UNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA ESPERANZA
Lectura: LA ESPERANZA: 1P 1, 13 – 16 No temáis a las amenazas
Y ¿quién podrá haceros daño si os esforzáis en hacer el bien? Felices vosotros si incluso tenéis que sufrir por haber actuado bien. No temáis lo que ellos temen ni os asustéis, sino bendecid en vuestros corazones al Señor, a Cristo; estad siempre dispuestos para dar una respuesta a quien os pida cuenta de vuestra esperanza, pero hacedlo con sencillez y deferencia, sabiendo que tenéis la conciencia limpia. De este modo, si alguien os acusa, la vergüenza será para aquellos que calumnian la vida recta de los cristianos.
Meditación
1 El compromiso de amor de Dios con el hombre y el mundo nos lleva a una visión de esperanza ante el mal que cuenta con la realidad del mal: no existe el mundo-sin-mal.
2 Sin embargo, Dios se ha comprometido con un amor misericordioso, en la cruz y en la resurrección de Cristo, con la lucha contra el mal, su triunfo definitivo es realizado en la resurrección, y lo esperamos en la vida otro-mundana, que empieza a realizarse en este mundo.
3 Qué duda cabe que el mundo nos mira y espera de nosotros algo más, un signo, una señal para ver. Si vivimos como si no tuviéramos fe, mal podemos convencer con nuestro ejemplo.
4 Porque dar razón de nuestra esperanza no es dar razones para atraer a los otros a nuestra causa, sino vivir con esperanza, esperando a pesar de todo, sin dejarnos embaucar por el dinero y las posibilidades que él abre, para que nuestra vida sea la mejor denuncia frente al egoísmo y la indiferencia del mundo.
5 Para que nuestra solidaridad cuestione la insolidaridad y el rabioso individualismo que degrada la vida y desestabiliza la sociedad.
6 No podemos dar razón de nuestra esperanza con buenas palabras. Sólo el testimonio, el compromiso con los que sufren y se ven marginados, puede hacer recapacitar a este mundo deshumanizado e insolidario.
7 ¿Vamos a decir que la gente no siente mucho interés o curiosidad en ello? Quién sabe si el desinterés no proviene de la falta de calidad de una esperanza tan enterrada en nuestro espíritu que no aparece por ninguna parte ni se filtra por ninguna de las rendijas de nuestra vida cotidiana.
8 Y si alguien nos pide razón de ello -¿por qué crees?; ¿aún continúas creyendo?-, ¿sabemos darle verdaderamente razón, una razón válida, o por lo menos interesante, para quien nos ha preguntado? Y serenamente: una esperanza que se vive serenamente se razona y se explica de modo sereno y tranquilo. Con respeto: la esperanza cristiana es respetuosa con las demás esperanzas de los hombres.
9 Para que el mundo crea, hace falta que los creyentes vivamos ejemplarmente de acuerdo con la fe que confesamos. Y según esa fe, todos los hombres somos hermanos, sobre todo los más débiles, los que sufren, los enfermos, los disminuidos, los deficientes, los toxicómanos, los olvidados de la sociedad.
Veamos unas consideraciones sobre la esperanza
Generales
• El vocablo «esperanza» (elpis en griego) aparece 53 veces en el N. T., pero ni una sola vez en los evangelios. 36 veces en las cartas paulinas; cinco en la carta a los hebreos, de la escuela paulina; tres en la primera carta de Pedro y una en la primera carta de Juan.
• El verbo «esperar» (elpizo en griego) aparece treinta veces en el N. T. Dos en Mateo, tres en Lucas, una en Juan, dos en Hechos, diecisiete en las cartas paulinas, una en Hebreos, dos en la primera carta de Pedro, una en la segunda de Juan y una en la tercera.
- La esperanza como sentimiento humano encuentra su seguridad definitiva y la plenitud de su realización cuando logra apoyarse en lo divino como su fundamento último.
