Salmo 142

 SALMO 142. – En la hora de la prueba
Introducción. - El salmo 142, plegaria de un hombre perseguido y abandonado, pero que confía en que Dios le salvará, viene a ser como una profecía del misterio pascual de Jesucristo: "Todo lo que describe el salmo -nos dice san Hilario- se realizó en el Señor durante su pasión". En el justo perseguido, pero salvado por Dios, sumergido en la angustia, pero lleno de confianza, podemos ver a Jesucristo que ahora ora con nosotros, reunidos en su nombre. Jesús, en efecto, en los días de su pasión, no encontró nadie que le hiciera caso, nadie que mirara por su vida, pero, en la resurrección, el Padre le sacó de la prisión y ahora da gracias a su nombre, mientras los justos -la Iglesia que, sobre todo en el domingo, se reúne a su alrededor para celebrar la eucaristía- le rodean, contemplando cómo Dios le ha devuelto su favor.
No puede haber una situación tan angustiosa o peligrosa, en la que la fe no tendrá el consuelo de Dios por la oración. Tenemos la tendencia a mostrar nuestros problemas demasiado a nosotros mismos, estudiando detenidamente sobre ellos, lo que nos hace ningún servicio; mientras que, al mostrarles a Dios, podríamos emitir los cuidados sobre él, que tiene cuidado de nosotros, y de ese modo aliviar nosotros mismos. Tampoco debemos permitir que cualquier queja a nosotros mismos oa los demás, lo que no podemos hacer a Dios. Cuando nuestros espíritus se ven abrumados por la angustia, y llenos de desaliento; cuando vemos las trampas establecidas por nosotros de todas partes, y caminamos en el camino, podemos reflexionar con la comodidad que el Señor conoce nuestro camino. Los que con sinceridad tomar al Señor por su Dios, lo encuentran todo suficiente, como un refugio y como una de las porciones: todo lo demás es un refugio de la mentira, y una parte de ningún valor. En esta situación, David oró fervientemente a Dios. Podemos aplicarlo espiritualmente; las almas de los creyentes a menudo se estrecharán por dudas y temores. Y es entonces su deber y el interés que rogar a Dios para ponerlos en libertad, para que puedan correr el camino de sus mandamientos. Así, el Señor liberó a David de sus poderosos perseguidores, y hecho bien con él. Por lo tanto, levantó el Redentor crucificado para el trono de gloria, y lo hizo cabeza sobre todas las cosas para su iglesia. Así el pecador convencido clama por ayuda, y se lleva a alabar al Señor en compañía de su pueblo redimido; y por lo tanto todos los creyentes al fin ser liberados de este mundo malo, del pecado y de la muerte, y alaban su Salvador por los siglos.

"Tú eres mi refugio" Lamentación del justo perseguido.

2A voz en grito clamo al Señor,
a voz en grito suplico al Señor;
Nos quejamos a Dios, pero no de Dios. Cuando nos quejamos, no debería ser delante de los hombres, sino delante de Dios solamente. C. H. S.
Derrama tus pensamientos, y verás lo que son; muestra tu aflicción, y se te hará patente la extensión de la misma; que todo sea hecho delante del Señor, porque en comparación con la gran majestad de su amor la aflicción parecerá casi nada. C. H. S.
El encomendar nuestra causa a Dios es a la vez nuestro deber, nuestra seguridad y nuestro alivio.

