Salmo 012

Al maestro del coro; en octava. Salmo de David.
2 Sálvanos, Señor, que ha desaparecido el fiel,
no queda lealtad entre los seres humanos.
3 Se mienten unos a otros,
conversan con lengua aduladora y corazón doble.
4 Que el Señor extirpe la palabra aduladora,
la lengua que habla con arrogancia;
5 que aniquile a quienes dicen:
“Con nuestra lengua nos hacemos fuertes,
en nuestras palabras confiamos,
¿quién podrá dominarnos?”.
6 Por la opresión de los humildes,
por los gritos de los desvalidos
estoy decidido a actuar —dice el Señor—
y daré la salvación a quien suspira por ella.
7 Las palabras del Señor son palabras puras,
plata aquilatada en un crisol de barro,
que ha sido refinada siete veces.
8 Tú, Señor, nos protegerás,
nos librarás de esta generación por siempre.
9 Los malvados vagan errantes por todas partes,
la vileza humana llega al colmo.

MEDITACIÓN

Introducción.-
¡Qué difícil será que nos encontremos libres de ser el blanco de las críticas de los demás! Mientras vivamos con rectitud seremos comprensivos con ellos y sabremos perdonarlos, pues nuestra firmeza en el camino de perfección no depende de ser bien vistos por los hombres, sino de amar al Señor y permanecerle fieles aún en los momentos más arduos.
El inicio del Salmo da instrucciones la maestro del coro, bien para que se toque con instrumento de ocho cuerdas (¿lira?), bien para que se haga en el rango del tenor o bajo (en una octava más baja que el soprano)

2 Sálvanos, Señor, que ha desaparecido el fiel,
no queda lealtad entre los seres humanos.
Es una expresión muy al paso de ciertas situaciones políticas que nos llenan de incertidumbre, y en las que se ve a personas que deberían ser respetables, practicar la deslealtad con aquellos a los que se deben, con sus prójimos e, incluso muchas veces, con los miembros de su familia.
Según el Diccionario de la Lengua Española leal es: “El que guarda a alguien o a algo la debida fidelidad”, o también, “el que es fidedigno, verídico y fiel en el trato o en el desempeño de un oficio o cargo”
En estos casos parece que la oración es el único medio de desbrozar el camino, de sembrar alegría y felicidad a nuestro alrededor.
Y es que la misión del cristiano es tratar de “implantar” la salvación en todo el ámbito que le sea posible, único camino de felicidad, que no podemos remitir al más allá, sino que debemos de iniciarlo en nuestra vida terrena, siempre con la esperanza de su culminación en los brazos de Señor, que mantiene su alianza con todos nosotros y está deseando que caminemos con Él.
¿Somos conscientes de que nuestra salvación empieza YA aquí?
¿Somos leales a nuestros principios cristianos y fieles a los que nos rodean?

3 Se mienten unos a otros,
conversan con lengua aduladora y corazón doble.
La sinceridad es, muchas veces, difícil de encontrar cuando de algo que se dice se va a derivar un perjuicio para la persona. Se puede disfrazar lo que se manifiesta para lograr un beneficio, aún a costa de que esta acción conlleve un perjuicio para otra persona
En una homilía, el papa Francisco señalaba que la intención de los que se acercaban a Jesús, los corruptos, era hacerlo caer en la trampa. "Con palabras suaves, bonitas, demasiado dulzonas intentan presentarse como amigos, pero todo es falso, ya que esa gente no ama la verdad, sólo a sí mismos, e intentan engañar, implicar al otro en su mentira. Tienen un corazón mentiroso y no pueden decir la verdad", y es que "el lenguaje de los corruptos es la hipocresía".
¿Tratamos de mantener nuestro lenguaje en la verdad de lo que pensamos y creemos? ¿Somos “pelotilleros” para “arrimar el ascua a nuestra sardina”?

4 Que el Señor extirpe la palabra aduladora,
la lengua que habla con arrogancia;
El diccionario de la lengua española define la adulación como la acción de hacer o decir con intención, a veces inmoderadamente, lo que se cree que puede agradar a otro, y al arrogante lo define como soberbio, altanero.
Ambas posturas, pues, poco cristianas, incluso poco humanas, ya que siempre implican, en mayor o menor grado, el desprecio a otra persona.
Así pues el Salmo pide al Señor que, con la misericordia y la compasión que le distingue, actúe para que evitemos caer en esas actitudes y que la lealtad sea la base de nuestra línea de actuación
¿Chismorreos? ¿Hablamos mal de alguien? ¿Comentamos defectos ajenos? ¿Hablamos mal de otros ante personas que pueden influir en su futuro? ¿Somos “pelotilleros”?

5 que aniquile a quienes dicen:
“Con nuestra lengua nos hacemos fuertes,
en nuestras palabras confiamos,
¿quién podrá dominarnos?”.
Hay un dicho que reza: “La palabra tiene mucho de aritmética: divide cuando se utiliza como navaja para lesionar; resta cuando se usa con ligereza para censurar; suma cuando se emplea para dialogar, y se multiplica cuando se da con generosidad para servir” (Carlos Siller)
Es una buena consideración para aquellos que quieren dominar con su palabra, a veces gritando, lo que recuerda aquello otro que se dice, que el que más grita es el que menos tiene para decir.
El cristiano confía en la Palabra del Señor, la escucha y dialoga serenamente con Él. Ahí está nuestra fortaleza, en la seguridad de que Dios habla con nosotros.
¿Tienes capacidad de encontrar la Palabra de Dios en la historia de cada día, o tus ideas son las que te guían, y no dejas que la sorpresa del Señor te hable?
¿Quieres dominar a otros con tus palabras, a veces altisonantes?