- En Israel se proclama: «Tú eres mi esperanza» (Sal 71, 5). Jeremías dice: «¡Tú, esperanza de Israel!» (14, 8; 17,13). De modo que Yahvé es meta, encarnación y garante de la esperanza de su pueblo. Se ansia su nombre (Sal 52,11), su palabra perdonadora (Sal 130, 5), su brazo (Is 51, 5), su salvación (Gn 49,18). En textos escatológicos se presenta el contenido de la esperanza no en abstracto, sino en forma de visión. Por eso son raros los términos que expresan la esperanza (Is 25, 9; 42, 4; 51, 5; Hb 2, 3).
- El horizonte de la esperanza en el AT sobrepasa con mucho los límites visibles en la mayoría de los testimonios de esperanza personal y anuncia la venida de Yahvé en gloria, su reino sobre una nueva tierra, la conversión de Israel y los pueblos, la nueva alianza basada en el perdón de los pecados.
- La esperanza cristiana lo muestra de manera luminosa al saberse apoyada en el Dios-que-crea-por-amor: personal, realista, universal, absoluta son sus características.
- Pero el mal sigue siendo la presencia terrible que amenaza con denunciar como mero idealismo toda esa visión.
- Si su amenaza no se conjura, si no logramos mostrar que su sombra inquietante no es capaz de eclipsar completamente la luz de la esperanza, todo el discurso quedará en suspenso y la “niña esperanza” se esconderá angustiada y no será capaz de seguir sosteniendo a sus hermanas la fe y la caridad.
- Y es que la importancia de la esperanza es también que forma la tríada cristiana primitiva junto con la fe y el amor. “… recordamos ante Dios, nuestro Padre, su fe que produce frutos, su amor que sabe actuar, su espera de Cristo Jesús, nuestro Señor que no se desanima” (1 Ts 1, 3)
- El modelo de la esperanza es Abraham, que “creyó, esperando contra toda esperanza” (Rm 4,18).
- La esperanza cristiana no es espera pasiva del futuro, ni resignación conformista, ni tampoco se reduce a un ingenuo optimismo. La esperanza neotestamentaria es una espera y un anhelo paciente, disciplinado, confiado del Señor como nuestro salvador. Esperar es ser atraído por la meta y lanzarse a ella, es un mantenerse en este dinamismo. Por eso los que esperan están consolados y confiados (2 Co 5, 6.8; 2 Tes 2, 16).
- Nuestra esperanza brota de la confianza que ponemos en Dios que nos ha amado en Cristo, con la cual afrontamos la realidad serenamente, sin dejar que el peso de las dificultades nos aplaste e intentando cambiar lo que se puede cambiar: no se apoya en obras buenas (ley), sino en la gratuita actuación de Dios en Jesucristo. Por eso a él se le llama «nuestra esperanza» (1 Tim 1, 1; Col 1, 27). Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria.
- Nuestra esperanza se sostiene con la certeza que “si Dios está por nosotros, ¿quién podrá estar contra nosotros?” (Rm 8,31) y de que “ni lo presente, ni lo futuro… ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rm 8,39).
- Sólo un Dios que nos ama sin límites y que, en definitiva, tiene poder para librarnos del mal, puede asegurar de verdad nuestra esperanza. Pero entonces es preciso mostrar que, a pesar de todas las apariencias, la presencia del mal en el mundo no contradice la fe en ese Dios.
- La esperanza es una porción o parte de la fe. La fe y la esperanza, en mi mente, son realidades que coinciden: la esperanza es fe en tiempo futuro. Así que la mayor parte de la fe es esperanza.
Conceptuales
Dice el Papa Benedicto XVI:
- Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino.
- Quien no conoce a Dios, aunque tenga múltiples esperanzas, en el fondo está sin esperanza, sin la gran esperanza que sostiene toda la vida (Ef 2,12). La verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando « hasta el extremo », « hasta el total cumplimiento » (Jn 13,1; 19,30)
- Nosotros necesitamos tener esperanzas –más grandes o más pequeñas –, que día a día nos mantengan en camino. Pero sin la gran esperanza, que ha de superar todo lo demás, aquellas no bastan. Esta gran esperanza sólo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar. Por eso tal esperanza era un don de Dios (Sal 62, 6: de él me viene la esperanza; Jr 29, 11: para daros futuro y esperanza)
- De hecho, el ser agraciado por un don forma parte de la esperanza. Dios es el fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno en particular y a la humanidad en su conjunto. Su reino no es un más allá imaginario, situado en un futuro que nunca llega; su reino está presente allí donde Él es amado y donde su amor nos alcanza.
