de Dios significa no escuchar el ruido del mundo a nuestro alrededor. La Palabra lo dice de forma muy bonita: “Hazme oír por la mañana tu misericordia, porque en Ti he confiado” (Sal 143, 8)
Pero también los planes de las naciones “pequeñitas”... las familias, debemos de tener en cuenta a los que tenemos cerca que necesitan de nosotros. Ah! Y no podemos decir que no sabemos que tenemos necesitados cerca. El ruido puede, claro ensordecer nuestra consciencia.
¿El ruido del mundo nos deja pensar? ¿Nos deja meditar? ¿Nos deja orar?
Porque el Señor es el verdadero Rey, su Reino es el de la justicia, la paz, la verdad, en el que podemos encontrar el amor a todos, el interés por el bienestar de todos, y en el que nuestra labor es necesaria porque nosotros somos las manos de Dios, sus consejeros delegados ¿Somos conscientes de ello?

2 Se sublevan los reyes de la tierra, y sus fuerzas unen los soberanos en contra del Señor y de su Ungido.
Las naciones se rebelan unas contra otras, con intereses muchas veces poco claros, pocas veces en beneficio de sus habitantes. Se rebelan también contra el Señor, contra ese Dios que nos ha creado y que vela por nosotros, culpándole de nuestras desdichas, de nuestra infelicidad, sin tener en cuenta que normalmente es la infidelidad la que nos lleva a situaciones poco satisfactorias. Y culpamos a ese, nuestro Padre, cuya fidelidad, unida a la misericordia, no queremos ver, descartamos de nuestra razón y llegamos a la sin razón.
El Dios hecho hombre, el Ungido del Padre, fue mal recibido en esta tierra “los suyos no lo recibieron” (Jn 1, 11), y pelearon para que el Reino que proclamaba no se extendiera por toda la tierra, porque los intereses de los más acomodados se podían ver lastimados. Pero él, Jesús, el Cristo, supo con su vida y su Palabra, dejarnos esa inapreciable herencia constituida por el camino, la verdad y la vida.
¿Tratamos de sembrar la paz a nuestro alrededor? ¿Somos fieles a nuestra familia y a nuestros amigos? ¿Nos enfadamos con demasiada frecuencia? ¿Discutimos airadamente o dialogamos razonadamente?

3 «¡Vamos, dicen, rompamos sus cadenas y sacudamos su yugo!»
Y somos verdaderamente osados; nos creemos reyes y señores de la tierra y nos sublevamos contra nuestro Dios, nuestro Padre. Y somos tan optimistas que muchas veces nos creemos que nos hemos soltado (¿de qué cadenas? ¿de qué yugo?) y que entonces nos encontramos libres. ¿libres?... más bien ciertamente exageradamente optimistas, porque esa pretendida liberación nos encadena a otros “mojones” que nos llevan a la infelicidad.
Podemos pues, rogar al Señor que nos mantenga a su lado, conscientes de que Él no nos amarra, no limita nuestra libertad, sino que, muy al contrario, la promueve por el camino de la verdadera felicidad, de la alegría, del encuentro con nuestros hermanos, de la ayuda a los necesitados, de la austeridad creadora de riqueza, de la enriquecedora fraternidad
Conscientes, al mismo tiempo, de que si hemos sentido ataduras espirituales ya es momento de liberarnos de ellas, de salir al mundo con el sentido cristiano de la experiencia de fe, de la presencia del Señor sentida en nuestro corazón, ese corazón que Ezequiel, transmitiendo las palabras de Yahvé, hace nuevo, de carne, eliminando aquel corazón de piedra (Ez 36, 26) que nos pesaba y nos llevaba por otros caminos.
¿Nos sentimos “incómodamente” sujetos al Señor? ¿Nos parece que los Mandamientos conforman una especie de cárcel cerrada al bienestar? ¿O es que estamos encadenados a preceptos religiosos que conforman un falso camino cristiano, incómodo, triste, poco parecido al que Jesús proclamó como Reino de Dios? ¿Sabemos liberarnos compartiendo lo que Pablo dijo: “El amor no hace nada malo; el amor, pues, es la ley perfecta (Rm 13, 10)?

