Salmo 024

Texto: Introducción.- El salmo nos presenta un Dios que siempre camina con nosotros y habita en medio de nosotros: es el Emmanuel, el Dios con nosotros, al que empezamos alabando como Creador, para pasar a preguntarnos las condiciones para ir en ese camino con el Señor. La respuesta implica la fe en Dios y, al mismo tiempo, la justicia, la integridad, el rechazo de otros dioses, y así lleva a pensar en la liturgia como medio para la celebración de la vida, superando el rito y las apariencias. Y entonces se abren las puertas y podemos entrar con el Señor en su templo santo, en su corazón de Padre. Verdaderamente elocuente. “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6)

El Rey de la gloria
(1a) Salmo de David.
(1b) Del Señor es el mundo entero,
con todo lo que en él hay,
con todo lo que en él vive.
2 Porque el Señor puso las bases de la tierra
y la afirmó sobre los mares y los ríos.
3 ¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede permanecer en su santo templo?
4 El que tiene las manos y la mente
limpias de todo pecado;
el que no adora ídolos
ni hace juramentos falsos.
5 El Señor, su Dios y Salvador,
lo bendecirá y le hará justicia.
6 Así deben ser los que buscan al Señor,
los que buscan la presencia del Dios de Jacob.
7 ¡Ábranse, puertas eternas!
¡Quédense abiertas de par en par,
y entrará el Rey de la gloria!
8 ¿Quién es este Rey de la gloria?
¡Es el Señor, el fuerte y valiente!
¡Es el Señor, valiente en la batalla!
9¡Ábranse, puertas eternas!
¡Quédense abiertas de par en par,
y entrará el Rey de la gloria!
10 ¿Quién es este Rey de la gloria?
¡Es el Señor todopoderoso!
¡Él es el Rey de la gloria!



MEDITACIÓN

El Rey de la gloria
(1a) Salmo de David.
(1b) Del Señor es el mundo entero,
con todo lo que en él hay,
con todo lo que en él vive.
Dios creó el mundo y es su Señor
En este versículo vemos que el salmista habla de Él como el Creador. La tierra le pertenece. No le pertenece a quienes hoy la gobiernan. Hay muchos hoy que quieren dirigir la tierra, pero en realidad le pertenece a Dios.
El Dios infinito, todopoderoso y eterno, se adapta a la criatura humana, se le acerca para encontrarse con ella, escucharla y entrar en comunión con ella. Y la liturgia es la expresión de este encuentro en la fe, en el diálogo y en el amor.
¿Somos conscientes de la presencia decisiva del Señor en el universo?
¿Somos conscientes de su decisivo impulso a la vida?

2 Porque el Señor puso las bases de la tierra
y la afirmó sobre los mares y los ríos.
Profesión de fe en el Señor del cosmos y de la historia. En la antigua visión del mundo, la creación se concebía como una obra arquitectónica: Dios funda la tierra sobre los mares, símbolo de las aguas caóticas y destructoras, signo del límite de las criaturas, condicionadas por la nada y por el mal. La realidad creada está suspendida sobre este abismo, y es la obra creadora y providente de Dios la que la conserva en el ser y en la vida.
Los judíos veían la tierra como una mesa redonda cuyos pilares se hundían en el océano. En la parte más alta estaban los “Cielos entre los Cielos” o “Cielos más altos”, donde habitaba Dios. El sol, la luna y las estrellas colgaban de un dosel llamado techo o firmamento. La lluvia caía desde arriba sobre el firmamento. El sitio de los muertos, o infierno, estaba bajo la tierra y conectado con nuestro mundo por medio de miles de agujeros que eran los sepulcros de los muertos
En la frase Del Señor es la tierra y su plenitud vemos que David habló de Él como el Creador. La tierra le pertenece. No le pertenece a quienes hoy la gobiernan. Hay muchos hoy que quieren dirigir la tierra, pero en realidad le pertenece a Dios.
¿Damos gracias al Señor por todo lo que con tanto amor ha creado?
¿Nos acordamos de Él cuando usamos todo eso que ha puesto a nuestra disposición?

