03/12/2021 Las obras de Dios y el testimonio de su pueblo son una prueba de su inmensa bondad. Todos pueden comprobarlo.

 

¡BUENOS DÍAS NOS DÉ DIOS! 03 DICIEMBRE 2021
Las obras de Dios y el testimonio de su pueblo son una prueba de su inmensa bondad. Todos pueden comprobarlo.

Una vida sana y recta, en absoluta equidad, es lo que anuncia el profeta Isaías para el pueblo de Dios. Es un futuro promisorio, que está al alcance de la mano. Sin embargo, tres tipos de gente la impiden: los tiranos, los cínicos y los que urden maldad. Tirano es el que impone su voluntad al precio del derecho. El tirano se convierte en un usurpador porque excluye a Dios de la comunidad; muchas veces lo deja fuera mientras usa su nombre y sus símbolos religiosos. Los cínicos son los que no tienen compromiso alguno, ni siquiera consigo mismos; mienten como si la verdad no pesara ni tuviera consecuencias. Los malvados son personas que buscan dañar a miembros de la propia comunidad. Hoy, el profeta de Cristo Jesús no puede sino abrir los ojos y los oídos para “ver, juzgar y actuar” para que la salud de Dios, su santidad, llegue pronto a los más vulnerables, y desaloje al tirano, al cínico y al malvado.
Primera lectura Is 29,17-24
Nuestra fe en la venida del Señor debe traducirse en una acción sin reservas, trabajando con confianza para mejorar el ambiente en que vivimos.
Aquel día verán los ojos de los ciegos.
Así dice el Señor: «Pronto, muy pronto, el Líbano se convertirá en vergel, el vergel parecerá un bosque; aquel día, oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos. Los oprimidos volverán a alegrarse con el Señor, y los pobres gozarán con el Santo de Israel; porque se acabó el opresor, terminó el cínico; y serán aniquilados los despiertos para el mal, los que van a coger a otro en el hablar y, con trampas, al que defiende en el tribunal, y por nada hunden al inocente.» Así dice a la casa de Jacob el Señor, que rescató a Abrahán: «Ya no se avergonzará Jacob, ya no se sonrojará su cara, pues, cuando vea mis acciones en medio de él, santificará mi nombre, santificará al Santo de Jacob y temerá al Dios de Israel.» Los que habían perdido la cabeza comprenderán, y los que protestaban aprenderán la enseñanza.
1 ¿Seremos los cristianos capaces de darle esta “vuelta” a nuestro actual mundo, a nuestra sociedad actual?
2 La fe puede darnos la humildad y la valentía necesarias para, al menos, llevar la alegría a los más oprimidos, y para tratar de llevar a los que más tienen y se sienten “prepotentes”, a compartir sus bienes, y siempre en la esperanza de que todos, los unos y los otros, seamos capaces de tener en cuenta a estos hermanos menos afortunados en bienes materiales, convirtiendo nuestra caridad limosnera en esa caridad que Benedicto XVI expresaba en su Encíclica “Deus charitas est”, “Dios es amor”, amor que muchos necesitamos tener y dar.
3 También ese “temor” del que habla Isaías es siempre en la Escritura el amor que se tiene a un padre, especial en el caso del Padre Dios, al que el cristiano nunca debe de tener miedo, que es nuestra acepción castellana directa de la palabra “temor”. (ver Sal 147, 11).
4 Como dice el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium – La alegría del Evangelio- , “Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”, no hay lugar para el temor (miedo).

Este Salmo consta de dos partes íntimamente relacionadas. En la primera (vs. 1-6), el salmista manifiesta con imágenes muy expresivas su inalterable confianza en el Señor (v. 3) y su anhelo de vivir en constante comunión con él (v. 4). La segunda (vs. 7-14) es una súplica en medio de la persecución, donde vuelve a ponerse de manifiesto ese mismo sentimiento de ilimitada confianza (v. 10). Así pues, si la liturgia es el clima espiritual en el que se encuentra inmerso el salmo, el hilo conductor de la oración es la confianza en Dios, tanto en el día de la alegría como en el tiempo del miedo.
Sal 27,1.4.13-14
El Señor siempre es nuestro escudo y defensa
El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?
Una cosa pido al Señor,
eso buscaré: habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor
contemplando su templo.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.
Mi esperanza está en Ti, Señor, ayúdame a irradiar esa luz y esa salvación a todo el mundo que me rodea, sin miedo a aquellos que se creen poderosos y que pueden acallar mi voz, sabiendo que mi vida está en tus manos y que nunca moriré, porque en mi hora tu me llevarás al país de la vida, a la culminación de mi vida a tu lado. ¡Gracias, Señor!
Gracias, Señor, porque iluminas nuestra vida en los momentos de ansiedad y de peligro y nos salvas de las situaciones comprometidas, llevándonos por la senda de la justicia.
Gracias, Señor, porque con la defensa que haces de nuestra vida nos sentimos capaces de llevar a cabo esa misión que nos has encomendado, y de hacerlo de forma discreta y eficaz, sin aspavientos ni gritos, sin imposiciones ni amenazas
Gracias, Señor, porque no permites que las tentaciones, las ofertas de poder o dinero, las lisonjas y alabanzas, nos lleven a equivocar la senda que Tú nos señalas
Gracias, Señor, porque nuestro corazón permanecerá tranquilo, seguros en la esperanza de la intervención divina salvadora.
Gracias, Señor, porque siento tu protección en esta vida cristiana que con frecuencia se encuentra sometida a tensiones y contestaciones; a veces también a un rechazo e incluso a la persecución, porque el comportamiento del justo molesta; los prepotentes y los perversos lo sienten como un reproche. Pero Tu defensa siempre está a nuestro lado.
Gracias, Señor, porque sabes crear en torno a tus fieles un horizonte de paz, que deja fuera el estrépito del mal. La comunión contigo es manantial de serenidad, de alegría, de tranquilidad; es como entrar en un oasis de luz y amor, que culminará en “el país de la vida”.
Gracias, Señor, porque nos das fuerzas, valentía y ánimo, para perseverar en la esperanza de Tu amor, marcados por la experiencia de fe de tu presencia en los acontecimientos de nuestra vida.
Gracias, Señor, porque si antes intentamos “convencer” de que ante Ti no hay temor, antes nos lo confirmas. Luz y salvación, no hay miedo, hay alegría, hay esperanza, esperanza de que esa casa del Señor, es Reino de Dios, está ya con nosotros y se conserve eternamente. Y te pedimos que esa esperanza nos dé la valentía y el ánimo para atender a los que necesitan de nosotros.

