18/07/2021 Dominical Jesús se presenta como el verdadero Pastor de su pueblo

 

Dominical: El punto de vista de un laico
Escuchar LA PALABRA; meditar LA PALABRA; actuar según LA PALABRA)
V e r ; j u z g a r ; a c t u a r

DOMINGO DÉCIMO SEXTO DEL TIEMPO ORDINARIO (18 Julio)
(Jr 23, 1 - 6; Sal 23, 1 – 6; Ef 2, 13 - 18; Mc 6, 30 - 34)

En el Antiguo Testamento se designa a las autoridades del pueblo de Israel como Pastores. En los profetas Dios promete hacerse pastor de su pueblo, como leemos hoy en Jeremías. Todos conocemos la parábola del Buen Pastor (Jn 10, 1).

Jesús se presenta como el verdadero Pastor de su pueblo

Jesucristo, Pastor y Salvador en la justicia. El pastor de la unidad. La primera lectura del profeta Jeremías es uno de los pasajes que se refieren a la casa de Judá, a la que profeta juzga, pero a la que promete un tiempo ideal, en que, al pueblo dispersado, maltrecho y sin esperanza, se le promete unos pastores que reúnan de nuevo al pueblo. Debemos considerar que Dios mismo interviene en medio de su pueblo, valiéndose de nuevos y mejores pastores, y más concretamente de un pastor que restaure la unidad de Judá y de Israel.
Eso no se consiguió nunca si lo entendiéramos en un sentido histórico estricto; pero si tenemos en cuenta un valor simbólico que va más allá del nacionalismo de Judá y de Israel, se propone un pastor, un rey, que con cualidades éticas (no estrictamente políticas, ni guerreras), traiga la justicia y el derecho, que son los ideales de un buen rey de Oriente y de todas las naciones. Se habla de salvación y de paz, porque la verdadera salvación se fundamenta en la paz y la justicia.
Reinará con sabiduría y le darán un nombre, ya que darle un nombre a alguien significa reconocer lo que ha hecho; es como un oficio bien aprendido y vivido con vocación singular. Ese nombre es «El Señor nuestra salvación». Es decir, lo que algo esa persona idílica tiene que estar en relación con el Dios que salva. Así quedamos emplazados para ver en Jesucristo este proyecto misterioso del oráculo. Porque no olvidemos que él ha de llevar el nombre de “Jeshua”: Dios salva, es mi salvación.
Primera lectura Jr 23, 1 – 6
Responsabilidad cristiana es poner los medios, en palabra y ejemplo, para evitar la dispersión de las ovejas.
Reuniré el resto de mis ovejas y les pondré pastores.
Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer las ovejas de mi rebaño. Por eso, así dice el Señor, Dios de Israel: «A los pastores que pastorean a mi pueblo: Vosotros dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis, no las guardasteis; pues yo os tomaré cuentas, por la maldad de vuestras acciones. Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas de todos los países adonde las expulsé, y las volveré a traer a sus dehesas, para que crezcan y se multipliquen. Les pondré pastores que las pastoreen; ya no temerán ni se espantarán, y ninguna se perderá. Mirad que llegan días en que suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra. En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro. Y lo llamarán con este nombre: El-Señor-nuestra-justicia.»
1 El rey Sedecías es el protagonista de la lectura de hoy; hacia el año 598 a. C. Joaquín, después de reinar tan sólo tres meses se rinde a Nabucodonosor que lo deporta a Babilonia y nombra en su lugar a Sedecías que lleva a su pueblo al desastre con la destrucción de Jerusalén y su templo en el 587 a. C.
2 Parece que se rompe la sucesión dinástica anunciada por Yahvé, y se produce la dispersión de su pueblo, fruto de la negligencia y el abuso de sus dirigentes, de sus pastores.
3 Pero el Señor fundará un nuevo Reino, basado en la sabiduría y la justicia, bajo un “un vástago legítimo” - justo – Por eso llamarán al Mesías “El Señor nuestra justicia”, contrastando con el nombre que Nabucodonosor le había dado al rey Sedecías “El Señor mi justicia”.
4 Ese Mesías será el buen pastor que restablecerá el derecho y traerá a su pueblo la salvación.
5 Aparece de nuevo el concepto del “resto de mis ovejas”, el “resto de Israel”.
5 Todos los creyentes debemos de trabajar para que ese Reino de justicia se implante en todo el mundo. Todos somos pastores con nuestro testimonio y nuestra escucha de la Palabra.
¿Está la jerarquía religiosa en el camino de reunir y no dispersar a los feligreses? ¿Estamos los feligreses dispuestos a seguir el camino de la solidaridad, es decir, de amor al prójimo y atención a los más deprimidos?