- Un lugar primero y esencial de aprendizaje de la esperanza es la oración. Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme –cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar –, Él puede ayudarme
En nuestra comunidad parroquial
- La esperanza viva produce obras, porque no puede ser inactiva. Se expresa en varias maneras. Hay una gran diferencia entre un deseo, y una esperanza. Cualquier persona puede desear una cosa, aunque no tenga ninguna base para su deseo.
- La esperanza de algunas personas es solamente un deseo. La esperanza de un cristiano renacido es más que un deseo; es recibir una herencia. La solidez de su esperanza se basa en la resurrección segura del Señor. Esta esperanza se aviva por una experiencia personal del nuevo nacimiento.
- Esta esperanza afirma la seguridad de la salvación, a la vez cree que la salvación puede ser perdida por vivir descuidadamente, o por el pecado voluntario. Sin embargo, la esperanza promete la posibilidad de ser salvo en todo momento.
- El creyente fiel no teme que su salvación le será quitada sin su consentimiento; que sea salvo un momento, y en otro perdido. De igual manera que fue una decisión determinada aceptar a Jesús para la salvación, también será una decisión abandonarlo, y ser perdido.
- La esperanza del creyente en el Señor resucitado, se reafirma por su experiencia personal de resucitar de la muerte del pecado. Por la gracia de Dios, será guardado por fe a la salvación.
- Una esperanza viva no tiene temor, sino gozo. Esta esperanza se basa en la resurrección de Jesús, y no en nuestros propios hechos tan débiles.
- Recordamos las palabras del Apóstol Pablo cuando escribió: “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rm 8,37-39).
En la familia
- El papa Francisco defendió el sábado en Filadelfia a la familia como "fábrica de esperanza" aunque "a veces vuelan los platos", en una velada de oraciones ante una multitud en vísperas del final de su gira estadounidense.
- El Papa Francisco en el Parlamento europeo: “La familia, unida, fecunda e indisoluble, posee los elementos fundamentales para promover la esperanza en el futuro”
- La familia, “unidad, fértil e indisoluble –prosiguió el Papa Francisco- contiene elementos fundamentales para dar esperanza al futuro. Sin esta sólida base se acabará construyendo sobre arena, lo que implicará graves consecuencias sociales”.
- Por otra parte, “subrayar la importancia de la familia no ayuda solamente – dijo el Papa – a proporcionar perspectivas y esperanza a las nuevas generaciones, sino también a los numerosos ancianos, a menudo obligados a vivir en condiciones de soledad y de abandono porque ya no tienen el calor humano de un hogar que pueda acompañarlos y apoyarlos”.
- Jesús no cesa de recibir a todos y de hablar con todos, también con quien ya no espera encontrar a Dios en su vida. ¡Es una lección fuerte para la Iglesia! Los discípulos mismos han sido elegidos para cuidar esta asamblea, esta familia de huéspedes de Dios.
- Para que sea viva hoy esta realidad de la asamblea de Jesús, es indispensable reavivar la alianza entre la familia y la comunidad cristiana. Podríamos decir que la familia y la parroquia son los dos lugares en los que se realiza esta comunión de amor que encuentra su fuente última en Dios mismo.
- Una Iglesia verdaderamente según el Evangelio debe tener la forma de una casa acogedora con las puertas abiertas, siempre. Las iglesias, las parroquias, las instituciones con las puertas cerradas no se deben llamar iglesias, se deben llamar museos.
- Hoy, esta es una alianza crucial. En contra de los “centros de poder” ideológicos, financieros y políticos, pongamos nuestras esperanzas en estos centros del amor evangelizadores, ricos de calor humano, basados en la solidaridad y la participación; y también en el perdón entre nosotros.
- Reforzar el vínculo entre la familia y la comunidad cristiana es hoy indispensable y urgente. Cierto, es necesario una fe generosa para reencontrar la inteligencia y la valentía para renovar esta alianza.
