21/11/2023 La ternura acogedora de nuestra comunidad ¿está provocando algún cambio en el barrio?

¡BUENOS DÍAS NOS DÉ DIOS! 21 NOVIEMBRE 2023
La ternura acogedora de nuestra comunidad ¿está provocando algún cambio en el barrio?

Nos encontramos ante Eleazar, buen judío, hombre recto, coherente con su fe hasta las últimas consecuencias. Más allá de no comer carne prohibida, que hoy para nosotros no tiene tanta importancia, tenemos que quedarnos con que él veía en ese gesto ser fiel al Señor, su Dios. Comer carne prohibida era ir en contra de su Dios. Por eso Eleazar se mantuvo en ser fiel a la ley y a Dios. Hasta no hizo caso a algunos amigos que querían salvar su vida a base de una trampa, de una mentira. Quiso dar testimonio ante todos los creyentes y no creyentes, de la importancia de no ir nunca en contra de Dios. Antes Dios que su vida. Mejor dicho, antes Dios y su fidelidad a él, porque ahí estaba su vida, que renunciar a Dios y mantenerse con vida. Porque para él vivir yendo en contra de Dios es no vivir.
Es la misma dialéctica de los mártires cristianos de todos los tiempos. Vivir renunciando a Jesús, renunciando al Dios de Jesús, nuestro Padre, no es vivir, por eso entregan su vida, sabiendo además que “en la otra orilla” les espera Dios para invitarles al banquete de su amor por toda una eternidad.
Primera lectura 2M 6,18-31
Sepamos separar la fidelidad al rito de la fidelidad a la persona de Jesús
Legaré un noble ejemplo, para que aprendan a arrostrar voluntariamente la muerte por amor a nuestra ley.
En aquellos días, Eleazar era uno de los principales maestros de la ley, hombre de edad avanzada y semblante muy digno. Le abrían la boca a la fuerza, para que comiera carne de cerdo. Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida de infamia, escupió la carne y avanzó voluntariamente al suplicio, como deben hacer los que son constantes en rechazar manjares prohibidos, aun a costa de la vida. Algunos de los encargados, viejos amigos de Eleazar, movidos por una compasión legítima, lo llevaron aparte y le propusieron que hiciera traer carne permitida, preparada por él mismo, y que la comiera haciendo como que comía la carne del sacrificio ordenado por el rey, para que así se librara de la muerte y, dada su antigua amistad, lo tratasen con consideración. Pero él, adoptando una actitud cortés, digna de sus años, de su noble ancianidad, de canas honradas e ilustres, de su conducta intachable desde niño y, sobre todo digna de la ley santa dada por Dios, respondió sin cortarse, diciendo en seguida: ¡Enviadme al sepulcro! No es digno de mí edad ese engaño. Van a creer los jóvenes que Eleazar a los noventa años ha apostatado, y si miento por un poco de vida que me queda se van a extraviar con mi mal ejemplo. Eso sería manchar e infamar mi vejez. Y aunque de momento me librase del castigo de los hombres, no me libraría de la mano del Omnipotente, ni vivo ni muerto. Si muero ahora como un valiente, me mostraré digno de mis años y legaré a los jóvenes un noble ejemplo, para que aprendan a arrostrar una muerte noble y voluntaria, por amor a nuestra santa y venerable ley. Dicho esto se fue en seguida al suplicio. Los que le llevaban, considerando insensatas las palabras que acababa de pronunciar, cambiaron en dureza su actitud benévola de poco antes. Pero él, a punto de morir a causa de los golpes, dijo entre suspiros: Bien sabe el Señor, dueño de la ciencia santa, que, pudiendo librarme de la muerte, aguanto en mi cuerpo los crueles dolores de la flagelación, y que en mi alma los sufro con gusto por temor de él. De esta manera terminó su vida, dejando no sólo a los jóvenes, sino también a toda la nación, un ejemplo memorable de heroísmo y de virtud.
1 Contra las intenciones de los griegos seléucidas, sucesores de Alejandro Magno en el gobierno de la zona, de "obligar a los judíos a abandonar las costumbres tradicionales y a no gobernarse por la Ley del Señor" surge la sublevación judía iniciada por Judas-Macabeo, el año 167 a. C.
2 De esta sublevación nos hablan los libros de los Macabeos. No se trata de un relato histórico en sentido moderno; sus personajes son más prototipos a imitar que seres individuales.
3 Así, por ejemplo, se dice de Eleazar: "Así terminó su vida, dejando no sólo a los jóvenes sino a toda la nación un ejemplo memorable de heroísmo y de virtud" (6, 31).
4 La ley no era simplemente una norma inflexible a seguir, sino que significaba la alianza con Yahvé, el Señor, y esa era su enorme fuerza, que comunicaba a los que compartían la fe.

