22/03/2024 La fe en Jesús, Hijo de Dios, es un don que nos atrae a Jesús y nos hace entrar en su misterio

¡BUENOS DÍAS NOS DÉ DIOS! 22 MARZO 2024

La fe en Jesús, Hijo de Dios, es un don que nos atrae a Jesús y nos hace entrar en su misterio

Las lecturas nos invitan a contemplar el sufrimiento, la persecución, momentos de “terror” cercana ya la Semana Santa, y no debemos de evitar estos hechos. Jeremías es figura de Jesús y su plegaria, bien podría ser nuestra, cuando “aquellos que son amigos” nos abandonan. Nos encontramos ante un “complot”: en la primera lectura contra Jeremías y en el Evangelio contra Jesús. Actualmente, en el día a día, hay similitudes contra la Iglesia, contra los miembros del Cuerpo de Cristo. Tratemos de contemplar los sentimientos de Jeremías y de Jesús, y vivamos más íntimamente unidos a Cristo.
La primera lectura hay que leerla en el contexto más amplio de la vida y de la misión de Jeremías. Dios le encomendó anunciar a su pueblo que se convirtiera, de lo contrario vendrían catástrofes y desgracias, y la reacción en contra fue unánime; pero Jeremías abrió su corazón a la confianza y nos dice: “El Señor está conmigo”. Esta lectura es un anuncio del camino pascual que debe recorrer el Hijo de Dios, que como Jeremías será perseguido y condenado a muerte por los suyos.
La acción profética de Jeremías ya no puede consistir en llamar al pueblo a la conversión. A lo largo de muchos años no se ha escuchado su voz. Ahora, por mandato de Dios, debe anunciar que el juicio divino es irrevocable. El castigo está a punto de caer sobre Israel: Jerusalén será entregada en manos del rey de Babilonia. En esta circunstancia, la más penosa de su dolorosa experiencia de profeta, derrama su última "confesión", fragmento sumamente autobiográfico, aunque paradigmático del destino de todo verdadero creyente. En unos pocos y conmovedores versículos, se evoca el momento de la vocación. No se omiten los momentos desoladores y de rebelión: persecuciones, calumnias, traiciones, constituyen el tejido de su vida. Pero, como Job, también Jeremías sale victorioso de la prueba: tras el desahogo, brota un acto puro de fe en Dios. Es significativa la solemne declaración inicial: "El Señor está conmigo como un héroe poderoso". Nos remite directamente a las palabras que Dios mismo dirigió al profeta en el momento de su vocación: "Yo estoy contigo para salvarte" (Jr 1,19).
A lo largo de su arduo camino, aquellas palabras fueron lámpara para sus pasos. En adelante el profeta no experimentará más resistencias ni rebeliones. Su vida estará erizada de dificultades, pero se entrega totalmente al Señor, con la seguridad de que es él quien salva al pobre perseguido
Primera lectura Jr 20,10-13
El Señor es nuestro escudo y nuestra fortaleza
El Señor está conmigo, como fuerte soldado.
Oía el cuchicheo de la gente: «Pavor en torno; delatadlo, vamos a delatarlo.» Mis amigos acechaban mi traspié: «A ver si se deja seducir, y lo abatiremos, lo cogeremos y nos vengaremos de él.» Pero el Señor está conmigo, como fuerte soldado; mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo. Se avergonzarán de su fracaso con sonrojo eterno que no se olvidará. Señor del universo, que examinas al justo y sondeas lo íntimo del corazón, que yo vea la venganza que tomas de ellos, porque a ti encomendé mi causa. Cantad al Señor, alabad al Señor, que libró la vida del pobre de manos de los impíos.
1 Jeremías vive un momento de transición muy difícil, con el imperio asirio derrocado y el nuevo imperio babilónico en amenazante alza.
2 Sus profecías lo llevan al encarcelamiento y a la burla de sus contemporáneos. Sufre porque el Señor le ha elegido para esa misión y el pueblo no gusta de escuchar las acusaciones que hace.
3 La tarea del profeta no es fácil ni está exenta de peligros. El acoso a Jeremías es un adelanto del sufrimiento de Jesús con los fariseos tratando de cogerle en “algún renuncio”.
4 Pero el Señor está a su lado y “mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo”. Y termina alabando y dando gracias al Señor que le libra de los impíos
5 Es el difícil camino de proclamar una Palabra que en su reclamación de justicia y oración profunda, encuentra la oposición de la gente acomodada en una vida que no quieren cambiar.
6 Y así “oye el cuchicheo de la gente” que quiere derribarlo. Pero entonces su oración esperanzada, llena de fe se eleva al Señor. Es nuestro camino cristiano actual

