17/11/2024 Dominical. Si pensamos que vivimos tiempos difíciles, miremos a nuestro alrededor y atendamos a aquellos que viven en la angustia de la necesidad.
Dominical: El punto de vista de un laico
Escuchar LA PALABRA; meditar LA PALABRA; actuar según LA PALABRA
V e r ; j u z g a r ; a c t u a r
DOMINGO TRIGÉSIMO TERCERO DEL TIEMPO ORDINARIO (17 de Noviembre 2024)
(Dn 12, 1 – 3; Sal 16, 5. 8 - 11; Hb 10, 11 - 14. 18; Mc 13, 24 – 32)
Si pensamos que vivimos tiempos difíciles, miremos a nuestro alrededor y atendamos a aquellos que viven en la angustia de la necesidad.
El final del mundo será el triunfo del bien sobre el mal. Dios triunfa salvando
La lectura del libro de Daniel nos introduce en un contexto que habla del final de los tiempos, de los tiempos escatológicos. Es la expresión de un mundo apocalíptico, que fue una corriente que aparece en el s. II a. C. con objeto de responder a tiempos difíciles y de angustia para el pueblo elegido. El libro de Daniel no es propiamente el libro de un profeta, sino de un apocalíptico, cuya sintonía con la historia es a veces difícil de descifrar. En esta literatura se habla de una gran conmoción de la historia y se recurre a unos signos extraordinarios para animar a los que sufren y guardan su fidelidad a Dios. Su visión de la historia está sombreada por una visión dualista de la misma que puede llamar a engaño. Este mundo solamente, parece, tiene solución si Dios interviene y termina con todo en beneficio de los buenos, o del pueblo elegido o de los que han impuesto su criterio. Es una solución que tiene ciertos esquemas poco adecuados, aunque, por otra parte, palpita un deseo ardiente de ver a Dios intervenir en la historia que ha creado; y esto es positivo. Pero esa intervención no será según quieren los hombres, sino en la libertad soberana de Dios.
En nuestra lectura de hoy, Miguel “¿quién como Dios?”, el protector del pueblo según aquella mentalidad, vendrá para proclamar salvación y resurrección para los elegidos. Es en este libro donde aparece por primera vez la resurrección y la vida más allá de la muerte en la fe de Israel. Es esto lo más importante a señalar. Porque en esta lectura apocalíptica hay un mensaje de esperanza y salvación. Es verdad que en aquél momento la teología no daba más de sí, y solamente se proclamaba para los elegidos; pero desde una lectura del Nuevo Testamento, la resurrección y salvación de Dios está abierta a todos los hombres que confían en El.
Efectivamente, a Israel le costó mucho llegar a una solución de la vida humana después de la muerte. Y eso que tenemos salmos y oraciones que podrían conducir a ver que estaba implicado un mensaje de esperanza más certero en la misma antropología bíblica. Por tanto, si hay resurrección, una vida después de la muerte, una vida en las manos de Dios, entonces los textos e imágenes apocalípticas deben leerse como el resultado de una conquista humana y religiosa, por la cuál se responde al anhelo que todos llevamos en nuestro corazón. Estamos hablando de “experiencias” religiosas de una época y de una cultura. Lo importante es la verdad que en ello hay, no las imágenes míticas con las que se reviste el lenguaje apocalíptico. El oprobio, la condenación, el juicio... es el ropaje de la época para hablar del triunfo de Dios. Pero, como creemos por el mensaje del NT, el triunfo de Dios no tiene que ser necesariamente así; el juicio de Dios sobre los hombres y la historia ha de ser salvando y humanizando.
Primera lectura Dn 12, 1-3
En cualesquiera circunstancias Dios tiene un plan para salvar a su pueblo
Por aquel tiempo se salvará tu pueblo.
Por aquel tiempo se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: serán tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para vida eterna, otros para ignominia perpetua. Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.
1 Hay dificultades para poner fecha a la redacción del libro de Daniel. Así aquí parece que describe una conclusión esperanzada del sufrimiento causado por los reyes Antíoco que hicieron tanto daño a Israel y que dieron lugar al levantamiento de los Macabeos, cuyo segundo libro también nos habla de resurrección (2 Mc 7, 9. 12, 43).
2 Faceta profética de un Daniel, por momentos apocalíptico, por momentos profético.
3 Nos habla de la resurrección, pero de una resurrección limitada, sólo para el pueblo escogido, sólo para los justos; la resurrección universal queda para un desarrollo neotestamentario.
