Breve historia del pueblo de Israel

Breve historia del pueblo israelita del

Antiguo Testamento

Introducción

Muchas veces encontramos amigos o conocidos que tienen cierta prevención a la lectura del Antiguo Testamento, en parte por aparente aridez, en parte por cierto ¿miedo? de encontrarse con un Dios terrible, un Dios con decisiones arbitrarias; a esa prevención también contribuye la imaginada vejez de su contenido y lo poco que en las homilías se explica.

En todo caso, el Antiguo Testamento es el lento proceso de una conciencia religiosa, el tremendo esfuerzo de humanización de todo un pueblo. Una a una fueron cayendo las deformaciones para ir dejando espacio a la verdadera y salvadora presencia de Dios.

La intención es recorrer la historia de Israel y la maravillosa presencia de Dios acompañando a este pueblo escogido a lo largo de la Ley y los Profetas, lo cual nos llevará a analizar los diversos libros de que se compone.

La creación y el universo antes de Abraham

Antes de introducirse en la vida e historia de Israel, el Antiguo Testamento va a establecer los parámetros en los que nuestra vida se va a mover. Resumiendo se trata de la creación del universo, el origen del mal en el mundo, la violencia por el protagonismo, el hartazgo de Dios con el hombre y a la vez su misericordia con Noé (el diluvio), la descripción de Babilonia, del imperio predominante que el Señor desbarata.

Trata de establecer los orígenes de la humanidad, un nexo desde la creación hasta la aparición del primer Patriarca. Las genealogías van mezcladas con los relatos, en un hilo conductor desde los primeros seres humanos hasta la nueva familia escogida por Dios

Nos introducimos

“Por su palabra surgieron los cielos, y por su aliento todas las estrellas” (Sal 33,6). Las escenas de la Creación son verdaderamente bellas y llenas de simbolismo.

Hay varias cosas destacables:

 

  • Dios dijo, lo leemos ahora y lo leeremos a lo largo de la Biblia. Y es que Dios nos habla. Tendremos que estar a la escucha.
  • Dios, su Palabra (el Verbo), el Espíritu (aleteaba sobre la superficie de las aguas)
  • Dominad  la tierra; deja al hombre la autoridad sobre el mundo
  • Del Edén salía un río que regaba el jardín se dividía en cuatro brazos. Ya estaba presente el agua viva
  • Dios da la libertad al hombre; frente al árbol del bien y del mal, el hombre se encuentra ante la opción de aceptar o rechazar el plan de Dios. En el Salmo 1 vemos los dos caminos: el del hombre que no va a reuniones de malvados ni se sienta en la junta de burlones y, por el contrario, el del hombre impío que se pierde en el sendero de los malos.

 


La tentación

Pronto entra la tentación a intervenir en la vida del hombre, al que, como acabamos de decir, Dios ha dado la libertad completa: otra actitud divina hubiera sido contra natura.

Y la serpiente pone a la pareja en el borde de la decisión; ¡cuántas veces en nuestra vida nos habrá pasado algo similar, aunque no fuera frente a un árbol! Y ahora que está tan de moda pensar que cualquier cosa que nos viene mal “es un tabú religioso”. Fidelidad ante oportunidad. Y la pareja elige la oportunidad, cree que le va a llevar a la felicidad inmediata, y no se da cuenta de que una vez comida la manzana volverá a la fase de deseo, pero con el pensamiento de haber faltado a la fidelidad. “Se dieron cuenta de que estaban desnudos”.

Esta especie de parábola nos lleva a reconocer que el pecado está en el origen del hombre, antes de que lo reconozcamos claramente, está en nuestra cultura ciega ante Dios, que hace la vista gorda frente a todo lo que significa embrutecimiento del ser humano

Caín y Abel

El abuso del más fuerte es algo que todos conocemos; y el ansia de venganza tampoco está lejano al mundo moderno, sin darnos cuenta de que la violencia engendra más violencia y no es una solución. Y la realidad es que la víctima, en cuanto puede, se convierte a su vez en opresor.

Hay sin embargo en este episodio bíblico un punto importante, y es que Dios se niega a que se dé muerte al asesino o a sus hijos: entrega una ley fundamental: ni muerte ni venganza. Así, cuando más adelante leamos leyes y sucesos que justifican el dar muerte, este episodio nos advierte de antemano que son leyes adaptadas a una humanidad muy imperfecta que vistas desde hoy, desde nuestra sensibilidad educada por la revolución religiosa de Jesús, conforman el lento proceso de una conciencia religiosa, el tremendo esfuerzo de humanización de todo un pueblo. Una a una fueron cayendo las deformaciones para ir dejando espacio a la verdadera y salvadora presencia de Dios.

El diluvio

Para llegar a Abraham, el hombre de la Biblia va avanzando tratando de enlazar tiempos remotos con otros más actuales. Aquí, la paciencia de Dios para con el hombre ha alcanzado un límite. Dios que había creado al hombre para que fuera feliz y disfrutara de los bienes de la tierra, ve que tiene el pecado en su mismo origen y que “todos sus pensamientos tendían siempre al mal”. Y en efecto, la historia del hombre está dominada por personas dominantes que tratan de reunir dinero, propiedades, vida cómoda…, sin que el prójimo les preocupe demasiado, más bien nada.

Pero Noé trabaja por el futuro, no se amilana y construye su barca. El arco iris final será la señal de la alianza de Dios. Pero Su conclusión final es harto pesimista: “Nunca más maldeciré la tierra por causa del hombre, pues veo que sus pensamientos están inclinados al mal ya desde la infancia. Nunca más volverá a castigar a todo ser viviente como acabo de hacerlo”.El mal de origen que antes hablábamos aparece de nuevo, esta vez en la Palabra del Señor.