4 El que se sienta en los cielos se sonríe, el Señor se burla de ellos.
El Señor, ante el atrevimiento de las naciones que pretenden hacerle frente, se sonríe, yo creo que con tristeza, en una burla no incisiva, sino más bien penosa, viendo que las naciones tratan de derrotarle, desobedecerle, maquinar contra Él
Y es que así seguimos siendo; y no sólo se dirige a los grandes dirigentes, sino también a todos aquellos “pequeños caciques” que tienen influencia sobre los espíritus de algunos grupos, aquellos que se enriquecen a costa de otros, los mafiosos que insuflan droga en la juventud dejándola desguarnecida, desarmada.
Sí, el Señor se sonríe con pena, ante la infidelidad de las gentes que no reconocen que en la fidelidad podemos encontrar la felicidad, que en su misericordia desea acogernos
¿Tratamos nosotros de imponer nuestra opinión por encima de todo?
¿ Nos sentimos superiores a otros que maquinan con el dinero, manipulan a la gente, la explotan? O bien,
¿Hacemos constar nuestra desaprobación cuando hay ocasión, y pedimos al Señor que reconduzcan su conducta?

5 Luego les habla con enojo y su furor los amedrenta:
En el martirio de los siete hermanos por el rey Antioco, el quinto hermano le dice al rey: “Pero no pienses que vas a quedar impune, tú que te has atrevido a luchar contra Dios” (2 Mc 7, 19). El Señor muestra su enojo, normalmente en forma de la infelicidad de aquellos que no ven en Él el camino de la verdad y la vida, el camino que, andando en la felicidad, lleva a una mayor felicidad.
Sabemos, sin embargo, que “el Señor es lento para la ira y abundante en misericordia, y perdona la iniquidad y la transgresión” (Nm 14, 18). Margen hay, pues, para la conversión, y así nuestra acción, nuestro testimonio, pueden ser importantes para la rectificación de la conducta de aquellos que solamente saben mirar por su vida lujosa, caprichosa y totalmente ausente de solidaridad para con los que sufren.
¿Sentimos temor ante el Señor? ¿Nos escondemos de Dios como trataron de hacer Adán y Eva después de comer del árbol del bien y del mal? O bien, ¿sentimos el amor de Dios con el respeto que merece todo Padre, especialmente nuestro Señor rico en misericordia y fidelidad? Esa misericordia “que va a remediar las miserias de otra persona”. “Volveremos a decirle a nuestro Dios, 'en ti sólo encuentra compasión el huérfano. ¿Tendremos que hacer un profundo examen de conciencia y un verdadero propósito de conversión?

6 «Yo soy quien ha consagrado a mi rey en Sión, mi monte santo.»
Aquí se declara el propósito de Dios: consagra a su rey; Cristo reinará sobre Sión, el santo monte de Dios. El Ungido proclamará humilde, pero solemnemente el Reino de Dios, el Reino del Padre.
Se refiere al monte Moría, el cerro en Jerusalén sobre la cual se construyó el templo. Originalmente Sión se refiere al monte donde los jesubeos construyeron su fortaleza. David lo conquistó (2 Sam 5, 6-10) y construyó su palacio sobre este monte. Más tarde llegó a ser la manera de designar toda la ciudad de Jerusalén.
El Señor reina, pues, sobre su pueblo, reina sobre nosotros que, gracias a su Hijo, el Ungido, el Mesías, somos también pueblo suyo. Y el Reino tiene su norma suprema de funcionamiento, su Constitución, que tiene una sola palabra, una única regla: el amor (1 Jn 4, 7-8)
¿Nos vemos en la cumbre de ese monte, acompañados, sirviendo, recogidos en el amor de nuestro Padre? ¿Lo aceptamos a Él como nuestro Rey y Señor, o, nos sentimos, de vez en cuando un tanto “republicanos”? ¿Fundamos nuestro hogar en las faldas del monte de Sión viviendo bajo esa sencilla Constitución del amor?

