22/04/2024 ¿Qué autoridad tiene Jesús en mi vida?

 

¡BUENOS DÍAS NOS DÉ DIOS! 22 ABRIL 2024
¿Qué autoridad tiene Jesús en mi vida?

Esta semana cuarta de Pascua, las lecturas evangélicas nos hablan de la identidad más propia de Jesús, que se pone de manifiesto sobre todo a raíz de la resurrección: su singular relación con Dios, a quien llama “mi Padre”. Él es el Buen Pastor, que conoce a sus ovejas como el Padre lo conoce a él; da su vida por ellas, y por eso lo ama el Padre. El testimonio más claro de que es el Mesías son las obras que hace en nombre del Padre, todo lo que él le encargó decir y hacer. Por eso, el que lo recibe a él por la fe, recibe también al que lo envió, al Padre, en cuya casa nos prepara un lugar, porque hay sitio para todos. Sólo él nos conduce al Padre (“yo soy el camino”), él es quien nos lo revela (“yo soy la verdad”) y quien nos hace vivir de él y para él (“yo soy la vida”). “Yo y el Padre somos uno”, dice claramente Jesús, y con ello nos asegura que, mirándolo a él con fe y orando en su nombre, vemos a Dios mismo y obtenemos de él lo que pedimos.

De esta intimidad con el Dios de Jesús nació la comunidad eclesial, de cuyos hechos nos siguen hablando las primeras lecturas de esta semana. Es ella la que, impulsada por el viento del Espíritu de Jesús, aparece como protagonista visible de tales hechos. Es ella la que pide a Pedro explicaciones sobre la novedad de la predicación a los gentiles, y Pedro las da satisfactoriamente (admirable modo de ejercer la autoridad en la Iglesia). Es ella la que envía “oficialmente” misioneros, tanto para anunciar la Palabra en las sinagogas de los judíos como para hacerlo en los foros de los paganos. Con este fin les imponen las manos, rito que simboliza la misión del Espíritu Santo, principal artífice de este dinamismo. Y se recoge el primer discurso de Pablo, que recorre los grandes acontecimientos y las profecías del Antiguo Testamento para mostrar su cumplimiento en la persona de Jesús, con el rechazo de los judíos y la alegría de los nuevos discípulos.
Primera lectura Hch 11,1-18
La Iglesia no tiene la exclusiva de la salvación
También a los gentiles les ha otorgado Dios la conversión que lleva a la vida.
En aquellos días, los apóstoles y los hermanos de Judea se enteraron de que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Cuando Pedro subió a Jerusalén, los partidarios de la circuncisión le reprocharon: «Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos.» Pedro entonces se puso a exponerles los hechos por su orden: «Estaba yo orando en la ciudad de Jafa, cuando tuve en éxtasis una visión: Algo que bajaba, una especie de toldo grande, cogido de los cuatro picos, que se descolgaba del cielo hasta donde yo estaba. Miré dentro y vi cuadrúpedos, fieras, reptiles y pájaros. Luego oí una voz que me decía: "Anda, Pedro, mata y come." Yo respondí: "Ni pensarlo, Señor; jamás ha entrado en mi boca nada profano o impuro." La voz del cielo habló de nuevo: "Lo que Dios ha declarado puro, no lo llames tú profano." Esto se repitió tres veces, y de un tirón lo subieron todo al cielo. En aquel preciso momento se presentaron en la casa donde estábamos tres hombres que venían de Cesarea con un recado para mí. El Espíritu me dijo que me fuera con ellos sin más. Me acompañaron estos seis hermanos, y entramos en casa de aquel hombre. Él nos contó que había visto en su casa al ángel que, en pie, le decía: "Manda recado a Jafa e invita a Simón Pedro a que venga; lo que te diga te traerá la salvación a ti y a tu familia." En cuanto empecé a hablar, bajó sobre ellos el Espíritu Santo, igual que había bajado sobre nosotros al principio; me acordé de lo que había dicho el Señor: "Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo." Pues, si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para oponerme a Dios?» Con esto se calmaron y alabaron a Dios, diciendo: «También a los gentiles les ha otorgado Dios la conversión que lleva a la vida.»
1 Pedro acababa de bautizar a Cornelio, pagano capitán de un batallón romano. Y lo bautiza siguiendo las señales que el Señor le manda de la mano del Espíritu Santo.
2 En la lectura de hoy cristianos procedentes del judaísmo y que todavía no habían “soltado amarras” del mismo, le piden explicaciones a Pedro por esas acciones. Es el gran tema, vital para el cristianismo, de la universalidad del mensaje de Jesús.
3 La evangelización de los gentiles constituyó un grave problema para las comunidades cristianas. La intervención de Dios, en el caso de Cornelio, hizo superar las barreras. La misión a los gentiles no será una victoria de las ideas o decisiones de Pablo o de Pedro, sino una obligación derivada de la intervención de Dios.
4 Aún hoy en día nos cuesta relativizar nuestra inteligencia de lo cristiano, sobre todo cuanto tiene vinculación con temas que son irrenunciables según doctrina o que consideremos cercanos a ellos. Pero deberíamos tener más prudencia a la hora de discernir cuáles son esos temas irrenunciables.
5 La historia de la Iglesia está llena de ejemplos de cómo se ha dado marcha atrás en muchos puntos que se creían vinculados incuestionablemente al cristianismo. Y es natural, porque ninguna forma humana, tampoco eclesiástica, puede recoger adecuadamente, toda la riqueza de la Revelación.
6 Es necesario tener las que consideramos imprescindibles, pero siempre abiertos como Pedro a la novedad del Espíritu. En el acercamiento a otras Iglesias cristianas este tema sigue siendo muy importante.