Los símbolos que desarrolla este salmo son universales: el camino, el agua, la oscuridad de la noche, el banquete, los perfumes... y pueden interpelar por igual a los hombres de antiguas culturas rurales como a los de las modernas civilizaciones urbanas
Sal 23, 1 – 6
Pastor y anfitrión: el Señor siempre con nosotros
El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
Me guía por el sendero justo
por el honor de su nombre
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo
tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia
me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor por años sin término.
Gracias, Señor, por tu justo y pacífico pastoreo, que recarga de amor mi corazón y mi mente, que me invita a compartir lo que Tú me das con los más necesitados, que me anuncias tus moradas “por años sin término”, en esa alusión temporal que alude a la eternidad a tu lado.
Hazme consciente, Señor, de que tu compañía, de que la escucha de tu Palabra tienen que ser el único sendero de mi vida hacia Ti, proclamando tu Reino en colaboración con tu pastoreo.
¿Hay gente sin pastor? ¿Tenemos pastores adecuados? ¿Nos sentimos nosotros pastores? ¿Creemos que teníamos que ser más pastores?
¿Atendemos a gente que lo necesita? ¿Tratamos de que tengan siempre el mínimo necesario, al menos? ¿Conocemos gente que necesita de nosotros? ¿tratamos de “elevar la moral” de las personas que sabemos en “horas bajas”?

Él es nuestra paz. La segunda lectura, de Efesios, nos ofrece también una verdadera teología de la paz. Incluso se hace una de las afirmaciones teológicas más impresionantes del NT: El, es nuestra paz. El primer efecto de la pacificación (aquí entre judíos y paganos), no es primeramente entre ellos mismos, sino de toda la humanidad con Dios (vv. 13-18), como muerte de la enemistad, acercamiento a Dios, reconciliación con El, evangelización de la paz. Independientemente de la forma literaria del texto, para algunos es un himno sobre la pacificación de la humanidad. Por eso el v. 14 comienza de una forma enfática, refiriéndose a Cristo, “él es nuestra paz” ¿Por qué? Porque ha hecho de los dos pueblos uno. Se refiere a judíos y paganos que era, entonces, la división abismal e irreconciliable para la teología ortodoxa judía.
¿Qué ha hecho Jesucristo para ello? De entre estos términos, el más expresivo es el de «reconciliación», puesto que revela uno de los temas más expresivos de San Pablo (cf 2Cor 5,18-20; Rm 5,10-11; 11,15; Col 1,20-22), aunque no podamos decir que sea eje de su teología. Con ello se presenta la obra de Cristo como una restauración de las relaciones amistosas entre Dios y el hombre rotas por el pecado. El fruto de la reconciliación es la paz y la amistad. La reconciliación es un proceso objetivo y real, antes de toda colaboración del hombre creado por Dios. Es Cristo mismo el signo y la realidad de esa reconciliación de Dios y la humanidad. El autor de Efesios quiere poner de manifiesto que el don de la paz es un don de Dios y ese don es Cristo mismo, porque gracias a Él todos los hombres, en todas las culturas y religiones pueden vivir en paz. Si no es así, no es por exigencia del Dios de Jesús, sino porque los hombres se niegan a la misma paz.
Segunda lectura Ef 2, 13 – 18
Si el amor sustituye con éxito al odio, la paz y la justicia están aseguradas
Él es nuestra paz, él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa.
Hermanos: Ahora estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos. Él es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, derribando con su carne el muro que los separaba: el odio. Él ha abolido la Ley con sus mandamientos y reglas, haciendo las paces, para crear con los dos, en él, un solo hombre nuevo. Reconcilió con Dios a los dos pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte, en él, al odio. Vino y trajo la noticia de la paz: paz a vosotros, los de lejos; paz también a los de cerca. Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre con un mismo Espíritu.
1 Se expresa aquí la reconciliación que Cristo vino a traer entre judíos y no judíos, entre judíos y gentiles.
2 Somos conscientes del exacerbado nacionalismo judío que no veía con buenos ojos a los gentiles, y, así mismo, de la poca simpatía que los judíos tenían entre, sin ir más lejos, los romanos.
3 Dice Pablo que con Jesús se ha suprimido la barrera intermedia de separación... Esta es una figura tomada del templo. El recinto del templo consistía en una serie de atrios, cada uno un poco más elevado que el anterior, con el templo propiamente dicho en el patio más interior. Los gentiles no podían entrar nada más que al primero de esos atrios, entre el cual y el siguiente, el de las mujeres, había un muro, en el que se encontraban anuncios de que si un gentil pasaba más al interior se exponía a la muerte inmediata. Pablo conocía muy bien esa barrera. Así que el muro intermedio, con su barrera, excluía a los gentiles de la presencia de Dios.
4 El Reino de Dios proclamado por Cristo es un reino por igual para todos, judíos y paganos, y los odios deben de desaparecer. La justicia y la paz establecidas por el buen pastor debían de ser el motor del mundo.
5 Difícil, claro; los egoísmos, el afán de poder y de tener prevalecen con demasiada frecuencia.
6 Pero el problema de las barreras no se limita al mundo antiguo ni mucho menos. Hoy en día hay toda clase de vallas de separación que pasan por todas las razas y los pueblos del mundo...
7 Si bien el progreso moderno ha convertido el mundo en una gran vecindad, Dios nos ha dado a los cristianos la tarea de convertirlo en una fraternidad. En estos días de muros divisorios de raza y clase y credo, nosotros tenemos que sacudir la Tierra otra vez con el mensaje del Cristo que nos incluye a todos, “en quien no hay ni siervos ni libres, ni judíos ni griegos, ni escitas ni bárbaros, sino que todos somos uno”
8 En el camino marcado por Jesús, la unidad entre los pueblos, acercándonos al Padre, no será uniformidad, sino que el Espíritu permite que cada uno sea auténtico y, al mismo tiempo, se realice en comunión con los demás, “hombre nuevo” obra de Dios, sabia psicología que debería satisfacer nuestro afán humano.
¿Nuestro ejemplo cristiano es suficiente para atraer a los “gentiles” a la fe en Cristo? ¿Muestra nuestra vida cristiana que estamos en la paz de Cristo?

