20/10/2024 Dominical. Recordemos hoy a nuestros misioneros que dedican su vida al bien de los más “pequeños”.

Dominical: El punto de vista de un laico
Escuchar LA PALABRA; meditar LA PALABRA; actuar según LA PALABRA
V e r ; j u z g a r ; a c t u a r

DOMINGO VIGÉSIMO NOVENO DEL TIEMPO ORDINARIO (20 Octubre 2024)
(Is 53, 10 - 11; Sal 33, 4 – 5. 18 – 19. 20. 22; Hb 4, 14 - 16; Mc 10, 35 – 45)

Recordemos hoy a nuestros misioneros que dedican su vida al bien de los más “pequeños”.

Un Mesías que ha de sufrir. La primera lectura corresponde a un texto que se conoce actualmente como Trito-Isaías, un discípulo lejano, quizá después del destierro de Babilonia (s. VI) del gran maestro del s. VIII, que ha dado nombre al libro. Pero además, este es uno de los textos más claros en los que se pone de manifiesto el valor redentor del sufrimiento (forma un conjunto con Is 52,13-53,12), de tal manera que es la Iglesia primitiva, después de lo que sucedió con la muerte y resurrección de Jesús, quien se atrevió a desafiar a la teología oficial del judaísmo y hablar de un Mesías que podía sufrir para salvar a su pueblo.
Esto era lo que no admitía el judaísmo y lo que encontró la Iglesia primitiva como la identidad de su Mesías salvador. ¿Cómo podía ser eso que el Mesías no participara de los sufrimientos del pueblo? Un Mesías que viniera a pasearse en medio del pueblo sin experimentar sus llantos no sería un verdadero liberador. Si Dios sufre con su pueblo, también debía sufrir su enviado.
Primera lectura Is 53, 10 – 11
La Iglesia, que nace del misterio de la redención en la cruz de Cristo, está obligada a buscar el encuentro con el hombre, de modo particular en el camino de su sufrimiento
Cuando entregue su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como sacrificio por el pecado. Por esto verá su descendencia, y tendrá larga vida, y el proyecto de Dios prosperará en sus manos. A cambio de las amarguras que haya padecido su alma, gozará del pleno conocimiento. El Justo, mi servidor, hará una multitud de justos, y se hará cargo de sus deudas.
1 Es parte del tercer canto del siervo, del libro del profeta Isaías, que comienza con una expresión de “segura esperanza”: “Mi siervo tendrá éxito; será exaltado y puesto en lo más alto”. Aunque el término resurrección aún no “está en uso”, podemos perfectamente ver aquí la previsión de esa “larga vida”, una vida que no acaba, para el siervo... y, al mismo tiempo, para todos, proyecto de Dios, multitud de justos rescatados para el Reino por el testimonio de Jesús, el Cristo, que guía nuestro camino.
2 ¿Quiere Dios el sufrimiento? ¿Es una especie de “chantaje” para “el perdón de los pecados”?
3 A este respecto, dice Fray Marcos en Fe adulta: “Desgraciadamente, hay dos expresiones en el texto propias de una teología prehistórica: "El Señor quiso Yahvé quebrantarle con dolencias". Parece hacer responsable al Padre de los sufrimientos de Jesús. "Si se da a sí mismo en expiación" responde a un concepto de redención mal entendido, que viene de la noción de "sacrificio expiatorio", es decir, que Jesús, con su sangre y su muerte "paga a Dios" por nuestros pecados. Afortunadamente, la Iglesia ya está llegando a comprender que el Padre no cobra por perdonar”.
4 Y en otro comentario (sobre Lc, 13, 1-9) añade: ¿Es el mal consecuencia del pecado? Así lo creían los judíos del tiempo de Jesús y así lo siguen creyendo muchos de los cristianos de hoy. Desde una visión mágica de Dios, se creía que todo lo que sucedía era fruto de su voluntad. Los males se consideraban castigos y los bienes premios. Incluso la lectura de Pablo que acabamos de leer se puede interpretar en esa dirección.
5 Jesús se declara completamente en contra de esa manera de pensar. Lo expresa claramente en muchos pasajes; el más claro es el del ciego de nacimiento en el evangelio de Juan, donde los discípulos preguntan a Jesús, ¿Quién pecó, éste o sus padres? Para Jesús la relación de Dios con nosotros está en un ámbito más profundo.
6 Debemos dejar de interpretar como actuación de Dios lo que no son más que fuerzas de la naturaleza o consecuencia de atropellos humanos. Ninguna desgracia que nos pueda alcanzar, debemos atribuirla a un castigo de Dios; de la misma manera que no podemos creer que somos buenos porque las cosas nos salen bien. El evangelio de hoy no puede estar más claro, pero como decíamos el domingo pasado, estamos incapacitados para oír lo que nos dice. Sólo oímos lo que queremos escuchar desde nuestros prejuicios.
7 Insisto, debemos salir de esa idea de Dios Señor o patrón soberano que desde fuera nos vigila y exige su tributo. De nada sirve camuflarla con sutilezas. Por ejemplo: Dios, puede que no castigue aquí abajo, pero castiga en la otra vida... O, Dios nos castiga, pero es por amor y para salvarnos... O Dios castiga sólo a los malos... O merecemos castigo, pero Cristo, con su muerte, nos libró de él.
8 Pensar que Dios nos trata como tratamos nosotros al asno, que sólo funciona a base de palo o zanahoria, es ridiculizar a Dios y al ser humano
9 Claro que estamos constantemente en manos de Dios, pero su acción no tiene nada que ver con las causas segundas. La acción de Dios es de distinta naturaleza que la acción del hombre, por eso la acción de Dios, ni se suma ni se resta ni se interfiere con la acción de las causas físicas.
10 ¿Qué significa dar fruto? ¿En qué consistiría la salvación para nosotros aquí y ahora? Tal vez sea ésta la cuestión más importante que nos debemos plantear.
11 La salvación no es alcanzar nada ni conseguir nada. Es tu verdadero ser, estar identificado con Dios. Descubrir y vivir esa realidad es tu verdadera salvación.”
12 La oración y la meditación son necesarias para estas vivencias; la comunidad ayuda a encontrar esa salvación; la Parroquia debería de ser la comunidad viva en la que toda nuestra personalidad religiosa y humana creciera y fructificara.
¿Estamos cerca de las personas que sufren físicamente, mentalmente, psíquicamente?
¿Sabemos superar nuestros sufrimientos de la mano del Señor? ¿Sabemos que la alegría es vehículo de catequesis?