El Señor evita la publicidad del milagro para que no se falsifique la finalidad de su venida. Los dos ciegos dan prueba de una auténtica fe: confían en el poder que Jesús tiene para curarlos. También ahora Jesús nos ofrece por la liturgia de la Iglesia su poder salvador. Pero hemos de reconocer antes nuestra propia miseria. Los ciegos invocan al Señor. Le piden su curación.
Evangelio Mt 9,27-31
La fidelidad del Señor siempre cura nuestras angustias
Curación de dos ciegos que creen en Jesús.
En aquel tiempo, dos ciegos seguían a Jesús, gritando: «Ten compasión de nosotros, hijo de David.» Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo: «¿Creéis que puedo hacerlo?» Contestaron: «Sí, Señor.» Entonces les tocó los ojos, diciendo: «Que os suceda conforme a vuestra fe.» Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Cuidado con que lo sepa alguien!» Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca.
1 Cuando nuestra conducta no sea cristiana, cuando nos sintamos pecadores, alejados del Señor, debemos de ser capaces de gritarle pidiendo su compasión, con la fe que los ciegos del evangelio de hoy tenían, en la seguridad de que la acción de la misericordia y la bondad del Señor es instantánea, nos sentiremos en sus benditas manos, sentiremos su compasión y retornará la esperanza y el amor a nuestro prójimo.
2 El "grito" es un signo. Signo de una necesidad muy fuerte, de un sufrimiento muy intenso, signo de una sensibilidad afectada a lo vivo.
3 Una necesidad fuertemente sentida, que puede ser sólo de tipo humano, (sufrimiento físico o moral, ansia de pan o de amistad, aspiración a una vida mejor), o puede ser el punto de partida, el inicio, de una búsqueda de Dios.
4 También nosotros debemos de escuchar el grito, a veces el susurro, de la persona que nos necesita, que nos ve como una posibilidad de mejora en su vida; nuestra compasión, llena de cariño, debe de estar presta para atender la demanda.

LA MEDITACIÓN, ¿QUÉ DICE?: Muchos gritos pidiendo compasión se oyen en la sociedad actual; algunos no se atreven a gritar, susurran, solicitan en tono bajo, pero la necesidad de amor, la necesidad de Dios es patente en la actualidad. Los cristianos tenemos la responsabilidad de tratar de responder en nuestra medida a esas demandas, intentando la utopía de cambiar el mundo, de que ricos y pobres en bienes materiales y en Palabra del Señor, se encuentren en el camino a modo de vasos comunicantes. Justicia y paz vendrían rodando.

¿QUÉ NOS DICE?: ¿Nos parece una utopía cambiar el mundo, o, tenemos la fe suficiente cómo para saber que nuestra acción cristiana puede cambiar, aunque sólo sea un “trocito”? ¿Nos vale la pena oír el grito del ciego, oírlo y escucharlo?

LA ORACIÓN: Preparemos los caminos, ya se acerca el Salvador, y salgamos, peregrinos, al encuentro del Señor. Ven, Señor, a libertarnos, ven, tu pueblo a redimir; purifica nuestras vidas y no tardes en venir. Te lo pedimos, Señor.

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL, QUERIDA AMAZONIA
La profecía de la contemplación. 53. Muchas veces dejamos cauterizar la conciencia, porque «la distracción constante nos quita la valentía de advertir la realidad de un mundo limitado y finito». Si se mira la superficie quizás parece «que las cosas no fueran tan graves y que el planeta podría persistir por mucho tiempo en las actuales condiciones. Este comportamiento evasivo nos sirve para seguir con nuestros estilos de vida, de producción y de consumo. Es el modo como el ser humano se las arregla para alimentar todos los vicios autodestructivos: intentando no verlos, luchando para no reconocerlos, postergando las decisiones importantes, actuando como si nada ocurriera».



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