La espiritualidad: fuente de vida

LA ESPIRITUALIDAD CRISTIANA: FUENTE DE VIDA

 

-       Introducción; ¿Es posible decir algo práctico y corto?

-     ¿Qué queremos decir cuando decimos “espiritualidad”?

-   Consideraciones sobre la espiritualidad

-   La espiritualidad de Jesús

-     La espiritualidad en la Escritura y en la Iglesia

-       La espiritualidad en acción

-       El resumen, ¿nos servirá? ¿recordaremos algo?

 

Introducción

Tratar de hablar de espiritualidad por un “aficionado” y haciéndolo “en corto”, es atrevimiento, ¡qué digo!, más bien osadía, pero siempre me ha seducido el tema, así que trataré de exprimir conceptos, extractar libros de la Biblia, repasar algunos teólogos y, con la ayuda del Espíritu, sacar algo que nos sirva para acercarnos al Señor, nuestra fuente de vida y nuestra meta espiritual.

Tengo que añadir, y creo que podremos coincidir, que hay “demanda de espiritualidad” y la gente se va a buscarla a las religiones orientales. ¿Por qué? Quizá porque los cristianos estamos más educados en lo que “tenemos que obedecer” más que en lo que “debemos de ser”. Ser cristiano es seguir a Jesús, y seguir a Jesús es vivir bajo el Espíritu de Dios… y aquí está ya la espiritualidad

 

 

¿Qué queremos decir cuando decimos “espiritualidad”?

Una sencilla respuesta es la que dio el Dalai Lama: “La espiritualidad es aquello que produce en el ser humano una transformación interior”.

La espiritualidad es 1- el conjunto de principios y prácticas 2 - en relación con lo divino o trascendente, 3 - que caracterizan la vida de un grupo de personas en relación con aquello que creen, 4 - las diferentes maneras de experimentar la trascendencia, y 5 - el modo como la vida es entendida y vivida.

Consideraciones sobre la espiritualidad

La espiritualidad está relacionada con aquellas cualidades del espíritu humano, tales como el amor y la compasión, la paciencia y la tolerancia, la capacidad de perdonar, la alegría…, que proporcionan felicidad tanto a la propia persona como a los demás.

Al institucionalizarse en forma de poder sagrado, social o cultural, las religiones se ven privadas de lo que las mantiene vivas: la espiritualidad. En lugar de hombres carismáticos y espirituales, producen burócratas de lo sagrado.

La espiritualidad tiene que ver con experiencia, no con doctrina, dogmas ni ritos. El cristianismo no se limita a la práctica de la fe de una manera mediocre o reducida, que implicaría la observación de los preceptos, normas o mandamientos únicamente. EI cristiano es llamado a vivir plenamente la vida del Espíritu.

La espiritualidad es aquella experiencia mediante la cual el cristiano entra en un proceso de relación con Dios y la posesión de su verdad. La Palabra de Dios adquiere su dimensión y realización más plena y específica en el oír y obrar cristiano, es decir: oración y acción; contemplación y acción

Desarrollar nuestra espiritualidad significa, desarrollar nuestra capacidad de contemplación, de escucha atenta a los mensajes y valores que impregnan el mundo

La espiritualidad de Jesús

La espiritualidad de Jesús está centrada en el Reino de Dios; se alimenta de un Dios que sólo busca una humanidad más justa y más feliz. Cualquier espiritualidad que quiera llamarse y ser cristiana tendrá que seguir a Jesús en el seno del Reino de Dios

La espiritualidad de Jesús tiene como centro y tarea más importante construir una vida más humana, tal como Dios la quiere

La espiritualidad de Jesús está alimentada, sostenida y animada por la experiencia de Dios Padre, experiencia que marca toda su vida al servicio del Reino de Dios

La espiritualidad de Jesús vive plenamente para el Reino desde una actitud de confianza total en Dios y una disponibilidad incondicional. Una espiritualidad donde falten estas dos cualidades, no será una espiritualidad como la de Jesús

La espiritualidad en la Escritura y en la Iglesia

Tanto en la Sagrada Escritura como en la Patrística no hay apenas división entre la espiritualidad y la moral