La Palabra del Señor es salvación, es decir, felicidad de la persona humana en Dios que sobrepasa todo deseo.
Sal 33, 4 – 5. 18 – 19. 20. 22
La acción de gracias va junto con la alabanza
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Que la palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
En la Palabra, efectivamente, está la Vida. Aun cuando le quisieron quitar la vida, Jesús «entregó su Espíritu»: llamó al ser una nueva creación, ahora inmortal, al soplar sobre los creyentes y comunicarles el Espíritu: ¿Quién puede sentirse derrotado, si la Palabra viva de Dios lo sostiene en todo?.
Sabemos, Señor, que podemos fiar en tu Palabra, y que tus acciones siempre irán en nuestra ayuda, esa ayuda que necesitamos para que nuestro camino siempre vaya en tu compañía, amistad y diálogo
Ayuda que nos es necesaria para obrar con justicia y llevar tu misericordia a todos los que nos rodean, para darles a conocer tu verdadera faz, tu ansia de amistad con las personas.
Gracias, Señor, por fijarte en nosotros, pequeños seres muchas veces incapaces de seguir tus huellas, esperando tu misericordia, pero faltando a la justicia
Te rogamos, Señor, que nuestro camino terreno esté siempre iluminado por tu luz, y que sepamos ser luz para aquellos que están un tanto ciegos y su camino se aleja del tuyo
Auxilio, escudo y misericordia nos son imprescindibles para vivir una vida feliz y poder culminarla en nueva presencia ante Ti, que nos libras de la muerte.
Y es que, Señor, no podríamos esperar otra cosa de Ti, de tu lealtad y tu justicia, siempre atento a las necesidades de tus fieles.
Gracias, Señor, por tus atenciones, gracias por tu misericordia que nos librará de la muerte, que nos dará una vida larga en tu Reino.
Te rogamos, Señor, que sepamos corresponder a tanta bondad, que sepamos llevar esa bondad a los que nos rodean, especialmente a los más pobres y humildes.
¿Somos conscientes de que la Palabra de Dios es la Palabra de la Vida para siempre y para todos? ¿La Palabra nos da vida, confianza en el Señor? ¿Qué es Palabra eterna? ¿Qué en ella podemos poner nuestra esperanza?

