30/06/2024 Dominical Si no sabes rezar vete por esos mares y verás que pronto aprendes sin que nadie te enseñe

Dominical: El punto de vista de un laico
Escuchar LA PALABRA; meditar LA PALABRA; actuar según LA PALABRA)
V e r ; j u z g a r ; a c t u a r

DOMINGO DÉCIMO TERCERO DEL TIEMPO ORDINARIO (30 Junio 2024)
(Sb 1, 13 – 15; 2, 23 – 24; Sal 30, 2. 4 – 6. 11 - 13b; 2 Co 8, 7. 9. 13 - 15; Mc 5, 21 - 43)

CURACIÓN. - A una persona muy afligida que había acudido a él en busca de ayuda le preguntó el Maestro: “Deseas realmente ser curado”. “¿Me habría molestado en acudir a ti si no lo deseara?” “¿Y por qué no? La mayor parte de la gente lo hace” “¿Para qué?” “No precisamente buscando la curación, que es dolorosa, sino buscando alivio”. Y a sus discípulos les dijo el Maestro: “Las personas que desean curarse con tal que puedan hacerlo sin dolor, son como los que están a favor del progreso con tal de que éste no suponga para ellos cambio alguno” Anthony de Mello, S.J. ¿Quién puede hacer que amanezca? Sal Terrae.

Si no sabes rezar vete por esos mares y verás que pronto aprendes sin que nadie te enseñe

La muerte hermana de la vida. Muerte, vida y sabiduría. El libro de la Sabiduría nos ofrece hoy una de las reflexiones más hermosas sobre la vida y la muerte. Este es un libro tardío del Antiguo Testamento, escrito en griego, que recoge una gran tradición judía helenista y que ha marcado un hito en la gran cuestión de la existencia humana. Su afirmación de que Dios ha creado al hombre para la inmortalidad viene aminorada por el tópico de que la muerte no depende de Dios, sino de la envidia del diablo. De ahí su afirmación de que la muerte no entra en los planes creadores de Dios
¿De qué muerte habla aquí el autor del libro? Indiscutiblemente de las dos muertes de nuestra existencia. El considera muerte, también, la vida sin sentido, la que viven los impíos; mientras que la vida vivida con sabiduría es la vida que Dios otorga. Saber morir, pues, es lo mismo que saber vivir según la reflexión del autor de este extraordinario escrito. Pero sigue siendo absolutamente irrenunciable que Dios nos ha creado para la vida y no para la muerte, porque «es un Dios de vivos».
Primera lectura Sb 1, 13 – 15; 2, 23 – 24
Sin algún tipo de esperanza la persona es incapaz de vivir
La muerte entró en el mundo por la envidia del diablo.
Dios no hizo la muerte ni goza destruyendo a los vivientes. Todo lo creó para que subsistiera; las criaturas del mundo son saludables: no hay en ellas veneno de muerte, ni el abismo impera en la tierra. Porque la justicia es inmortal. Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser; pero la muerte entró en el mundo por la envidia del diablo, y los de su partido pasarán por ella.
1 El libro de la Sabiduría nos habla en la liturgia de hoy de nuestra resurrección; a su manera, es cierto, pero vemos como habla de un Dios de vivos, como lo diría Jesús posteriormente: “El no es un Dios de muertos, sino de vivos, y todos viven por Él” (Lc 20, 38).
2 Claro que aquí se habla más bien en el sentido griego de la “inmortalidad” centrado en la inmortalidad del alma, y por ello es necesario completarlo con las palabras de Jesús que aparecen en el Evangelio de Lucas... que era griego, y que nos describe como “ángeles”, “que ya no pueden morir” (20, 36), palabras apoyadas por Pablo en su precioso y clarificador capítulo 15 de la Primera Carta a los Corintios.
3 La muerte será, real y únicamente, para aquellos que se apunten al partido del maligno, los cuales ya estarán muertos en vida. Como dice Jesús: “La maleza es la gente del maligno. El enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles” (Mt 13, 39). Y en la carta a los Hebreos podemos leer: “... Jesús al morir le quitó su poder al que reinaba por medio de la muerte, es decir, al diablo. De este modo liberó a los hombres que, por miedo a la muerte, se pasan la vida como esclavos” (Heb 2, 14-15.)
(al final incluyo un precioso verso sobre la muerte)
¿Creemos en nuestra resurrección, nuestra nueva presencia con el Señor?