Es un salmo de confianza individual. Alguien está rodeado por sus enemigos pero, a pesar de ello, manifiesta una confianza inquebrantable en Dios.
Es también muestra de la experiencia de fe del justo que ve y siente al Señor que le escucha y responde, al contrario de sus adversarios, los malvados, que niegan su existencia, su acción salvadora.
Quiere, en fin, expresar la importancia de confiar en Dios en medio de las dificultades de la vida.

Sal 3, 2 – 7
Muestra de la experiencia de fe del justo que ve y siente al Señor que le escucha y responde
El Señor me sostiene.
Señor, cuántos son mis adversarios,
cuántos se alzan contra mí;
cuántos dicen de mí:
«Ya no le protege Dios.»
Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
mantienes alta mi cabeza.
Si grito invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo.
Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor.
2 ¡Señor, cuántos son mis adversarios, cuántos los que se alzan contra mí!
¿Tenemos realmente adversarios en nuestra vida? Discusiones, que no peleas, muchas veces por querer imponer nuestro criterio, sí existen. Pero sí deberíamos de tener un diálogo “duro” con aquellos que no respetan la dignidad del ser humano, que desprecian a los más oprimidos, a los más humildes; con aquellos que ven el ser cristiano como un mero cumplimiento de unas determinadas normas, con entrega de una pequeña limosna, y con eso ya están salvados.
También debemos denunciar, con humildad, todo pecado que es noche, que es sombra: borracheras, comilonas, lujurias, adulterios, abortos, todo eso que es el reino de la iniquidad y del pecado, para que desaparezca de nuestra sociedad, porque sólo caminando por caminos de luz, de honestidad, de santidad, revistiéndonos por dentro de Cristo, convirtiéndonos, aunque hayamos sido pecadores, pero convirtiéndonos al Señor, sólo así podremos caminar hacia esa meta y construir la verdadera paz.
¿Nos levantamos con el pensamiento puesto en el Señor?
¿Repasamos con Él nuestra actividad del día, examinando posibles encuentros poco agradables con alguna persona?
¿Examinamos nuestras posibilidades de hacer el bien a alguna persona humilde? ¿Visita, auxilio económico, tiempo de ayuda en solución de problemas?