La torre de Babel

La Babilonia conquistadora y agresiva para los hebreos también encuentra cabida en este previo a la  historia de Israel. De nuevo el hombre quiere ser dios sin Dios. La gran ciudad totalmente de ladrillos entre los ríos Tigres y Eúfrates, con sus templos en forma de pirámides. La diversidad de las lenguas intrigaba a las gentes. Así que el Señor siembra la confusión. ¿Será una confesión parecida a la crisis actual? Lo malo de ahora es que los perjudicados han sido los más necesitados.

Entre estos relatos con los que el Señor empieza a hablarnos, van apareciendo varias generaciones hasta llegar a Terá que es el padre de Abram, que se casa con Saray.

Abram y Abraham. La primera Alianza

Sal de tu país y anda a la tierra que yo te mostraré”. Abram hace lo que le pide el Señor; aparece nuestra fe, la fe en el Señor. Abram entra en Canaán.

El Señor le asegura que hará de él una gran nación; “en ti serán bendecidas todas las naciones de la tierra”. Empieza el nacimiento de un pueblo elegido.

Curiosamente antes de la Alianza con el Señor Abram tiene un misterioso encuentro con el rey de Salem (Jerusalén) Melquisedec, que trae pan y vino, única vez mencionado en el Antiguo Testamento, que lo bendice y pide para él la bendición del Señor. Melquisedec representa un nuevo estilo de sacerdocio distinto al hereditario de la tribu de Leví.

Es importante el sacerdote a la manera de Melquisedec, con el pan y el vino signos de la Eucaristía y las primeras comunidades así lo entendieron sin templos, con los presbíteros o ancianos siguiendo la tónica de las sinagogas. Cristo era “sacerdote” y la Iglesia no tenía más que presbíteros. El sacerdocio de Cristo está en todos los bautizados en la medida que se comprometen con la vida de la Iglesia en el apostolado, la predicación, el servicio al prójimo.

Las promesas del Señor a Abraham son tres, con las cuales establece su alianza con él y pasa de Abram, Padre Venerado, a Abraham, Padre de una muchedumbre. Las promesas son: Yo seré tu Dios, te daré descendencia sin límites y una tierra rica y fecunda.

Yahvé visita a Abraham y asegura la descendencia del viejo matrimonio; Sara, incrédula, se ríe; nace Isaac, “el que ríe”. Milagro del Señor para asegurar una de sus promesas.

Y nueva prueba de fe para Abraham: “Ofréceme a Isaac en holocausto”, le pide Yahvé. Entre los cananeos, habitantes de aquellas tierras, el sacrificio de los hijos era una costumbre religiosa. Seguramente Abraham aprobaba aquellas costumbres y por ello el sacrificio de su hijo no le parecía inhumano como nos parece a nosotros; pero sí era el sacrificio de todas sus esperanzas. Ya sabemos el resultado.

Isaac y Rebeca

El relato de la elección de Rebeca es verdaderamente bonito y en todo momento se ve la mano del Señor en tan importante asunto, que incide directamente en el futuro de la promesa de Yahvé.

Yahvé reafirma su alianza con Isaac que se establece en la tierra indicada por el Señor y termina con su nomadismo.

Nacen Esaú y Jacob; Esaú, el primogénito, pierde ese privilegio por el engaño de Jacob. A partir de aquí éste será el protagonista del principio del pueblo de Israel.

Jacob y su descendencia

De nuevo Yahvé reafirma su Alianza con Jacob. Éste tiene sus hijos con las hijas de Labán para el que está trabajando. En el viaje de regreso a su tierra “alguien luchó con él hasta el amanecer”- Y el otro le preguntó: “¿cómo te llamas? Jacob, respondió. “en adelante ya no  te llamarás Jacob, sino Israel, o sea Fuerza de Dios, porque has peleado con Dios y con los hombres y has salido vencedor”

Jacob tuvo doce hijos, las doce tribus de Israel.

La familia de Jacob

El más pequeño de los hijos de Jacob era José. La extensa y maravillosa historia de José cierra el Libro del Génesis. Expresa una de las grandes líneas de conducta de Dios: Él salva a los pueblos mediante el sufrimiento de quienes han menospreciado y rechazado; la envidia de los hermanos de José, al que creían el favorito de su padre les lleva a venderlo a unos mercaderes y hacer ver a su padre que había muerto.

José es vendido de nuevo por los mercaderes en Egipto y, por una serie de hechos en los cuales podemos ver la mano de Dios, llega a ser primer ministro del faraón, siendo un excelente administrador.

Hay un extenso periodo de hambre y la familia de Jacob tiene que recurrir a comprar trigo a Egipto, donde se encuentran con su hermano, el cual, después de algunos entresijos, se da a conocer a sus hermanos, los perdona y trae a Egipto a toda la familia. Crecieron y se multiplicaron formando las distintas tribus de Israel. Doce tribus, una por cada hermano, aunque realmente la de José se dividió en dos, de sus dos hijos Efraín y Manasés.

El Éxodo y la entrada en Canaán

“Murió José y también todos sus hermanos, mientras los hijos de Israel seguían siendo muy fecundos, se multiplicaban y se hacían fuertes, y eran tan numerosos que los había en todo el país”. El caldo de cultivo está listo para la primera expulsión del pueblo israelita. Expulsión, éxodo, guiado por Yahvé.