3 ¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede permanecer en su santo templo?
Necesario examen de conciencia que nos lleve a la conversión real, al ser cristiano con corazón.
Dios es santo, y, por tanto, para acercarse a Él es necesario cumplir determinadas condiciones que no le hagan indigno de la presencia del Altísimo. En Lev 11,44 se dice al pueblo de Israel: «Sed santos como yo soy santo».
Nada contaminado puede entrar en relación con Yahvé, que vive en una atmósfera de santidad y pureza. Para acercarse a Él es preciso «santificarse» con ritos especiales de purificación y, sobre todo, tener ciertas cualidades morales excepcionales.
La morada en el templo de Yahvé ha sido considerada siempre como una garantía de seguridad y de felicidad íntima espiritual. El salmista no restringe su perspectiva a los sacerdotes y levitas -funcionarios oficiales del recinto sagrado-, sino que se refiere a todo el que se acerca a la casa de Dios.
¿“Conectamos” con frecuencia con el Señor? ¿Tratamos de permanecer a su lado? ¿Sabemos que Él siempre nos admite?

4 El que tiene las manos y la mente
limpias de todo pecado;
el que no adora ídolos
ni hace juramentos falsos.
¿Cómo reina Dios? A las puertas del templo se respondía mediante una catequesis: son los comportamientos morales del hombre los que hacen reinar a Dios. ¡Tener un corazón puro, las manos no manchadas de intrigas, el corazón libre de todo ídolo, liberado de todo aquello que no es Dios, leal al prójimo, sediento de justicia, ávido de Dios...!Este es el hombre que construye el Reino de Dios en sí mismo y en la sociedad.
“Manos” y “corazón” evocan la acción y la intención, es decir, todo el ser del hombre, que se ha de orientar radicalmente hacia Dios.
Para poder acercarse dignamente y ser huésped del santuario se debe llevar una vida en conformidad con las prescripciones divinas, obrando con justicia y rectitud, lo que implica sinceridad en las relaciones con el prójimo, ausencia de engaño y abstención de todo lo que pueda causar daño o injuria al prójimo.
Para ser digno de Dios es necesario tener una valoración religiosa de los hombres; es decir, no se debe uno dejar llevar de las apariencias, honrando a los que triunfan en la sociedad a pesar de ser réprobos ante Dios.
Los honores deben reservarse a los temerosos de Yahvé, los que conforman su vida a sus mandatos, sabiendo sacrificar muchas veces sus intereses materiales por seguir la ley de Dios.
Los tiempos del salmista eran difíciles, y prevalecían los que hacían caso omiso de los preceptos divinos. Lo más fácil era adular a los poderosos que se habían creado una posición social por su carencia de escrúpulos morales. Estos, en realidad, son para el salmista réprobos ante Dios, y por eso deben ser menospreciados por el que pretenda ser huésped de Yahvé.
Al contrario, los que mostraban su amor a Dios eran comúnmente despreciados porque por sus escrúpulos religiosos y morales no habían logrado ascender en la escala social; sin embargo, ellos son los predilectos a los ojos divinos, y por eso deben ser honrados por el que aspira a ser amigo de Dios y entrar en su casa.
¿ Qué tipos de pureza espera Jehová de nosotros? ¿Qué implica la pureza espiritual, y en qué no participamos los cristianos verdaderos? ¿Qué exige la pureza moral, y por qué es tan importante? ¿Qué efecto tienen los pensamientos en nuestras acciones, y qué nos ayudará a conservar pura nuestra mente?