La cierva sedienta es el símbolo del orante que tiende con todo su ser, cuerpo y espíritu, hacia el Señor, al que siente lejano pero a la vez necesario: "Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente".
En hebraico una sola palabra, nefesh, indica a la vez el "alma" y la "garganta". Por eso, podemos decir que el alma y el cuerpo del orante están implicados en el deseo primario, espontáneo, sustancial de Dios.
No es de extrañar que una larga tradición describa la oración como "respiración": es originaria, necesaria, fundamental como el aliento vital.
Sal 42,2.3; 43,3.4
Gracias te daré siempre, Señor, acercándome al altar de tu Espíritu.
Mi alma tiene sed de ti, Dios vivo.
Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío.
Tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen y me conduzcan
hasta tu monte santo, hasta tu morada.
Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara, Dios, Dios mío.
El agua viva que tantas veces mencionaste, Jesús, es la que debe de provocar nuestra sed para ir tras de Ti, por el camino del Reino que Tú has marcado tan generosamente con tu sacrificio y en tu resurrección.
Te rogamos, Señor, que en nuestra experiencia de fe penetre la visión de tu rostro, que tu luz y tu verdad nos lleven al amor a nuestros hermanos, cualquiera que sean sus creencias, extendiendo a ellos tu bondad y tu misericordia, haciendo de nuestro testimonio camino hacia Ti también para ellos.