La liberación de los esclavos es el tema central de la salida de Egipto y el éxodo que vino a continuación. Y esto incide directamente en nuestra inteligencia de la fe y en nuestra manera de vivir esa fe. Un Dios libertador en todas las ocasiones de la vida.

El recorrido de Moisés y su gente hacia la tierra prometida es perfectamente asimilable a nuestro recorrido por la vida con sus altibajos, sus momentos de ver al Señor en nuestras vidas y sus momentos de egoísmo sin dejarnos acompañar por el Señor. El cuestionamiento de la misericordia del Señor en momentos duros de la vida, y la acción de gracias en tiempos favorables.

Otra  lección que podemos sacar de este recorrido es, como siempre, aprender a ver la intervención constante del Señor en nuestra vida; El siempre navega con nosotros, alegrándose en nuestras alegrías y sufriendo con nosotros.

Todo se ubica hacia el año 1240 a. C., unos cinco siglos después de Abraham. Moisés es un varón israelita salvado de las aguas, que huye de Egipto y se convierte en pastor. El Señor lo elige para guiar a su pueblo y sacarlo de la esclavitud en que los egipcios lo han sumido; Moisés duda, se resiste, pero el Señor insiste y Moisés va al Faraón a pedirle que deje salir de Egipto al pueblo de Yahvé.

Faraón se niega; mano de obra barata no se puede despreciar. Vienen las plagas: Sangre en el Nilo, las ranas, los piojos, los tábanos, la peste, las úlceras, el granizo, las langostas, las tinieblas.

La última plaga es la más terrible: la muerte de todos los primogénitos de Egipto. Y ahí nace la celebración de la Pascua, a partir de una costumbre ya existente. Los israelitas mataban un cordero en la primera luna de la primavera, periodo especialmente crítico para las ovejas recién paridas en vísperas de las migraciones primaverales.

Así pues, se anuncia el Paso del Señor, la Pascua. “En las casas donde estéis vosotros, yo pasaré de largo y la plaga no os alcanzará mientras golpeo a Egipto”. La fiesta de la Pascua, con el cordero y el pan sin levadura se institucionalizará en el pueblo de Israel

El Señor da en esta ocasión instrucciones concretas de cómo celebrar esta Pascua del Cordero, que en adelante será la fiesta de la independencia de Israel, y Dios hará que Jesús muera y resucite en la Pascua.

El siguiente milagro del Señor es el paso del mar Rojo, que bien se conoce; los israelitas cantan a Yahvé en acción de gracias. Y comienza la travesía del desierto.

Primera queja: Hambre; preferían estar esclavos en Egipto con la tripa llena. El Señor, solícito, les manda el maná. “Danos hoy nuestro pan de cada día”.

Segunda queja: Sed; de la roca sale agua al toque del bastón de Moisés. Aquel lugar se llamó Masá (la tentación) y Meribá (la querella), a causa de las quejas de los israelitas que allí tentaron a Yahvé diciendo: “Está Yahvé entre nosotros, o no?” ¿Nos lo preguntamos nosotros a veces ahora?

Al llegar al Sinaí, Moisés sube al monte y recibe las tablas de la ley y el código de la Alianza; allí estuvo cuarenta días y cuarenta noches. A los israelitas la ausencia de Moisés les parece demasiado prolongada y recurren al becerro de oro. El Señor dice a Moisés “deja que estalle mi furor”. Moisés intercede y el Señor perdona a su pueblo, y firma con él una nueva Alianza.

El Libro del Éxodo termina con “la construcción de la Morada, su Tienda y su cubierta… el Arca y sus varas… el Lugar del Perdón…, precursores del futuro Templo.

En el libro de los Números continúa la aventura del pueblo de Israel por el desierto.

Yahvé dijo a Moisés: “He elegido a los levitas de entre los demás hijos de Israel, en lugar de todos los primogénitos de Israel: los Levitas serán pues para mí”. (Precursores de los sacerdotes dedicados al Templo)

Toda la comunidad de Israel llegó al desierto de Sin. El pueblo se instaló en Cadés. Quisieron seguir atravesando el territorio de Edom, a lo que éste se negó, por lo que tuvieron que dar un rodeo. Nuevamente se manifiesta el problema del agua, y acaece la aventura de las serpientes ardientes que matan a muchos con sus mordeduras. Hay que mirar a la serpiente de bronce que hace Moisés para curarse. Jesús lo recordará para dar a entender el significado de su propia muerte en la cruz: “el que crea en él tendrá vida eterna”.

También el agua provoca la reacción de Yahvé; les dice a Moisés y Aarón: “Vosotros no habeis tenido confianza en mi. Ya que no me glorificasteis ante los israelitas, no haréis entrar a esta comunidad en la tierra que os daré”.

Con Josué ya al frente el pueblo de Israel cruza el Jordán: “Apenas llegaron al Jordán los que llevaban el Arca, y apenas tocaron el agua los pies de los sacerdotes que transportaban el Arca, el caudal que bajaba de arriba se detuvo y se amontonó a una gran distancia… de tal manera que el pueblo atravesó frente a Jericó”

Y ya tenemos al pueblo de Israel iniciando su aventura en Canaán, la tierra prometida. Yahvé limita en Nm 34, este territorio y manda repartirlo entre las tribus de Israel.

La ocupación y el reparto

El libro de Josué narra las luchas por la ocupación del país. Tres acciones litúrgicas tienen lugar antes de iniciar la conquista: la circuncisión de todo el pueblo, la celebración de la Pascua y la consagración de Josué.