Sedientos de su palabra. Este es un relato de transición, propio del redactor del evangelio de Marcos, que quiere preparar la primera multiplicación de los panes. Los Doce (aquí les llama apóstoles) vuelven de su misión, contentos de lo que han dicho y han hecho. Ya sabemos que lo que han dicho tiene que referirse a las cosas que Jesús les ha enseñado y que se centran en el anuncio de la llegada el reino de Dios. Lo que han hecho es liberar a las gentes de sus males, como han visto hacer a Jesús. En ese momento, por el desgaste que ello significa, Jesús quiere compartir con ellos en un lugar solitario pero, de pronto, aparece la multitud y deben marchar en una barca. La experiencia de la travesía, para quien la haya hecho, sabemos que es verdaderamente restauradora. Pero la escena nos asoma casi de inmediato de nuevo a la multitud que está sedienta y ansiosa de esta experiencia que los Doce tienen con Jesús.
Considero que el redactor de nuestro evangelio está jugando, simbólicamente, con este contraste entre la suerte de los discípulos que puede gozar a la paz de la palabra de Jesús (aunque bien es verdad que después de desgastarse en el anuncio del reino) y la necesidad que tiene la multitud de esta palabra. Todo esto es para mostrarnos que, tras la travesía restauradora, Jesús tiene compasión de la multitud porque la ve como ovejas sin pastor (cf Num 27,17). Ahora Jesús ha “restaurado” a los suyos, que tienen que volver, cuando sea, a la itinerancia para anunciar de nuevo el reino. Y entonces ve a la multitud y ya no puede huir, tiene que entregarles su palabra, su persona, como se la ha entregado a los discípulos. Jesús se nos presenta como cumpliendo un anhelo y un deseo que muchas veces en el AT hacía referencia al pueblo que estaba siendo defraudado por sus jefes e incluso por los que tenían una responsabilidad más religiosa: eran como ovejas sin pastor y sin guía.
El Evangelio, por otra parte, nos muestra el hambre que tenía la gente de escuchar un mensaje de salvación y de gracia, el que Jesús ofrecía por todas las aldeas y pueblos de Galilea, a lo que habían contribuido también sus discípulos, enviados para llegar a donde no podía llegar él. Es sintomático cómo el texto busca un lugar solitario para gustar más profundamente esta experiencia de la misión, ya que muchos iban y venían, sin dejarles personalizar esta experiencia. Pero al final, al desembarcar de nuevo en la orilla del lago, el texto nos muestra que Jesús ve a la gente con tal anhelo de escucharle, que la compasión del pastor puede más en su corazón. Sin duda que habría gente dirigida por alguna sintonía populista, como sucede con todos los fenómenos sociales y religiosos; pero en medio de todo Jesús detecta la falta de orientación y la necesidad de salvación de los abandonados. De esa manera, por medio de nuevos pastores, se cumple con más o menos precisión el texto de Jr 23,1-6: por una parte los pastores, los apóstoles; por otra el pastor, el nuevo rey, del que parte el mensaje fundamental del reino. De esa manera se explica maravillosamente la continuación de la narración del evangelio con la primera multiplicación de los panes, que es un relato que se introduce con esta actitud de Jesús al compadecerse de la multitud.
Evangelio Mc 6, 30 - 34
«... y os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con ciencia y con inteligencia» (Jr3, 15)
Andaban como ovejas sin pastor.
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.» Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.
1 El hecho de retirarse a un sitio tranquilo y apartado, puede tener dos motivos aparentes: que los discípulos descansen del trabajo, o que, ante el peligro de Herodes, buscasen menor notoriedad.
2 Pero estos motivos nos dirían muy poco. Lo importante está un poco más allá. Marcos nos está diciendo que los discípulos necesitan una seria reflexión sobre el éxito de su misión, como Jesús necesitó meditar sobre su mesianismo.
3 El hecho de “andar como ovejas sin pastor” es una imagen clásica en el AT. En una cultura en que la ganadería era el principal medio de sustento, todos sabían perfectamente lo que se estaba insinuando con la imagen del pastor.
4 Siguiendo la primera lectura (Jr 23,1-6), Jesús hace una crítica a los dirigentes que, en vez de cuidar de las ovejas, las utilizan en beneficio propio. Siempre ha pasado lo mismo. Nunca han faltado pastores, pero han sido tantas las ofertas y hechas con tanta persuasión, que el pueblo se ha sentido indefenso ante las ofertas más disparatadas.
5 ¿Sentimos nosotros esa necesidad de Jesús que muestra esta lectura del Evangelio? Jesús es nuestro verdadero Pastor y la escucha de su Palabra debe de llevarnos a su seguimiento que será lo único que nos satisfaga plenamente.
6 Pero esta escucha está muchas veces condicionada por nuestra vida de trabajo y de preocupaciones que nos impide ir al fondo de la realidad de las personas y de los acontecimientos.
7 Es fácil quedar atrapados por las ocupaciones cotidianas. Esto no quiere decir que debamos buscar el mensaje de Jesús fuera de nuestra vida diaria, pero sí que es preciso profundizar en los acontecimientos, saber descubrir su auténtico sentido, distinguir en ellos lo que es verdaderamente importante de lo que no lo es.
8 Para ello es necesario que encontremos tiempo para el silencio interior, que nos ayude a ir más al fondo en el ver, juzgar y actuar de nuestra vida, tratando de absorber con sosiego lo que la Palabra nos dice y cómo debe incidir en nuestra vida.

