10/11/2024 Dominical La fraternidad debe llevarnos a compartir lo que tenemos; para ello no necesitamos ser “ricos”
Dominical: El punto de vista de un laico
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V e r ; j u z g a r ; a c t u a r
DOMINGO TRIGÉSIMO SEGUNDO DEL TIEMPO ORDINARIO (10 de Noviembre 2024)
(1 R 17, 10 - 16; Sal 146, 7 -10; Hb 9, 24 – 28; Mc 12, 38-44)
La fraternidad debe llevarnos a compartir lo que tenemos; para ello no necesitamos ser “ricos”
Dios está con los que le necesitan. Esta lectura es del ciclo del profeta Elías, el profeta más venerado de la tradición de Israel, aquél que se esperaba para anunciar le llegada del Mesías y abrirle camino. El profeta Elías lucha contra los falsos dioses y los cultos cananeos que se prodigaban en territorio de Israel. El marco en que aparece este relato es una sequía que estaba a punto de matar de hambre a los habitantes del pueblo. Lo curioso de todo ello es que aquí, el profeta, anuncia el fin de esa sequía, pero no precisamente en territorio del pueblo elegido, sino en Fenicia, en Sidón, en una aldea llamada Sarepta, donde una viuda a penas puede atender a la petición del profeta, que se vale de este signo para anunciar que Dios hará que no falte el pan y el aceite (porque vendrá la lluvia y habrá trigo y el olivo dará su fruto).
Esta escena, podemos recordarlo, es la que Lc 4,14-30 ha elegido como paradigma para defender la libertad de la gracia de Dios que llega a todos los hombre y a todos los pueblos, en la famosa escena de Nazaret. Elías, pues, en vez de hacer este signo en territorio del pueblo de la Alianza, es a una viuda (en el AT las viudas representas a los pobres y necesitados) a la que le llega esta gracia. El profeta le pide pan que la mujer está a punto de hacer para ella y su hijo, aunque cree que no sobrevivirán. ¿Le pide el profeta un imposible? Todo es un simbolismo del relato, para poner de manifiesto que Dios no abandonará a sus hijos. Con ello, el relato de hoy quiere poner de manifiesto que los pobres siempre son más generosos para compartir que los que gozan de todo.
Primera lectura 1R 17,10-16
Fraternidad es “la amistad o afecto entre hermanos o entre quienes se tratan como tales” (DLE), siendo la amistad “el afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato” (DEL)
La viuda hizo un panecillo y lo llevó a Elías.
En aquellos días, el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: «Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba.» Mientras iba a buscarla, le gritó: «Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan.» Respondió ella: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.» Respondió Elías: «No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero pri¬mero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: "La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra."» Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se ago¬tó, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.
1 Elías es el gran profeta de Israel. En el Evangelio se le nombra varias veces como el auténtico tipo de profeta.
2 Vive hacia el año 850 a.C., en el reino del norte, en un tiempo en que la política del rey Ajab y su mujer Jezabel favorece el culto de Baal y persigue expresamente a los adoradores de Yahvé. Ante la infidelidad del pueblo de Judá, Elías ha anunciado una gran sequía y tiene que huir.
3 La palabra de Yahvé le lleva a encontrarse con la viuda de Sarepta, pequeña población al Sur de Sidón. No parece que ésta sea israelita, pero reconoce al hombre de Dios y tiene fe en su palabra, y se produce una pequeña multiplicación de panes, un milagro que, si de verdad tenemos fe, se produce hoy en día con mayor frecuencia de la que parece.
4 El ejemplo de compartir es esencial hoy en día con la cantidad de gente que hay en el paro, con la cantidad de gente que lo está pasando verdaderamente mal económicamente, debemos de extremar nuestra actitud cristiana de compartir lo que tenemos.
5 Jesús mismo recogió y citó este episodio (Lc 6,25), y lo interpretó como muestra de que no por ser de Israel se agrada a Dios, sino por cumplir la voluntad de Dios, en este caso por ser hospitalario, misericordioso.
6 Totalmente aplicable a nuestro ser cristiano. La asistencia a los ritos obligatorios no justifican nuestro ser cristiano; la pertenencia a una comunidad viva y la asistencia a los necesitados, en tiempo y en economía, forman parte de nuestro carnet de identidad cristiana.