La milagrosa toma de Jericó, con la caída de las murallas por la acción del Señor. Vienen después las conquistas del Sur del país y del Norte, siempre con la ayuda de Yahvé, el Señor. Entonces el territorio de divide entre las diversas tribus.

Josué renueva la alianza con Yahvé y entrega al pueblo un estatuto, lo escribió en “el libro de la Ley de Dios” Es la profesión de fe imagen y anuncio de las profesiones de fe a que serán invitados los israelitas en tiempos posteriores. Anuncia igualmente la profesión de fe que la Iglesia pide a los cristianos la noche de Pascua.

El gobierno de Israel: Los jueces

En la Biblia el poder de juzgar no se distingue netamente del poder de gobernar: la misma palabra significa las dos cosas. Y esto viene desde el Éxodo que es donde se narra la institución de los jueces (Ex 18, 13 – 21)).

El pueblo liberado puede contar con la asistencia de Dios, pero necesita una estructura comunitaria que le proteja del poder personal. Representarán a los ancianos, jefes reconocidos por sus clanes que serán los que los gobiernen.

El libro de los Jueces muestra diversas cosas interesantes.

La primera, son dos palabras que muestran que una renovación profunda está teniendo lugar:“Heredad”; el que era nómada tiene ahora una tierra, que deberá considerar como un don de Dios, cultivarla y transmitirla a sus hijos. “Santuario”; los israelitas que nunca tuvieron un templo en el desierto, descubren los lugares de culto de los cananeos y se van a acostumbrar a agruparse también en lugares de culto con los levitas (sacerdotes) al frente.

El libro también nos describe la acción de varios jueces, entre los más nombrados Débora, Gedeón y Sansón.

Narrada la instalación del pueblo de Israel en Canaán, lo cual tiene lugar a través de tradiciones orales, en las que Dios actúa de forma autoritaria y actúa de manera fantástica, los libros que vienen a continuación nos hablan de acontecimientos más cercanos con testimonios más fiables.

La monarquía: los Libros de Samuel

Los libros de Samuel y los de los Reyes nos van a llevar desde finales del siglo XI a. C. hasta el final de la monarquía en el año 587 a. C., con una imagen de Dios tal y como Samuel, David y sus contemporáneos lo han conocido y experimentado, y nos cuentan los acontecimientos a través de los cuales estos personajes han conocido su voluntad. Es la fe del pueblo, la experiencia de fe mediante la cual también nosotros veremos, notaremos la presencia de Dios en nuestras vidas. Y es también lo que nos llevará a la salvación aquí y ahora.

Samuel es el último de los Jueces de Israel, tal y como los hemos presentado anteriormente. Como otras veces hemos visto, Samuel es hijo de una mujer, Ana, que era estéril. Ana, en acción de gracias pronuncia un precioso canto (1 Sam 2) de la que el Magnificat de María parece descendiente.

Por esos tiempos, los filisteos atacaban con frecuencia a los israelitas y éstos piden a Samuel que les nombre un Rey. “Un rey que nos gobierne como se hace en otras naciones”. Samuel no está muy de acuerdo con esta petición y Yahvé tampoco lo está: curiosamente se siente rechazado.

Así es Saúl el primer rey seleccionado, ungido como jefe de Israel, del pueblo elegido por Yahvé. Después de varias luchas, y alguna mala decisión por parte de Saúl, Yahvé decide cambiar al rey, y se elige a David, pastor, hijo de Jesé. La primera proeza de David es la muy conocida de la pelea con Goliat. El primer libro de Samuel termina con la muerte de Saúl.

El segundo libro de Samuel va a narrar el reinado de David. Tiene un algo muy próximo a la vida de nuestros días: Dios quiere el bien para Israel, pero Israel es infiel y se deja continuamente seducir por los dioses de los demás. (¿Poder, prestigio, dinero?). Será perdonado si reconoce sus errores, pero solo será capaz de tal conversión cuando haya sufrido.

La otra nota sobresaliente es la promesa que David recibe de Dios: sus descendientes reinarán por siempre en el trono de Israel.

Viendo la historia que contiene hay movimientos importantes por parte de David: a) Se impone en todo el territorio de Israel, eliminando las viejas rencillas Norte-Sur; b) Toma Jerusalén, ciudad que se llamaba Jebus, nombre muy antiguo que puede significar la ciudad, fundación de la paz, fundación de Salem(una divinidad). La toma de Jerusalén es un hito decisivo en la historia de Israel y en toda la revelación bíblica. Dios la designa como centro visible de su presencia entre los hombres y desde entonces el único templo de Dios estará en Jerusalén.

Logra la unidad de las tribus y derrota a los pueblos vecinos. Comete el grave pecado de adulterio, del que se arrepiente ante Dios. El hijo de la unión adúltera morirá, y sucederá a David el hijo de la unión ya legal con Betsabé: Salomón

La Monarquía: los Libros de los Reyes.

Salomón es el segundo hijo, ya legal, de la unión de David y Betsabé. Los libros de los Reyes nos narran no solo el reinado de Salomón, sino que incluyen lo que constituye la tercera etapa de la historia de Israel, después del tiempo de los Patriarcas, en los años 1750 a. C. y del Éxodo y la conquista de la tierra prometida, con los Jueces como primeros gobernantes.

David había tomado Jerusalén hacia el año 1000 a. C., pero el reino tan costosamente reunido, se dividirá a la muerte de Salomón (932 a. C.) y sufrirá los envites asirio, que terminará con el reino del Norte (853 a. C.), Israel, y babilonio, que terminará con el reino del sur, Judá (586 a. C.).

