23/04/2024 Jesús y el Padre forman comunidad divina con el Espíritu Santo

¡BUENOS DÍAS NOS DÉ DIOS! 23 ABRIL 2024
Jesús y el Padre forman comunidad divina con el Espíritu Santo

Se pusieron a hablar también a los helenistas. Estamos en los inicios de la iglesia. Los cristianos están dando los primeros pasos en los encargos que Jesús les había dado. Vemos que entre ellos hay ciertas dudas. Algunos pensaban que solo había que predicar la palabra a los judíos. Pero pronto, guiados por el Espíritu a través de los acontecimientos, cayeron en la cuenta lo de predicar a todo el mundo a Jesús y a su evangelio. Es lo que nos relata este fragmento de los Hechos de los Apóstoles.
El caso es que algunos cristianos de los que habían tenido que huir de Jerusalén por la persecución desatada por lo de San Esteban, se pusieron a predicar al “Señor Jesús” también a gentiles en Antioquía. Y muchos d ellos “se convirtieron y abrazaron la fe”. Algo que fue en aumento cuando, desde la iglesia de Jerusalén, un tanto asombrados por lo sucedido, mandaron a Bernabé a Antioquía, el cual pidió a Pablo que se uniese a él, y predicaron allí durante un año, con una notable acogida a Jesús y a su evangelio. De tal manera que “fue en Antioquía donde por primera vez llamaron a los discípulos cristianos”. Queda claro, Jesús y su evangelio son para todo el mundo.
Primera lectura Hch 11,19-26
Evangelizar: Gran responsabilidad cristiana
Se pusieron a hablar también a los griegos, anunciándoles al Señor Jesús.
En aquellos días, los que se habían dispersado en la persecución provocada por lo de Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin predicar la palabra más que a los judíos. Pero algunos, naturales de Chipre y de Cirene, al llegar a Antioquía, se pusieron a hablar también. a los griegos, anunciándoles al Señor Jesús. Como la mano del Señor estaba con ellos, gran número creyó y se convirtió al Señor. Llegó la noticia a la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquia; al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró mucho, y exhortó a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño; como era hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe, una multitud considerable se adhirió al Señor. Más tarde, salió para Tarso, en busca de Saulo; lo encontró y se lo llevó a Antioquía. Durante un año fueron huéspedes de aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquía donde por primera vez llamaron a los discípulos cristianos.
1 No solamente se trata de la cuestión del orden temporal en esta noticia introductoria, sino sobre todo de mostrar la relación causal entre la persecución de la Iglesia y su crecimiento externo e interno.
2 Se nombran Fenicia y Chipre como el campo de la misión que aquí se va formando, y con peculiar realce la ciudad de Antioquía de Siria. A ella se dedica la especial atención del siguiente relato.
3 ¿Por qué precisamente a Antioquía? En esto se muestra un interés personal de san Lucas. Según la antigua tradición Lucas es antioqueno. Esta Antioquía era la tercera ciudad del imperio romano. Sólo Roma y Alejandría eran mayores que Antioquía.
4 Esta era una gran urbe, que no solamente tenía importancia económica, sino también cultural y religiosa. Por consiguiente, el encuentro del mensaje cristiano con esta ciudad significaba de nuevo una etapa memorable para el curso de la «palabra» a través del mundo.
5 Antioquía era la capital de la provincia romana de Siria, es decir, una ciudad importante en la que se hablaba griego, pero en la que también había una gran colonia judía.
6 Es en esta ciudad donde por primera vez se reúnen judíos y gentiles en una misma iglesia, y es donde se usa por primera vez la denominación de cristianos para denominar a ese nuevo conjunto de personas que se agrupan bajo Jesús, el Cristo, con el simultáneo efecto de dejar de considerarlos como una secta judía, adquiriendo personalidad propia.
7 Así pues, los de Chipre y de Cirene, que en Antioquía por primera vez se pusieron en contacto como mensajeros de la fe, con los «griegos», es decir, con los no judíos, empezaron una obra sumamente trascendental para la historia de la Iglesia. «Anunciándoles el Evangelio de Jesús, el Señor.» En esta fórmula «Jesús, el Señor», Jesús, el Kyrios, tenemos el más breve compendio de la predicación apostólica.
8 El Evangelio de Cristo obtuvo un gran éxito entre los «griegos» de Antioquía. «La mano del Señor» estaba con los que por primera vez se resolvieron a anunciar el Evangelio también a los paganos.
9 El Espíritu Santo actuaba con ellos. Se ha formado en el mundo la primera comunidad étnico cristiana. Empieza una Iglesia que ya no aparece como hasta ahora a manera de secta del judaísmo.
10 Enviaron a Bernabé a Antioquía. Bernabé halla un campo con una copiosa cosecha. Bernabé, «el cual, al llegar y ver la gracia de Dios, se alegró». El texto llama gracia de Dios la obra de los mensajeros de la fe en Antioquía. Es una expresión de profundo sentido. Parece que se está oyendo hablar a Pablo. Nadie ha conocido como Pablo la actuación de la gracia. La «gracia» es una liberación de la «ley»
11 Como vemos constantemente, la misión de evangelizar no tiene límites ni territoriales ni de personas; la confianza en el Señor, la oración y la escucha deben de ser nuestros compañeros de viaje en esa tarea.

