21/10/2024 La alegría de servir al Señor en la caridad para con nuestros hermanos, es sentimiento cristiano vital

¡BUENOS DÍAS NOS DÉ DIOS! 21 OCTUBRE 2024
La alegría de servir al Señor en la caridad para con nuestros hermanos, es sentimiento cristiano vital

Un regalo especial. Los textos de la liturgia de este lunes nos ofrecen la oportunidad de iniciar la semana, con todas sus prisas, ocupaciones, preocupaciones y afanes, haciendo un ejercicio de introspección y “recolocando” prioridades, agenda y deseos. Pablo, en la carta a los Efesios, nos centra en lo esencial: “Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras”. Y esa gracia, que nos permite renacer al bien, es “don de Dios”.
Cuando nos asomamos a la realidad del mundo y a nuestro propio interior, descubrimos muchas veces cosas que no son precisamente lo más noble y positivo de la huella del ser humano en la vida. “Estábamos destinados a la ira”, expresa el texto. Henry Nowen, en un pequeño libro sobre la espiritualidad del desierto, “La soledad, el silencio y la oración”, relata cómo el monje Antonio oyó la llamada de Jesús a dejar todo, entregarlo a los pobres y seguirle, y se retiró a un lugar aislado para dedicarse a la oración y el trabajo manual. Pero se dio cuenta de que para transformarse en un nuevo ser debía morir a su yo falso y viejo: la ira y la avaricia. Y se fue al desierto, donde la soledad y el encuentro con el Señor, le hicieron un hombre compasivo, un hombre nuevo. Es la invitación que nos hace san Pablo hoy a nosotros.
Estos dos enemigos de la vida espiritual, ira y avaricia, se van disfrazando en muchos de nuestros deseos y actitudes. Nos hacen depender de la imagen que proyectamos, de lo que los demás piensen de nosotros, de lo que poseemos y logramos. Brotan cuando nos sentimos frustrados, insatisfechos, deprimidos. Y nos hacen reaccionar muchas veces con resentimiento, con frialdad, con tedio y dejadez, paralizando la generosidad del corazón. Cuando volvemos la mirada a Cristo y descubrimos la verdad más honda y auténtica de nuestro ser, es cuando surge nuestra verdad, la bondad y la belleza que Dios nos ha regalado para hacer el bien. “Somos, pues, obra suya”.
Primera lectura Ef 2, 1-10
Las buenas obras son lo que Jesús nos quiso enseñar con su vida. Es el Reino de Dios
Nos ha hecho vivir con Cristo y nos ha sentado en el cielo con él.
Hermanos: Hubo un tiempo en que estabais muertos por vuestras culpas y pecados, cuando seguíais la corriente del mundo presente, bajo el jefe que manda en esta zona inferior, el espíritu que ahora actúa en los rebeldes contra Dios. Antes procedíamos nosotros también así; siguiendo las tendencias sensuales, obedeciendo los impulsos del instinto y de la imaginación; y, naturalmente, estábamos destinados a la reprobación como los demás. Pero Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó: estando nosotros muertos por los pecados, nos dio vida con Cristo, por pura gracia estáis salvados, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él. Así muestra en todos los tiempos la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir. Somos, pues, obra suya. Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él determinó practicásemos.
1 El hombre sin Dios sigue normalmente los llamados de la naturaleza, de sus instintos, con una meta basada en la ambición del bienestar a ultranza. Fácilmente vemos, por desgracia, la extensión de la corrupción, el aborto, las tarjetas “opacas” ...
2 Cristo nos ha enseñado otro camino, que es, ni más ni menos que el del amor al prójimo, al más necesitado, no sólo en el ámbito económico, sino también en el emocional, en el de la amistad y la compañía, de las cuales están tan necesitadas muchas personas.
3 Y ahí está nuestra salvación que, por supuesto, es futura con el Señor en la eternidad, pero también es actual gozando de la bondad de ese Dios Padre que nos da la gracia (fuerza de Dios) y la fe, porque “por pura gracia estáis salvados, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con Él”.
4 Es decir, resucitamos aquí con Cristo a la vida del Reino de Dios, y resucitaremos de la muerte para unirnos más íntimamente con el Señor, en nuestro último día, en el día que “nos siembren cuerpo animal y resucitemos un cuerpo espiritual” (1 Co 15, 44)
5 Esta es nuestra fe, don de Dios, que no fruto de nuestras obras, pero que, al mismo tiempo, nos impulsa a obrar según el amor de Dios, “dedicándonos a las buenas obras”, porque “así pasa con la fe: si no se demuestra por la manera de actuar, está completamente muerta” (St 2, 17)... y eso a pesar de ir a Misa diaria.