¿Estamos en disponibilidad de compartir? ¿Tenemos confianza en la generosidad del Señor? ¿Nos llama el Señor a tratar de construir un nuevo orden de cosas, con los necesitados en el epicentro de nosotros los cristianos?
El salmo, que es un canto al amor de Dios, nos indica el camino espiritual para esa llegada a la Jerusalén celestial, nos da las pistas y las razones. Y si Dios se interesa por los desgraciados, ¿qué hacemos nosotros?; ¿no deberíamos proteger, cuidar, curar, levantar, sostener? El salmo nos quiere hacer conscientes del compromiso cristiano (o sea de los cristianos, es decir, de nosotros) por la promoción, el desarrollo, el servicio, el interés por aquellos que menos tienen. ¿Cómo se hace eso? Bien que nos las apañamos para aquello que nos interesa, así que hagamos que estas acciones nos interesen.
Sal 146,7 – 10
Manifiesta generosidad del Señor
Alaba, alma mía, al Señor.
Él mantiene su fidelidad perpetuamente,
hace justicia a los oprimidos,
da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos.
El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos.
Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.
Te rogamos, Señor, que también nosotros sepamos ser fieles siempre a nuestro prójimo, compartiendo nuestro pan con él, en la seguridad de que tu justicia guiará nuestros pasos y, con tu Espíritu, seremos capaces de discernir el esfuerzo que debemos hacer.
Te doy gracias por tu atención y sustento a mi madre viuda y a su hijo huérfano, y por las personas que pusiste en nuestro camino para ayudarnos.
Te ruego, Señor, que sepa permanecer en tu Reino, seguir tus pisadas e interpretar tus designios, con fe en tu voluntad y esperanza en tu sustento y en el amor que hay en Ti.
Hace justicia a los oprimidos, que da pan a los hambrientos; el Señor libera a los cautivos.
Si la causa de la pobreza en el mundo es la injusticia, la injusta redistribución de los bienes del planeta, deberíamos concluir que el Dios justo, tiene que ser el Dios de los pobres.
Los cristianos tenemos que seguir la línea de la práctica de la justicia misericordiosa de Dios, que acoge a los últimos, a los más débiles a los que tienen a la escasez como “lo suyo”, seguir la justicia del Dios que los contrata en su viña a última hora de la tarde y, aunque apenas han trabajado, les paga igual que a todos los fuertes que han trabajado desde la primera hora de la mañana y, además, los primeros.
¿Es a este Dios al que queremos seguir, al Dios de la justicia misericordiosa? Dios es un Dios de amor. Su justicia emana de ese concepto de amor, amor a los más débiles, a los despojados, a los injustamente tratados. Amor, justicia y misericordia que Dios demanda de los suyos.
Los cristianos deberíamos caminar en estas líneas intentando siempre que se eliminen parcelas a la pobreza, a ese escándalo y vergüenza humana ante lo cual se deben plantar los cristianos demandando justicia. Una justicia misericordiosa porque seguimos a un Dios justo.
Recordamos la lectura de Jesús en la sinagoga: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres; me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y restablecimiento de la vista a los ciegos, para liberar aquellos que están oprimidos” (Lc 4, 18)
Según el Diccionario de la RAE oprimido es aquel “Que está sometido a la vejación, humillación o tiranía de alguien”. ¿Conocemos a alguien que esté en estas condiciones? ¿Hacemos algo por mejorar su situación? ¿Somos generosos de verdad con los pobres? ¿Cautivos estamos nosotros?
El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan;
Nuestro Dios tan poderoso, se ocupa de los pequeños y de los débiles. Es ésta una de las más bellas intuiciones del pueblo de Israel, en su doble perspectiva: el Dios grandioso, dueño de todo, trascendente, cuyo poder brilla en el universo sideral y en las profundidades de la biología...: "Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de Dios". El mismo que sabe el número de las estrellas, se inclina hacia los corazones doloridos. La muchachita triste no escapa a su mirada. El adolescente decaído, que vaga por los caminos de la soledad porque su padre lo ha rechazado; parte el corazón de Dios. Cualquier hombre o mujer que sufre una herida remueve el cielo. A toda herida en el corazón del hombre corresponde una herida en el corazón de Dios. Dios ama. Dios es vulnerable. Y ha querido asociarnos, hacernos responsables.