El Salmo 18 nos dice: “En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó”. Es una invitación a invocar al Señor, en cada momento, y hacer propia la plegaria del Salmista: “Señor, Tú eres nuestra fortaleza, nuestro alcázar, nuestra peña, nuestro refugio, nuestra fuerza, nuestro baluarte”. Y Él siempre nos escucha.
Salmo 18,2 – 7
El Señor nos habla... y nos escucha; pero hay que estar atentos
En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó.
Yo te amo, Señor;
tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.
Dios mío, pena mía, refugio mío,
escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos.
Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte.
En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios: desde su templo él escuchó mi voz,
y mi grito llegó a sus oídos.
Estamos plenamente convencidos, Señor, de que nos has creado por amor, y por ello sabemos que siempre atenderás nuestras súplicas, dándonos un corazón sano y misericordioso, que atienda a los necesitados y que sepa aceptar los males que nos afligen, fruto de la libertad del hombre.
Te rogamos, Señor, que mantengas tu oído atento a nuestra oración y que nos guíes en todo momento hacia Ti, con esa gran misericordia tuya que salva constantemente al hombre que a Ti se acerca
Que sepamos, Señor, refugiarnos en Ti en nuestros momentos de angustia, para vivirlos insertos en tu bondad y misericordia, con la alegría de reconocer el alivio que tu presencia comporta
Gracias, Señor, porque estás siempre atento a mi llamada, me escuchas y me libras de los peligros que me acechan en este mundo tan falto de valores esenciales que den verdadera vida al ser humano.
Porque el peligro del ansia de poder, de la ambición del dinero se pone por encima de cualquier circunstancia, de cualquier necesidad del prójimo.
Dame fuerzas, Señor, para proclamar siempre tu Reino de salvación, de verdad y de igualdad, de fidelidad y de libertad.