Pablo no habla de virtudes y vicios, sino de obras de la carne y de frutos del Espíritu. El hombre-carne es llamado precisamente así, carne, cuando el hombre se encierra en sí mismo y pretende realizarse solo en la dimensión terrena sin plantearse las preguntas trascendentales sobre Dios y su relación con los demás hombres. Carece de espiritualidad

Los escritores bíblicos designan precisamente con esta palabra "espíritu" al hombre que siendo a la vez "cuerpo" y "alma" abre su existencia hacia Dios, como valor absoluto que le trasciende y orienta su existencia a partir de esta relación divina. Para el Nuevo Testamento, el "hombre-espíritu" vive una nueva existencia: para él, el Señor Jesús ha resucitado, el Señor es el Espíritu (2 Cor 3,17) que vive una existencia humana (y por eso también corporal) en comunión total con la realidad

Para Pablo, el creyente, a partir del momento en que ha consentido vivir según las exigencias del bautismo, ha aceptado a Jesucristo y vive en el Espíritu, está capacitado para descubrir por sí mismo la voluntad de Dios en lo cotidiano de su vida.

La experiencia de Dios que el teólogo jesuita alemán Rahner plantea como ineludible para el cristiano del futuro, y a la que llama «mística», no con­siste ni en largas horas de oración o contemplación, ni en episodios extraordinarios alejados de la sensibilidad cotidiana, ni en visiones o revelaciones especiales... Se trata de la necesidad de que los cristianos del futuro vinculen su experiencia, su lenguaje sobre Dios, la fe… a las experiencias más cotidianas de la vida.

La espiritualidad en acción

Vemos pues que la espiritualidad es aquella experiencia mediante la cual el cristiano entra en un proceso de relación con Dios y la posesión de su verdad. La Palabra de Dios adquiere su dimensión y realización más plena y específica en el oír y obrar cristiano, es decir: oración y acción; contemplación y acción

No podemos empequeñecer la espiritualidad; debemos liberarla del individualismo que identifica exclusivamente la vida espiritual con las prácticas piadosas y el culto separados del momento histórico. La vida del cristiano no se limita a la interioridad, debe insertarse en las tareas concretas de la sociedad y de la Iglesia, haciendo una lectura de los signos de los tiempos. Es decir, el culto debe ir unido a la vida, la vida interior del cristiano con el compromiso social y la unión con Dios con la comunión eclesial. Toda buena espiritualidad cristiana debe conducir a transformar el mundo de manera positiva.

Podríamos, pues, decir que la espiritualidad es el enlace entre la oración y la vida cotidiana del cristiano, y es reversible, es decir, es también el enlace entre la vida cotidiana del cristiano y la oración. Por eso podríamos atrevernos a dar unas sencillas acciones para ir entrando en el convencimiento de nuestra espiritualidad:

v     Examen de nuestra conducta durante el día.

v     Lectura y meditación  de la Biblia. La oración con la Biblia puede ser profunda, debe de ser meditada, y necesita  terminar en la acción, es decir, dar fruto, y proporcionará satisfacción al que la desarrolla, satisfacción que reflejará y hará efectiva la espiritualidad.

v     Práctica de obras de misericordia espiritual (dar buen consejo, enseñar al que lo necesite, corregir a los que se equivocan, consolar a los afligidos, perdonar las injurias, sufrir las debilidades del prójimo, etc.)

v     Práctica de obras de misericordia corporales (ayudar materialmente al que lo necesite, hospedar a peregrinos, visitar y consolar a los afligidos y a los más humildes, etc.)

El resumen, ¿nos servirá? ¿recordaremos algo?

Son unas directrices sencillas que cada uno debe de ir acomodando y ampliando a su mejor seguimiento de Jesús, amparados por el Padre y envueltos en el Espíritu.

Podemos cerrar este pequeño escrito citando El Libro de la Sabiduría que dice: “En ella (habla de la Sabiduría, pero está refiriéndose a Dios) se encuentra un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, ágil, móvil, penetrante, puro, límpido, no puede corromperse, orientado al bien y eficaz. Es un espíritu irresistible, bienhechor, amigo de los hombres, firme, seguro, apacible, que lo puede todo y que vela por todo. (Sb 7, 22 – 23).

Como vemos, es un espíritu, que bien puede dirigir nuestra espiritualidad y acompañar nuestra vida.