Envió a su Hijo, Jesús, para curar los corazones destrozados" e invitarnos a hacer lo mismo: "Como Yo os he amado, amaos los unos a los otros". Jesús "vino" a realizar algunas de las "acciones" divinas cantadas por este salmo: El "reconstruyó" la humanidad... El "reunió" a los que estaban dispersos... El "curó y perdonó" a los corazones afligidos... El "beatificó" a los humildes y pequeños... El "humilló" a los orgullosos... El "se da en alimento" para darnos vida...
¿Notamos la fidelidad del Señor o nos quejamos de nuestras angustias? ¡Toda la desgracia del mundo que conmueve a Dios! Pero, y a nosotros, ¿nos conmueve? ¿Nos hacemos conscientes de que nosotros somos las manos de Dios? ¿Somos conscientes de nuestra responsabilidad en la acción del bien a los demás?
el Señor ama a los justos, el Señor guarda a los emigrantes.
Es preciso que consideremos lo que nuestros antepasados de la fe hicieron para conseguir la bendición de Dios, y cómo fueron bendecidos los santos de la iglesia primitiva. Debemos imitar la fe de los santos de la iglesia primitiva, para que Dios añada cada día a la iglesia los que han de ser salvos en esta época. Muchos dicen creer en Dios, pero rehúsan hacer su voluntad.
Hemos sido llamados a cumplir con nuestra misión profética en estos últimos días. Manteniendo viva nuestra fe con la práctica de la justicia, acerquémonos a Dios.
Poner en práctica la justicia nos da gozo. Cuando glorificamos a Dios llenos de alegría y hacemos lo que él desea, venimos a comprender su plan y su voluntad descrita en la Biblia. Nadie puede entender la palabra de Dios sin ponerla en práctica, aunque la lea cientos o miles de veces. Solo el que hace la voluntad de Dios puede comprender todos sus pasajes, incluso las cosas más difíciles.
Necesitamos tener en cuenta cómo la iglesia primitiva pudo guiar a la verdad a tantas personas y en tan poco tiempo. Esto fue posible porque hicieron lo que la Biblia decía; porque la Biblia nos guía hacia maneras prácticas de alcanzar la justicia.
Dios nos está haciendo perfectos. Obedeciendo su voluntad, pongamos en práctica una justicia mucho más grande que la de Noé, y Dios nos llamará justos y perfectos.
¡Justos que tienen fe con obras, despertemos a esta generación que está durmiendo y muriendo!
La justicia y la emigración pueden ser asuntos muy conectados, aunque de difícil acuerdo y ejecución
¿Nos sentimos amados por el Señor? ¿Cómo ejercemos la justicia en nuestra vida? ¿Somos muy dados a las críticas personales? ¿Cómo vemos la cuestión de la emigración?
El sacrificio de nuestra misma vida. La segunda lectura del día prosigue con la teología del sacerdocio de Cristo, que es primordial en esta carta. En esta lectura se subraya, más que en ningún otro momento, la diferencia entre lo que hace Cristo como sacerdote y el papel del sacerdocio de la antigua Alianza. El texto está construido con una serie de elementos de contraste entre lo antiguo y lo nuevo, el tipo y el anti-tipo, para resaltar la originalidad de la acción de Cristo en su misión sacerdotal de borrar el pecado del mundo. El que Cristo pudiera entrar en la intimidad de Dios, el santuario celeste, con su propia vida, y no con sangre ajena de los sacrificios de animales, es de un valor imperecedero. Ello pone de manifiesto que lo que Dios quiere es el corazón del hombre, ya que Cristo le ha ofrecido su vida a Dios de una vez para siempre.
Ya, pues, no son necesarios los sacrificios de animales, porque no valen para nada. Si tiene valor el concepto sacrificio y todo lo que ello significa es porque se apunta a una entrega de la vida y de la existencia a Dios y a los hermanos. Esta forma de hablar, que en cierta manera no se desprende de un lenguaje ritual, demanda la abolición del pecado. Eso no quiere decir que el “pecado” no siga existiendo y apoderándose del corazón humano, pero el pecado no ha de triunfar sobre este mundo, ni sobre el corazón del hombre. El mal está vencido en ese acto de amor de Cristo. Este mundo, pues, se consumará un día y entonces el pecado habrá desaparecido. Pero mientras vivimos y este mundo sea mundo, tenemos la fuerza de Cristo para vencer el pecado. Esta es, pues, una exhortación para vivir el misterio de la gracia que Cristo nos ha ganado.