¡Cuántos los que me dicen: «Ya no tienes en Dios salvación»!
Quizá no sea esa frase justa la que llegue a nuestros oídos, pero en la indiferencia hacia el Señor, en la conducta de muchas personas podemos ver con demasiada frecuencia esa “postura”. El ser cristiano tiene poca aceptación en el mundo actual.
La cuestión es que hemos sido nosotros, los cristianos, los que no hemos sabido, no sabemos, llevar a los que nos rodean el Espíritu del Señor, la gran contribución que el Señor hace a nuestra vida, porque quizá vivimos ese ser cristiano como algo ajeno a la vida diaria, y solamente lo mostramos acatando algunas normas de la jerarquía eclesiástica, sin que realmente nuestra vida esté inmersa en el Reino de Dios mostrando todas su virtudes y ventajas, el amor al prójimo, la verdad, la paz, las ansias de igualdad, la atención al necesitado, ni los dones del Espíritu que Pablo enumera en su carta a los Gálatas (5, 22).
Y nuestra conducta convertirá siempre el drama en fiesta, la opresión en libertad, la mentira en verdad, la ley en gracia, la ausencia en presencia. Así verán todos la salvación de Dios en plena efervescencia.
¿Nos mostramos alegres en nuestra vida diaria? ¿Citamos con cierta frecuencia el Evangelio cómo directamente implicado y camino de solución de algún tema? ¿Nos mostramos cristianos sin timidez alguna? ¿Confesamos sin vergüenza nuestra necesidad de oración frecuente? ¿Nuestro placer de comunicar con un Dios que nos escucha y nos responde?

4 Mas tú, Señor, eres mi escudo, mi gloria, el que levanta mi cabeza.
Es hermoso poder contar con la fidelidad y el amor de un Dios Todopoderoso, quien se ha comprometido al darnos la promesa de ser un escudo a nuestro alrededor. La protección del Señor está cerca de nosotros, nos rodea, al norte, al sur, al este y el oeste; en la mañana, por la tarde, al anochecer y amanecer; en la ciudad y también en el campo.
Finalmente, ya cuando nos falten las fuerzas el mismo Señor habrá de hacerse presente, para con toda ternura y con sus manos levantar vuestra cabeza, para que podamos mirarle frente a frente y resucitar con Él.
Pablo nos dice: “Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.”(Ef 6, 16). Si la palabra de Dios nos dice que el Señor es nuestro escudo que significa que Él es nuestra defensa contra los ataques de un enemigo. ¿Quién es este enemigo? Como todos sabemos, este enemigo es la tentación que nos acecha, que nos puede alejar de nuestro Padre; la ambición desmedida, la ausencia de ayuda al necesitado, el ansia y ejercicio del poder. Protegidos por su escudo nos acercaremos a su gloria.
¿Disfrutamos de la presencia de Dios en nuestra vida, en medio de las dificultades?
¿Procuramos sentir esa presencia?¿La buscamos en la oración?
¿Tenemos la certeza de la resurrección, de que Él nos acogerá en su seno tan pronto como nuestro corazón deje de latir?

5 Tan pronto como llamo al Señor, me responde desde su monte santo.
El monte santo era el monte de Moriah, donde se levantaba el Templo, símbolo básico del culto judío: “David y todos los israelitas marcharon contra Jebús (que es Jerusalén), la cual estaba habitada por los jebuseos. Pero David se apoderó de la fortaleza de Sión, que también se conoce como la Ciudad de David... David se estableció en la fortaleza, y por eso la llamaron «Ciudad de David». Luego edificó la ciudad, desde el terraplén hasta sus alrededores”. (1 Cr 11, 4-9)
El salmista (David), siente que sus pensamientos han sido escuchados por el Señor y respondidos desde Jerusalén, desde el lugar donde había depositado el Arca.
Para los cristianos, lo importante en la Biblia no es saber si Dios existe o no, sino sentir que podemos entablar diálogo con Él, sentir que nos habla, que responde a nuestras palabras, a nuestra oración. Por supuesto, no habrá señal más evidente de su existencia.
Tenemos que entender que llega un momento de nuestras vidas en el cual tenemos que clamar delante de Él; Él promete siempre ayudarnos si nosotros acudimos a Él.
Orar es hablar con Dios, con un Dios que habla con nosotros. Si tiene sentido hablar con Dios es porque Dios habla con nosotros. Escuchar y orar son como el anverso y el reverso de la misma medalla.
Dice Santa Teresa: "Podemos tener conversación no menos que con Dios" (1 Moradas 1,6), "¿pensáis que está callando?, aunque no le oímos bien, habla al corazón" (Cuentas de conciencia 24,5)
¿Somos capaces de “pararnos” y escuchar al Señor?
En nuestra oración, ¿le dejamos que hable Él también, o lo atropellamos con nuestro discurso, muchas veces impulsivo?
¿Nos damos cuenta de lo importante que es la escucha en la oración?