La oración del salmo, que reivindica la posibilidad de vida del hombre frente a Dios y cantar las alabanzas y la acción de gracias a la gloria del santo nombre del Señor, releída en clave cristiana, describe el acontecer humano de Jesús, con sus momentos de sufrimiento y de alegría.
Sal 30, 2. 4 – 6. 11 - 13b
Dar gracias al Señor es costumbre poco practicada, pero que resulta muy satisfactoria
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Te ensalzaré, Señor,
porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo.
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
Y en ese Reino de alegría y felicidad te alabaré por siempre Señor, porque me diste la vida, no me dejaste tirado en el sepulcro, porque clamé a Ti y me escuchaste, jamás nos olvidas, ni abandonas a tus hijos.
Aún en medio de las grandes pruebas; aún en medio de las grandes persecuciones, permaneces siempre a nuestro lado.
Confiemos en el Señor y Él nos salvará. Y aún cuando en algún momento pareciera como que somos vencidos, Dios hará que incluso nuestra muerte tenga sentido de salvación, pues tanto en vida como en muerte somos del Señor.
Él hará que al final de nuestra existencia nos levantemos victoriosos, con la Victoria de Cristo.
¡Cuantas gracias tenemos que dar al Señor, por su constante ayuda!
Te alabamos, Señor, porque tu bondad siembra en nosotros una fe que traspasa nuestra vida terrena, que la llena de una esperanza en su culminación gozando de tu visión.
Y esa esperanza ampara también nuestra tristeza al ver seres queridos que dejan este mundo, al saber que van a Tú encuentro, que Tú los esperas con los brazos abiertos, con mayor amor aún, si cabe, que durante su vida aquí.
Por eso cambiamos nuestro luto en danza, por eso pasamos del llanto al júbilo, porque la tristeza de la presencia física se torna en la alegría de saberlos a Tu lado.
¿Nos damos cuenta de que, como dice Pablo, “el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad"?

Compartir y generosidad. La segunda lectura está entresacada de una especie de billete que Pablo escribió para organizar una colecta para los pobres de Jerusalén, a lo que él se había comprometido en la asamblea apostólica de la ciudad santa, cuando se distribuyeron el campo de trabajo entre los judíos hebreos y los judíos helenistas que habían de trabajar entre los paganos (Cf. Gal 2). Era una forma de mantener la comunión con la comunidad madre desde la que el evangelio debía anunciarse a todos los hombres.
Pablo habla de generosidad, porque nuestro Señor se ha mostrado muy generoso con nosotros; lo ha dado todo, absolutamente todo, por nosotros ¿no debemos hacer lo mismo los unos con los otros? Incluso, en una propuesta poco radical, se permite pedir lo imprescindible, solamente lo que les sobra, para ayudar a los que lo necesitan. Por ahí se debe empezar, desde luego, como ámbito de la justicia más elemental. Sabemos que la caridad cristiana puede llegar a más y exigirse más, pero comenzar por lo mínimo es, también, un signo de comunión en la justicia.
Segunda lectura 2 Co 8, 7. 9. 13 – 15
La atención al necesitado es la “marca de la casa” del cristiano
Vuestra abundancia remedia la falta que tienen los hermanos pobres.
Hermanos: Ya que sobresalís en todo: en la fe, en la palabra, en el conocimiento, en el empeño y en el cariño que nos tenéis, distinguíos también ahora por vuestra generosidad. Porque ya sabéis lo generoso que fue nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza. Pues no se trata de aliviar a otros, pasando vosotros estrecheces; se trata de igualar. En el momento actual, vuestra abundancia remedia la falta que ellos tienen; y un día, la abundancia de ellos remediará vuestra falta; así habrá igualdad. Es lo que dice la Escritura: «Al que recogía mucho no le sobraba; y al que recogía poco no le faltaba.»
1 Claro que la fe y la esperanza que experimentamos debe desembocar en el amor al prójimo, en la ayuda al más necesitado, practicando una vida austera que nos permita ayudar al oprimido.
2 Y esto se hace especialmente necesario en estos tiempos de crisis que estamos pasando en los que la necesidad se hace más evidente y se extiende más. ¡Qué oportunamente lo dice Pablo!: “En el momento actual, vuestra abundancia remedia la falta que ellos tienen”
3 Precisamente, el título de este capítulo 8 al que pertenece el trozo de hoy se titula: “No os quedéis en palabras”. Así que ya sabemos el camino.
4 Ya el Papa León XIII en su Encíclica Rerum Novarum (1981) decía: “A nadie se manda socorrer a los demás con lo necesario para sus usos personales o de los suyos; ni siquiera a dar a otro lo que él mismo necesita para conservar lo que convenga a la persona, a su decoro: «Nadie debe vivir de una manera inconveniente». Pero cuando se ha atendido suficientemente a la necesidad y al decoro, es un deber socorrer a los indigentes con lo que sobra.”
¿Está nuestra conciencia tranquila con respecto a nuestra ayuda al que lo necesita? ¿Conocemos a alguna persona necesitada? ¿No? ¡Qué raro! ¿Podemos mirar mejor y atender a algunas personas que, seguro, tenemos cerca y nos necesitan?