La misericordia sacerdotal de Jesús. La segunda lectura continúa con la carta a los Hebreos en la que se nos muestra el papel del Hijo de Dios como Sumo Sacerdote. El autor quiere marcar las diferencias con el sumo sacerdote de esta tierra, que tenía el privilegio de entrar en el “Sancta Sanctorum” del templo de Jerusalén. Pero allí no había nada, estaba vacío. Por ello, se necesitaba un Sumo Sacerdote que pudiera introducirnos en el mismo seno del amor y la misericordia de Dios que está en todas partes, cerca de los que le buscan y le necesitan. Para ser sacerdote no basta estar muy cerca de Dios, sino también muy cerca de los hombres y de sus miserias. Es eso lo que se muestra en este momento en el texto de la carta a los hebreos en que se comienza una sección sobre la humanidad del Sumo Sacerdote.
Este Sumo Sacerdote, aprendió en la debilidad, como nosotros, aunque nunca se apartó del camino recto y verdadero: ¡nunca pecó!. Es uno de los pasajes más bellos en esta teología que el autor de la carta hace sobre el sacerdocio de Jesús. Esto da una confianza en el Dios al que El nos lleva, que supera la rigidez de un sacerdocio ritualista o simplemente formal. El sacerdocio de Jesús se amasa en la debilidad de nuestra existencia para conducirnos al Dios vivo y verdadero, al que no le importan los sacrificios rituales, sino el corazón del hombre. Si bien el título de Sumo Sacerdote no es muy halagüeño y se usa poco en el NT, debemos reconocer que estos versos de la carta a los Hebreos logran una teología nueva del verdadero sacerdocio de Jesús: es sumo sacerdote, porque es misericordioso.
Segunda lectura Hb 4, 14 – 16
La oración es el medio más eficaz para acercarnos al Señor
Acerquémonos con seguridad a trono de la gracia.
Hermanos: Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.
1 Jesús, con su experiencia humana, es el sacerdote por excelencia. El sacerdocio levítico, hereditario en la tribu de Leví, propio de los judíos, se limitaba al servicio del Altar.
2 Jesús, es sacerdote “en espíritu y en verdad”, capaz del sufrimiento humano por el que ha pasado, capaz de misericordia para con todo ser humano a cuyo lado está en todo momento de la vida.
3 Jesús en su resurrección, “ha atravesado el cielo”, está eterna y constantemente al lado del Padre, a diferencia del Sumo Sacerdote judío que una vez al año penetraba en el Santa Santorum.
4 Jesús, pues, es el verdadero mediador entre Dios y los hombres, es el puente tendido, es el que nos lleva al Padre, es el ejemplo a seguir, la meta de conducta a la que llegar, el testimonio que hay que dar, el camino que nos conduce a la gracia de Dios, a la salvación permanente que empieza en este mundo terreno.
¿Participamos de la confesión de fe, seguros de que Jesús es el Señor? ¿Lo reconocemos fraterno y solidario con todos nosotros? ¿Nos acercamos a Él con confianza, en la oración, en la ayuda al necesitado, en nuestro ejemplo de vida cristiana?