Cuatro siglos muy importantes para la historia sagrada de este pueblo, y, realmente, para todo el universo, ya que:

En este periodo aparecerán los profetas, con su “nueva” visión de la fe, y la presentación de un Dios fiel a la Alianza, con mayor muestra de misericordia y justicia.

Se escriben la mayor de los libros de la Biblia; la mayor parte del Génesis, Levítico y Éxodo, así como Jueces, Samuel y Reyes. Sobre esto diremos más cosas posteriormente

El periodo de los Reyes es el que conocemos con mayor precisión histórica

Son cuatro siglos en los que la fe de Israel enfrentada a tentaciones, persecuciones y dificultades de todas clases maduró hasta alcanzar con los profetas, la lucidez que sólo Cristo podría llevar más adelante.

Aparece el Templo como centro de la presencia de Dios; el Templo pasa a ser el eje central sobre el cual se articula el conjunto del universo

Salomón es, por supuesto, el primer protagonista de estos libros.

Como rey, lo primero que hace es pedir al Señor la Sabiduría, y la ejerce.

Gobierna en todo Israel, con gran pompa y subida de impuestos al pueblo. Construye el templo, el palacio real y otras muchas grandes obras.

El rey Salomón amó a muchas mujeres extranjeras”. Y al final de su vida se deja arrastrar hacia otros dioses, y el Señor le indica que su hijo perderá el Reino, dejándole solamente una tribu. Será el Cisma del reino de Israel.

El cisma de los dos Reinos

Tras la novedad de los reyes, viene el cisma de los dos reinos y una etapa de la historia (siglos IX y VIII) marcada por la separación de Israel y de Judá. Es una época que pasa por fuertes experiencias y que cuenta con grandes profetas: Elías, Eliseo, Amós, Oseas, Isaías. Veamos qué lecciones de ayer encontramos y qué experiencias de hoy tenemos.

¿Cuáles son las causas principales del cisma? La política de prestigio y grandes obras de Salomón fue causa de que se impusieran trabajos forzados al pueblo, especialmente a las tribus del Norte. En materia religiosa Rey y pueblo iban muy al unísono: Salomón construía santuarios a los dioses de sus mujeres, y el pueblo se iba a los bosques sagrados a prostituirse.

Elías, Eliseo, Amós y Oseas son profetas del Reino del Norte, Israel

Isaías y Jeremías son profetas del Reino del Sur, Judá

Al morir Salomón, el año 931, le sucede su hijo Roboán. En Judá es aceptado sin problemas. Sin embargo, en Israel le ponen una condición: aliviar el yugo que les puso su padre. La condición es rechazada y se produce el cisma. Entonces Jeroboán es proclamado rey de Israel (1 Re 12,20). Acusado de rebeldía y amenazado de muerte por Salomón, se había refugiado en Egipto. Al volver del destierro, es recibido con los brazos abiertos. El nuevo rey corta los lazos con Judá. Israel no tiene por qué ir al templo de Jerusalén a venerar el arca de la alianza. Como símbolo de unidad religiosa, recurre al toro y coloca uno en Betel y otro en Dan (1 Re 12,26-33). El toro tenía un significado idolátrico. En los descubrimientos arqueológicos, el toro aparece como un importante símbolo de Baal, dios de la fertilidad.

Jeroboam era jefe de los trabajadores de la casa de Salomón; era de la tribu de Efraim e hijo de una viuda.  El profeta Ajías lo encuentra en el campo y le comunica la decisión de Dios de quitarle el reino a Salomón y de darle a Jeroboam diez tribus, dejando dos a Salomón en consideración a su padre David. La justificación era que Salomón había aceptado otros dioses. Pero la realizará cuando muera Salomón. Jeroboam fabricó dos terneros de oro y los colocó uno en Betel, muy cerca de Jerusalén, es decir al Sur de su Reino y otro en Dan en el extremo opuesto. Hizo sus altares e instituyó sus fiestas.

Van apareciendo los profetas antes citados.

Tenemos primero a Elías. Elí-ya quiere decir: Yahvé-mi-Dios. Frente a la apostasía, a la infidelidad de todo su pueblo, se enfrenta solo. Se siente responsable de la causa de Dios y actúa sin esperar que otros empiecen. Su primera palabra es una amenaza, pero como viene  de Dios se cumple: No lloverá estos años.

Elías tiene varios episodios destacados: Resucita al hijo de la viuda de sarepta,  muestra al Señor como Dios verdadero en el sacrificio del monte Carmelo; el relato de su encuentro con Dios es precioso, cuando delante de su cueva pasa el terremoto, el fuego y después una sueva brisa, que la traducción literal expresa como “el sonido de un silencio muy fino”. Santa Teresa hablaba del “silbido del pastor”.

Igual que Jesús se eleva al cielo, también Elías es arrebatado “en un torbellino, un carro de fuego con sus caballos de fuego los separó.