El verdadero significado de la muerte. El evangelio de Marcos nos presenta hoy todo un proceso pedagógico de cómo debemos afrontar la vida y la muerte desde la fe. Son dos relatos en uno que el redactor del evangelio o probablemente una tradición anterior había reunido con toda la intencionalidad del mundo, para que el retraso de una cosa extraordinaria que “entretiene” a Jesús, lleve así a otra cosa más extraordinaria aún: la vuelta a la vida de alguien que se consideraba muerta. Estos milagros que se nos relatan requieren su interpretación conjunta y exigen códigos hermenéuticos bien definidos. Jairo le pide a Jesús que ponga la mano a su hija enferma, y en el camino una mujer de la multitud se empeña en poner la mano sobre la orla, con la intención de «arrancar» a Jesús una curación para una enfermedad que le llevaba a la muerte. Como es lógico, esto difiere la llegada de Jesús y se produce la muerte. Todo es intencionado. Pero tanto Jesús, como el evangelista, quieren poner un correctivo a esa forma de acercarse a Jesús, de creer en él, como si fuera un simple curandero, y de enfrentarse a la muerte. Si la enfermedad no se ataja nos morimos... pero curar las enfermedades no soluciona el drama de la vida. La cuestión están en enfrentar la muerte en su verdadera dimensión. Tanto la mujer curada, como la hija de Jairo volverán a morir. No se trata de negar el valor del “milagro”, ni el poder extraordinario de Jesús. Pero, fuera del ámbito de la fe, por los milagros Jesús no pasaría de ser un “mago” más, un taumaturgo más de los de aquella época. Los milagros, los prodigios, pueden ser signo de parte de Dios...
La mujer que le ha tocado el vestido a Jesús tiene que enfrentarse con él, en un tu a tu, para que la fe se llene de contenido. Probablemente su obsesión por tocar a Jesús le ha llevado al convencimiento de que está curada. Pero Jesús no trata a los hombres desde la parasicología, sino como personas que deben aceptar desde la fe a un Dios de vida. Jesús no quiere, pues, que se le considere solamente un taumaturgo al que se puede tocar como se tocaban las estatuas de los dioses (y eso que en la religión judía no se podía representar a Dios). Lo extraordinario que le ha sucedido a la mujer debe reconducirse a la fe: “tu fe te ha curado”. ¿Y cuando la fe no cura? ¡Nada está perdido! Es ahí cuando le fe tiene más sentido y debe expresar toda la confianza de nuestra vida en Dios.
Así, se ofrecen los presupuestos para la siguiente escena: cuando llega a la casa Jairo, el llanto de las plañideras de oficio y la pena de los padres cubren la muerte de negrura. Pero no es así la muerte: es una puerta a la vida. El que Jesús, con sus famosas palabras en arameo (Talitha kum) haga que le niña se levante, no puede quedar en una cuestión de magia, sino que es un signo de cómo ve Jesús la muerte: un sueño, un paso, una hermana de la vida. La niña despierta, sí; pero volverá a morir un día y entonces ya no volverá a esta vida, no estará allí a sus pies el profeta de Galilea que la levante de nuevo de esa postración. Por eso no se debería usar el término “resurrección” para este caso de la niña que “vuelve a esta vida”. Solamente el milagro de la verdadera muerte nos lleva a la verdadera resurrección.