5 El Señor, su Dios y Salvador,
lo bendecirá y le hará justicia.
La integridad de vida exige también fidelidad a los juramentos prestados, aunque su cumplimiento sea en perjuicio propio. La usura es también algo de lo que debe estar alejado el amigo de Dios.
En hebreo, el préstamo a interés es llamado «mordedura», expresión gráfica del perjuicio que causa al que se ve obligado a recibir dinero a crédito. La usura estaba prohibida en la Ley cuando se hacía entre israelitas, pero estaba permitida con los extranjeros. En realidad, a pesar de la Ley, la usura era una plaga en la sociedad hebrea, como nos lo dicen los profetas.
No parece estar nuestro mundo actual muy lejos de las dificultades de aquellos tiempos. Las personas que triunfan socialmente son más consideradas por la sociedad que aquellos que no han logrado fortuna o importancia.
Por otra parte, la cuestión de vivir en el amor a Dios y de Dios no parece gozar actualmente de prestigio social, sino más bien es necesario vivirlo en constante vigilia y proclamación.
¿Sabemos bendecir al Señor por todos los bienes que nos otorga? ¿Confiamos en la justicia del Señor, o bien, protestamos permanentemente de “lo bien que viven otros”? ¿Sabemos en qué consiste la Salvación de Jesús, el Cristo?

6 Así deben ser los que buscan al Señor,
los que buscan la presencia del Dios de Jacob.
Nuestra búsqueda del Señor no debe de tener fin; Él, a poco que nos ocupemos, se hará el encontradizo, y la alegría será completa.
“Es verdad que tenemos la tentación de buscar a Dios en el pasado o en lo que creemos que puede darse en el futuro. Dios está ciertamente en el pasado porque está en las huellas que ha ido dejando. Y está también en el futuro como promesa. Pero el Dios concreto, por decirlo así, es hoy. Por eso las lamentaciones jamás nos ayudan a encontrar a Dios. Las lamentaciones que se oyen hoy sobre cómo va este mundo bárbaro acaban generando en la Iglesia deseos de orden, entendido como pura conservación, como defensa. No: hay que buscar a Dios en nuestro hoy”. (Papa Francisco)
El Jesús Resucitado no se cansa de buscarnos también hoy, Él toma sobre sus hombros a nuestros hermanos oprimidos por tantas clases de mal: a quien sufre la soledad y la marginación, a cuantos son víctimas de trabajos inhumanos, tráficos ilícitos, explotación y discriminación o graves dependencias.
¿Comprendemos que el buscar y encontrar a Dios en todas las cosas deja siempre un margen a la incertidumbre? ¿Somos conscientes de que tenemos que hacer espacio al Señor, no a nuestras certezas y que hemos de ser humildes? ¿Sabemos que Dios está en la vida de toda persona; Dios está en la vida de cada uno; y aun cuando la vida de una persona haya sido un desastre, aunque los vicios, la droga o cualquier otra cosa la tengan destruida, Dios está en su vida?

7 ¡Ábranse, puertas eternas!
¡Quédense abiertas de par en par,
y entrará el Rey de la gloria!
Con las condiciones anteriores, el corazón del hombre se prepara para el encuentro con Dios, quien, siendo "infinito, omnipotente y eterno", se adapta a la criatura humana, se acerca a ella para salirle al encuentro, para escucharla y entrar en comunión con ella.
Es Yahveh, el Dios creador del Universo, nuestro Rey Yahveh, que viene a tomar posesión de su palacio y de su ciudad. Al aclamarlo Israel lo hacía reinar efectivamente y le profesaba sumisión.
¿Sabemos abrirle al Señor las puertas de nuestro corazón? ¿Lo recibimos con alegría?