3desahogo ante él mis afanes,
expongo ante él mi angustia,
4mientras me va faltando el aliento.
Desde el comienzo el salmo se define como oración de petición urgente: el poeta implora el auxilio de Yahvé con humilde instancia. Anuncia después su lamento, que, por fin, estallará en un estado de desfallecimiento o debilitación de su vigor interior.
El salmista sabía acerca de los dioses paganos adorados por los gentiles circundantes, pero decidió que nunca clamaría a ellos – solo al Señor.
Los problemas y la falta de simpatía humana o ayuda han hecho su mejor obra en él, ya que lo han llevado al seno de Dios. Él ha clamado en vano al hombre; y ahora se ha recuperado en una firme resolución de entregarse a Dios.
Como hombre de profunda experiencia espiritual, el salmista sabía que había muchas maneras de pedir al Señor: en pensamiento, sentimiento y acción. Aquí clama a Dios con su voz, sintiendo que los sentimientos silenciosos no eran suficientes para su necesidad actual.
El salmista tenía una queja que presentar ante Dios. A medida que se desarrolla este salmo, pide la ayuda de Dios frente a los enemigos que esperaban atraparlo, por lo que es probable que esta queja sea contra sus enemigos. Cualquiera que sea la fuente, hizo lo correcto con su queja; la llevó ante el Señor.
La exposición de quejas no tiene el propósito de decirle al Señor lo que Él no sabe. Es para el alivio del quejoso, no para la información de Dios
Esas palabras nos enseñan que en la oración no debemos tratar de ocultarle nada a Dios, sino que debemos mostrarle todo lo que está en nuestro corazón, y eso en su presencia en nuestro armario, con la puerta cerrada, pero no ante los hombres.
No son meras palabras lo que tienes que pronunciar, tienes que poner todos tus problemas ante Dios. Así como un niño le cuenta a su madre sus dolores, cuéntale al Señor todos tus dolores, tus quejas, tus miserias, tus temores. Cuéntalos todos y tu espíritu se sentirá aliviado.
Para mover a Dios describe la situación desesperada: el desfallecimiento corporal y espiritual, "aliento" o "ánimo"; la persecución.
Delante de él manifiesto mi angustia. Nota que no mostramos nuestra angustia delante del Señor para que la vea, sino para que nosotros podamos verle a El. Es para nuestro alivio, y no para su información, que explicamos todo lo que se refiere a nuestros ayes; nos hace mucho bien el presentar nuestra aflicción ordenadamente, porque gran parte de la misma desaparece en el proceso como un espectro que no resiste la luz del día; y el resto pierde gran parte de su terror, debido a que el velo del misterio es quitado por una presentación clara y ordenada de los hechos que nos afligen.
A Él clama, a Él suplica, ante Él expone su queja, ante Él manifiesta su angustia. Nosotros estamos inclinados a guardar en el pecho, por demasiado tiempo, nuestra aflicción. agravándola con nuestra depresión y nuestros temores, mientras que, exponiéndola delante de Dios, podríamos echar toda nuestra ansiedad ante El, porque El tiene cuidado de nosotros (1 P. 5:7). Y, en medio de su queja, como quien sabe que Dios no necesita su información, aunque su corazón se alivia al exponerla, dice: «pero tu (enfático en el original) conoces mi senda»