La primera representación que se conserva entre los cristianos de Jesús, no es la cruz, sino la figura del “Buen Pastor”, la de quien al encontrarse con una “oveja” perniquebrada, enferma o extenuada, la carga sobre sus hombros y, contento, la atiende, la cura y la conduce al redil. Hoy el Evangelio, en esta misma línea, presenta a Jesús no sólo como pastor sino como la puerta del aprisco. Ambas ideas son, por una parte sumamente consoladoras; y, por otra, profundamente interpelantes. San Agustín señala, atinadamente, que la misión de pastorear de Jesús la realiza personalmente y por medio de sus discípulos y apóstoles; pero, el ser puerta no es algo que se pueda delegar. Nadie puede constituirse en puerta o portero del acceso al Reino, a la Iglesia, más que Cristo.
Pero esto no sólo no nos exime de andar, y no de cualquier forma, entre las ovejas, y de cuidar y mantener expedita la puerta para facilitarle al Señor su labor. Al Santo Padre Francisco le gusta pedir a los seguidores de Jesús que huelan a oveja, que se mezclen con ellas, que las atiendan como Jesús, y que, si se tercia, las carguen sobre sus hombros aunque no puedan, luego, oler precisamente a perfume. ¡Cómo saben las “ovejas” distinguir la cercanía y ternura de los pastores, de la frialdad, envuelta en rectitud, legalidad e integridad! Nunca nos arrepentiremos de “oler a oveja”, nos dice continuamente Francisco. Seamos muy sinceros y coherentes con la misión del pastoreo para comprender las situaciones no siempre cómodas de las ovejas y tratarlas con cercanía, ternura y con el bálsamo de la misericordia. Como Jesús; como Francisco.
¿Después de estar con los hermanos, dirán de mí que huelo “a oveja”?
Al margen de buenos deseos, ¿qué papel otorgo y concedo a María en mi vida?
Evangelio Jn 10,1-10
lLa "puerta" insinúa el camino que recorrió el mismo Jesús, "caminando delante de las ovejas", "dejándoles un ejemplo", su humilde servicio,
Yo soy la puerta de las ovejas.
En aquel tiempo, dijo Jesús: «Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.» Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mi son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»
1 Nuestra colaboración con el Señor en la conversión propia y de los que nos rodean, debe de llevarnos a estar atentos a abrir esa puerta del amor y la misericordia a todos.
2 El ladrón debe de encontrar nuestra casa llena del Señor, plena de Espíritu Santo, de forma que deponga de su asalto y se una a los habitantes de la casa en la alabanza y bendición a ese Señor que se ha entregado para nuestra salvación.
3 Entonces ladrón y propietarios de la casa se sentirán unidos y seguirán extendiendo ese Reino en el que han encontrado la verdad, la justicia y la paz.
4 Estando a la escucha, oiremos la voz del verdadero pastor que nos guiará por estos complicados vericuetos de la vida, hasta la total culminación.

MEDITACIÓN, ¿QUÉ DICE? : No podemos encerrarnos en normas y preceptos que parecen inamovibles y que pueden impedir la unión con otras Iglesias. Debemos de llegar a tratar de beber todos de la misma agua, de esa agua viva que el Señor ofrece como bálsamo de nuestras diferencias. Y así, todos veremos a un mismo Pastor guiando nuestros pasos en un mundo de justicia y de paz

¿QUÉ NOS DICE?: ¿Soy capaz de dialogar con personas de creencias religiosas distintas a la mía? ¿Procuro beber esa agua viva que el Señor nos ofrece? ¿Colaboro con mi diálogo y mi testimonio a dar fe del Dios Padre, todo bondad y misericordia, igual para todos los seres?

LA ORACIÓN: Ilumina, Señor, tu rostro sobre nosotros, para que libres de todo mal, nos saciemos con los bienes de tu casa. Te lo pedimos, Señor

Declaración Dignitas infinita sobre la dignidad humana,6. Desde los inicios de su pontificado, el Papa Francisco ha invitado a la Iglesia a «confesar a un Padre que ama infinitamente a cada ser humano» y a «descubrir que “con ello le confiere una dignidad infinita”»,[9] subrayando con fuerza que esta dignidad inmensa representa un dato originario a reconocer con lealtad y a acoger con gratitud. Es precisamente en ese reconocimiento y aceptación donde puede fundarse una nueva convivencia entre los seres humanos, que decline la sociabilidad en un horizonte de auténtica fraternidad: sólo «reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad».[10] Según el Papa Francisco «ese manantial de dignidad humana y de fraternidad está en el Evangelio de Jesucristo»,[11] pero también es una convicción a la que la razón humana puede llegar mediante la reflexión y el diálogo, ya que «hay que respetar en toda situación la dignidad ajena, es porque nosotros no inventamos o suponemos la dignidad de los demás, sino porque hay efectivamente en ellos un valor que supera las cosas materiales y las circunstancias, y que exige que se les trate de otra manera. Que todo ser humano posee una dignidad inalienable es una verdad que responde a la naturaleza humana más allá de cualquier cambio cultural».[12] En realidad, concluye el Papa Francisco, «el ser humano tiene la misma dignidad inviolable en cualquier época de la historia y nadie puede sentirse autorizado por las circunstancias a negar esta convicción o a no obrar en consecuencia».[13] En este horizonte, su encíclica Fratelli tutti constituye ya una especie de Carta Magna de las tareas actuales para salvaguardar y promover la dignidad humana.



biblialdia anteriores Biblia de dias anteriores