Aclamemos al Señor que nos ha creado y ha puesto el universo a nuestra disposición para colmar nuestras necesidades... pero seamos austeros
Salmo 100, 2 – 5
Servir al Señor, las buenas obras, son las que nos llevarán a la alegría
El Señor nos hizo y somos suyos.
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre.
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades».
Alabamos y bendecimos al Señor; con nuestra alegría damos testimonio de su presencia entre nosotros, de su constante guía, siempre misericordiosa y fiel.
El nos ha creado, somos su pueblo, Cuerpo de Cristo, su Hijo, y, por ello, nuestra acción de gracias debe de ser constante, mostrada en nuestra atención a los hermanos más necesitados.
¡Con qué frecuencia cantan los Salmos la misericordia y la fidelidad del Señor! Son motivo de nuestra fe, Señor, motivo de acercarnos a Ti y sentir todavía más cercanas, más íntimas esa misericordia y esa fidelidad, que practicas desde que nos creaste por amor, y nos salvas por amor. Te rogamos, Señor, que seamos capaces de permanecer en tu Reino, que realicemos las obras buenas en el camino que tu Hijo vino a enseñarnos.
Gracias, Señor, te alabamos y te bendecimos por siempre.

Una herencia diferente. El texto evangélico nos adentra un poco más en este camino de soledad y encuentro con nosotros mismos, con Dios que nos habita, nos ama y es fuente de vida. Para ello tenemos que despejar el camino de falsos espejismos, de anhelos que no nos llevan a ninguna parte, solamente al vacío y la destrucción. El relato de hoy solamente lo encontramos en Lucas, no tiene paralelo en otros evangelios. Se enmarca en el camino que hace Jesús desde Galilea a Jerusalén. Un hombre se le acerca para pedirle que medie con su hermano por una herencia. Jesús lo tiene claro: “¿Quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?”.
No nos resulta tan ajeno hoy en día, ni el tema de las herencias, que tantos conflictos generan en las familias, ni tampoco el recurrir a Dios para pedirle que obre en nuestro favor. Por eso la parábola nos puede venir muy bien para ilustrar este pequeño examen de conciencia en el que nos había embarcado la primera lectura. Escuchemos qué eco nos despiertan las palabras que Dios dirige al hombre rico de la parábola: “Necio, esta noche te van a reclamar el alma, ¿y de quién será lo que has preparado?”.
Miremos nuestras manos, escuchemos nuestros pensamientos, asomémonos a nuestro corazón. ¿Qué les mueve, qué les motiva, qué anhelan, en qué se ocupan? A veces se nos acumula la necedad como el polvo sobre los muebles, sin darnos mucha cuenta. Bueno, es hora de hacer un poquito de limpieza, desempolvar eso que nos hace ricos a los ojos de Dios y dejar que la vida se nos vaya en ello. ¡Seguro, seguro, que merece la pena! Ni más ni menos que está en juego una hermosa herencia: la de los hijos e hijas de Dios, la de la compasión y la bondad que hagan posible un mundo nuevo y fraterno
Evangelio Lc 12, 13 – 21
Compartir está en la base de las buenas obras del cristiano
Lo que has acumulado, ¿de quién será?
En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia. El le contestó: Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros? Y dijo a la gente: Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes. Y les propuso una parábola: Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: ¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha. Y se dijo: Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: «Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena vida». Pero Dios le dijo: «Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?» Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dio
1 Tenemos que cuidar mucho el bolsillo, que no se nos llene, que sepamos vivir con sobriedad y con solidaridad, especialmente en estos tiempos en los que tanta gente está hambrienta de tantas cosas, no sólo de alimentos, sino también de trabajo que lleve dignidad a su vida.
2 Tratemos de estar siempre preparados para la hora en la que el Señor juzgue oportuno “exigirnos la vida”; que en ese momento ya sea una vida entregada a Él por medio del prójimo que me necesita.
3 Así estaremos salvados en el Reino de los cielos ya aquí en la tierra

LA MEDITACIÓN, ¿QUÉ DICE?: Cristo vino a salvarnos trayendo el Reino de Dios a la tierra para que todos lo tengamos a nuestro alcance mediante la fe y las buenas obras, viviendo dentro de una tónica discreta en el tener, que sepa compartir los bienes de los que disponemos.

¿QUÉ NOS DICE?: ¿Somos verdaderamente conscientes de lo que es la fe y de lo que conlleva? ¿Nos damos cuenta de la misericordia y fidelidad del Señor y le damos gracias por ambas? ¿Vivimos discretamente compartiendo lo que tenemos?

LA ORACIÓN: Danos, Señor, un corazón grande para amar, que esté siempre abierto a los demás, con largueza en nuestra caridad económica, dedicación en el tiempo y atención en el contacto humano. Te lo pedimos, Señor

ENCÍCLICA PACEM IN TERRIS DE SU SANTIDAD JUAN XXIII
Sobre la paz entre todos los pueblos que ha de fundarse
en la verdad, la justicia, el amor y la libertad
Derechos económicos
18. En lo relativo al campo de la economía, es evidente que el hombre tiene derecho natural a que se le facilite la posibilidad de trabajar y a la libre iniciativa en el desempeño del trabajo.



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