El Evangelio nos presenta a Cristo como Hijo de Dios que realiza las obras del Padre y como Mesías en el que se cumple todo lo que anunció Juan Bautista. Las últimas semanas de la vida terrena de Jesús, las vivió rodeado de enemigos. Vive un sufrimiento moral al ser incomprendido y mal juzgado, en medio de gentes que deforman sus intenciones profundas. Pero nos dice: “El Padre está en mí y Yo en el Padre” porque incluso en medio de “los tormentos” estaba en posesión de una paz constante. Jesús se sabía amado, acompañado, cuidado por el Padre.
Bien sabemos que Jesús tuvo un juicio político y un juicio religioso, por el que fue condenado a muerte, por decir que es Dios. Los judíos de aquel tiempo estaban ante una novedad difícil de comprender y de creer, porque tenían delante a un hombre de carne y hueso; pero... ¡era Dios! Esta es la gran enseñanza: Dios envió a su Hijo al mundo, Dios se hizo uno de nosotros: es el Misterio de la Encarnación. Nos dice San Atanasio: “Dios se hizo hombre, para que el hombre llegara a ser Dios”. Momentos previos a vivir los Misterios de nuestra Salvación, contemplemos a Jesucristo, Dios y hombre verdadero, que murió y resucitó por todos nosotros. En nuestra oración meditemos en este Amor, que se hace vida, cada día.
Evangelio Jn 10,31-42
Este evangelio destaca la profunda libertad de Jesús. Nadie le quita la vida, él la entrega libremente.
Intentaron detenerlo, pero se les escabulló de las manos.
En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús. Él les replicó: «Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?» Los judíos le contestaron: «No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios.» Jesús les replicó: «¿No está escrito en vuestra ley: "Yo os digo: Sois dioses"? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y no puede fallar la Escritura), a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros que blasfema porque dice que es hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.» Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes habla bautizado Juan, y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: «Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad.» Y muchos creyeron en él allí.
1 Desde la cuarta semana de cuaresma, los textos cotidianos de los evangelios están sacados casi exclusivamente del Evangelio de Juan, dos capítulos que acentúan la tensión dramática entre, de un lado la revelación progresiva que Jesús hace del misterio del Padre que lo llena totalmente y, por otro, la cerrazón progresiva de parte de los judíos que se vuelven cada vez más impenetrables al mensaje de Jesús.
2 Los judíos quieren obtener de Jesús una declaración franca y clara sobre sus orígenes. Pero instalados en su ortodoxia, no tienen experiencia de fe, y aunque vean las obras que realiza y escuchen la proclamación de ser Hijo de Dios, consagrado y enviado por el Padre, no están dispuestos a creer en Él.
3 Los judíos querían mantener la tradición a toda costa para no perder la pretendida superioridad moral de los fariseos y maestros de la ley sobre el resto del pueblo. Por eso, no querían aceptar las señales que Jesús realizaba y su profundo conocimiento y proclamación de la Escritura.
4 Lo trágico de esta cerrazón es que se hace en nombre de la fidelidad a Dios. Rechazan a Jesús en nombre de Dios. Seguro que nos inclinamos a pensar que estas maneras pertenecen al pasado, pero esta manera que Juan tiene de presentar el conflicto entre Jesús y las autoridades religiosas no es sólo algo que aconteció en el pasado.
5 Es un espejo de lo que acontece hoy. Algunas personas se transforman en bombas vivas y matan a los otros en nombre de Jesús. en nombre de Jesús, nosotros los miembros de las tres religiones del Dios de Abrahán, judíos, cristianos y musulmanes, nos condenamos y nos enfrentamos mutuamente, a lo largo de la historia, en estos momentos tan exacerbado por ese numeroso grupo que mata, en nombre de su dios, todo lo que encuentra que no es de su “cuerda”... o que le conviene
6 ¡Es tan difícil y tan necesario el ecumenismo entre nosotros.! “Imposible sobrevivir sin una ética mundial. Imposible la paz mundial sin paz religiosa. Imposible la paz religiosa sin diálogo de religiones” (Proyecto de una Ética mundial. Hans Küng. Editorial Trotta)

LA MEDITACIÓN, ¿QUÉ DICE?: La proclamación del Reino de Dios, responsabilidad de todos los cristianos, no siempre es sencilla y agradable, y puede verse rodeada de “asedios” o amenazas, o, desde luego, de incomprensiones que pueden llegar a momentos desagradables. La escucha de la Palabra y el diálogo con el Señor son los “recursos” a los que siempre debemos de acudir.
Realmente, en nombre de Dios se hicieron muchas barbaridades y se siguen haciendo hasta hoy. La cuaresma es un tiempo importante para pararse y preguntarse cuál es la imagen de Dios que habita en mi ser, como actúo yo: ¿con mi conciencia inmersa en el Señor y, por tanto, inmersa en mi prójimo necesitado o en permanente crítica de lo que otros hacen o dejan de hacer?

¿QUÉ NOS DICE? : ¿Nos vemos a veces comprometidos en nuestra labor cristiana de misioneros de la Palabra? ¿Sabemos y somos capaces de recurrir al Señor para conducir adecuadamente nuestra proclamación del Reino? ¿Somos conscientes de nuestra naturaleza de sacerdote, profeta y rey?
¿Cantamos y alabamos al Señor librando al humilde y oprimido de su necesidad perentoria? ¿Tenemos al Señor como nuestra roca y salvación viviendo su Palabra y atentos a sus señales? ¿Tratamos por igual a todos, sean de la religión que sean, o a aquellos que no profesan ninguna? ¿Es nuestra vida religiosa meramente “normativa” o marca mi manera de ser y actuar? ¿Condeno a alguien en nombre de Dios y después descubro que estoy equivocado? Cuando yo profeso en el Credo que Jesús es el Hijo de Dios, ¿qué contenido le doy en mi profesión de fe?

LA ORACIÓN: Maestro y Salvador nuestro, que nos revelaste con tu palabra el designio de Dios y nos renovaste con tu gloriosa pasión, aleja de nuestra vida toda maldad, y danos la fuerza necesaria para proclamar tu Reino a todos los que nos rodean. Te lo pedimos, Señor



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