Trinidad
AL PADRE POR EL HIJO EN UN MISMO ESPÍRITU
(La Trinidad)
Introducción
El objetivo final de esta catequesis es el hacernos reflexionar sobre la figura (dogmática) de la Trinidad, como tres personas distintas y un solo Dios verdadero, o si, realmente la fe y lo que las Escrituras nos dicen pueden llevarnos a la conclusión de que vamos caminando hacia Dios Padre por medio de su Hijo y llevados por un mismo Espíritu.
Realmente es un punto importante de nuestra fe, siempre que en todo ello veamos la mano de Dios para inclinarnos hacia una acción comunitaria a favor de los pobres, marginados y desvalidos, y no para meternos en disquisiciones teológicas, que, a mi modo de ver, son menos importantes, y para las que yo, al menos, no estoy preparado.
Con este pequeño razonamiento me he metido a tratar de ahondar en este teológicamente difícil tema, aportando el honrado estudio y, al mismo tiempo, el atrevimiento propio de una experiencia limitada, pero también un punto de vista de un seglar corriente y vulgar, como aportación a la reflexión de otros seglares, con mayores o menores conocimientos, pero con la experiencia de fe en un Dios misericordioso que quiere darnos su Amor.
1. - El Antiguo Testamento
La PATERNIDAD es la primera categoría revelada en el A.T. En éste, la palabra PADRE aparece más de 800 veces. Es una relación paterno-filial entre Dios y su pueblo, con una vinculación especialmente significativa en los pobres, los humildes y los necesitados, ratificada en los profetas y en los libros sapienciales.
Es especialmente bonito el capítulo 11 del Libro de Oseas, titulado “De Egipto llamé a mi hijo”, versículos 1-9, que empieza: “Cuando Israel era niño yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo”.
También aparece numerosas veces mencionado el espíritu; tan pronto en la Escritura como en Gn 1,2: “Las tinieblas cubrían los abismos, mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas”. En la cultura judía el espíritu, la ruah, significaba el viento como signo de vida, el soplo de vida.
2. – El anuncio de Isaías del futuro Príncipe de la Paz, menciona el Espíritu de Yahvé: Una rama saldrá del tronco de Jesé, un brote surgirá de sus raíces. Sobre él reposará el Espíritu de Yahvé, espíritu de sabiduría y discernimiento, espíritu de prudencia y valentía
3. – En el libro de la Sabiduría (7, 21 – 23) encontramos ese espíritu especial: “Supe pues todo lo que está oculto y todo lo que se ve, puesto que la sabiduría que lo ha hecho todo, me lo ha enseñado. En ella se encuentra un espíritu inteligente, santo, único. Múltiple, ágil, móvil… Es un espíritu irresistible, bienhechor, amigo de los hombres, firme, seguro, apacible, que lo puede todo y que vela por todo.
Estas tres categorías mentales judías: paternidad, filiación y espíritu de Dios, están hablándonos de Dios.
4. - En el Nuevo Testamento tres son las citas más importantes en las que aparece el Espíritu Santo:
v La Anunciación, en la que cita al Espíritu Santo como portador del poder de Dios (Lc 1, 35)
v El Bautismo de Jesús, en el que aparece el Espíritu Santo y la voz del Padre (Lc 3, 21-22)
v El envío final a bautizar en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28, 19).
Pablo, en 2 Co 13, 14, usa también una fórmula trinitaria: “La gracia de Cristo Jesús, el Señor, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros”.
Aquí parece que cada persona expresa una de las dimensiones del amor: El amor en su origen forma una sola cosa con el Padre, en su Hijo se hace gracia, don de Dios Padre adaptado a la condición humana, y el Espíritu, dinamismo divino, opera la comunión y la vuelta a la unidad en el Padre. Es decir, el amor del Padre, nos llega por el Hijo y nos envuelve en el Espíritu.
5. - Con estos antecedentes, la Iglesia recibe en los primeros siglos dos impulsos que inician su caminar hacia la complicada definición trinitaria, que posteriormente declarará dogma
El primero es el ya indicado de la necesidad de comprender y precisar la fe con mayor claridad, y el segundo impulso es la aparición de errores que deforman la fe y que hacen necesario discernir lo verdadero de lo falso en la comprensión de la revelación.
Y todo esto tiene lugar en el roce de dos culturas tan distintas como la judía y la griega, y es esta última, dominante, la que profundiza, o pretende profundizar en la intimidad de Dios. Dice San Pablo: Sólo el Espíritu de Dios conoce las cosas de Dios” (1 Co 2, 11). Pero el ser humano también quiere meter el dedo.
