12/07/2024 ¿Confías en la ayuda de Dios cuando sufres conflictos y pruebas?

¡BUENOS DÍAS NOS DÉ DIOS! 12 JULIO 2024
¿Confías en la ayuda de Dios cuando sufres conflictos y pruebas?

No llaméis dios a la obra de vuestras manos. El texto recoge los versículos finales del profeta Oseas. Es un final ilusionante, pues no todo está perdido ya que el amor de Dios sabe muy bien lo que tiene que hacer y cómo. A lo largo del libro, el profeta ha declarado siempre el mejor asidero para la esperanza: cuando todo está perdido y, al parecer, ni fuerzas restan para levantar la cabeza, el amor de Dios surge como empuje restaurador. Y triunfa más allá de infidelidades y rebeldías, mentiras y abusos.
El pueblo debe saber que su seguridad no depende de potencia alguna ni de fuerza humana propia o ajena, sino del Señor, por eso hace bien en juramentarse en no llamar dios a ninguna cosa ni poder que, por sí mismo, da la espalda al que es el dueño del corazón de sus hijos, Yahvé. Si la fidelidad a él vuelve a ser la moneda corriente del pueblo elegido, Dios se manifestará de nuevo con su amor incondicional y sus hijos verán la fecundidad de su amor en todas sus empresas y esperanzas. Si Israel interrumpe su vida idolátrica volverá a caer en la cuenta de lo que el Señor es para él: rocío mañanero que le hará crecer, sombra protectora y ciprés frondoso que asegura su vida y sus frutos.
Primera lectura Os 14,2-10
Dios no debe volver a ser confundido con los ídolos
No volveremos a llamar Dios a la obra de nuestras manos.
Así dice el Señor: «Israel, conviértete al Señor Dios tuyo, porque tropezaste por tu pecado. Preparad vuestro discurso, volved al Señor y decidle: "Perdona del todo la iniquidad, recibe benévolo el sacrificio de nuestros labios. No nos salvará Asiria, no montaremos a caballo, no volveremos a llamar Dios a la obra de nuestras manos. En ti encuentra piedad el huérfano." Yo curaré sus extravíos, los amaré sin que lo merezcan, mi cólera se apartará de ellos. Seré para Israel como rocío, florecerá como azucena, arraigará como el Líbano. Brotarán sus vástagos, será su esplendor como un olivo, su aroma como el Líbano Vuelven a descansar a su sombra: harán brotar el trigo, florecerán como la viña; será su fama como la del vino del Líbano. Efraín, ¿qué te importan los ídolos? Yo le respondo y le miro: yo soy como un ciprés frondoso: de mí proceden tus frutos. ¿Quién es el sabio que lo comprenda, el prudente que lo entienda? Rectos son los caminos del Señor: los justos andan por ellos, los pecadores tropiezan en ellos.»
Hoy leemos el final del Libro de Oseas, en una expresión de conversión al Dios del amor, a ese Padre que ayer nos expresaba su amor por ese pueblo lleno de infidelidades, inclinado hacia otros dioses.
El libro de Oseas influye en el hombre del Antiguo Testamento y los evangelistas se inspiran en él; y en la comunidad cristiana posterior se cita reflejando el amor de Cristo a su Iglesia.
Es muy expresiva la petición de perdón que hace el pueblo de Israel, su convencimiento de que sólo en su único Dios encontrarán la compasión. Y el Señor acepta esa petición con muy bellas palabras: sanación, amor, rocío, florecimiento, multiplicación, prestancia, perfume...
El Señor le dará a Efraim (Israel) los frutos que acudió a obtener de otros dioses, con un rotundo fracaso. Importante lección para nosotros; tenemos un Dios, Padre compasivo al cual podemos acudir en busca del perdón de nuestras infidelidades en el convencimiento (la fe) de que nos perdonará y estará encantado de recibirnos en sus brazos. ¿A qué esperamos?

Los salmos 50 y 51 forman una unidad: son las dos partes de un pleito judicial entre Dios y su pueblo. El salmo 50, anterior, presenta la acusación de Dios. Yahvé no acusa por deficiencias en el culto, sino por las infidelidades a la alianza, por las injusticias, por el daño al prójimo.
Como continuación a ese pleito judicial, habla el acusado (Sal 51). Se declara culpable, apela a la misericordia y al perdón de Dios y suplica ser recreado para que pueda rendir el culto verdadero que Yahvé reclama.
Salmo 51,3-4.8-9.12-14.17
Tengamos un espíritu firme y dispuesto, que se convierte en dinamismo de la acción humana
Mi boca proclamará tu alabanza, Señor.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa.
Lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Te gusta un corazón sincero
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso. Señor,
me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
A Ti, Señor, acudo para que limpies mi corazón de las infidelidades que haya podido tener, en la seguridad de tu generoso y compasivo perdón, en la seguridad de tu alegría en la acogida, en el convencimiento de que tu Espíritu puede renovarme, convertirme en un nuevo ser, renacer del agua y del Espíritu para poder entrar en el Reino de Dios (Jn 3, 5).
Con ello, volverá a mí la alegría de tu salvación que ya veré en esta vida terrena, y seré capaz de proclamar tu Reino y de alabarte como Señor, Padre y Dios mío.

El Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. En el envío que Jesús hace a sus discípulos no se les ocultan las inevitables dificultades en forma de persecución y vida a la intemperie. El evangelio no disimula el dramatismo de esta conflictiva situación ni silencia la dolorosa suerte que corresponde a sus seguidores. ¿Qué cabe hacer, entonces? Nunca poner en discusión la fidelidad al Señor que de muy diversas maneras nos ha prometido estar al lado nuestro en todo tiempo y, a fortiori, en la persecución. Eso el Señor sabe hacerlo muy bien. Los que por el bautismo somos testigos del Señor, tenemos el encargo de buscar el necesario equilibrio entre la inteligencia y la sensatez; seguir a Jesús el Señor no implica que seamos ingenuos y, menos, bobamente cándidos, todo lo contrario: el seguimiento y las condiciones de nuestro mundo nos exigen ser hoy más que nunca inteligentemente creyentes y veraces testigos de lo que decimos creer con nuestro estilo de vida y relación. El evangelio nos recuerda también que, en todo caso, pongamos nuestra dificultad, defensa y pruebas en manos de Dios, la mejor ayuda posible para creer en su amor. Es la misma experiencia de Jesús la que merece nuestra atención en la hora difícil de la prueba y de la persecución, pues ésta nos acreditará en su nombre como discípulos suyos. En la hora atribulada, el Espíritu de Jesús estará muy cerca del fiel testigo para hablar por ellos y testificar la fe de la comunidad. Porque, no lo olvidemos, el seguimiento del Maestro, amén de confianza total en él, tiene mucho de fidelidad y constancia. El dador de la recompensa será el mismo Señor, y no sabe ser tacaño en detalles con ninguno de nosotros, de verdad. Es su amor y nuestra felicidad los que están en juego.
¿Nos animamos unos a otros en la comunidad a asumir en fe nuestra debilidad para que siempre se resalte la fuerza del Espíritu en medio nuestro?
Evangelio Mt 10,16-23
Discurso premonitorio de sufrimientos y contradicciones, lo es también de aliento y esperanza.
No seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus Apóstoles: Mirad que os mando como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero no os fiéis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán. Todos os odiarán por mi nombre: el que persevere hasta el final, se salvará. Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra. Creedme, no terminaréis con las ciudades de Israel antes de que vuelva el Hijo del Hombre.
Las menciones al reino animal son significativas. El lobo ataca a las ovejas, pero nosotros tenemos detrás el Buen Pastor que nos protege, que no huye cuando el lobo aparece, y a Él podemos acudir en la necesidad.
Las serpientes son inteligentes y hábiles, sagaces; al mismo tiempo las cualidades de la paloma, sencilla, ingenua, sin segundas intenciones, pero lista para emprender el vuelo si se ve atacada.
El cristiano debe “meterse en harina” y entonces recibirá “palos”, señal de que su acción incide sobre aquellos que no practican la justicia.
La constancia en la proclamación del Reino traerá la constante salvación, una proclamación inspirada siempre por el espíritu del Señor.

LA MEDITACIÓN, ¿QUÉ DICE?: La conversión de corazón es diariamente necesaria; un pequeño examen de conciencia antes de iniciar nuestro sueño es una excelente medicina para el espíritu y para nuestro seguimiento de Jesús. El salmo puede servir muy bien de oración en cualquier momento. La proclamación del Reino de Dios debe de ser una de nuestras prioridades.

¿QUÉ NOS DICE?: ¿Somos capaces de pedirle perdón al Señor y tratar de que esa conversión sea duradera? ¿Notamos la alegría de la salvación y ello influye en nuestra vida diaria? ¿Sabemos confiar en la ayuda de Dios cuando sufres conflictos, persecuciones y pruebas?

LA ORACIÓN: Nuestra paz, Señor, es cumplir tu voluntad. Tú que nos has dado la luz del nuevo día, concédenos también caminar por sendas de vida nueva.

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA LAUDATE DEUM DEL SANTO PADRE
FRANCISCO A TODAS LAS PERSONAS DE BUENA VOLUNTAD
SOBRE LA CRISIS CLIMÁTICA
4. La reflexión y la información que podemos recoger de estos últimos ocho años, nos permite precisar y completar lo que podíamos afirmar tiempo atrás. Por esta razón, y porque la situación se vuelve más imperiosa todavía, he querido compartir con ustedes estas páginas.



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