03/04/2024 Somos nosotros los que tenemos que descubrir la realidad de Jesús Vivo, que tenemos delante de los ojos, pero que no vemos

¡BUENOS DÍAS NOS DÉ DIOS! 03 ABRIL 2024

Somos nosotros los que tenemos que descubrir la realidad de Jesús Vivo, que tenemos delante de los ojos, pero que no vemos

El empuje del Espíritu Santo que los apóstoles han recibido en Pentecostés se manifiesta en la curación del lisiado del texto. Pedro no pierde esta ocasión para proclamar la gloria de Cristo Resucitado enmarcado en la teología del Siervo del Señor como causa de una restauración y bendición universales. Esta curación merece entrar en el rótulo de signos y prodigios, con lo que en los Hechos se subraya la tarea apostólica que manifiesta la efusión del Espíritu, como cumplimiento de la profecía de Joel. Los dos apóstoles, testigos de la Resurrección de Cristo, obran un signo que les habilita ante el pueblo como mediadores de la salvación.
A destacar, no obstante, que en el texto el protagonista es el nombre de Jesús; Él es el Salvador de toda la humanidad, que en la Resurrección ha recibido el nombre sobre todo nombre. El nombre de Jesús es nuestra única fuente de salvación, se nos comunica en el bautismo –también en el nombre de Jesús- y manifestada y disfrutada en la comunidad de los que invocan el nombre del Señor. Los apóstoles, al curar al lisiado, levantan acta de la fuerza curadora del Espíritu, el que hace presente la salvación entre nosotros. La comunidad, en la eucaristía, invoca repetidas veces el nombre del Señor porque así expresa su fe en el único nombre que salva.
Primera lectura Hch 3,1-10
En mi vida familiar o profesional, ¿contribuyo a «levantar» a la humanidad? ¿contribuyo a curar?
Te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo, echa a andar.
En aquellos días, subían al templo Pedro y Juan, a la oración de media tarde, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada «Hermosa», para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se le quedó mirando y le dijo: «Míranos.» Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pedro le dijo: «No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar.» Agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. La gente lo vio andar alabando a Dios; al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa, quedaron estupefactos ante lo sucedido.
1 Durante un cierto tiempo los discípulos seguían siendo fieles a las celebraciones en el templo, aunque celebraban también la cena que el Señor había instaurado (“haced esto en memoria mía”) pero sin darse cuenta de que esta celebración sustituiría a todas las que tenían lugar en el templo.
2 La fuerza de la fe se pone de manifiesto en las acciones de Pedro, capaz de sanar a un lisiado, en nombre de Jesús, el Cristo.
3 La Iglesia, nosotros, somos herederos, copartícipes de esos beneficios de Dios, y estamos obligados a colaborar con Él. Es posible que nuestros milagros diarios no sean tan “espectaculares” como el de Pedro, pero si tenemos fe nuestras acciones sanarán a otras personas en muchos aspectos de su vida.

El salmo nos hace varias invitaciones para que, de alguna forma, alabemos al Señor, para fortalecer nuestra experiencia de fe con el Señor incrustado en nuestra vida.
Sal 105,1-2.3-4.6-7.8-9
Para el pueblo de Dios, contar la historia significa beber en la fuente de la experiencia
vital de los antepasados
Que se alegren los que buscan al Señor.
Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas.
Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder
Buscad continuamente su rostro.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
Él gobierna toda la tierra.
Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
De la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac.
El pueblo santo está alegre reconociendo la resurrección de su Señor, y por eso damos gracias y cantamos sus maravillas.
La alianza con el Señor, alianza eterna que ya empieza hoy y ahora, es lo mejor que podría habernos pasado a los cristianos, que así tenemos siempre al Señor a nuestro lado, nos podemos gloriar, humildemente, en su Nombre, y ser apoyo y auxilio para todos los que nos rodean.
El salmo nos hace varias invitaciones para que, de alguna forma, alabemos al Señor, para fortalecer nuestra experiencia de fe con el Señor incrustado en nuestra vida.
El salmo también expresa nuestra confianza en el Señor, e su alianza con el hombre, en su juramento al pueblo elegido.
Diariamente tenemos presente, Señor, las maravillas que haces en toda la tierra, y te damos gracias por poder contribuir un poco a hacer más felices a algunas personas.
Te rogamos que nos hagas cada vez más generosos, más desprendidos de nuestras (¿?) posesiones, tanto de dinero, como de tiempo y cariño, para entregar a otros lo que somos y lo que tenemos, con eterna fidelidad a esa alianza que firmaste con tu pueblo.