6. - En estos errores, aparece en primer lugar el GNOSTICISMO: la salvación por medio del conocimiento. El Dios que predica Jesús es un Dios bueno, distinto del Dios malo del A.T., y al que se puede llegar racionalmente.
Contra esta visión de Dios, reacciona San Ireneo, a finales del siglo II. Solo hay un proyecto de salvación nacido del Dios único, y por tanto no se puede separar el A.T. del N.T. Afirma que Dios es Padre, Hijo y Espíritu: “Aquel que ha ungido es el Padre, aquel que ha sido ungido es el Hijo, y lo ha sido en el Espíritu Santo que es la unción”.
7. - Aparece después el MODALISMO que intenta resolver la acusación de que los cristianos adoran a dos dioses, el Padre y Cristo, afirmando que Padre, Hijo y Espíritu Santo son el mismo Dios que ha venido en distintos modos.
Frente a esto es Tertuliano, a principios del Siglo III el que responde creando toda una terminología en la que aparecen palabras que se convertirán en claves para la teología: Trinidad, sustancia y persona. Afirma que las tres personas divinas subsisten en la misma substancia pero que tienen tareas distintas: al Padre le corresponde la creación, al Hijo la encarnación y al Espíritu la santificación. Unidad de Dios y Trinidad de Padre, Hijo y Espíritu.
8. - Aparece Arrio, con su doctrina de que una característica fundamental de Dios en la filosofía griega es la eternidad; pero del Verbo se dice en la Escritura que ha sido engendrado, luego no puede ser eterno, y, si no es eterno, no puede ser Dios-
Y aquí se convoca el concilio de NICEA[1] (año 325; en el 324 Constantino había sido nombrado emperador), que dictamina que el Hijo es consustancial al Padre: Dios de Dios, Luz de Luz, engendrado no creado de la misma naturaleza que el Padre”, y después de todo esto añade sin más… y en el Espíritu Santo
9. - Pero los arrianos siguen en la brecha poniendo en duda la divinidad del Espíritu Santo. Esta situación era la que se encontró Teodosio I cuando, en 379, subió al trono imperial. Teodosio decidió entonces convocar el primero de los concilios que habrían de celebrarse en Constantinopla para solucionar las controversias doctrinales que amenazaban la unidad de la Iglesia. Convoca entonces el Concilio de Constantinopla [2] (año 381), en el que se añade al Símbolo recibido de Nicea lo siguiente: “Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas”. Al final del concilio, el emperador Teodosio emitió un decreto imperial, declarando que las iglesias debían restaurar a aquellos obispos que habían confesado la igualdad en la divinidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Posteriormente se añadió “… y del Hijo” (año 589), lo cual supuso un enfrentamiento con los ortodoxos, que el concilio de Florencia no pudo resolver, y que subsiste hoy en día.
10. - Surgen otras diferencias. ¿Porqué unas relaciones son de filiación y las otras no? San Agustín (354-430) será el que trate de dar explicación a esto. San Agustín tiene varios principios o aseveraciones básicas en su camino hacia su concepción dinámica e histórica del hombre, y en su defensa de la fe trinitaria y cristológica:
- Para el conocimiento que el hombre tiene de Dios, el centro de su salvación está en Cristo, único camino posible para llegar al Dios Amor.
- La inmutabilidad de Dios se opone a la temporalidad del hombre y estas distancias son vencidas en la persona de Cristo, camino de Dios y Dios mismo
- Propone San Agustín tres reglas basadas en la interpretación fiel de la Escritura:
- El Hijo es igual que el Padre porque es Dios como El
- El Hijo es menor que el Padre y que el Espíritu Santo en cuanto siervo u hombre en el sentido que aparece en el himno del Capítulo 2 de la carta a los Filipenses. (vv. 6-11)
- El Hijo tiene su origen en el Padre; el Espíritu Santo es enviado por el Padre, siendo igual al Padre y al Hijo en cuanto a divinidad.
Para hablar de lo inefable, para poder explicar de algún modo lo que no se puede explicar de ningún modo, los griegos han empleado la expresión “una esencia, tres sustancias”. En cambio San Pablo prefiere “una esencia, tres personas”. El término persona había sido acuñado por Tertuliano con este propósito.
Recurre a la noción de los tres relativos para llevar a cabo la distinción de las tres Personas. (No he llegado a entender bien esto). El Catecismo de la Iglesia Católica, en su párrafo 252, dice entre otras cosas: La Iglesia utiliza el término “relación” para designar el hecho de que su distinción reside en la referencia de cada una (persona) a las otras”.