Para el judío la ciudad de Jerusalén, edificada sobre el monte Sión que David conquistó a los Jebuseos, es el lugar más santo, en el cual se encontrará el Templo, y a la cual irán de peregrinación.
Sal 87,1 – 7
¿Encontraremos nuestra ciudad, nuestra comunidad viva y solidaria?
Alabad al Señor, todas las naciones.
Él la ha cimentado sobre el monte santo;
y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las moradas de Jacob.
¡Qué pregón tan glorioso para ti,
ciudad de Dios!
Contaré a Egipto y a Babilonia entre mis fieles,
filisteos, tirios y etíopes han nacido allí.»
Se dirá de Sión: «Uno por uno todos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado.»
El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
«Este ha nacido allí.»
Y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti.»
En tu Jerusalén, Señor, encontramos el origen del pregón de tu bondad y misericordia a todas las naciones.
Dame, Señor, la fuerza y la inteligencia para ser capaz de proclamar tu Reino con palabras y testimonio, para llevar alegría y felicidad a todos aquellos con los que me relaciono.
¡Qué maravilla, Señor, ver a tantos extranjeros venir a tu ciudad santa a alabarte y bendecirte!. Claro que el Padre es su fundador, y nos ha mandado al Hijo para que sepamos el camino de esa perfección. ¡Gracias, Señor!

Mis ovejas escuchan mi voz. Con los relatos del evangelio en la mano, no se puede decir que Jesús quiso “tener en suspenso”, tener en vilo, a sus oyentes. Vino como luz y quiso difundirla para que llegase a todos los hombres de su tiempo y de todos los tiempos. Sabía que sus palabras contenía la verdad, una verdad que lleva a la vida y la expuso con mucha claridad. Nos sirvió en bandeja las respuestas a los grandes interrogantes del hombre, nos aclaró de dónde venidos, hacia dónde vamos, y cuál es el camino a seguir para llegar a la meta, nos aseguró que no estamos enrolados en una historia que es un fracaso, sino en una historia de salvación y no de condenación, que acaba bien, muy bien, en la resurrección a la plenitud de la felicidad.
Otra cosa es cómo recibimos a su persona y a sus enseñanzas. Si aceptamos su invitación a seguirle, “Ven y sígueme”, seremos discípulos suyos, ovejas de su rebaño, y entonces aceptaremos todo lo que él nos dice porque sabemos que nos conduce a la vida: “mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen y yo les doy la vida eterna”. Sus seguidores oirán su voz, la entenderán muy bien y les llenará de gozo.
Evangelio Jn 10,22-30
En la escucha reconoceremos la voz del Señor
Yo y el Padre somos uno.
Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente.» Jesús les respondió: «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno.»
1 Esta fiesta tenía por objeto la conmemoración anual de la purificación del templo que había realizado Judas Macabeo en el año 165 antes de Cristo, después de la profanación que de él había hecho Antíoco IV Epífanes.
2 La escena tiene lugar cuando "Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón". El atrio de los gentiles del templo estaba rodeado todo él por pórticos cubiertos adosados a sus muros. El del lado oriental recibía el nombre de Salomón, porque se decía que había sido construido por este rey. Desde este pórtico se dominaba el profundo valle de Cedrón.
3 Sus muros medían unos doscientos metros de largo y estaban construidos con piedras de sillería blanquísimas, de unos diez metros de largo y tres de alto cada una. Era el pórtico más antiguo de los conservados. En invierno era un lugar muy acogedor porque resguardaba de los vientos fríos.
4 La decisión de matar a Jesús ya estaba, realmente, tomada; aguardaban la mejor ocasión, y seguían “pinchando” para reunir pruebas contra el. Las claras afirmaciones de Jesús les van a servir para el juicio, porque cuando el hombre intenta con sinceridad y desprendimiento un conocimiento de Jesús y una adhesión a sus palabras y obras, termina por creer en él al experimentar su verdad en sí mismo, y ésta no era precisamente la actitud de los judíos que le interrogaban.
5 Para probar al grupo de judíos que se le acercan con aire amenazador que no son ovejas suyas, Jesús se atreve a explicarles qué significa ser de los suyos. Sólo subraya dos rasgos, los más esenciales e imprescindibles: «Mis ovejas escuchan mi voz... y me siguen». Después de veinte siglos, los cristianos necesitamos recordar de nuevo que lo esencial para ser la Iglesia de Jesús es escuchar su voz y seguir sus pasos.
6 Lo primero es despertar la capacidad de escuchar a Jesús. Desarrollar mucho más en nuestras comunidades esa sensibilidad, que está viva en muchos cristianos sencillos que saben captar la Palabra que viene de Jesús en toda su frescura y sintonizar con su Buena Noticia de Dios.
7 Si no queremos que nuestra fe se vaya diluyendo progresivamente en formas decadentes de religiosidad superficial, en medio de una sociedad que invade nuestras conciencias con mensajes, consignas, imágenes, comunicados y reclamos de todo género, hemos de aprender a poner en el centro de nuestras comunidades la Palabra viva, concreta e inconfundible de Jesús, nuestro único Señor.
8 Pero no basta escuchar su voz. Es necesario seguir a Jesús. Ha llegado el momento de decidirnos entre contentarnos con una "religión burguesa" que tranquiliza las conciencias pero ahoga nuestra alegría, o aprender a vivir la fe cristiana como una aventura apasionante de seguir a Jesús.
9 Es posible que la comparación con la oveja no parezca lo más afortunado pero Jesús nos describe, en pocas palabras, la intimidad de las relaciones existentes entre él y sus discípulos de todos los tiempos.
10 Los suyos escuchan su voz no sólo verbalmente, sino entregándose sin reservas con él y como él en favor del bien de la humanidad. Eso es lo que significa el seguimiento: los suyos oyen su voz y lo siguen como a su pastor y modelo.
11 Porque seguir es mucho más que creer intelectualmente: es aceptar su camino, hacer nuestra su mentalidad, ir asimilando sus criterios de vida. ¡Incomprensible para la jerarquía religiosa de aquel tiempo!