6 Yo me acuesto y me duermo, y me levanto: el Señor me sostiene.
La confianza del salmista en el Señor es tan grande que hasta influye en su ritmo biológico. Es, verdaderamente, un ejemplo, un camino para nuestra vida cristiana, que, apoyada en el Señor, discurrirá tranquila, porque en Él y con Él estaremos en las tristezas y en las desgracias, en las alegrías y en las celebraciones.
El confiar en el Señor: (a) nos da descanso y paz, aunque los enemigos nos estén buscado (b) nos sustenta y fortalece (c) quita el temor y nos hace valientes.
El Dios de Jesús es don total, incondicional y permanente. Esto es lo que nos tiene que llevar a la más absoluta confianza. La fe consiste en fiarse absolutamente de ese Dios.
Esa fe-confianza, falta de miedo, no es para un futuro en el más allá. No se trata de que Dios me dé algún día lo que ahora echo de menos. Dios no tiene futuro. Es un continuo presente. Ese presente es el que tengo que descubrir y en él lo encontraré todo. No se trata de esperar a que Dios me dé tal o cual cosa dentro de unos meses o unos años.
El colmo del desatino es esperar que me dé, después de la muerte, lo que no quiso darme aquí. La idea que tenemos de una vida futura, desnaturaliza la vida presente hasta dejarla reducida a una incómoda sala de espera. La preocupación por un más allá, nos impide vivir en plenitud el más acá. La vida presente tiene pleno sentido por sí misma.
En esa confianza podremos “dormir a pierna suelta”, que no es lo mismo que andar dormidos por la vida.
¿Cómo anda (¡de verdad!) nuestra confianza en el Señor?
¿Está nuestra conciencia adecuada a ese vivir en el Reino de Dios? ¿Tratamos de meternos ahí?
¿Andamos con miedo por la vida? ¿Tenemos miedo (¿?) a la muerte? O bien ¿Hemos descubierto el presente con Dios?

7 No le temo al pueblo que me rodea, que por todas partes me amenaza.
La confianza en el Señor nos da descanso y paz, aunque los enemigos nos amenacen, nos sustenta y fortalece, quita el temor y nos hace valientes.
A veces nos parece que el pueblo se aleja de Ti, Señor, que muchos solamente saben buscar su felicidad aún a cosa de otros, y eso nos llena de congoja, e, incluso a veces, de ira que Te ruego, Señor, no nos permitas.
Aumenta nuestra confianza en Ti, Señor, y danos palabra sabia para saber proclamar tu Reino a todos los que nos rodean.
¿Cuántas veces nos encontramos con odios, rencores, maledicencia, enconos, ira, violencia e ingratitud, y no la entendemos?
Si nuestro corazón creyente ha aprendido a confiar en el Señor, a saber que su amor está presente y es constante en nosotros, ¿cómo vamos a andar temerosos por la vida?
¿Miramos todavía al Señor con cierto temor y seguimos encontrándonos mucho más a gusto con el Dios del AT? Ese Dios que premia y castiga nos permite a nosotros hacer lo mismo con los demás. Esta es la razón por la que nos sentimos tan identificados con Él