La propuesta de la gloria “sin poder”. El evangelio nos ofrece una escena llena de paradojas, en las que se ponen de manifiesto los intereses de sus discípulos y la verdadera meta de Jesús en su caminar hacia Jerusalén. Ha precedido a todo esto el tercer anuncio de la pasión (Mc 10,33). La intervención de los hijos del Zebedeo no estaría en sintonía con ese anuncio de la pasión. Es, pues, muy intencionado el redactor de Marcos al mostrar que el diálogo con los hijos del Zebedeo necesitaba poner un tercer anuncio. El texto tiene dos partes: la petición de los hijos del Zebedeo (vv.35-40) y la enseñanza a los Doce (vv. 42-45). Es un conjunto que ha podido componerse en torno al seguimiento y al poder. De la misma manera que antes se había reflexionado sobre el seguimiento y las riquezas (10,17ss), en el marco del “camino hacia Jerusalén”.
Pensaban los discípulos que iban a conseguir la grandeza y el poder, como le piden los hijos del Zebedeo: estar a su derecha y a su izquierda, ser ministros o algo así. Incluso están dispuestos, decían, a dar la vida por ello; la copa y el martirio es uno de los símbolos de aceptar la suerte y el sufrimiento y lo que haga falta. Es verdad que en el AT la “copa” también puede ser una participación en la alegría (cf Jr 25,15; 49,12; Sal 75,9; Is 51,17). Podemos imaginar que los hijos del Zebedeo estaban pensando en una copa o bautismo de gloria, más que de sufrimiento. Sin embargo, la gloria de Jesús era la cruz, y es allí donde no estarán los discípulos en Jerusalén. Lo dejarán abandonado, y será crucificado en medio de dos bandidos (fueron éstos lo que tendrían el privilegio de estar a la derecha y la izquierda), como ignominia que confunde su causa con los intereses de este mundo. Esta es una lección inolvidable que pone de manifiesto que seguir a Jesús es una tarea incomensurable.
Es verdad que los discípulos podrán rehacer su vida, cambiar de mentalidad para anunciar el evangelio, pero hasta ese momento, Jesús camina hacia Jerusalén con las ideas lúcidas del profeta que sabe que su causa pude ser confundida por los que le rodean y por los que se han convertido en contrarios a su mensaje del Reino. Los grandes tienen una patología clara: dominan, esclavizan, no dejan que madure nadie en la esencia ética y humana. Por el contrario, el Dios del Reino, trata a cada uno con amor y según lo que necesita. Ahí está la clave de lo que quiere llevar adelante Jesús como causa, aunque sea pasando por la cruz. Un Dios que sirve a los hombres no es apreciado ni tenido como tal por lo poderosos, pero para el mensaje del evangelio, ese Dios que sirve como si fuera el último de todos, merece ser tenido por el Dios de verdad. Es eso lo que encarna Jesús, el profeta de Nazaret.
Llama la atención el v. 45, “el dicho” sobre el rescate por todos. Este dicho puede estar inspirado en Is 53,12. No se trata propiamente de sacrificio ni de expiación, porque Dios no necesita que alguien pague por los otros. No es propiamente hablando una idea de sustitución, aunque algunos insisten demasiado en ello. Es, en definitiva, una idea de solidaridad con la humanidad que no sabe encontrar a Dios. Y para ello Él debe pasar por la muerte. No porque Dios lo quiera, sino porque los poderosos de este mundo no le han permitido hacer las cosas según la voluntad de Dios. Pensar que Jesús venía a sufrir o quería sufrir sería una concepción del cristianismo fuera del ámbito y las claves de la misericordia divina. El Hijo del Hombre debe creer en el ser humano y vivir en solidaridad con él. El Cur Deus homo? (por qué Dios se hizo hombre) de Anselmo de Canterbury, debería haberse inspirado mejor en esta idea de la solidaridad divina con la humanidad que en la visión “jurídica” de una deuda y un pago, que sería imposible. Dios no cobra rescates con la vida de su Hijo, sino que lo ofrece como don gratuito de su amor.
Evangelio Mc 10, 35 – 45
Jesús establece con claridad su diferencia con el espíritu del mundo, el de los jefes de este mundo, que esclavizan a los suyos y se sirven de ello
El hijo del hombre ha venido para dar su vida en rescate por todos.
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.» Les preguntó: « ¿Qué queréis que haga por vosotros?» Contestaron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.» Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?» Contestaron: «Lo somos.» Jesús les dijo: «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.» Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santia¬go y Juan. Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sir¬van, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.»
1 ¡Ah, el prestigio!, queremos ser más que los demás; hasta los humildes apóstoles cayeron en esa trampa.
2 Principio básico del cristiano: la humildad que lleva la servicio a los demás. Y ahí tenemos que estar, a pesar de todas las tentaciones que continuamente nos atacan.
3 Y esa humildad nos llevará a atender a los más necesitados, sin ninguna pega, sin dificultad, porque, además, el Señor va con nosotros y si queremos seguirle, debemos obedecer su ejemplo: “El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para ser servido”.
4 Es un espíritu, una manera de ser y actuar que siempre sirve, que siempre es bien acogida, de “capitán a paje”, y si es alguien importante, alguna autoridad el que practica esta virtud de la humildad, crea a su alrededor un ámbito de paz y una esperanza de justicia.
5 Probad y lo veréis.
¿Damos trato adecuado a todos los que nos rodean, sea cual sea su condición humana? ¿Cómo anda nuestra humildad? ¿Expresamos nuestro amor en servicio a los demás?