4 El Arcángel Miguel protegerá y salvará a los que han permanecido fieles.
5 ¿Y nosotros? ¿Seremos sabios sólo para “brillar”? ¿O seremos sabios para, modestamente, tratar de ejercer justicia en nuestro comportamiento cristiano y llevar así a la justicia a los que nos rodean? Y el ejercicio de la justicia comienza en nuestro saber compartir lo que tenemos, sin una excesiva preocupación por nuestra seguridad.
¿Creemos en nuestra resurrección? ¿Cómo vemos el “juicio final” que parece anunciar Daniel? ¿El Evangelio lo confirma o lo transforma?
«Confianza» y «alegría» son dos términos característicos de este salmo. Ambas realidades provienen, de hecho, de la gran intimidad que hay entre el salmista y Dios. En efecto, el Señor va por delante, mostrándole el camino, pero también está a la derecha del fiel (el lugar más importante). La conclusión del salmo sitúa al fiel, lleno de gozo y felicidad, ante el Señor e, inmediatamente después, es el fiel el que está a la derecha de Dios. Este baile de posiciones (delante, a la derecha) pone de manifiesto la intimidad entre estos dos amigos y compañeros.
Sal 16, 5. 8 – 11 (biblialdia.com tiene una sección de exégesis de los salmos)
Confianza y alegría son dos términos característicos de este salmo
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
El Señor es el lote de mi heredad
y mi copa mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.
Dame, Señor, generosidad para compartir todo lo que me das, para sostener a aquellos que, al igual que los componentes de la tribu de Leví, se quedaron sin tierra para dedicarse enteramente a Ti; haz que ellos sean conscientes de su tarea vital de proclamación del Reino y que encuentren colaboradores en su misión y para su mantenimiento
Por todo ello, yo te bendigo, Señor; la instrucción de tu Reino me llega en todo momento, aunque necesito tu ayuda para aceptarla y seguirla.
Porque presente te tengo siempre, aunque algunas veces me despisto, pero Tú m llevas de nuevo al camino de la alegría y la felicidad
Y esa alegría es la que debo de mostrar siempre ante todos, la felicidad de saberme en tus manos, bajos tus alas, en tu regazo divino de Madre.
Y sé que no me dejarás morir, que pasaré a ser un ángel siguiendo en tus brazos amorosos, un ángel que será capaz de seguir proclamando tu Reino, y alabándote y bendiciéndote por toda la eternidad
Porque seguro estoy, Señor, de que me guías en esta vida terrena por el sendero de la justicia y la verdad, y siempre en la alegría de tu Reino
Te damos gracias, Señor, por esa vida eterna a tu lado que nos anuncias y te rogamos que las afirmaciones de este Salmo sean una realidad en nosotros y en todos los seres humanos, porque disfrutando de tu presencia “a mi derecha” gozaré siempre de alegría que encauzará mi testimonio cristiano y te hará presente a los demás.
Sacrificio nuevo: vida entregada a Dios y a los hombres. La segunda lectura nos ofrece el último texto de la carta a los Hebreos en este ciclo que está a punto de terminar. Se vuelve a insistir en la diferencia entre el sacerdocio y los sacrificios de la antigua Alianza y el sacerdocio y el sacrificio de Cristo. Lo que el autor de la carta a los Hebreos nos quiere señalar es que los ritos, las ceremonias, los sacrificios de animales, están vacíos porque no consagran nuestra vida al Dios vivo y verdadero. El autor de la carta quiere apoyar su tesis de la fuerza del sacrificio de Cristo que une verdaderamente a Dios y a los hombres, en el Sal 110. Por eso, a diferencia de los sacrificios de la antigua ley, el de Cristo lleva a la perfección (téléioun) lo que deben ser las ofrendas a Dios. No deben ser de animales que nada comprometen ni al que las ofrecía ni a los mismos oferentes (aunque muchos lo hacían muy de corazón). La ofrenda de la vida es lo que vale, como decía Oseas 6,6: “misericordia quiero y no sacrificio; conocimiento de Dios...”.