Moisés y Elías son los que rodearán a Jesús el día de su transfiguración

En el Israel de aquel tiempo la pequeña propiedad ha ido desapareciendo y las riquezas se concentran en unos pocos ricos; el lujo de unos pocos insulta la miseria de los pobres. El profeta Amós empieza a recorrer las ciudades del reino de Israel denunciando las injusticias y una religión que se contenta solo con ritos externos. Amós es el profeta de la justicia social; nos revela un Dios que defiende el derecho de los pobres. Amós es un seglar, un laico al que Dios encargó una misión. ¿Será nuestra la lucha contra las verdades que tratan de imponer los medios de comunicación? El sacerdote lo echa, le manda irse a su tierra que es Judá en el Sur. Dice Amós: “Buscad el bien y no el mal, si queréis vivir, para que así Yahvé esté con vosotros. Aborreced el mal y amad el bien, imponed la justicia en los tribunales y quizá Yahvé se apiade del resto de José”. Esta constante yo creo que todavía está vigente; o está de nuevo vigente: El cristianismo es una religión de masas o está (o somos) destinados a ser minorías

Oseas denuncia las traiciones a la Alianza. Y las denuncia sufriéndolas en carne propia, engañado por su esposa a la que, a  pesar de sus infidelidades no dejó de amar.  Es el primer profeta del Dios-amante, nueva visión de la Alianza, unión y comunión de Dios con la humanidad,  base de la fe judía y luego de la cristiana. ¿Queremos hacer razonable esa fe?, o la cultivamos y profundizamos en ella.

El rey asirio Sargón II intenta tomar Samaría, la capital de Israel. La ciudad resiste tres años (2 Re 17,1-6), pero hacia el 721 se rinde. Parte de la población es asesinada. Se calcula en 27.290 el número de israelitas deportados. Así acaba el reino de Israel. La cifra suponía una décima parte de la población. Parece que en Afganistán cierto número de apellidos recuerdan todavía la presencia de núcleos de israelitas deportados en aquel tiempo. La Escritura dice: “Esto sucedió porque los hijos de Israel habían pecado contra Yahvé, quien los había hecho subir del territorio de Egipto y los había librado de las manos del Faraón. Ellos se habían vuelto hacia otros dioses”.  Da cuatro razones: 1. Imitación de las costumbres extranjeras; 2. Fabricaron ídolos; 3. Se negaron a escuchar a los profeta; 4. Cometieron los pecados y crímenes que la Palabra de dios había denunciado entre los habitantes del país. ¿Alguna de estas razones está ahora presente en nuestra convivencia?

A su vez, el rey de Asiria trasladó gente de Babilonia y alrededores (2 Re 17, 24) y la instaló en las ciudades de Samaria en lugar de los israelitas; en Samaria también estaban los cananeos que nunca habían entrado en la fe de Yahvé. Este conglomerado sólo mantendrá relaciones de desconfianza o de hostilidad con la gente del Sur, los judeos que luego serán los judíos, sentimientos que sabemos se dejan ver en los evangelios.

En el 597  y el 586 a. C. Nabucodonosor invade Judá y conquista Jerusalén destruyendo su templo y llevándose a Babilonia a una gran parte de los habitantes más conspicuos de Judá.

Aparece aquí el profeta Ezequiel. En un primer asedio (597) Nabucodonosor, rey de Babilonia, toma Jerusalén: muchos habitantes son deportados, queda la gente pobre del país (2 Re 24,14). En un segundo asedio (586) el ejército babilonio incendia el templo y la ciudad, derriba sus murallas: parte de la población es deportada, quedan los pobres del país (25,12). Desaparece el reino de Judá.

Estos dos intervalos dividen el Libro del Profeta Ezequiel, que tiene también una primera parte  en la que el sacerdote Ezequiel recibe su misión de profeta. La predicación de Ezequiel en cuanto se refiere primero al exilio y después a la restauración de Judá y Jerusalén está contenida en las respectivas secciones de los caps. 4–24 y 33–39. Entre ellas se intercala una serie de profecías dirigidas contra ciudades y naciones paganas relacionadas con Israel (caps. 25–32); porque si bien en algún momento Dios se sirvió de los paganos como instrumentos de su ira, la soberbia y la crueldad con que se condujeron los hizo acreedores al castigo que habrían de sufrir. De un lado tiene que hacer frente al falso optimismo —hijo de la presunción— de los exiliados, que no creen en la destrucción de la ciudad santa, y por otro, cuando ya la catástrofe se ha consumado, debe levantar los ánimos deprimidos, dando esperanzas luminosas sobre un porvenir mejor.

Un gran profeta, que vive entre los desterrados de Babilonia, anuncia el final del destierro. Será un nuevo éxodo, llegará como la primavera. Esta buena noticia aparece en la segunda parte de Isaías (40-55), en el Libro de la Consolación, atribuido al Segundo Isaías. Entender su mensaje implica identificar una situación (el destierro), unos destinatarios (Jerusalén, los desterrados), una voz que clama (el profeta que está al servicio de la palabra de Dios).

Los capítulos 40-55 del libro del profeta Isaías -que se suele conocer como Deuteroisaías o Segundo Isaías- podían ser particularmente iluminadores para nuestros días. Aunque median muchos siglos entre él y nosotros, hay una situación bastante común: A él le tocó predicar en tiempo del exilio, en medio del decaimiento general y la desesperanza más absoluta, anunciando al pueblo elegido la liberación del destierro y su renovación como pueblo de la alianza; a nosotros nos toca vivir en una época difícil, de «exilio espiritual» -en medio de un paganismo cada vez más avasallador-, en que somos llamados a una nueva evangelización que tropieza sobre todo con el escollo del desencanto y la desesperanza de los propios creyentes. En este sentido, el Segundo Isaías puede ofrecernos las claves más profundas para una renovación personal y comunitaria con vistas a poder cumplir la difícil misión que tenemos encomendada

El año 553, en que el rey persa Ciro (Is 45,1-8; 41,1-5; 48,12-15) empieza sus campañas, y el 539, en que se rinde Babilonia, indican el fin del exilio. Ciro permitirá los judeos volver a su tierra. El profeta anuncia el retorno a Judá, a Jerusalén, que está habitada por aquellos habitantes “más humildes” que veíamos en Ezequiel. Dice (51, 11): “Así volverán los que ha salvado Yahvé. Entrarán a Sión entre gritos de alegría, una dicha imperecedera hará brillar sus rostros. ¡Alegría y felicidad los acompañarán y lejos quedarán las penas y los suspiros!”.