¡Cómo nos cuesta reconocer al verdadero Jesús! Solemos quejarnos de las altas jerarquías de la religión judía, que se escandalizaban de ver a Jesús acercarse, como es el caso de Zaqueo, pecador y ladrón reconocido, a personas de conducta no recomendable. Y, con frecuencia, caemos nosotros en el mismo defecto farisaico. Bien sabemos cómo se defendía Jesús. De mil maneras, nos dice que viene dispuesto a echar una mano a quien lo necesite, haya hecho lo que haya hecho, que no viene a condenar, sino a salvar, decidido a buscar a la oveja que se ha despistado y se ha perdido.
Como los buenos médicos busca a los múltiples y variados enfermos aquejados de diversas enfermedades, como la falta de luz, de sentido, de esperanza, o la sobredosis de ansia de dinero, de prestigio, de odio, de venganza... Para ello nos ofrece una medicina que solo Él posee, la medicina de su amor, de su perdón, de su comprensión, de su pan de vida, de...
Los cristianos tenemos la experiencia de que es una medicina divina eficaz, capaz de curarnos todas nuestras dolencias. “El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.
Evangelio Lc 19,1-10
La conversión es fundamental en nuestra vida.
El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa. El bajó en seguida, y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador. Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más. Jesús le contestó: Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.
1 Ayer teníamos a Jesús que al entrar a Jericó, encuentra a un ciego que quería verle . Ahora, al salir de la ciudad, encuentra a Zaqueo, un publicano, que también quiere verle.
2 Un ciego y un publicano. Los dos eran excluidos. Los dos molestaban a la gente: el ciego con sus gritos, el publicano con sus impuestos. Los dos son acogidos por Jesús, cada uno a su manera. Jesús no deja nunca a nadie en la estacada. El Reino es para todos. Nadie podía ser excluido.
3 La opción de Jesús es clara, su llamada también: no es posible ser amigo de Jesús y seguir apoyando el sistema que margina y excluye a tanta gente.
4 Al denunciar las divisiones injustas, Jesús abre el espacio para una nueva convivencia, regida por los nuevos valores de verdad, justicia y amor: los valores del Reino de Dios.

LA MEDITACIÓN, ¿QUÉ DICE?: Seguir la propia conciencia. Seguir la voluntad de Dios. No todos los días son alegres. ¡Las dos actitudes pueden hacer «sufrir» el cuerpo, el corazón y la voluntad! Pero la «alegría» se encuentra al fin de este esfuerzo doloroso. Paradoja de la vida cristiana. Es ya el clima de las «bienaventuranzas»: “Dichosos los que lloran... Dichosos los que son perseguidos por la justicia” Ayúdanos, Señor, a no arrastrar nuestra vida como una cadena de esclavo; danos la alegría. Danos una conciencia, recta y la capacidad y la alegría de seguirla.

¿QUÉ NOS DICE?: ¿Soy capaz de sacrificarme en pos del Señor? ¿Confío diariamente en el Señor y se lo pido/agradezco al levantarme todos los días, como buen hijo suyo? ¿Soy consciente, practico, me entrego a los valores del Reino?

LA ORACIÓN: Te ruego, Señor, que sea capaz de formarme una conciencia recta, una conciencia que contenga esos valores que tu Reino preconiza, único medio de que la justicia y la paz entren y se instalen definitivamente en este mundo nuestro tan lleno de ambición. Te lo pedimos, Señor

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA LAUDATE DEUM DEL PAPA FRANCISCO A TODAS LAS PERSONAS DE BUENA VOLUNTAD SOBRE LA CRISIS CLIMÁTICA
28. Necesitamos repensar entre todos la cuestión del poder humano, cuál es su sentido, cuáles son sus límites. Porque nuestro poder ha aumentado frenéticamente en pocas décadas. Hemos hecho impresionantes y asombrosos progresos tecnológicos, y no advertimos que al mismo tiempo nos convertimos en seres altamente peligrosos, capaces de poner en riesgo la vida de muchos seres y nuestra propia supervivencia. Cabe repetir hoy la ironía de Soloviev: «Un siglo tan avanzado que era también el último». [22] Hace falta lucidez y honestidad para reconocer a tiempo que nuestro poder y el progreso que generamos se vuelven contra nosotros mismos.



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