Se habla que Cristo está junto al Padre, en el santuario celeste, para interceder por nosotros, porque su sacrificio de amor en la cruz permanece eternamente. Ese es el sacrificio que ha perdonado de antemano los pecados de todos los hombres. Saber que seremos perdonados, pues, es todo un impulso de confianza en el que se muestra que el valor no está en el sacrificio o el rito que se haga, sino en poder estar en comunión con Aquél que ha dado su vida por nosotros. Es muy importante en todo sacrificio lo que uno siente, ¡es verdad! Pero no basta con “sustituir” la comunión con Dios y con los hermanos con cosas externas. Lo externo puede llevarnos a la decadencia o a la inmutabilidad; ofrecemos cosas, pero nuestra mente y nuestro corazón siguen imperturbables a la acción divina y santificadora.
Segunda lectura Hb 10, 11 - 14. 18
El rito sincero nos ayuda, pero no es lo definitivo del cristiano
Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados.
Cualquier otro sacerdote ejerce su ministerio, diariamente, ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de nin¬gún modo pueden borrar los pecados. Pero Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como es¬trado de sus pies. Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo santificados. Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados.
1 La obra de Jesús es definitiva y perpetua. La muerte y resurrección de Jesús han cambiado radicalmente el posible destino humano de cómo habría sido sin esta intervención de Dios.
2 En Él encontramos, no sólo el perdón, sino también el amor de Dios que Jesús vino a mostrarnos. Podría parecernos que la obra de Cristo es un sacrificio expiatorio. Es todo lo contrario.
3 El perdón es independiente de una ofrenda de culto, ritual. Es obra del amor gratuito de Dios que nos ofrece una nueva alianza basada en el camino de vida que Jesús nos vino a enseñar y que tanto molestó a la jerarquía religiosa que no encontró solución mejor que clavar a Jesús en la cruz.
¿Comprendemos que la eficacia de la penitencia depende del espíritu y corazón contrito con que la realicemos? ¿Nos sentimos en el camino de “ir siendo santificados”?
La historia se transforma, no se aniquila. El evangelio de hoy forma parte del discurso apocalíptico de Marcos con que se cierra la actividad de Jesús, antes de entrar en la pasión. Es propio de la liturgia con la que culmina el año litúrgico usar esos textos apocalípticos que plantean las cuestiones finales, escatológicas, del mundo y de la historia. Jesús no fue muy dado a hablar de esta forma, pero en la cultura de la época se planteaban estos asuntos. Por ello le preguntan sobre el día y la hora en que ha de terminar este mundo. Jesús –según Marcos-, no lo sabe, no lo dice, simplemente se recurre al lenguaje simbólico de los apocalípticos para hablar de la vigilancia, de estar alertas, y de mirar “los signos de los tiempos”. No podemos negar que aquí hay “palabras” de Jesús, pero hoy se reconoce que la comunidad primitiva, algunos círculos de profetas-apocalípticos, cultivaron estos dichos de Jesús y los acomodaron a su modo de vivir en una itinerancia constante y en la adversidad y el rechazo de su mensaje de Dios.
Tenemos que reconocer que Mc 13, lo que se llama el apocalipsis sinóptico, se presta a muchas interpretaciones de distinto perfil histórico, literario y teológico. Se reconoce que no es propiamente de Jesús, sino de los cristianos que, ante una crisis, de guerra, de persecución, escribieron este texto. Pusieron palabras de Jesús que se mantenían en la tradición para tratar de afrontar los problemas que se presentaban para judíos y cristianos. Es posible que la base del mismo pueda explicarse en la crisis de Calígula el 40 d. C., en tiempos de Petronio, legado de Siria, para llevar a cabo la orden de poner una estatua del emperador en el templo para ser adorado como dios. Esta es una hipótesis entre otras, pero razonable. No obstante no todo el texto se explica en este momento. Posteriormente y separados ya judíos y cristianos, se vuelve sobre este texto ante nuevas dificultades. Las opiniones son muy diversas y, a veces, extravagantes. El cristianismo primitivo estuvo muy influenciado por la corriente apocalíptica. Esto no se niega. Pero la solución de la historia y de la vida de los hombres no debería tomarse al pie de la letra todo esto. Pero una cosa sí es cierta: ante la tiranía todos los hombres de cualquier clase y religión estamos llamados a resistir en nombre de Dios.