LA ORACIÓN: Te alabamos y te bendecimos, Señor, porque nos has enviado a tu Hijo para ser ejemplo de servicio para todas las personas. Te damos gracias por su humildad, siempre sincera y recia en el establecimiento de las líneas que impulsan la dignidad de la persona. Te rogamos que sepamos imitar esa humildad y llevarla a los que nos rodean, apoyándola siempre en la sabiduría de tu Espíritu. Te lo pedimos, Señor

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La fórmula de la felicidad
El fundamento de la fórmula es el siguiente: Si no estuvieras ocupado activamente en volverte desdichado, serías feliz.
Nacimos felices. Toda la vida está atravesada de felicidad. Existe el dolor; por supuesto que existe. ¿Quién te ha dicho que no puedes ser feliz con dolor? Ven a conocer a un amigo mío que está muriendo de cáncer, pero es feliz en medio del dolor.
Así pues, nacimos con el don de la felicidad pero lo perdimos. Nacimos con el sentido de la vida, pero lo perdimos. Debemos redescubrirlo. ¿Por qué lo perdimos? Porque nos enseñaron a trabajar activamente para volvernos desdichados. ¿Cómo lo lograron? Enseñándonos a apegarnos, enseñándonos a tener deseos tan intensos que nos rehusaríamos a ser felices a menos que fueran satisfechos.
Sino estuvieras ocupado activamente en volverte desdichado
serías feliz

Todo lo que tú debes hacer es sentarte durante dos minutos y limitarte a observar cuán falso es decir que no serías feliz sin A ó B ó sin X ó Y o lo que sea. Lo trágico es que no lo harás. ¿Sabes por qué? Porque si te sentaras o observar podrías ver la falsedad. (Sé que yo no me sentaría; me resistiría a ello durante años.) Tu dirías:
- ¿Qué si no atrapo a Mary Jane, o si no atrapo a John no seré feliz? ¡Eh!, eso es falso. Antes de encontrarme con él yo era feliz.
El mundo está lleno de sufrimiento;
La raíz del sufrimiento es el deseo-apego
La supresión del sufrimiento es el abandono del apego

¿Sabes una cosa? Una vez me enamoré de alguien y, entonces... bueno, la perdí y tenía el corazón destrozado. Pero ¿qué sucedió? ¡Ahora estoy bien! Por lo tanto ella no era mi felicidad, después de todo.¿Recuerdas cuando en tu infancia, perdías algo y pensabas: “nunca voy a ser feliz sin esto”? ¿Qué pasó? Si lo encontraras ahora, no lo mirarías siquiera. ¿Por qué no aprendemos? ¡Oh, no, no! Seguimos en la ilusión. Uno se siente bien, uno se siente estimulado. ¿No es cierto? A mí me estimula. Queremos estímulos; o queremos la felicidad. Queremos emociones. Y cada vez que tenemos una emoción sufrimos una ansiedad, porque podríamos perderla o podríamos no conseguirla y entonces tendríamos una depresión.
La fórmula de la felicidad es tan sencilla que, como te lo anticipé podría explicártela en dos minutos. Si la escucharías o no, es otra cuestión; eso depende de tu propio corazón. Entonces, aquí va: El mundo está lleno de sufrimiento; la raíz del sufrimiento es el deseo-apego; la supresión del sufrimiento es el abandono del apego. ¿Cómo se lo abandona? Basta con mirar para comprender que está basado en una creencia falsa, la creencia de que “sin esto no puedo ser feliz”. ¡Eso es falso!
Anthony de Mello



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