Pero tú conoces mis senderos,
y que en el camino por donde avanzo
me han escondido una trampa.
Verdaderamente es bueno saber que Dios conoce lo que nosotros conocemos. Nosotros nos desconcertamos, pero Dios nunca cierra los ojos; nuestros juicios van a la deriva, pero los de la mente eterna siempre son claros.
El Señor no se retira a gran distancia de nosotros, sino que sus ojos están sobre ti. El te ve, y no con la indiferencia de un mero espectador, sino que te observa con atención. El sabe, El considera tu camino; sí, El lo señala, y toda circunstancia acerca del mismo está bajo su dirección.
Aunque como cristianos poseemos la plena solución del problema del sufrimiento, con todo, con frecuencia nos hallamos en la posición de Job con respecto a una aflicción particular determinada. Hay aflicciones tan extensas que son totales; pérdidas tan absolutas y golpes tan terribles e inexplicables que parece, durante un tiempo, como si estuviéramos envueltos en una lobreguez impenetrable, como si el secreto del Señor no hubiera sido revelado. ¿Por qué es herido éste y eximido aquél? ¿Por qué esta persona, en quien habíamos centrado tantas esperanzas, o que ya había realizado expectativas placenteras, ha sido arrebatado? ¿Por qué ha quedado, en cambio, otra que es inútil y aun un estorbo sobre la tierra? ¿Por qué aquella voz que hallaba eco en tantos corazones fue acallada de repente? ¿Por qué he sido herido yo? ¿Por qué he perdido lo que hacía mi vida moral hermosa y útil?
Con frecuencia el alma parece perdida en pensamientos que la abruman pierde pie, se tambalea impotente en medio de las aguas profundas de la aflicción. Parece que todo ha terminado. No pienses así. Recuerda a Job; no puedes ir a mayores extremos de desesperación que él, y Dios tuvo compasión de él.
Hay mucho consuelo para ti en este ejemplo de sufrimiento indescriptible, exasperado hasta el último grado, y, con todo, perdonado y consolado. Adhiérete a la memoria de este hecho bendito como un cable de liberación, una tabla en un naufragio. Y entonces recuerda que la aflicción forma parte del plan de Dios, y que El también te pide que te muestres dispuesto y absolutamente confiado en El.
En el camino por donde voy, me han tendido un lazo. Los impíos han de hallar alguna salida a su malicia, y, por tanto, cuando no se atreven a atacar directamente, tienden un lazo. Vigilan al hombre de gracia y tienden el lazo por donde pasa, pero lo hacen con sigilo, evitando ser observados. Esta es una gran prueba, pero el Señor es mayor que ellos y nos hace andar con seguridad en medio del peligro; porque El nos conoce a nosotros y a nuestros enemigos, nuestro camino y el lazo en el tendido. Bendito sea su nombre.
Lazos a la derecha y lazos a la izquierda; lazos a la derecha, prosperidad mundana; lazos a la izquierda, adversidad mundana; lazos a la derecha, lisonja; lazos a la izquierda, alarma. Andas entre lazos; no te apartes del camino; no caigas en el lazo de la lisonja, ni te desvíes del camino a causa de la alarma.
Cada vez que el salmista se sentía angustiado, encontraba confianza en saber que Dios conocía su viaje y su caminar. Dios conoce nuestra senda y nuestro camino en todo su bien y todo su mal.
Es, desde luego, un consuelo infinito mirar el rostro del Padre y decir: Antes de que yo naciera, o diera los primeros pasos en esta senda o intentara encontrarme con sus múltiples vicisitudes, Tú la conocías; y debes haber sabido que no era demasiado difícil, y que había recursos de fuerza en Ti suficientes para mi día, que la emergencia sacaría a relucir en una manifestación más clara.
El salmista no sabía dónde estaban las trampas, pero sabía que estaban ahí. David también sabía que si dependía de Él, Dios podía preservarlo de trampas secretas.
El uso de trampas ocultas es una vergüenza para nuestros enemigos, pero les importa poco los trucos que utilicen para sus malvados propósitos. Los hombres malvados deben encontrar algún ejercicio para su malicia y, por lo tanto, cuando no se atreven a atacar abiertamente, esconderán lazo en privado”. (Spurgeon)

5Mira a la derecha, fíjate:
nadie me hace caso;
no tengo adónde huir;
nadie mira por mi vida.
Otro argumento para mover a Dios: la situación es humanamente irremediable.
El salmista se sentía solo y desamparado, sin embargo, este mismo clamor a Dios declara que David sabía que aunque él ha sido desamparado por los hombres, Dios no lo ha desamparado. Incluso si todos los demás refugios han fallado, David encuentra en Dios un oído para la voz de su clamor.
Cuando una persona está en entredicho, es asombroso ver lo flaca que se vuelve de repente la memoria de sus antiguos amigos; simplemente le olvidan; se niegan a conocerle. Esto es una calamidad. Es mejor que se le opongan a uno los enemigos que no que le abandonen los amigos.
Cuando los amigos nos buscan, hacen ver que nos conocen desde la infancia; pero cuando nosotros buscamos a los amigos, es sorprendente lo poco que recuerdan; el hecho es que en los tiempos de deserción no es verdad que no nos conozcan, sino que no quieren conocernos. Su ignorancia es culpable
La derecha es el lugar para un campeón o ayudante, pero esta víctima solitaria está desprotegida, y no hay nadie que lo conozca, en el sentido de reconocerlo como alguien a quien ayudar.
Tenemos compañeros en la alegría; el dolor, lo tenemos que afrontar por nosotros mismos. A menos que tengamos a Jesús con nosotros en la oscuridad, no tenemos a nadie
En el evento, parece que Dios respondió abundantemente, enviando pronto a los ‘hermanos de David y toda la casa de su padre’ a unirse a él en su cueva, y luego, gradualmente, una compañía que se convertiría en el núcleo de su reino (1 S 22, 1 y sig.). Este punto bajo en su fortuna resultó ser un punto de inflexión.