El regreso. La organización del Estado

¡Y por fin el regreso a la tierra de Judá! El regreso del “Resto de Israel”, los que quisieron y pudieron volver, después de 50 años de destierro, de exilio. La historia de Israel en Palestina será en adelante la de la provincia de Judá, y de la palabra “judeo” se derivará la palabra “judío”. La reconstrucción del pueblo de Dios será fruto de la pedagogía de Dios y las circunstancias previstas por El en la historia mundial

La organización del nuevo Estado judío requiere hacer un inciso sobre el Pentateuco, la Ley judía. En el año 622 a. C. habían aparecido en unas reparaciones en el Templo, unos documentos que resultaron ser parte del Génesis, del Éxodo y la parte más importante del Deuteronomio. Podemos hacer las siguientes consideraciones:

Su base general es la afirmación contenida en los versículos 6, 4 – 8, del Deuteronomio, que rezan así: “Escucha Israel, Yahvé nuestro Dios es Dios único. Y tú amarás a Yahvé, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón los mandamientos que yo te entrego hoy, repíteselos a tus hijos, habla de ellos tanto en casa como cuando estés de viaje, cuando te acuestes y cuando te levantes. Grábalos en tu mano como una señal y póntelos en la frente como tu distintivo; escríbelos en los postes de tu puerta y a la entrada de tus ciudades”.

El pueblo israelí era consciente de ser depositario de leyes sorprendentes para aquel tiempo (¿y para ahora?) (entre paréntesis citas del libro del Deuteronomio):
- La afirmación de Yahvé, Dios único, al que no se puede representar (4, 16)
- La fe en el Dios justo que exige fidelidad interior y la práctica de la justicia por encima de cualquier otra forma de culto (16, 18)
- La obligación rigurosa del sábado como el medio para preservar la libertad y la dignidad de las personas (5, 12)
- La protección de la vida humana y el respeto al extranjero, que a menudo era un israelita viviendo en el territorio de una tribu que no era la suya (24, 17)
- El rechazo a cualquier licencia sexual. (5, 18.21)

En cuanto a su composición, podemos decir lo siguiente:

1.- Son cinco rollos. En cada rollo antiguo solamente cabía la quinta parte de la Ley o Torá.
2.- En el exilio se redacta mucha documentación que se va integrando en lo ya escrito.
3.- Hemos dicho que en el 622 a.C. aparecen el Génesis y el Éxodo, y lo más importante del Deuteronomio.
4.- Pero el Éxodo, que sigue al Génesis, sólo relata la salida de Egipto y el trayecto del pueblo de Israel hasta el monte Sinaí.
5.- Surge entonces Números que relata el resto del viaje por el desierto.
6.- Hay que enlazar con el hecho de que Moisés no va a entrar en la tierra prometida; hay que nombrarle un sucesor; es necesario que el pueblo tenga clara su conducta en la Tierra Prometida a la que va a acceder de inmediato.
7.- Y también es necesario que en el exilio Israel permanezca unido y que, si alguna vez se produce el regreso, cosa que el israelí creyente no duda, el pueblo tenga un código de conducta.
8.- Entonces el bloque que compone ahora el Deuteronomio es continuación de Números a partir de Nm 27, 22.
9.- De este bloque de doctrina o legislación, la tribu de Leví, encargada del Arca de la alianza, extrae sus normas y surge el Levítico, que comprende solamente los servicios religiosos en sus sacerdotes, los sacrificios, tipos, días santos y rituales.
10.- El destierro termina con el edicto de Ciro en el 538 que permite el regreso de los judeos a Judá; los que quedaban, claro, “el resto de Israel”. El regreso se produce paulatinamente y surgen dos figuras decisivas en la reorganización de la comunidad, basada, sobre todo con Esdras, en la Ley contenida en los actuales libros del Pentateuco
11.- Históricamente probado, la división en cinco libros aparece por primera vez en la Septuginta, traducción al griego de la Biblia por parte de setenta y dos sabios judíos, a mediados del siglo III a.C.

La organización del Estado lleva tiempo. En primer lugar el regreso se produce en varias etapas, y así pasamos por Zorobabel, que pretende reconstruir el Templo, aunque hace una pobre construcción. El entusiasmo de los repatriados decae y vuelven a aparecer los cultos cananeos y los sacrificios de los niños. Los profetas Zacarías, Malaquías y el tercer Isaías denuncian las mismas fechorías que los profetas anteriores.

Nehemías, que tiene un puesto relevante en la corte persa, se siente llamado por la necesidad de llevar a su pueblo por el camino de Dios; nombrado gobernador de la nueva provincia persa de Judá, organiza la comunidad, empezando por una larga oración al Señor: “Ay, Yahvé, Dios del Cielo, que mantienes tu Alianza y la fidelidad con los que te aman y cumplen tus mandamientos!. Escucha con atención, abre los ojos, atiende la plegaria de tu servidor…” Reconstruye la muralla de Jerusalén y hace ver a los ricos que deben compartir los sacrificios del pueblo

Hacia el año 398 a. C. se produce el hecho que va a determinar la vida del pueblo, que reunido, le pide a Esdras, sacerdote, que les lea el libro de la Ley; aquí empieza de judaísmo, con dos consecuencias: a) La teocracia, o gobierno de los sacerdotes, se va a implantar en Judá durante casi cuatro siglos. b) El lanzamiento de un libro que, además, inaugura una nueva etapa en la vida religiosa de la comunidad; en adelante la comunidad se reunirá en torno a la lectura, meditación e interpretación de la Biblia, que tendrá lugar en las sinagogas de todas las ciudades.

