17/05/2025 Los cristianos podemos disfrutar el gozo que proviene de la experiencia del mensaje de salvación

¡BUENOS DÍAS NOS DÉ DIOS! 17 MAYO 2025
Los cristianos podemos disfrutar el gozo que proviene de la experiencia del mensaje de salvación
Primera lectura Hch 13,44-52
La alegría fruto del Espíritu es uno de los temas favoritos de Lucas.
Sabed que nos dedicamos a los gentiles.
El sábado siguiente, casi toda la ciudad acudió a oír la palabra de Dios. Al ver el gentío, a los judíos les dio mucha envidia y respondían con insultos a las palabras de Pablo. Entonces Pablo y Bernabé dijeron sin contemplaciones: «Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: "Yo te haré luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el extremo de la tierra."» Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y alababan la palabra del Señor; y los que estaban destinados a la vida eterna creyeron. La palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región. Pero los judíos incitaron a las señoras distinguidas y devotas y a los principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron del territorio. Ellos sacudieron el polvo de los pies, como protesta contra la ciudad, y se fueron a Iconio. Los discípulos quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo.
La gente tenía curiosidad y gustaba de oír aquella palabra que Pablo les traía, seguro que con una ilusión y un convencimiento fuera de toda duda. ¿Seremos nosotros capaces de hacerlo?
Como en el caso de la lectura de hoy, siempre puede haber choque entre la espiritualidad que significa el seguimiento de Jesús, el Cristo, y el ritualismo costumbrista de una religión “obligatoria”.
Estamos en la primera misión de Pablo. Si navegamos con él, vemos que va a Chipre, entrando en Salamina, de ahí a Pafos, y de aquí al continente de Asia Menor (actual Turquía) a Perge y Antioquía de Pisidia (distinta de la Antioquía de la provincia romana de Siria), donde Pablo hace un precioso y extenso discurso de proclamación de la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús.
Lo hace en la sinagoga “en la que había muchos judíos y de los que temen a Dios”; o sea que había también gentiles. Y se inicia la predicación a los no judíos. Sus palabras debieron de ser muy convincentes porque ya vemos en la lectura de hoy que “al día siguiente casi toda la ciudad acudió a oír la palabra de Dios”.
Y es que nuestra fe no ha sido descubierta por pensadores, ni es una leyenda, sino que es el mismo Dios que se ha revelado en la historia, y la resurrección de su Hijo marca un nuevo punto de partida para todos.
Es la experiencia de fe, el ser conscientes y poder mostrar como el Evangelio y el Espíritu están actuando en los acontecimientos de nuestra vida. Tenemos que pedirle al Señor esa fuerza y esa convicción, para ser capaces, primero de seguir nosotros a Jesús, y, al hacerlo, amar y ayudar a todos los que nos rodean, compartiendo esa revelación y esa fe.
Entonces, como ahora, salieron disconformes, envidiosos, temerosos de que aquella nueva doctrina, aquella Buena Nueva, convenciera a las gentes y se vieran disminuidos en su comunidad judía. No debemos nosotros los cristianos, creernos unidos “contra otros”, sino que debemos de permanecer abiertos, firmes en nuestra fe, alegre testimonio cristiano en ristre.
La conversión de las parroquias en comunidades vivas, incluso de comunidades religiosas en comunidades vivas, es paso que está pendiente en muchos casos. La oración y un permanente examen de nuestro seguimiento de Jesús, son acciones que nos ayudarán en nuestra “reglamentaria” evangelización
Salmo 98,1 – 4
Conviene orar con este salmo cuando queremos celebrar la justicia de Dios.
Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.
1 Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas,
porque su diestra le ha dado la victoria,
porque ha mostrado su santidad.
2 El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia:
3 se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado la salvación.
4 Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad.
Nuestra fe nos impulsa a cantar con alegría al Señor Jesús que con su Resurrección nos ha salvado a todos de la muerte y nos ha dado la vida eterna; y este es un cántico de acción de gracias, sinceras, desde el fondo de nuestro corazón y de nuestra mente; y es un canto de victoria, una victoria que nos llena de santo orgullo al ver a nuestro Señor elevarse sobre todos los poderes de la tierra, para inclinarse hacia los más humildes y oprimidos.