Los signos de los tiempos siempre han sido un criterio profético de discernimiento de cómo vivir y de qué esperar. ¿Por qué? Porque los profetas pensaban que Dios no había abandonado la historia a una suerte dualista donde la maldad podría imponerse sobre su proyecto de creación, de salvación o liberación. Pero los signos de los tiempos hay que saberlos interpretar. Es decir, hay que saber ver la mano de Dios en medio del mundo, en nuestra vida personal y en la de los demás. La historia se “transforma” así, no acaba ni tiene por qué acabar de buenas a primeras con una catástrofe mundial. Y Dios interviene en la historia “por nosotros” y nunca “contra nosotros”. De la misma manera que el anuncio del “reino de Dios” por parte de Jesús -su mensaje fundamental-, es una convicción de su providencia y de su fidelidad a los hombres que hacen la historia.
Cierto tipo de mentalidades siempre han creído y propagado que el final del mundo vendrá con una gran catástrofe en la que todo quedará aniquilado. Pero eso no nos obliga necesariamente a creer que eso será así. Dios tiene sus propios caminos y sus propias maneras de llevar hacia su consumación esta historia y nuestra vida. El discurso está construido sobre palabras de Daniel 7,13-14 en lo que se refiere a venida del Hijo del Hombre. Sin embargo, en los términos más auténticos de Jesús se nos invita a mirar los signos de los tiempos, como cuando la higuera echa sus brotes porque el verano se acerca; a descubrir un signo de lo que Dios pide en la historia. Dios tiene sus propios caminos para poner de manifiesto que en esta historia nada pasa desapercibido a su acción y de que debemos vivir con la espera y la esperanza del triunfo del bien sobre el mal; que no podemos divinizar a los tiranos ni deshumanizar a los hijos de Dios. Los tiranos no pueden ser dioses, porque todos los hombres son “divinos” como imagen de Dios. Así es como se transformará esta historia a imagen del “reinado de Dios” que Jesús predicó y a lo que dedicó su vida.
Evangelio Mc 13, 24 – 32
Compromiso entre la promesa del Padre y la situación actual
Reunirá a los elegidos de los cuatro vientos.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta genera¬ción antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.»
1 Daniel nos describe la venida del Hijo del Hombre: “... vi algo como un hijo de hombre que venía sobre las nubes del cielos. Se dirigió hacia el anciano y lo llevaron a su presencia. Se le dio el poder, la gloria y la realeza”. (Dn 7, 13 – 14).
2 Una mirada al futuro que no debe de distraer nuestra actitud que hoy asumimos ante su anuncio. Un lenguaje un tanto apocalíptico que puede despistarnos en nuestra diaria meditación de la Palabra.
3 Pero no debe de ser así. El texto de hoy es expresión de un mundo que va caminando hacia Dios, con sus altibajos, pero navegando siempre en la esperanza de un Dios cuya fidelidad está “prueba de bomba”.
4 Y ya sabemos que la navegación no siempre es “viento en popa a toda vela...”; tiene sus temporales, sus vientos contrarios, sus “averías”. Pero el navegante debe saber hacer frente a todas esas vicisitudes; tiene también la responsabilidad, mayor o menor, sobre la “dotación”.
5 La falta de información sobre el día y la hora es un aviso de Jesús que ya hemos leído otras veces. Estar siempre preparados es obrar buscando la justicia y la paz y amando a Dios y al prójimo ¡ni más ni menos!
6 Apliquémonos a ello. ¿Cómo? ¡Cómo!, ¿pero no eres cristiano?
¿Comprendemos y aplicamos a nuestra vida cristiana aquello de “no sabemos ni el día ni la hora”? ¿Contribuimos a aminorar la angustia de aquellos que nos necesitan? ¿O nos hacemos los ignorantes, desconociendo a las personas cercanas que padecen de una u otra manera?
LA ORACIÓN: Hay veces, Señor, que tu grandeza me acompleja, me hace sentirme pequeño, poco digno de Ti, ser humano poco “servible”. Pero la meditación de tu Palabra siempre me asoma, o incluso me sumerge, en tu inmensa bondad, en el inmenso amor con el me has creado, y siento una alegría que me llena, me hace crecer y me anima a proclamar tu Reino, lleno de maravillas, a todo el mundo. Gracias, Señor.
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Descubrimiento
“Ayúdanos a descubrir a Dios”
“Nadie puede ayudaros a hacerlo”
“¿Por qué no?”
“Por la misma razón por la que nadie puede ayudar al pez a descubrir el océano?”
(¿Quién puede hacer que amanezca?; Tony de Mello; Ed. Sal Terrae)