Así pues, tenemos un Estado, el judío, integrado en el imperio persa, organizado como teocracia y articulado en torno a las sinagogas con centro en la Palabra de la Escritura.

Las consecuencias de la invasión griega

El año 336 a. C. el macedonio Alejandro Magno accede a la corona de Macedonia. En 13 años de reinado altera todo el equilibrio de la zona, desde su estado hasta el Eúfrates. A su muerte el inmenso imperio es dividido entre los generales de Alejandro.

Durante todo el siglo II a.C. Israel había estado en manos de la gestión más bien tolerante de la dinastía tolemaica de los Lágidas, una de las ramas en las que se había dividido el gran imperio de Alejandro Magno. Con la batalla de Panion, en el 198 a.C., Palestina quedó bajo el protectorado de la dinastía de los seléucidas de Siria, regida entonces por Antíoco III el Grande y llena de manías expansionistas. Del 175 al 164 reinará Antíoco IV Epífanes que quiere unificar los pueblos de su reino en lengua, religión y calendario: Ordena no llevar a cabo sacrificios ni holocaustos, no respetar el sábado, profanar las fiestas, inmolar cerdo, instalar altares paganos, ídolos de los invasores (abominación de la desolación), no circuncisión, quemar los libros de la Ley, pena de muerte para los que no obedecieran. En general los pueblos se someten, pero Israel no puede renegar de su identidad sin renegar de Dios. La “abominación de la dominación” es el ídolo de los invasores.

Surge la rebelión de Matatías, sacerdote. Matatías reza: “No permita Dios que abandonemos la Ley y las tradiciones. No oiremos las órdenes del rey y no nos apartaremos de la religión. El que tenga celo por la Ley y quiera mantener la Alianza que me siga”. Como veis la Alianza sigue vigente y nombrada como base de la relación con Dios. Mucha gente se va con él a las montañas. (1Mc 1, 41).

Cuando Matatías iba a morir les dijo a sus hijos: “Sabed pues que de generación en generación los que esperan en Dios no serán vencidos. No temed las amenazas de un hombre que va en contra de Dios, porque su gloria terminará en la basura y en la podredumbre; hoy lo honran pero mañana ya nadie lo conoce; volverá al polvo de donde salió y nada quedará de sus proyectos”.

Le sucede su hijo Judas Macabeo, de donde viene el título de los libros de los macabeos. Macabeo = Maqqaba = martillo. Se enfrenta a las fuerzas de Antíoco y purifica el templo. Corre el año 164 a. C. y Antíoco IV Epífanes concede autonomía a la provincia judía.

Judas purifica el templo, decidiendo que los días de la consagración del templo fueran celebrados anualmente durante ocho días. Es la fiesta de la Dedicación que se cita en Jn 10,22.

A lo largo de los dos libros de los Macabeos el Dios salvador interviene por medio de salvadores visibles que son los hermanos Macabeos.

Y llegamos al Imperio Romano

Los enfrentamientos internos entre los asmoneos Hircano II y Aristóbulo II son el pretexto para la intervención de Roma en Palestina. Pompeyo llega a Jerusalén en el año 63. Mientras Aristóbulo II se refugia en el monte del Templo, Hircano II le abre las puertas de la ciudad. La independencia tan difícilmente lograda por los asmoneos termina así. A Hircano II se le concede el gobierno de Jerusalén y Judea y conserva el título de Sumo Sacerdote. Los restantes territorios pasan a formar parte de Siria.

Palestina no es anexionada, pero se convierte en Estado vasallo, obligado a pagar tributo dentro del sistema romano de percepción de impuestos y parte del cinturón que Roma construye para frenar la presión de los partos.

La llegada de Julio César al poder supone una mejora en la situación de los judíos. Hircano II, Sumo Sacerdote como sucesor de la dinastía asmonea, y Antípatro, su ministro Idumeol, apoyaron a César y lograron que se reconstruyeran las murallas de Jerusalén y se devolviera el puerto de Jaffa a los judíos. Hircano y sus hijos fueron confirmados como sumos sacerdotes y etnarcas de Judea y los hijos de Antípatro lograron puestos de importancia: Fasael fue nombrado gobernador de Jerusalén y Herodes gobernador de Galilea.

Finalización

Aquí terminamos esta breve historia, que, al final, no es tan breve como sería de desear, pero que puede resultar interesante, sobre todo si se producen observaciones de los lectores que permitan mejorar el texto

Dios ha ido y sigue guiando a su pueblo; su Palabra en la Biblia es también nuestra guía. Al término de esta Historia Sagrada, preparatoria de la llegada de Jesús, ya llega nuestro Salvador que representa el cumplimiento. Es el centro de la Biblia.

Palestina, nombre que los romanos dieron a ese territorio derivándolo de Philistinus de los filisteos, está en el medio de la llamada Media Luna Fértil, territorio siempre apetecido por facilitar el acceso Egipto-Eúfrates y viceversa, históricamente en juego. Los sueños de Daniel, el profeta que parece aparecer en el imperio babilónico, nos describen muy bien los imperios por los que hemos pasado de puntillas: Babilónico, Persa, Griego y Romano, con el pueblo de Yahvé en medio de las luchas.