7 Voy a comunicar el decreto del Señor: El me ha dicho: “Tú eres hijo mío, yo te he engendrado hoy”.
La palabra engendrar quiere decir: “procrear, formar, propagar la propia especie; dar existencia a una persona, producir o ser el origen de un nuevo ser”. Somos creación de Dios, tenemos sus genes, su sangre, su herencia, su Espíritu Santo, su presencia en nosotros. es muy diferente la relación de amigos, de compañeros, que de padres a hijos o de hijos a padres; tenemos el privilegio por el cual podemos clamar “abba, papá” Jesús le dijo a sus discípulos: “vosotros siendo malos les dais buenas cosas a vuestros hijos, cuanto mas su Padre que esta en los cielos, les dará el Espíritu Santo a vosotros si se lo piden”
Dios ya tenía planeado desde antes de la fundación del mundo el decreto. “En efecto, ¿a qué ángel le dijo Dios jamás: Tú eres mi Hijo, yo te he dado la vida hoy?. (Hb 1-5) o bien “Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy” (Hb 5, 5). Por la resurrección, dice Pablo, fue declarado, ser Hijo de Dios, el cual quiere que el hombre lo acepte como su Hijo eterno, y como tal, Señor nuestro.
¿Sabemos escuchar “los decretos” del Señor?
¿Creemos en ese Jesús, el Cristo, Hijo de Dios?
¿Nos manifestamos nosotros también hijos de ese Dios que Jesús nos ha mostrado como Padre fiel y misericordioso?
¿Está nuestra vida acorde con esas creencias?

8 Pídeme y serán tu herencia las naciones, tu propiedad, los confines de la tierra.
Y cómo hijos suyos que somos, recibiremos todo lo que existe sobre la tierra; es el reino universal de Cristo, es, en fin, el Reino de Dios que somos responsables de proclamar en toda esa tierra heredada.
“Me ha sido dada toda autoridad en el cielo y en la tierra”, dice Jesús en su despedida de los Apóstoles (Mc 28, 18)
Porque el Dios Padre quiere que le creamos y aceptemos a su Hijo que es el Señor, para tener nosotros el derecho a ser hijos suyos y recibir la herencia anunciada.
En la oración encontraremos al Señor, debiendo, no sólo pedir, sino también alabar y bendecir, porque no hay nadie como Él, no hay nadie tan fiel y misericordioso como el Señor, que siempre se compadece con el que sufre, que siempre desea calmar sus angustias. Y hay surge también nuestra responsabilidad de padecer con el que sufre, e intentar llevarle hacia la felicidad que el Padre quiere para todos.
¿Nos reconocemos hijos de Dios? ¿Vivimos así nuestra fe? ¿Nos impulsa este hecho a vivir con alegría esa herencia que el Señor nos ha dejado y nos deja constantemente? ¿Tratamos de comunicar felicidad y alegría?

9 Las regirás con un cetro de hierro y quebrarás como vaso de alfarero.»
En el día de la toma de posesión del trono, el rey solía hacer pedazos con su cetro algunas vasijas de barro en las que se habían escrito los nombres o dibujado las cabezas de los reyes enemigos de Israel. Si los reyes de esos pueblos sometidos estaban efectivamente presentes en la fiesta de la entronización, ¿cómo reaccionarían al ver su nombre o su retrato hecho trizas por el cetro de hierro del rey de Judá?
"No debemos jamás olvidar que el verdadero poder, a cualquier nivel, es el servicio. Si para el hombre a menudo la autoridad es sinónimo de poseer, de dominio, de éxito, para Dios la autoridad es siempre sinónimo de servicio, humildad, amor", nos dice el Papa Francisco.
En la herencia, en ese reinado, debemos seguir las huellas de “Él que es, el que era y el que ha de venir, el dueño del universo” (Ap 1, 8), que nos traspasa a nosotros esa autoridad: “Tened autoridad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra” (Gn 1, 28).
¿Somos conscientes de nuestra responsabilidad? ¿Nos hacemos acreedores a esa generosidad del Señor? ¿Valoramos la dignidad de todos los hermanos que nos rodean? O bien, ¿Hacemos distinción entre las personas? ¿Ejercemos autoridad comunicando alegría y felicidad hasta donde podemos?... ¿... y podemos bastante?