Por todo ello aclamamos al Señor, y nos acogemos a su misericordia y fidelidad, en alegre oración de petición de que nos permita acompañarle en su victoria sobre nuestros pecados y, al mismo tiempo, ponernos del lado de los necesitados para darles amistad, cariño y tiempo, haciéndonos vehículos y testigos de esa misericordia y fidelidad al proclamarles el Reino de Dios que Jesús nos vino a traer
En el lenguaje bíblico el cántico nuevo significa un canto perfecto, pleno, solemne, acompañado con música de fiesta, que nos sirve para recordar a nuestro querido esposo y amigo Ángel Luís, que sabía cómo poner la música más adecuada para dar gloria al Señor
Y es que debemos estar alegres y ser capaces de cantarle al Señor, porque somos testigos de sus grandes obras, experimentamos su santidad y su justicia y, con ello, nos sentimos victoriosos en la paz que Él nos entrega constantemente.
Evangelio Jn 14,7-14
La ida de Jesús al Padre significa una vuelta más completa hacia sus discípulos.
Quien me ha visto a mí ha visto al Padre.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.» Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.» Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre; y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.»
El seguimiento de Jesús, que ya citaba en el comentario a la primera lectura, nos lleva, indudablemente a Dios; si había alguna duda aquí Jesús la despeja. Pero, ¿cómo contemplar a Jesús? “La forma más radical de recuperar lo concreto de Jesús y hacer de ello origen y fundamento de toda vida cristiana aparece en los evangelios como invitación y exigencia de Jesús a su seguimiento. Recuperar a Jesús no significa sólo tener noticia de lo que fue en concreto su vida, misión y destino, sino participar en ello y reproducirlo a lo largo de la historia. El seguimiento de Jesús se convierte entonces en la fórmula breve del cristianismo, porque enuncia la recuperación de Jesús y el modo de recuperarlo; tiene la virtualidad de resumir la totalidad de la vida cristiana y de evocarla desde lo concreto” (El seguimiento de Jesús. José Mª Castillo).
Esa “invitación y exigencia de Jesús que aparece en los evangelios”, la vemos perfectamente reflejada en esta lectura de hoy. Y nuestras obras hablarán de todo ello.
Los apóstoles creen que podrían ver al Padre como ven al Hijo. También Felipe lo pide: "Muéstranos al Padre". Cristo responde que el Padre no es accesible a las miradas, sino a la contemplación, y que esta última se apoya en el signo por excelencia del Padre que es el Hijo y sus obras. Esta contemplación del Padre en la persona y la obra del Hijo se extiende además a las mismas obras del cristiano, que se convierte así en el signo de la presencia del Padre en el mundo. Es en esta búsqueda del Padre donde la oración cristiana adquiere su verdadero significado. Pedir "en el nombre de Jesús" equivale, efectivamente, a solicitar la presencia de Cristo en el actuar humano, a fin de que este último sea verdaderamente signo de la presencia de Dios en el mundo.
Hemos oído muchas veces eso de “por sus obras los conoceréis”, que no es ni más ni menos lo que aquí Jesús viene a decir.
Otro sí es la llamada que Jesús hace a nuestra fe; si la tenemos, si creemos de verdad en Él “haremos las obras que Él hace, y aún mayores”. Y no creo que se refiera aquí Jesús a milagros espectaculares, sino a la manifestación de nuestro amor en todos los que nos rodean, en una vida alegre de superación de penalidades, a estar dispuestos a la verdad y la justicia... aunque “nos salga caro”. La obra de Jesús ha sido sólo un comienzo, el futuro reserva una la¬bor más extensa. Las señales hechas por Jesús no son, pues, irrepe¬tibles por lo extraordinarias; son obras que liberan al hombre, ofrecién¬dole vida. Con este dicho da ánimos a los suyos para el futuro trabajo; la liberación ha de ir adelante. Jesús cambia el rumbo de la historia; toca a los suyos continuar en la dirección marcada por él. Los discí¬pulos no están solos en su trabajo ni en su camino, pues Jesús seguirá ac¬tuando con ellos.