Lectura/Oración.-
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
4 Recta es la palabra del Señor, y verdad toda obra de sus manos.
5 El ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra.
20 En el Señor nosotros esperamos, él es nuestra defensa y nuestro escudo;
22 Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
(Sal 33, 4-5.20.22)
20 Nosotros esperamos en el Señor: él es nuestro auxilio y escudo.
Auxilio, escudo y misericordia nos son imprescindibles para vivir una vida feliz y poder culminarla en nueva presencia ante Ti, que nos libras de la muerte.
Mientras, Señor, nosotros aguardamos seguros de tu constante atención, seguros porque sabemos que tu protección siempre nos alcanza.
Nuestra esperanza cristiana no es la vaga esperanza de que las cosas se arreglarán algún día, es la certeza que Dios "está en acción" para salvar lo que estaba perdido: es el Señor que "vuelve a traer" a los ¡cautivos! Es la certeza de que el dueño de la mies está haciendo madurar la cosecha.
Amparo, defensa, protección, ayuda, socorro, todos estos conceptos implican el auxilio y escudo que es para nosotros el Señor.
Y nuevamente con la esperanza “en ristre”. Torres Queiruga dice: “El que vive la esperanza cristiana no espera algo sólo para él, sino también para los demás. Esperar la plenitud de Cristo sólo para uno mismo sería 'una falsificación irrisoria de la esperanza cristiana ´. Hemos de superar una idea mezquina y estrecha de la esperanza que lo reduce todo a asegurarme yo mi propia salvación: 'Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen a conocer la verdad ´ (1 Tim 2, 4). Por esto, la esperanza cristiana se vive desde la comunidad eclesial. Todos formamos 'un solo cuerpo y un solo Espíritu como una es la esperanza a la que hemos sido llamados ´ (Ef 4, 4). Más aún, la esperanza cristiana se vive, precisamente en solidaridad con los humillados y los crucificados, aquellos a los que la sociedad les arrebata toda esperanza”.
¿Nos amparamos en el Señor, pero al mismo tiempo tratamos de superar nuestras desesperanzas?
¿Somos capaces de llevar esa esperanza cristiana llena de ayuda a los que nos rodean?
¿Tratamos de evitar, enfundándonos en la oración y el grupo, los altibajos de nuestro espíritu?
¿Tenemos la certeza interior, la convicción de que Dios actúa siempre, aún en los aparentes fracasos o decepciones familiares?
22 Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
La gracia divina y la esperanza humana se encuentran y se abrazan. Más aún, la lealtad amorosa de Dios, como un manto, nos envuelve, calienta y protege, ofreciéndonos serenidad y proporcionando un fundamento seguro a nuestra fe y a nuestra esperanza.
La noción de misericordia (RAHAMIN) o de ternura se expresa en hebreo con la raíz raHam, que evoca el seno materno, reHem, y por consiguiente el movimiento interior y las emociones que siente la mujer. Así, pues, el término es imaginario y recuerda el amor y el afecto que la mujer puede sentir por su hijo. Al aplicárselo a Dios, principal sujeto del verbo y único sujeto del adjetivo verbal raHum (=«misericordioso») la Biblia reconoce implícitamente un rostro materno de Dios.
El versículo expresa una exquisita oración de petición; no ponemos a Dios en “ningún apuro exigente”, pero le pedimos que su bondad, su misericordia nos acompañe… y, de paso, no cabe duda de que nos capacitará para que nuestra ternura llegue a otros que la están necesitando.
Tenemos que hacer caso a lo que dice Jesús: “Misericordia quiero y no sacrificios” (Mt 9, 13). Jesús cita palabras del profeta Oseas que dice: “Porque me gusta más el amor que los sacrificios, y el conocimiento de Dios, más que los holocaustos” (Os 6, 6). El profeta se dirige a un pueblo que no se olvida de ofrecer a Dios los sacrificios prescritos por la costumbre y las fiestas tradicionales, pero no se imagina que Dios puede esperar más de su pueblo.
¿de qué forma espero en o la misericordia de Dios? ¿Sé realmente cómo es su misericordia?
¿qué será lo que Dios quiere decirnos hoy con esta palabra? ¿Qué necesita de nosotros hoy: cómo, de qué forma, para qué, por qué, con quién o quiénes?