Segunda lectura Hb 9,24-28
Cristo en verdad nos da entrada a nuevas relaciones con Dios
Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos.
Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres imagen del auténtico, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros. Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena; si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde el principio del mundo. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo. Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez. Y después de la muerte, el juicio. De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos. La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, a los que lo esperan, para salvarlos.
1 La lectura de hoy permanece todavía en la explicación del sentido del sacerdocio de Cristo, importante materia que los cristianos deberíamos tener en cuenta, tanto para pedir al Señor sacerdotes con los necesarios carismas, como para ejercer los seglares ese sacerdocio, ya que “por medio del bautismo se concede la participación en el sacerdocio regio de Cristo” (Concilio Vaticano II, LG 26).
2 Dios se acerca a los hombres y los hombres a Dios por medio de Jesús, el Cristo, artífice de la nueva alianza; la alianza del Antiguo Testamento renovada de una vez para siempre; la alianza a la que debemos fidelidad. El día del juicio es el día del Señor, el día que el creyente recibirá con gozo.
3 Texto evidentemente litúrgicamente complicado. Pecado... sacrificio... juicio... se nos muestran sin aparente explicación ni relación con el resto de las lecturas de hoy.
4 Jesús nos salva “con continuidad”, y en lo que nosotros “nos dejemos” salvar; el juicio, como la salvación, están en nuestras manos, en nuestra línea de vida; una línea de vida que no es ni más ni menos que la que se desprende de las enseñanzas de Jesús en el Evangelio.
5 Los riesgos existen; las críticas son posibles; la incomprensión también. Pero a ese prójimo que vemos necesitado no podemos dejarlo de lado, sino que tenemos que atenderle con generosidad en tiempo y economía. Y si no lo creemos, debemos leer con atención el trozo que evangelio que viene a continuación.
¿Comprendemos que Jesús dando la vida, ha abierto el camino que lleva a la vida? ¿Vemos que ese amor es la línea de vida de Jesús que le lleva a la muerte por egoísmo e ignorancia de los hombres? ¿Nos implica esto en el camino de una vida de amor?
La religión sin fe, no es verdadera. Marcos, antes del discurso escatológico y de la pasión, nos ofrece una escena que está cargada de simbolismo. Se retoma, en cierta forma, el papel de la viuda y el profeta Elías, como en el texto de 1Re 17,10. Las palabras contra los escribas que buscan los primeros puestos... y más cosas, es probablemente una advertencia independiente, pero que se entiende en nuestro texto con la narración que describe la acción de la viuda. Jesús, en el Templo, está mirando a las personas que llegan para dar culto a Dios. A Jerusalén llegaban peregrinos de todo el mundo; judíos piadosos, pudientes, de la cuenca del Mediterráneo, que contribuían a la grandeza de Jerusalén, de su templo y del culto majestuoso que allí se ofrecía. Siempre se ha pensado que el culto debe ser impresionante e imperecedero.
¿Está Jesús a favor o en contra del culto? Esta pregunta puede parecer hoy capciosa, pero la verdad es que debemos responder con inteligencia y sabiduría. ¡No! ¡No está Jesús contra el culto como expresión o manifestación de la religión! Pero también es verdad que no hace del culto en el templo un paradigma irrenunciable. Jesús respeta y analiza... y saca las consecuencias de todo ello. No dice a la mujer que se vaya a su casa... porque todo aquello es mentira. No era mentira lo que ella vivía, sino lo que vivían los “prestigiosos” de la religión que no eran capaces de ver y observar lo que él hizo aquella mañana y enseñó a los suyos con una lección de verdadera religión y culto.
Si nos fijamos, Jesús está proponiendo el culto de la vida, del corazón, ya que aquella viuda pobre ha echado en el arca del tesoro lo que necesitaba para vivir. Ella estaba convencida, porque así se lo habían enseñado, que aquello era para dar culto a Dios y entrega todo lo que tiene. Es, si queremos, un caso límite, con todo el simbolismo y la realidad de lo que ciertas personas hacen y sienten de verdad. Lo interesante es la “mirada” de Jesús para distraer la atención de todo el atosigamiento del templo, del culto, de los vendedores, de lo arrogantes escribas que buscan allí su papel. Esa mirada de Jesús va más allá de una religión vacía y sin sentido; va más allá de un culto sin corazón, o de una religión sin fe, que es tan frecuente.