Meditemos: Nuestra pastoral parroquial, ¿cómo anda? ¿Dispersamos y dejamos alejarse a nuestras ovejas, o las acogemos y acercamos? A cincuenta años del Concilio Vaticano II ¿son nuestras parroquias una comunidad de comunidades donde todos se sienten corresponsables de las tareas pastorales, o estamos todavía en el pasado?:
1.- Con la “Vehementer nos” de Pío X de “La Iglesia tiene dos categorías de personas: los pastores y el rebaño, los que ocupan el rango de la jerarquía y al multitud de fieles que no tiene otro derecho sino dejarse guiar y, como rebaño fiel, seguir a sus pastores”.
2.- Con Pío XI en la Acción Católica, donde “los laicos participan en la misión exclusiva de los obispos y presbíteros en virtud del mandato recibido de la jerarquía.”
3.- Con el Vaticano II, donde la misión y el compromiso del laico viene dado por el bautismo y la confirmación, como un compromiso personal con Cristo. “La vocación cristina es vocación al apostolado, pues en la Iglesia no puede haber miembros pasivos” (AA 21)
¿Merece la pena revisar el compromiso que los laicos, vamos asumiendo en la Iglesia, y sobre todo en el mundo, donde sólo nosotros podemos hacer presente el Evangelio en el ámbito familiar, social y político, especialmente en unos tiempos en los que el sacerdocio tal y como está establecido por la Jerarquía Eclesiástica, está envejeciendo sin parar, y sin que esto parezca tener una solución real, mejor dicho, sin que parezca que la Jerarquía pone alguna solución que no sea la acumulación y desaparición de Parroquias?

LA ORACIÓN: Te alabamos, Señor, y confiamos en ti y te bendecimos, Dios todopoderoso, Rey del universo, porque a nosotros, injustos y pecadores, nos has llamado al conocimiento de la verdad; haz que te sirvamos con santidad y justicia. Te lo pedimos, Señor

LA OVEJA PERDIDA. (Del “Canto del pájaro”, Anthony de Mello, Ed. Sal Terrae)
(Parábola para educadores religiosos)

Una oveja descubrió un agujero en la cerca y se escabulló a través de él.
Estaba feliz de haber escapado.
Anduvo errante mucho tiempo y acabó desorientándose

Entonces se dio cuenta de que estaba siendo seguida por un lobo.
Echó a correr y a correr..., pero el lobo seguía persiguiéndola.
Hasta que llegó el pastor, la salvó y la condujo de nuevo, con todo cariño, al redil.

Y, a pesar de que todo el mundo le instaba a lo contrario,
el pastor se negó a reparar el agujero de la cerca.



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