Nicodemo era miembro de una familia poderosa mencionada por el historiador Flavio Josefo. Juan debió de conocerlo personalmente. Nicodemo acude a Jesús como a un Maestro en religión
Evangelio Jn 3,1-8
El que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios.
Había un fariseo llamado Nicodemo, jefe judío. Éste fue a ver a Jesús de noche y le dijo: «Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él.» Jesús le contestó: «Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios.» Nicodemo le pregunta: «¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?» Jesús le contestó: «Te lo aseguro, el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: "Tenéis que nacer de nuevo"; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.»
1 Nicodemo es un fariseo influyente que pertenece al órgano supremo del gobierno judío. Como fariseo se distinguía por su adhesión y fidelidad a la Ley mosaica y a la tradición que sobre ella se había formado.
2 Esperaban y deseaban el Reino de Dios, no por medios violentos, sino a través del cumplimiento exacto de la Ley, cuya observancia aceleraría la llegada del Mesías y, con Él, la del Reinado de Dios.
3 Para el grupo fariseo, la Ley es el camino hacia Dios, y toda esperanza de mejora se centra en el conocimiento y fidelidad a la Ley. Ella, la Ley, es para los fariseos, la educadora del hombre y la que le permite llegar a ser lo que Dios espera de él.
4 La respuesta de Jesús es categórica: "Te lo aseguro: el que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios". Jesús no admite los presupuestos de Nicodemo: la Ley no puede llevar al hombre al Reino de Dios; la Ley es de abajo, no es fuente de vida; la vida viene de arriba, de un nuevo nacimiento.
5 Para Jesús, el Reino de Dios, siendo una realidad social, está ligado, sin embargo, al cambio personal: si uno no nace de nuevo.
6 Nacer de nuevo significa independizarse de un pasado, comenzar una experiencia y una vida: es la conversión, que no es un mero cambio de mentalidad; afecta al hombre entero. Transforma los criterios de juicio, los valores determinantes, los centros de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes de inspiración, las estructuras sociales, los modelos de humanidad. Es, en definitiva, el nacer de nuevo que nos dice Jesús.

LA MEDITACIÓN, ¿QUÉ DICE?: La oración de Pedro y su comunidad es un ejemplo para todos los cristianos. La comunicación con el Señor, nuestra espiritualidad vive de la gratuidad y la disponibilidad; de la capacidad de ternura y compasión; de la honradez con lo real y de la escucha que esa realidad no deja de transmitir, y nos es imprescindible para la vida cristiana, ayudándonos a ese “nacer de nuevo”, ejercicio que debemos de realizar con constancia.

¿QUÉ NOS DICE?: ¿Practicamos la oración consciente? ¿Escuchamos al Señor? ¿Proclamamos el reinado de Dios? ¿Tratamos de acrecentar nuestra espiritualidad?

LA ORACIÓN.- Te damos gracias, Señor, porque por medio de tu Hijo resucitado de entre los muertos nos has abierto las puertas de la salvación y te rogamos que por medio de los trabajos de este día se acreciente nuestra esperanza. Al mismo tiempo, alabamos y bendecimos ese Espíritu Santo que has derramado sobre el mundo, rogándote que encienda nuestros corazones para proclamar que tú eres nuestro Dios eterno, fiel y misericordioso. Te damos gracias y te lo pedimos, Señor.

CARTA ENCÍCLICA FRATELLI TUTTI DEL SANTO PADRE FRANCISCO SOBRE
LA FRATERNIDAD Y LA AMISTAD SOCIAL
138. Si esto fue siempre cierto, hoy lo es más que nunca debido a la realidad de un mundo tan conectado por la globalización. Necesitamos que un ordenamiento mundial jurídico, político y económico «incremente y oriente la colaboración internacional hacia el desarrollo solidario de todos los pueblos». Esto finalmente beneficiará a todo el planeta, porque «la ayuda al desarrollo de los países pobres» implica «creación de riqueza para todos». Desde el punto de vista del desarrollo integral, esto supone que se conceda «también una voz eficaz en las decisiones comunes a las naciones más pobres»[y que se procure «incentivar el acceso al mercado internacional de los países marcados por la pobreza y el subdesarrollo».

 

 

 

 

 

 



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