Esa es, pues, la interpretación que Jesús le hace a sus discípulos. Los demás echan de lo que les sobra, pero la vida se la reservan para ellos; la viuda pobre entrega en aquellas monedas su vida misma. Ese es el verdadero culto a Dios en el templo de la vida, en el servicio a los demás. Sucede, pues, que la viuda (con todo lo que esto significa en la Biblia) ofrece una religión con fe, con confianza en Dios. Y solo Jesús, en aquella barahúnda, es capaz de sentir como ella y de tener su mirada en penetrante vigilancia de lo que Dios desea y quiere. Una religión, sin fe, es un peligro que siempre nos acecha... que tiene muchos adeptos, a semejanza de los escribas que buscan y explotan a los débiles, precisamente por una religión mal vivida e interpretada. Jesús ha leído la vida de aquella pobre mujer, y desde esa vida en unas pocas monedas, ha dejado que lleve adelante su religión, porque estaba impregnada de fe en Dios.
Evangelio Mc 12,38-44
En una sociedad patriarcal, las viudas son especialmente vulnerables.
Esa pobre viuda ha echado más que nadie
En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: « ¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pre¬texto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigu¬rosa.» Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»
1 La austeridad, la generosidad, el compartir que siempre relativizamos tanto y que nunca alcanzamos a reflejar de verdad en nuestra vida social.
2 Sin algo importante para su vida se quedará la viuda cuando echa en la bolsa común lo poco que tiene. Pero como la viuda de Sarepta, ella tiene su confianza puesta en Dios que la sostendrá como mejor estime... y eso nunca será a peor.
3 Normalmente nos rascamos mucho la cabeza antes de rascar el bolsillo. Pero, además, no se trata sólo de la cuestión económica. Nuestro tiempo y nuestra atención también entran en el concepto de la generosidad, y también nos lleva a rascarnos la cabeza antes de dedicarlo a otras personas que disfrutarían con nuestro encuentro.
4 Únicamente hay que ver lo solas que están muchas personas mayores en cualquier Residencia, y la alegría que manifiestan por una visita. O la alegría de las personas humildes que viven cerca de nuestras casas cuando se las va a visitar.
5 Ahí también se pone de manifiesto la verdadera validez del sacerdocio, que, a veces, sufre de “despachitis”, parecida a la de los políticos que siempre encuentran algo que hacer en su despacho.
¿Nuestros sacerdotes son profesionales de la religión o servidores del prójimo?
¿Somos capaces de tener una conciencia cristiana propia?
¿Nos preguntamos alguna vez si los bellos edificios y ropas caras paran de glorificar a Dios y empiezan a glorificar clérigos y congregaciones?
LA ORACIÓN: Te damos gracias, Señor, porque Tú siempre atiendes a los oprimidos y das pan a los hambrientos; te ruego que nos hagas conscientes de que debemos ser siempre tus mensajeros en esas tareas, viviendo con austeridad, dando con largueza y atendiendo con generosidad. Te lo pedimos, Señor
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Del libro "El Profeta" (Khalil Gibrain)
Dais muy poca cosa cuando dais lo que poseéis. Cuando dais algo de vosotros mismos es cuando realmente dais. ¿Qué son vuestras posesiones sino cosas que atesoráis por miedo a necesitarlas mañana?
Hay quienes dan poco de lo mucho que tienen y lo dan buscando el reconocimiento, y este deseo oculto de su corazón malogra sus regalos. Y hay quienes tienen poco y lo dan todo. Estos son los que creen en la magnificencia de la vida, y su cofre nunca está vacío.
Hay quienes dan con alegría y esa alegría es su premio. Y hay quienes dan con dolor y ese dolor es su bautismo.
Y hay quienes dan y no saben del dolor de dar, ni buscan con ello la alegría, ni son conscientes cuando dan de la virtud de dar. Dan como, en lo hondo del valle, esparce el mirto su fragancia en el aire. A través de las manos de los que son como esos, Dios habla y, desde el fondo de sus ojos, Él sonríe sobre la tierra.
Es bueno dar algo cuando ha sido pedido, pero es mejor dar sin demanda, comprendiendo.
¿Y hay algo acaso que podáis guardar? Todo lo que tenéis será dado algún día. Dad, pues, ahora que la estación de dar es vuestra y no de los que vienen detrás de vosotros.