He encontrado una contribución contada al respecto por un Padre Claretiano: “Empecemos por la petición Muéstranos al Padre. Hace tres semanas me hablaron de una experiencia que los monjes coptos ofrecen en las riberas del Nilo a las personas que “buscan a Dios”. Sobre la arena, han construido un pequeño poblado semicircular con casitas individuales en torno a una casa central, de la que mana un surtidor de agua que, por pequeños canales, llega a cada una de las casitas, en las que se hospedan los peregrinos. El lugar se llama “anaforá”, que en griego significa “llevar hacia arriba” (es decir, ofrenda). La casa central representa a Cristo. Él es el agua viva que vivifica todo cuanto baña. Quince días en ese lugar van despojando a sus moradores de muchas cosas accesorias. El desierto los confronta con su misterio interior. Todas las preguntas que nos dan vueltas en la cabeza se van reduciendo a una sola: ¿Hay alguien ahí? Buscar al Padre es dar cauce a esa infinita nostalgia de sentido y de fundamento que se alberga en nuestro interior.
Vayamos ahora a la respuesta: Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. La casa central de Anaforá simboliza a Cristo. En él se hace visible el Misterio invisible de Dios. Por eso necesitamos fijar nuestros ojos en Él, sorber sus palabras, ponernos a sus pies. Sin Cristo, la búsqueda de Dios naufraga en el mar de la subjetividad. Si tenemos alguna duda al respecto, examinemos nuestras etapas de alejamiento del Maestro. ¿Qué fe ha surgido? ¿Qué experiencia de Dios?
Pero el tesoro de Cristo no se impone; se propone mediante la fuerza del testimonio y, en el momento adecuado, a través de la palabra.
LA MEDITACIÓN, ¿QUÉ DICE?: La palabra de la Buena Nueva del Evangelio proclamado por Jesús nos lleva al conocimiento del Padre. Y nos pide que seamos luz para llevar la salvación a toda la tierra. Misión importante para la que contamos con el Espíritu Santo y la alegría que esto supone. Nuestra vida tiene que estar presidida por la alegría de sabernos hijos de Dios, la decisión de proclamarlo a todos los vientos, de atestiguarlo con nuestras obras, de ampararlo con nuestra oración, de incrustarlo en nuestro corazón y en nuestra mente en la seguridad de que esa filiación nos da la misericordia y la fidelidad de un Padre sin igual, de un Padre que nos salvará eternamente de la muerte, tanto en esta vida terrena, guiando nuestras acciones hacia el bien común, como en la culminación del encuentro gozoso en esa morada que Jesús resucitado nos prepara.
¿QUÉ NOS DICE?: ¿Sabemos que significa ser luz de las naciones? ¿Cantamos al Señor en nuestro corazón con alegría y esperanza? ¿Reconocen nuestro ser cristiano por nuestras obras? ¿Tratamos de formar comunidad viva a nuestro alrededor? ¿Atendemos a los más humildes de nuestro entorno? ¿Es la oración un permanente quehacer de nuestra mente? ¿Cómo anda nuestro seguimiento de Jesús?
LA ORACIÓN.- Señor Jesús, Tú que cooperas siempre con los pregoneros de tu Evangelio y confirmas su palabra con tu gracia, haz que durante este día proclamemos tu resurrección con nuestras palabras y nuestra vida. Sé tú mismo nuestra alegría, esa que nadie puede quitarnos y haz que, alejados de toda tristeza, fruto del pecado, tengamos hambre de poseer tu vida eterna. Te lo pedimos, Señor
CARTA ENCÍCLICA DILEXIT NOS DEL SANTO PADRE FRANCISCO
SOBRE EL AMOR HUMANO Y DIVINO DEL CORAZÓN DE JESUCRISTO
121. Este intenso reconocimiento del amor de Jesucristo que nos transmitió santa Margarita María nos ofrece valiosos estímulos para nuestra unión con él. Eso no significa que nos sintamos obligados a aceptar o asumir todos los detalles de esa propuesta espiritual, donde, como suele ocurrir, se mezclan con la acción divina elementos humanos relacionados con los propios deseos, inquietudes e imágenes interiores. Tal propuesta, siempre tiene que ser releída a la luz del Evangelio y de toda la rica tradición espiritual de la Iglesia, al mismo tiempo que reconocemos cuánto bien ha hecho en tantas hermanas y en tantos hermanos. Esto nos permite reconocer regalos del Espíritu Santo dentro de dicha experiencia de fe y de amor. Más importante que los detalles es el núcleo del mensaje que se nos transmite y que puede resumirse en aquellas palabras que santa Margarita escuchó: «He ahí este Corazón, que ha amado tanto a los hombres, que nada ha perdonado hasta agotarse y consumirse para demostrarles su amor».