6 Por la opresión de los humildes,
por los gritos de los desvalidos
estoy decidido a actuar —dice el Señor—
y daré la salvación a quien suspira por ella.
Esta actuación que anuncia el Señor es la que nosotros debemos de tomar en su nombre; ese es el milagro, esa es la acción que espera el Señor, que nos decidamos seriamente a compartir lo que tenemos con aquellos que menos tienen.
Pero, ¿es que no somos capaces de oír los gritos de los desvalidos? Seguro que los tenemos cerca, unos oprimidos por angustias familiares, otros oprimidos por falta de solidez económica, pero todos dignos, merecedores de nuestra ayuda, de nuestra comprensión.
Y es que ahí está nuestra salvación, que empieza aquí, en esta vida terrena, y que será eterna en el Señor.
¿Escuchamos los gritos de los humildes y de los desvalidos? No, no están tan lejos.
¿Estamos dispuestos a ser las manos del Señor en esta empresa de ayuda?
¿Somos conscientes de que ahí está nuestra salvación presente, con futuro eterno?

7 Las palabras del Señor son palabras puras,
plata aquilatada en un crisol de barro,
que ha sido refinada siete veces.
¡Ah!, el diálogo con el Señor no tiene precio: es nuestra real oración. Oro más que plata, pero, realmente, imposible de valorar, resiste cualquier comparación de orden físico o mundano.
Ya sabemos que la certidumbre, la fe y la esperanza cristianas nunca piensan en si Dios existe o no; lo importante, lo que nos alimenta es que Dios nos habla y que nosotros podemos hablar con Él.
Dice San Agustín: “Refinada siete veces: mediante el temor de Dios, la piedad, la ciencia, la fortaleza, el consejo, la inteligencia, la sabiduría. Siete son, en efecto, los grados de felicidad que el Señor presenta en el mismo sermón que predicó en la montaña, según Mateo: Dichosos los pobres en el espíritu, dichosos los mansos, dichosos los que lloran, dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, dichosos los misericordiosos, dichosos los limpios de corazón, dichosos los pacíficos”
Y Pedro le dice a Jesús: “Señor, ¿a quien iríamos? Tu tienes palabras de vida eterna”. (Jn 6, 68)
Pero, claro,
¿Sabemos fiarnos verdaderamente de la palabra del Señor? ¿O nos dejamos desanimar por nuestros fracasos?

8 Tú, Señor, nos protegerás,
nos librarás de esta generación por siempre.
Pero hacia el final del Salmo la confianza en el Señor se adueña del orante, tal y como debe de ser en nosotros que creemos en un Padre siempre fiel y misericordioso.
El Señor nos promete a quienes hemos depositado nuestra fe en Él y proclamamos su Nombre ante las naciones: “Yo les daré palabras sabias a las que nadie podrá resistir”. Ojala y siempre vivamos totalmente confiados en Dios.
“La victoria del Señor es segura, su amor hará crecer cada semilla de bien presente en la tierra. Esto nos abre a la confianza y al optimismo a pesar de los dramas, las injusticias, y los sufrimientos que encontramos. La semilla del bien y de la paz florece y se desarrolla, porque lo hace madurar el amor misericordioso de Dios”. (Papa Francisco)
¿Vemos en nuestras vidas la protección del Señor? ¿Damos testimonio a las siguientes generaciones?

9 Los malvados vagan errantes por todas partes,
la vileza humana llega al colmo.
Qué difícil será que nos encontremos libres de ser el blanco de las críticas de los demás. Mientras vivamos con rectitud seremos comprensivos con ellos y sabremos perdonarlos, pues nuestra firmeza en el camino de perfección no depende de ser bien vistos por los hombres, sino de amar al Señor y permanecerle fieles aún en los momentos más arduos. ¡Qué difícil es dominar la propia lengua!
Ojala nosotros nos convirtamos en un lenguaje de Dios y no en un lenguaje de la maldad. Por eso pidámosle al Señor que Él ponga sus palabras en nuestros labios, para que no nos convirtamos en motivo de escándalo para nadie, sino en la fuera salvadora de Dios
Dice Vázquez Montalbán: “En cuanto a los proyectos revolucionarios, vagan errantes, y desperdigados, como soldados desmoralizados por una batalla perdida sin ni siquiera haberse producido, y la vanguardia crítica de la sociedad civil aún no se ha recuperado del síndrome de la transición”
¿Abusa el empresario de sus colaboradores? ¿Es cierta y correcta la impresión de abuso en el trabajo que se oye por doquier? ¿Seguimos explotando a los habitantes de África? O ¿son estos habitantes los que no “despiertan” de sus seculares odios y afán de riqueza en cuanto se encumbran un poco?