11. - San Agustín profundiza en 1 Jn 4, 8-16, Dios es amor. La relación de Padre con el Hijo hace proceder el Espíritu Santo que no es sino el amor mutuo del Padre y el Hijo. La donación del Espíritu Santo a los fieles expresa el don de la caridad o amor de Dios a los hombres.
12. - La Escolástica y Santo Tomás añaden cosas bastante más complicadas y sin resultados prácticos asequibles. El concilio de Florencia en 1438, no fue capaz de cerrar la polémica católico-ortodoxa sobre la procedencia del Espíritu Santo.
13. - En el Concilio Vaticano II sigue vigente la sistematización agustiniana sobe la Trinidad:
- La Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium, dice: “Consumada la obra que el Padre encomendó realizar al Hijo sobre la tierra (Jn 17,4), fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés a fin de santificar indefinidamente la Iglesia y para que, de este modo, los fieles tengan acceso al Padre por medio de Cristo en un mismo Espíritu” (LG 4; Ef 2,18)…. Y así toda la Iglesia aparece como un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (San Agustín).
- En el decreto Ad gentes divinitus, sobre la actividad misionera de la Iglesia se dice: “El Espíritu Santo unifica en la comunión y en el ministerio y provee de diversos dones jerárquicos y carismáticos a toda la Iglesia…. Infundiendo en el corazón de los fieles el mismo espíritu de misión que impulsó a Jesús.”
- La Constitución Gaudium et spes, los gozos y las esperanzas, sobre la Iglesia en el mundo actual, cita Rm 8, 11 que dice: “Si el Espíritu de Aquel que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos dará también vida a nuestros cuerpos mortales por virtud del espíritu que habita en vosotros”.
14. - El Catecismo de la Iglesia católica sigue la concepción trinitaria formulada por San Agustín. (Párrafos 251, 252 y 261 a 267). La Trinidad es la creencia central del cristianismo católico, del cristianismo ortodoxo y de la mayoría de las denominaciones protestantes. Afirma que Dios es un ser único que existe simultáneamente como tres personas distintas o hipóstasis, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El término es una palabra compuesta de "tres" y "Unidad" es decir "Tres en uno", Tri-unidad, Trinidad. La palabra "Trinidad" como tal, no aparece en las Escrituras (la Biblia).
15. - Me gustaría terminar, por aquello de que “a lo mejor” lo final es lo que nos queda, con tres versículos del Salmo 51 (50) que es el Miserere, el salmo en el que David pide perdón por su pecado, y que dicen así:
12 Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un firme espíritu
13 No me rechaces lejos de tu rostro ni me retires el espíritu santo
14 Dame tu salvación que regocija, y que un espíritu noble me dé fuerza
[1] El primer Concilio ecuménico se celebró en el año 325 en Nicea (actualmente Iznik), ciudad de Asia Menor en Turquía y fue convocado por el Emperador Constantino I el Grande, por consejo del obispo San Osio de Córdoba. Asistieron al Concilio más de trescientos obispos presididos por Osio de Córdoba en nombre del Emperador, y el Papa envió dos sacerdotes romanos: Víctor y Vicentius para que le representase. Casi todos los padres conciliares condenaron la doctrina de Arrio, que afirmaba que el Hijo era una creación de Dios. Sin embargo, los semiarrianos, que eran la gran mayoría en el Concilio, se opusieron a la palabra ομοουσιος (consustancial), propuesta por Atanasio, debido a que ésta sugería que el Padre y el Hijo eran lo mismo. El Emperador Constantino, aunque no entendía los detalles de las discusiones de teología griega, notó que el grupo de Atanasio no cedería, y sería complicado mantener el orden del Imperio. Por esta razón, y aconsejado por Osio, decidió en favor de Atanasio, proclamando que Jesús era consustancial con el Padre. Con esta fórmula como base, se compuso el Credo Niceno en el que se resumía la doctrina cristiana, particularmente en lo que se refiere al Logos. Este símbolo o credo se propuso inmediatamente en la asamblea. Su frase fundamental era: engendrado, no hecho, consustancial con el Padre.
(2) El Primer Concilio de Constantinopla se celebró entre mayo y julio de 381, está considerado el II Concilio Ecuménico por las Iglesias Católica, Ortodoxa, Anglicana y Luterana. El concilio se inició bajo la presidencia del Patriarca Melecio de Antioquia y con la asistencia de 150 obispos de las diócesis orientales, ya que el papa Dámaso I no envió legado alguno, y entre sus principales participantes destacaron los llamados "Padres Capadocios"; Basilio el Grande, Gregorio Niseno y Gregorio Nacianzeno.