8 ¿Quién es este Rey de la gloria?
¡Es el Señor, el fuerte y valiente!
¡Es el Señor, valiente en la batalla!
Considerar la fe en Dios como liberadora, es una esperanza del mundo actual. Sólo Dios es Dios. Sólo Dios merece sumisión. Hay, como se dice a menudo, una cierta "desacralización" del universo, que corresponde perfectamente a la verdad de Dios.
Existe siempre el peligro de sacralizar abusivamente las realidades terrestres: las costumbres tradicionales, los tabúes ancestrales, los usos considerados como definitivos y sagrados cuando son apenas residuos de civilizaciones locales ya superadas. Pero el gran peligro actual, es la sacralización de las ideologías y de la política.
Digámoslo claramente, ni los partidos de derecha, ni los de izquierda, son "sagrados"; son simples opciones humanas, respetables claro está, pero que desmerecen grandemente al proyectarse sobre ellas un "absoluto" que sólo a Dios debe darse: el único Rey es El. Bajo esta expresión aparentemente pasada de moda, hay una reivindicación de libertad, de total independencia.
¿Conocemos al Rey de la gloria, nuestro Padre celestial?
¿Apreciamos su entrega a nosotros, sus valores y nos acercamos a ellos?
¿Somos valientes en nuestra labor cristiana?

9¡Ábranse, puertas eternas!
¡Quédense abiertas de par en par,
y entrará el Rey de la gloria!
No cabe duda que las puertas que nosotros podemos (y debemos) abrir al Rey de la gloria, que es el Señor, nuestro Padre, nuestro Creador, son las de nuestro corazón.
Pero, a veces, eso del “corazón” queda muy bonito pero poco efectivo; la lectura de la Palabra, los sacramentos, la oración personal y grupal, la experiencia de comunidad, el compromiso solidario, nos van renovando desde el interior y nos ayudan a mantener abierta la puerta de nuestro corazón.
Abrir la puerta de nuestra mente para que la sabiduría del Señor vaya impregnando nuestro entendimiento. Es una gran responsabilidad individual y de nuestra comunidad: formarnos para crecer, para saber, para vivir, para transmitir con más fidelidad.
¿Cómo están las puertas de nuestro corazón, nuestra mente y nuestras manos?
¿Cuáles son los cerrojos que impiden que se abran por completo?
¿Cómo podemos abrir estas puertas al Señor?
¿Seremos capaces de ofrecerle a Dios un compromiso para abrirle la puerta en nuestra tarea cristiana misionera?

10 ¿Quién es este Rey de la gloria?
¡Es el Señor todopoderoso!
¡Él es el Rey de la gloria!
La gloria de Dios, en el A. T., es la misma persona de Dios en cuanto se manifiesta, se revela a los hombres. Dios es el invisible (Ex 33,19; Jn 6,46). Se hace visible a través de su gloria (Jn 12,41). Y su gloria se hace presente a través de las criaturas (Sal 19,2), de los fenómenos físicos (la tormenta, el trueno, el relámpago, el fuego, la nube) (Ez 24,1517; 33,18-23; Dt 5,19-21).
San Juan es el evangelista que ha elaborado con la mejor perfección el concepto de gloria: los apóstoles vieron la gloria de Jesucristo (Jn 1,14), la manifestación de su divinidad en sus hechos y en sus palabras, pues Jesucristo es la encarnación y la manifestación de la Divinidad; la gloria de Jesucristo es la misma del Padre (Jn 1,18), se abre paso a través de los milagros (Jn 2,11; 11,4), como en el A. T. la gloria de Dios.
Los hombres deben glorificar a Cristo mediante la fe en El. Jesucristo pide al Padre su propia glorificación, es decir, que le manifieste tal y como El es Jn 12,28; 17,1). Esta glorificación se realiza en la pasión, muerte, resurrección y ascensión. Para San Juan, la pasión es, por sí misma, una glorificación de Jesucristo: es a la hora" de su gloria (Jn 3,14-15; 8,28; 12,32). Su muerte es su exaltación, pues a través de ella van a reconocer que El era Hijo de Dios. La manifestación definitiva y total de la gloria de Dios la contemplaremos en la otra vida (Jn 17,1.24), donde aparecerá la gloria sin velo, la Divinidad toda revelada.
¿Estamos al lado de este Rey de la gloria? ¿Comprendemos que Él siempre está a nuestro lado? ¿Sabemos alabarle y darle gracias?