Es más que probable que Lucas quiso hacer de ese encuentro de los “Peregrinos de Emaús” con Jesús resucitado una primera celebración eucarística. Están presentes allí las “dos mesas” de la Eucaristía, como se leas llama tradicionalmente, la de la Palabra y la del Cuerpo de Cristo.
Evangelio Lc 24,13-35
La importancia del relato estriba en que los dos discípulos estamos representados todos.
Lo reconocieron al partir el pan.
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos, pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?» Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: «¿Eres tú el único forastero de Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?» Él les preguntó: «¿Qué? Ellos le contestaron: «Lo de Jesús de Nazaret, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.» Entonces Jesús les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?» Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, el hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.» Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.» Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
1 El Resucitado se presenta ante los discípulos en un recorrido de fe y de búsqueda, que va desde la situación dolorosa de éstos hasta la salida de Emaús para comunicar a sus compañeros el gozo del encuentro con Jesús Resucitado.
2 Jesús se presenta en la historia humana, llena de sufrimientos con frecuencia. Los dos de Emaús caminaban de espaldas a Jerusalén (donde había sucedido el misterio pascual de la muerte y resurrección de Jesús), de espaldas a la comunidad de discípulos, con los ojos cegados y entristecidos, sin ilusión, desesperanzados. Nosotros esperábamos.
Jesús se manifiesta en su Palabra. El Desconocido catequiza a los dos de Emaús. Repasa la historia de la salvación, para hacerles comprender el misterio de la cruz: que el Mesías tenía que padecer para entrar en la gloria
3 Jesús se revela al partir el pan. Ante la súplica de los dos discípulos Quédate con nosotros, porque es tarde y está anocheciendo, el Resucitado, sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a ellos. Es el momento luminoso cuando los discípulos reconocen totalmente al Resucitado. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron
4 Jesús está en la comunidad. Se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Con la fe y la esperanza recuperadas, los dos de Emaús regresan a la comunidad que habían abandonado. Y estos dos, junto con los otros discípulos, a coro y con gran alegría, proclaman su experiencia del encuentro con el Resucitado.
5 Este pasaje del Evangelio es, quizá (al menos para mí) el más hermoso. Está lleno de humanidad, de nuestro ser humano, lleno de esa incredulidad, siempre transitoriamente presente, que pasa a ser una fe profunda al darnos cuenta de la presencia del Señor en nuestras vidas.
6 Jesús “había desaparecido” de la vida de estos discípulos y, de repente, se dan cuenta de que está a su lado, que está con ellos, que ha resucitado, y todo es ya distinto.
7 Nuestra fe y nuestra cercanía a personas no creyentes, o, incluso, a cristianos en momentos de tibieza, puede acercarles a un Jesús vivo y siempre presente en nuestras vidas, aunque a veces parezca que se ha alejado, que está en “otro mundo”.
8 La Palabra en la Escritura, explicada con fe, puede ayudar a levantar corazones estremecidos por calamidades o angustias. Y la celebración de la fracción del pan en la comunidad, emocionante en el rezo unido, nos hará encontrarnos de nuevo (o por primera vez) con el Señor que vivió y murió por amor a nosotros y al que el Espíritu del Padre ha resucitado.

LA MEDITACIÓN, ¿QUÉ DICE?: La fe puede hacernos verdadero auxilio de muchas personas que sufren una vida poco afortunada económica, física o espiritual. Nuestra alegría debe de ser comunicativa, llenar espacios de tristeza y hacer ver a la gente que Dios y su Palabra y el Hijo y su resurrección son vida eterna comunicada por su Espíritu.

¿QUÉ NOS DICE? : ¿Creemos que la Iglesia es heredera de la fuerza de Jesús, el Cristo? ¿Mostramos a todo el mundo la alegría que nos comunica el saber que llevamos el Espíritu del Señor en nuestro corazón y en nuestra mente? ¿Nos damos cuenta de que caminamos en la vida con el Señor a nuestro lado?

LA ORACIÓN: Salvador nuestro, Señor Jesús, que con tu victoria sobre la muerte nos has alegrado y con tu resurrección nos has exaltado y nos has enriquecido, ilumina hoy nuestras mentes y santifica nuestra jornada con la gracia de tu Espíritu. Te lo pedimos, Señor



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