Entonces es cuando asumirán todo su sentido las palabras de Jesús: “la niña no está muerta, sino que está dormida”. Entonces logrará pasar a una vida distinta. Y a esa vida no se entra sino desde la fe, desde la confianza en el Dios que nos ha creado para vivir eternamente. El verdadero significado de la muerte no se afronta con el interés de volver a esta vida, a esta historia. El verdadero significado de la muerte se afronta desde otra dimensión: morir no es un drama de plañideras... aunque es hermoso llorar la muerte de verdad. Morir es el drama de nuestra vida histórica, el parto auténtico de nuestra existencia que nos llevará a una vida nueva. Eso es lo que debemos hacer: asumir la muerte, desde la fe, no como una tragedia, sino como la puerta de la verdadera resurrección.
Evangelio Mc 5, 21 – 43
La FE es componente fundamental de nuestro ser cristiano
Contigo hablo, niña, levántate.
En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva.» Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba. Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacia doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos, y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo tocarle el vestido curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que habla salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente, preguntando: « ¿Quién me ha tocado el manto?» Los discípulos le contestaron: «Ves como te apretuja la gente y preguntas: “¿Quién me ha tocado? “» Él seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.» Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?» Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe.» No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida.» Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: «Talitha qum» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.
1 Seguro que entre las personas en nuestro derredor hay algunas como la mujer con el flujo de sangre, un tanto desesperadas por heridas psíquicas o enfermedades que no se sienten con fuerzas para confiar a nadie, que buscan consuelo sin saber donde encontrarlo.
2 Las comunidades cristianas deben de ser el lugar donde la acogida es ley y el consuelo costumbre, el lugar donde la fe encuentra respuesta y la esperanza ensancha el corazón, el lugar donde el amor al prójimo es el camino y la certeza de la resurrección la alegría, el lugar donde el encuentro con el Señor es total y su Palabra la vida.
3 El milagro de revivir a la hija de Jairo no es más que un signo de la verdadera resurrección; Jesús quiso decir que Él venía de Dios que es vida.
4 Pero el milagro requiere haber encontrado al Señor, un Dios viviente, del que apreciemos sus dones que diariamente nos da.
5 ¿O es que no es un milagro que de una pequeña semilla nazca una planta? El creyente puede ver a Dios en su vida, ver sus señales que no son otra cosa que milagros.
¿Estamos seguros de que más que un conjunto complejo de doctrinas, más que una moral perfeccionada, la fe cristiana es un "sentido" dado a la existencia? ¿Sabemos que cuanto más “tratamos” con Dios más fácilmente comprobamos que no hay nada imposible para Él?

LA ORACIÓN : Creador del universo, al darte gracias por el nuevo día que ahora empieza, te pedimos que el recuerdo de tu santa resurrección sea nuestro gozo durante este domingo, que tu Espíritu Santo nos enseñe a cumplir tu voluntad, y que tu sabiduría dirija hoy nuestras acciones y sepamos contemplar las maravillas que tu generosidad nos concede. Te lo pedimos, Señor

Información relacionada.-
No,
No tengo miedo
a los satenes rojos
sobre la última escena
No,
No tengo miedo
a dejar en una urna
lo que fuera mi albergue transitorio.
No,
No tengo miedo
a que agiten la mano los cipreses
para dame el aire de despedida
Sonriendo lo afirmo.
Afirmo y me reitero.

Allá donde te yergas,
agazapada muerte,
te alcanzará la vida

Encarnación Huerta, El Teclado de Lázaro, Asociación de Escritores y Artistas Españoles, 1996



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