La confianza del salmista solo en Dios.
6A ti grito, Señor;
te digo: "Tú eres mi refugio
y mi lote en el país de la vida".
7Atiende a mis clamores,
que estoy agotado;
líbrame de mis perseguidores,
que son más fuertes que yo.
8Sácame de la prisión,
y daré gracias a tu nombre:
me rodearán los justos
cuando me devuelvas tu favor.
Comienza la segunda estrofa con nueva invocación. En forma positiva: sin esperanza en los hombres, su único refugio y posesión es Dios. Dios es el lote que le ha tocado en el reparto de la tierra donde vive el pueblo.
Digo: Tú eres mi refugio, y mi porción en la tierra de los vivientes. A veces es más fácil creer en una porción en el cielo que en una porción sobre la tierra; estamos más cerca de morir que de vivir, o por lo menos lo pensamos. No hay vida en la tierra de los vivientes como vivir en el Dios vivo.
En esta cláusula tenemos dos partes; la segunda se eleva por encima de la primera. El tener a Jehová como refugio es algo importante, pero el tenerlo como nuestra porción lo es todo. Si David no hubiera clamado, no lo habría dicho; y si el Señor no hubiera sido su refugio, nunca habría sido su porción. El peldaño inferior es tan necesario como el superior; pero no es necesario siempre detenerse en el primer peldaño de la escalera.
La destitución de auxilio humano es un incentivo para volverse a Dios. Se capta su benevolencia llamando a Dios su refugio, la porción de su herencia en la tierra de los vivientes, en esta vida mortal. Las peticiones son tres, acompañadas cada una de su motivo especial. Las dos primeras son comunes en las lamentaciones; la tercera es más original: la prisión en sentido propio sería muy singular en todo el Salterio; El motivo común final: me rodearán los justos podría equivaler al acto litúrgico aludido en otros salmos: "en la reunión te alabaré" (22,23). Y el beneficio o favor del último verso puede igualmente aludir a cualquier ayuda para salir de un apuro
La referencia a la prisión puede ser literal o metafórica, como la imagen del verso.
Que Dios sea glorificado; éste es otro ruego del que suplica. Los presos fuera de la cárcel hablan bien de los que les han dado la libertad. La emancipación del alma es la forma más noble de liberación y requiere la alabanza más entusiasta; el que es librado de las mazmorras de la desesperación, con toda seguridad engrandece el nombre del Señor.
El final es de confianza, pensando ya en la acción de gracias por la liberación.
Entre los hombres, el salmista no tenía refugio (versículo 4). Sin embargo, mientras clamaba a Dios, podía proclamar con confianza que Dios era en verdad su esperanza. Las ciudades de refugio eran, en los tiempos del Antiguo Testamento, para la protección de un israelita en circunstancias especiales; y David encontró su lugar de refugio no en un lugar ni en una circunstancia particular, sino en el Señor mismo.
El salmista una vez más lleva su clamor al Señor, confesando honestamente que estaba afligido. David no sentía la necesidad de fingir que todo estaba bien o que no estaba débil; podía acudir a Dios en busca de ayuda incluso cuando los que lo perseguían eran más fuertes que él. El salmista entendía bien su debilidad actual. La fuerza de Dios pronto inundaría su vida.
Aunque su clamor provenía de un gran sentido de humildad y debilidad, el salmista termina este salmo con gran confianza.
- Comenzó el canto con una queja (versículo 2); cierra confiado en que la alabanza vendrá.
- Comenzó el canto con una gran sensación de aislamiento (versículo 4); cierra con confianza en la compañía y el apoyo venideros de los justos.
- Comenzó con la sensación de estar angustiado y débil (versículo 6); cierra confiado en la bondad futura de Dios, sabiendo que Dios le será propicio.

Oración final
¿Puedes ver las penas de otro y no sentir, tú, aflicción?
¿Puedes verle cuando sufre y no intentar aliviarle?
¿Puede un padre ver a su hijo que llora, y no sentir pena?
¿Es la madre indiferente al gemido de su hijo?
¡Todo esto es imposible!
¿Crees tú que tus suspiros no los oye tu Hacedor,
que tus lágrimas ardientes le pasan inadvertidas?
¡No! Él nos concede su gozo que ahuyenta nuestro dolor.
Y en tanto que éste persiste nos consuela con su amor.
William Blake