MEDITACIÓN, ¿QUÉ DICE? : El seguimiento de Jesús implica a la persona entera, su voluntad y su testimonio, y está basado en la escucha de su Palabra de donde brota la oración y el testimonio. De ahí saldrá la misión de evangelizar a nuestros congéneres y el tiempo de maravillarnos de lo que, personas tan humildes como nosotros podemos hacer con la ayuda del Señor.

¿QUÉ NOS DICE? : ¿Tenemos la misma iniciativa, creatividad y fidelidad que los cristianos que fueron capaces de iniciar en Antioquía el camino de la Iglesia? ¿Tenemos capacidad de maravillarnos ante lo que con la ayuda del Espíritu del Señor podemos hacer por el bien de los que nos rodean? Los milagros son muchas veces acciones ordinarias. ¿Cómo es nuestro seguimiento del Señor: intermitente o continuo? ¿Sólo rezando en el Templo o actuando en la vida con insistencia?

LA ORACIÓN: Tú, Señor, que diste la paz a los apóstoles, concédela también a todos los hombres del mundo, y haznos capaces de llevarte siempre en nuestro corazón para proclamar tu Reino en todo nuestro ámbito. Te lo pedimos, Señor

Declaración Dignitas infinita sobre la dignidad humana Una aclaración fundamental
7. Aunque en la actualidad existe un consenso bastante general sobre la importancia e incluso el alcance normativo de la dignidad y el valor único y trascendente de todo ser humano, la expresión “dignidad humana” a menudo corre el riesgo de prestarse a muchos significados y, por tanto, a posibles malentendidos[15] y «contradicciones que nos llevan a preguntarnos si verdaderamente la igual dignidad de todos los seres humanos [...], [sea] reconocida, respetada, protegida y promovida en todas las circunstancias». Todo esto nos lleva a reconocer la posibilidad de una cuádruple distinción del concepto de dignidad: dignidad ontológica, dignidad moral, dignidad social y finalmente dignidad existencial. El sentido más importante permanece, como se ha argumentado hasta ahora, el vinculado a la dignidad ontológica que corresponde a la persona como tal por el mero hecho de existir y haber sido querida, creada y amada por Dios. Esta dignidad no puede ser nunca eliminada y permanece válida más allá de toda circunstancia en la que pueden encontrarse los individuos. Cuando se habla de la dignidad moral se refiere, como se acaba de considerar, al ejercicio de la libertad por parte de la criatura humana. Esta última, aunque dotada de conciencia, permanece siempre abierta a la posibilidad de actuar contra ella. Al hacerlo, el ser humano se comporta de un modo que “no es digno” de su naturaleza de criatura amada por Dios y llamada a amar a los otros. Pero esta posibilidad existe. Y no sólo eso. La historia nos atestigua que el ejercicio de la libertad contra la ley del amor revelada por el Evangelio puede alcanzar cotas incalculables de mal infligido a los otros. Cuando esto sucede, nos encontramos ante personas que parecen haber perdido todo rastro de humanidad, todo rastro de dignidad. A este respecto, la distinción introducida aquí nos ayuda a discernir con precisión entre el aspecto de la dignidad moral, que de hecho puede “perderse”, y el aspecto de la dignidad ontológica que nunca puede ser anulada. Y es precisamente en razón de esta última que se deberá trabajar con todas las fuerzas, para que todos los que han hecho el mal puedan arrepentirse y convertirse.



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